Hazle caso a tu instinto

En la maraña de información que crea y, al mismo tiempo, encubre toda realidad  es casi imposible encontrar nuestras propias ideas, ser uno mismo, pero no como nos exige la publicidad política e industrial: “Este producto es el mejor para tu salud.

    21 mar 2014 / 23:00 H.

    Nosotros lo sabemos. Hazle caso a tu instinto”. O a tu razón, es igual. El instinto está racionalizado y las ideas que creemos propias están fijadas en un patrón colectivo de comportamiento, que responde a estímulos procesados durante siglos por especialistas en la materia. Una compañía telefónica muy conocida ofrece a sus empresas abonadas cursos de conocimiento del cerebro humano con el fin de controlar la reacción de los consumidores y así, lógicamente, aumentar las ventas. Es difícil, por lo tanto, tomar decisiones propias, porque no existe una identidad individual, sino leyes generales de reacción mediante un lenguaje que envía constantemente señales a receptores codificados para emitir la respuesta requerida. El otro día, en el mercado, una vecina aseguraba, con todas sus fuerzas, ser absolutamente real lo que había escuchado en la televisión. En sus ojos podía comprobarse que las señales recibidas en su receptor habían sido vividas como experiencia real. Prensa, radio y televisión alimentan y refuerzan el sistema de recepción de nuestro terminal para que la respuesta sea cada vez más rápida y asegure el placer de haber sido decidida desde nuestra propia identidad, sin prejuicios ni influencias. La información por tanto está dirigida a crear una frecuencia que impida el acceso al origen de nuestra íntima realidad y la descodificación del mensaje que ha contaminado nuestra voluntad  hasta convertirnos en dependientes de toda clase de fármacos y facilidades crediticias. El alejamiento de la realidad, por medio de la aceptación de las leyes de la lógica, fue enunciado por Einstein en una conferencia sobre “Geometría y Experiencia” : “Cuando las leyes de las matemáticas se refieren a la realidad no son ciertas; y cuando son ciertas no se refieren a la realidad”. ¿No tienen la impresión de que algo ocurre con más fuerza, que adquiere mayor existencia o, al menos, una existencia más limpia, cuando hacemos caso omiso de las leyes? ¿O es que nos aterra que la ausencia de leyes nos conduzca a lo que queda de nosotros, y no podamos soportar la visión de nuestra verdadera realidad?

    Guillermo Fernández Rojano es escritor