Hasta siemrpe

Ana Criado Bruno de Mengíbar
“Nos habéis dado el mejor de los recuerdos”

Madre, ya va para dos años desde que nos dejaste, pero siempre estarás en nuestras memorias. Madre, todos te echamos de menos, pero, especialmente, tu hijo Juan, porque, al vivir tú en Linares y yo en Mengíbar, iba a verte todas las semanas y algunas dos veces, por lo que estaba siempre deseando que se pasaran los días para estar contigo.

    13 nov 2011 / 11:40 H.

    Desde que te fuiste se me fue la ilusión de ir a Linares y parece que fue ayer cuando te marchaste, cuando tu mano estaba junto a la mía.
    Quiero también recordar a papá. Juntos fuisteis unas personas de un corazón tan grande y una gran humanidad porque vuestra mesa siempre estaba puesta tanto para los ricos como para los más humildes. Fijaos, cuando estabais en el tanatorio, un mendigo os llevó un ramo de flores porque siempre estuvisteis en los cortijos en los años difíciles y todo el que llegaba pidiendo no se iba sin comer un plato de comida. Y criasteis a siete hijos en los años más difíciles de la guerra y de la posguerra y siempre decías estas palabras: “A mí no me ha de faltar de nada porque la envidia no la conozco”. Mamá, recuerdo a mi hijo Juanito, que cuando tenía sobre seis o siete años él decía: “Mamá, en la casa de los abuelitos siempre está la mesa puesta”. Nos habéis dado el mejor de los recuerdos, el de la honradez y el del cariño. Nunca os olvidaremos.
    Por tu hijo Juan Lanzas Criado.

    Luis Gutiérrez Tejero de Andújar
    “No hay un solo día en que no te recuerde”

    El día 1 del mes de mayo hizo ocho años desde que me dejaste. Dios mío, ocho años. Por un lado, cuánto tiempo, cuántas cosas han pasado desde entonces y, sin embargo, a veces, parece que fue ayer cuando te fuiste, pero independientemente de como mi mente vea ese tiempo transcurrido, de lejano a cercano, no hay un solo día que no te recuerde.
    El tiempo nos hace ver todo lo pasado con una perspectiva más realista, por lo menos en mi caso, y las luces y las sombras ya no se entremezclan, sino que cada cosa ocupa su lugar.
    Desde entonces, recuerdo nuestra vida en común aquí, en la comarca de Andújar, y creo que no hay un día en que yo pase por un sitio donde, de una forma u otra, tú no hayas estado. Recuerdo cuando me hablabas de la Fuente La Peña, un lugar arraigado en tu juventud. Recuerdo aquellos lugares en los que vivimos juntos, en unos mejor que en otros, y recuerdo todos aquellos pedazos de tierra en los que tú, con tu sudor, hiciste salir de la tierra todo tipo de verduras y hortalizas. Siempre he creído que los campesinos, y en parte tú eras de esos, hacéis brotar magia de la tierra con vuestro sudor. Creo que, en parte, esa fue una de las épocas más felices de tu vida porque, en el fondo, siempre fuiste un hombre de campo, viejo minero. Incluso ahora, después de tanto tiempo, todavía me parece verte pasear por algunos de esos sitios que compartimos durante tantos años, tanto en el Norte como en el Sur, y creo que mientras yo viva esa esencia que dejaste en tus pasos seguros y firmes estará en esas calles y en esos caminos que compartimos.
    Pero también pienso en ti, y en nuestra amada tierra allá en Asturias, porque en el fondo siempre sentiste que Asturias era tu segunda patria y, durante toda tu vida, te sentiste asturiano de adopción, pero, sobre todo, un minero, con todo lo que ello conllevaba de orgullo para ti. Recuerdo los lugares en los que vivimos. Nuestra casa en La Campona, pero, sobre todo, nuestra casa en Cabaños, donde vivimos hasta que mamá murió. Aquella casa parecía un poco el arca de Noé, siempre llena de todo tipo de animales. Ese huerto donde, después de un día duro picando carbón en la mina, echabas el resto de la jornada. Muchas veces pienso que tu generación, de la que cada día quedan menos, fue especial. Fuiste de una generación poco más que indestructible. Me maravilla pensar que vuestra generación y tú le disteis un sentido especial a la palabra hombre.
    Recuerdo nuestra vida en común allí y te digo, viejo y querido minero, que, sin lugar a dudas, fue la mejor que un chico puede desear y eso os lo debo a ti y a mamá. Últimamente pienso en todo aquello y en esos lugares muy a menudo. ¿Sabes, papá? Lo encontré. Encontré a Adrián, quién me lo iba a decir, ¿verdad? Después de todos estos años, y gracias a internet y a alguna ayuda llegué a encontrarlo. Se lo llevaron con cuatro años y ha vuelto con 25. Nuestro encuentro fue la oportunidad de decirle cosas que llevaban mucho tiempo. Le hable de ti, de todo, papá, de lo bueno y de lo malo, de lo mejor y de lo peor, y, aunque solo fue un encuentro y poco más, creo que, en parte, fue algo necesario y bueno para los dos.
    Qué decirte de nuestra hija, papá, de tu nieta. Si la vieses no la conocerías. Está hecha toda una mujercita de 11 años. Me siento orgulloso de ella, de cómo es su forma de ver la vida y, aunque sé que tiene más cosas de su madre que de mí, cuando la miro, veo cosas de mí en ella que me gustan y que, por primera vez en la vida, han hecho que la palabra padre tenga un sentido especial para mí. A menudo le hablo de ti. Le cuento mil y un detalles. Le digo el abuelo Luis esto, lo otro... Me gusta hablarle de ti y de mamá, contarle mil y un detalles de nuestra vida en común, pero, sobre todo, de ti. Y, a veces, cuando la miro, viejo y amado minero, me parece verla como casi sin saber andar iba a ponerse a tu lado y tú la mirabas como solo se mira a aquellos a los que se ama, con los ojos del corazón.
    Qué más te voy a contar, mi querido padre que tú ya no sepas; los últimos tiempos han sido duros, demasiado duros, pero si algo aprendía de ti de todo lo que aprendía es a afrontar los temporales con la cabeza alta y la mirada al frente.
    Por todo ello, por lo recibido de ti, por lo que me diste como solo un padre sabe dar, que es sin pedir nada a cambio, siempre estarás en mi corazón. Un hasta siempre, papá.

