Helmut Schmidt
Una de las consecuencias más palpables de esta cristafa –neologismo que une crisis y estafa– es el tedio con el que recibimos las noticias de los diferentes medios de comunicación. Antes de abrir el periódico, de ver un telediario, hay que hacer un esfuerzo de mentalización ante la catástrofe de cada día. Por eso mismo, no sé cómo dar las gracias al anciano señor. Gracias Helmut, qué grande eres.
93 años le acompañan, eso ya no es ni tercera edad, es un viejo de tomo y lomo. Y no tiene pelos en la lengua. Y se permite decir lo que piensa. Y por sus palabras, es evidente que piensa lo que dice. “Alemania no puede ejercer un liderazgo en Europa debido a su historia”. Toma ya. A los autoproclamados fedatarios del futuro europeo también les recuerda que “los alemanes se encontraron con la democracia el día que los aliados los devolvieron a Europa”. Sin aliento estoy. Y sigue. “Todos los que son responsables de una crisis que están pagando los ciudadanos, deben ir a la cárcel”. No es posible, me froto los ojos. Desde su silla de ruedas y sin despeinarse. En el año 2008 les abrieron diligencias a él y a su esposa por fumar en un teatro y el año pasado, en el congreso de su partido, el SPD, lanzó un memorable discurso de una hora fumando cada vez que se lo pidió el cuerpo. Por cierto, leo que tras su viudez ha iniciado una nueva relación sentimental con Ruth Loah, colaboradora suya desde hace 57 años y coautora con él de varios libros. Esto… ¿viejo dice usted?
Manuela Espigares es periodista