“Hemos sufrido mucho, pero el esfuerzo ha merecido la pena”

Ana Lechuga es una persona feliz. Su marido, Javier Anguita, que logró el tercer grado, saldrá de la cárcel pasado mañana. El reencuentro con los suyos es inminente tras más de medio centenar de días encerrado. “Hemos sufrido mucho, pero el esfuerzo ha merecido la pena”, aseguran los familiares.

12 abr 2014 / 22:00 H.


Los hermanos mellizos Javier y Triana Anguita Lechuga —de dos años—  dormían, ayer, en silencio después de la comida. Su madre, Ana Lechuga, reposaba en su casa tranquila, aliviada, el estado que la define desde que supo, el pasado jueves al mediodía, que su marido, Javier Anguita, disfrutará del tercer grado a partir del martes. “Es aire puro. Ahora respiro. Hemos pasado un bache”, asegura la mujer en referencia a la ruptura que vivió la familia desde que el padre ingresó en prisión en febrero.
El viernes, Ana Lechuga hizo una rúbrica que ya es parte de su historia personal: la firma que permitirá a su esposo disponer de una pulsera telemática, símbolo de la libertad (vigilada) por llegar. “Estaba deseando el momento.  Pasé la noche diciéndome: ‘A ver si amanece pronto para acelerar el trámite’. Cuando supimos que Javier tenía el tercer grado estábamos algo confundidos, porque nos dijeron que la pulsera tardaría un mes en llegar. No pensamos que volvería a la calle tan pronto”, relata. La citada pulsera tardará, efectivamente, unos treinta días en “ser parte del cuerpo” de Javier Anguita. Hasta entonces deberá pernoctar en prisión. Recuperará, y no es poco, su intimidad y su familia. Cincuenta y tres días después.
movilización. El retorno es consecuencia, fundamentalmente, de la acción de los suyos. María de los Ángeles Anguita, hermana de Javier, ha experimentado cuánto y cómo hay que “moverse” para  poner el foco sobre un caso particular: un hombre que cumple una pena cuando ya está reinsertado. “Estamos muy contentos, pensábamos que no saldría hasta dentro de un mes”, afirma la hermana, fundadora de la plataforma No tengo fuerzas para rendirme, presente también en la web www.change.org. El nombre de la campaña, dada la actividad de María de los Ángeles Anguita, no es impostura verbal; la jiennense mantuvo reuniones con el subdelegado del Gobierno, Juan Lillo, y recabó miles de firmas, físicas (más de 2.200) y virtuales (400). “Como sabíamos que la Junta de Tratamiento se reunía el jueves, las mandamos el martes al Centro Penitenciario”, expone, sorprendida por los mensajes de apoyo, vía Facebook, que ha recibido de vecinos y desconocidos. “Se los leeré todos a mi hermano cuando salga”, dice.
En la mente de María de los Ángeles Anguita va y viene una escena de dolor: un cristal impide que sus sobrinos, Javier y Triana, abracen a su padre, un hombre roto que llora. “Hemos sufrido mucho, pero el esfuerzo ha merecido la pena”, coinciden hermana y mujer de Anguita. “Desde que supe que pronto estaría conmigo sentí relajación, como si me desinflase. Me paro a pensar y digo: ‘Bueno, no ha sido para tanto’. Pero cincuenta días uno tras otro son duros, lo pasas mal, no sabes cómo ayudarle”, cuenta Ana Lechuga. Su secuela emocional evoca anocheceres sin más compañía que sus hijos en un hogar amputado. “Siempre me venía abajo”, admite.
Anguita saldrá de la cárcel el martes, a las siete y media de la mañana.  A tiempo para ejercer de padre y llevar a sus mellizos a la guardería.