01 jul 2014 / 22:00 H.
A veces, la vida nos enseña que todo tiene un principio y un final. Todo pasa por aprender de la historia. Y sin demora, hemos de tomar conciencia de ciudadanos y de clase obrera, lo que somos y de la que con toda la dignidad del mundo hemos de sentirnos orgullosos. Ser obrero es algo útil, beneficioso e imprescindible en esta sociedad donde lo mercantil casi todo lo mueve. Sin los obreros, la reina del hormiguero no es nadie, y los zánganos que la merodean menos aún. El sistema capitalista no tiene miedo casi a nada, bueno sí, le tiene pánico a la unión de los ciudadanos. Explotémoslos en beneficio de la comunidad. No queda otra. Nada es gratuito y la lucha social es inherente al ser humano desde el paleolítico. No debemos dejarnos seducir por cantos de sirena, ni discursos bonitos la forma y vacíos en el fondo. Un barrio, un municipio, una empresa, donde sus miembros se organizan en torno al bien común es un sitio mucho mejor; un lugar donde sus miembros son mucho más solidarios, eficientes, y lo mejor, más felices. Esta forma de actuar, allí donde se produce, saca de sus casillas a esos ricos empresarios, banqueros, especuladores, porque pone en evidencia cuan frágiles pueden ser por mucho que amasen fortunas inmensas. La inacción nos ha llevado a una deriva sin precedentes. El pasotismo social conduce a perder lo nuestro, lo que en justicia corresponde a la comunidad. Nuestra inacción, por activa y por pasiva, la han aprovechado para desmantelar y privatizar lo público, lo que es de todos, no debemos olvidarlo. Han hundido la educación para hacernos más maleables y manejables. La salud ha pasado de ser un derecho a convertirse en un gran mercadeo. El agua, que es de todos, es el primer negocio de unas pocas empresas. No nos queda otro camino, debemos tomar conciencia de lo que somos, clase obrera, y luchar. Tenemos la obligación de gritar hasta acallar a esa minoría tan pobre que solo tiene dinero, mucho dinero. Y no hablo solo de comunismo, hablo de justicia social, principio común de la izquierda real y de todas las religiones monoteístas.