Hay que diferenciar entre alimento caducado y de consumo preferente

Ángel Plaza Chillón desde La Iruela. Comer alimentos pasados de fecha entraña un riesgo, pero unos más que otros. Su duración siempre ha supuesto cierta inquietud doméstica. Aunque en distinta medida, la preocupación se extiende desde aquellos más estrictos a los más atrevidos y entre ambos extremos las opiniones más diversas.

    16 nov 2012 / 19:35 H.

    Sin embargo, con la crisis económica y los presupuestos familiares cada vez más ajustados, todo se mira antes de tirar. Se tira menos, cierto. Pero hay que valorar los riesgos, porque no es lo mismo un alimento caducado que otro de consumo preferente. Una línea tenue, en muchos casos, separa aquellos alimentos con “fecha de caducidad” (por tanto, de clara decisión sobre él) y los de “consumo preferente”, estos últimos son los que ofrecen más dudas. Con todo, la media de alimentos que cada español tira al año se sitúa por encima de los 160 kilos. ¡Ahí es nada! Hasta ahora en la mayoría de los hogares patrios el producto, caducado o pasada su fecha de consumo preferente, iba directamente a la basura: sin abrir y sin dudarlo. En otros, por el contrario, un breve y nimio esfuerzo olfativo (está bien de aspecto, no huele mal, etcétera) basada para darle vigencia e iba irremediablemente de nuevo a la nevera o al consumo rápido sin más. ¿Qué es lo que ocurre por tomar un producto lácteo pasado de fecha? ¿Y si se trata de otro tipo de producto? Es un riesgo. Pero ya se sabe: lo que para unos resultará completamente inocuo, a otros les puede provocar una intoxicación, en función de su organismo, capacidad de respuesta, edad (no es lo mismo un anciano que un niño), nivel de defensas y demás parámetros. Un mismo producto o una misma enfermedad cursa de forma distinta en función del individuo, de la misma forma que no hay enfermedades, hay enfermos, según “un mantra” muy extendido entre los médicos, que son los que más saben de la cosa. Las cifras del derroche, sin embargo, son inquietantes: España tira anualmente 7,6 millones de toneladas de alimentos perfectamente comestibles. La media europea se sitúa en 178 kilos por habitante de la UE, un hecho que está en relación directa con la falta de planificación en el seno de las familias, fundamentalmente. Pero también, y en gran medida, con la confusión que suscita “consumir preferentemente antes de”, texto que indica el momento a partir del cual el producto va perdiendo sus propiedades organolépticas: sabor, aroma y textura. Así pues, mantiene menos cualidades, pero continúa siendo seguro para su ingesta. Por eso, al rechazar un alimento porque ha pasado su fecha de consumo preferente, muchas veces estamos rechazando alimentos perfectamente sanos y nutritivos, aunque quizás solo ligeramente menos atractivos al olfato o a simple vista. Las fechas de vida útil de los productos las decide el fabricante, que en algunos casos sigue pautas de las autoridades sanitarias. Un límite, sobre todo a la caducidad, que a no pocos fabricantes les resulta “existente”. En el ámbito europeo, las normas sobre la fecha límite son estrictas: los numerosos requisitos de calidad que obliga a desechar toneladas de alimentos aún aptos para el consumo son muy rigurosos, como queda demostrado con frecuencia, frente a productos de procedencia oriental o de otros países, desde la legislación es más laxa e incluso inexistente. Las mismas fuentes insisten en la necesidad de ampliar los datos o información para los consumidores y lamentan la falta de claridad en el etiquetado que informe al consumidor de la diferencia entre caducidad y consumo preferente. De hecho, la Comisión Europea estudia que los fabricantes incluyan en sus etiquetas dos fechas; la del límite de venta y la del consumo preferente. Se trata de hacer un consumo responsable, de ahorrar y también de generar menos residuos. Los más de 178 kilos de productos alimenticios en perfecto estado que cada habitante de la UE tira a la basura, de media, no son algo baladí y sino todo lo contrario: un derroche insostenible y cuyos protagonistas son los hogares familiares. Pero hay más iniciativas. También proponen que los comercios bajen el precio de los alimentos cuyo límite está próximo. Algo que ya se hace en algunos países como Reino Unido y en ciertos establecimientos españoles. Sistema que serviría para evitar el actual despilfarro.