Historias de hospital

El Complejo Hospitalario de Jaén tiene de avanzado y moderno el nombre y parte de los recursos humanos, porque del resto poco amable se puede contar. Quienes tienen la mala suerte de conocerlo desde dentro saben perfectamente las deficiencias de un hospital cuyas características más evidentes son el desorden, el caos, la dispersión de los servicios y el enfado del personal. Cualquier visita a alguno de los tres centros en los que se divide (el Hospital Médico-Quirúrgico, el Neurotraumatológico y el Doctor Sagaz) da para escribir una historia. Muchas son las que nos llegan a este periódico, algunas en forma de agradecimiento, pero la mayoría para emitir sus quejas acerca de la atención recibida. Otras las hemos vivido en primera persona, pero por estar en el ojo del huracán, quedan aparcadas y silenciadas, aunque nunca olvidadas.

El caso es que el Complejo Hospitalario de Jaén está mal planteado desde hace mucho tiempo y de sobra es sabido que urge una unificación física, que ya está en marcha, para poner remedio a un mal que no se debería permitir en pleno siglo XXI. No es normal que un médico se niegue a desplazarse a un domicilio en horario de mañana como tampoco lo es que una ambulancia tarde cinco horas en trasladar a un enfermo de un centro a otro. Ni qué decir tiene que roza el “tercermundismo” la acumulación de pacientes oncológicos en los pasillos, la concentración de camas en una habitación, la pérdida de historias o de resultados clínicos y, mucho menos, esas largas listas de espera. He podido comprobar cómo un especialista infantil se quejaba ante un paciente, largo y tendido, de que la situación es insostenible, primero porque no hay profesionales y, segundo, porque los que hay no quieren Jaén como destino, porque cunde mala prensa en el sector sanitario sobre el Complejo Hospitalario de Jaén. Y es así, le pese a quien le pese.
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