    Por Elicio Manuel Gutiérrez Fernández.

    José Martínez Sánchez de Jaén
    “Eres el ángel de la guarda de tu hermano”

    Hola, mi niño, otro año más estoy aquí hablándote, recordándote y queriéndote como tú te mereces. Yo sé que, desde allí donde estás, lees todas mis cartas y te imagino con esa sonrisa tímida que tan especial te hacía. Sé que desde allí nos ayudas a ser mejores. Velas por los tuyos y eres el ángel de la guarda de tu hermano, al que tanto amabas y al que, desde allí, sigues amando y cuidando.
    Sé que estás detrás de cada cosa buena que pasa a tus seres queridos. Cuida de tus padres, de esa madre luchadora, a la que tú sabes que quiero mucho, y expande tu gran nobleza para que allí vean el gran chico que eres, aunque ya te habrán conocido y te querrán, porque te los habrás ganado como nos ganaste a todos a lo largo de tu vida, tu corta vida.
    Ha pasado otro año más, pero todos los que te queremos, que somos muchos, te seguimos sintiendo a nuestro lado.
    No te has ido, aunque tú te marchaste. Estarás siempre en la memoria de familiares y amigos. Te echamos de menos y en ese mundo donde ahora vives te deseamos los que te queremos la felicidad eterna y el disfrute de la paz. Sé que con el tiempo y la distancia no te veremos, pero ten por seguro que nunca te olvidaremos. Adiós, mi niño, el más bello.
    Por Rosa María Gómez Muela.

    ANTONIO CANO ABOLAFIA de Jaén
    Extraordinario en todos los sentidos

    Se nos ha ido Antonio Cano Abolafia. El  6 de marzo de 1966 fue Premio Extraordinario Nacional Fin de Carrera en su estudios de Veterinaria. El pasado 13 de octubre, se nos fue un hombre extraordinario, como veterinario y como persona... En la plenitud de su vida. Como marido, siempre enamorado de su Marina, (yo le llamaba Ab-bolafia); como padre ejemplar, siempre pendiente de las inquietudes y circunstancias de sus hijos; como abuelo, siempre y, especialmente, embobado con sus nietos; y como amigo, siempre produciendo en los que por tal lo teníamos la sensación de estar en deuda con él…
    Desde el dolor y el recuerdo por esta marcha sin avisar, como tú solías hacer las cosas, con sencillez y discreción, nos has dejado deudores de tus afectos a todos los que sentíamos tu cercanía, haciendo más patente que nunca la fatídica frase de “parece mentira…”, la fatídica mentira de esta vida que nos hace ver la irremediable verdad de nuestra existencia. Un abrazo, amigo Antonio.

    Por Agustín Quílez.

    LUiS ALDEHUELA GÓMEZ de Andújar
    “Se nos fue en un otoño que pintó una y mil veces”

    Quedan ya en el recuerdo muchos ratos en el estudio, charlando, contando anécdotas, bien solos, o con José Ramón Navarro, otro magnífico pintor de Andújar. A veces, tomábamos un aperitivo, un buen vino con una tapa, lo que en Andújar se llama “ligar”. Una vez nos hizo migas. Siempre sobre el caballete una de sus obras. Una vez tenía un jabalí, solamente manchado, unas manchas que dejaban ver una figuración expresionista inigualable. Le dije: “Luis, déjalo así, no lo toques más”. Él me contestó: “No, sobrino, porque ese no soy yo”. Siempre estuvo en la figuración, no quiso nada de las vanguardias, de la abstracción, a pesar de haber coincidido con José Guerrero en Madrid. Aquel estudio, hoy el estudio, era el universo de Luis Aldehuela. Lienzos, dibujos, carpetas, libros, muchos libros, detalles, recuerdos de mil viajes, fotografías y, sobre la ventana, un limonero. Una mañana soleada nos fuimos al Santuario a ver sus pinturas y al padre Domingo. Sus pinturas eran “La Santa Cena” del presbiterio y “La Asunción de la Virgen” en uno de sus lunetos, otra obra cumbre por su profundidad, sentido y magnitud; una escena trasladada al solar de nuestra sierra.
    Se nos fue Luis Aldehuela en este otoño cálido y lluvioso. Ese otoño que él pintó una y mil veces en la paisajística de la sierra; de ocres verdes y amarillos. Una sierra que él muy bien conocía y que ha universalizado en las cerca de quinientas exposiciones que realizó por toda España y, un buen número de ellas, en Madrid, en la capital del reino. Era un gran admirador de Velázquez, y este hecho se nota en su pintura. Aquellas tonalidades grisáceas, luminosas de nubes y tierra de la sierra del Guadarrama las vemos reflejadas en sus cuadros en la sierra de Andújar.
    Se nos fue Luis Aldehuela. Su último homenaje, el que le ofreció la Archicofradía de la Oración en el Huerto, por haber sido él el creador de su titular. La parroquia, su parroquia, de San Bartolomé guarda un San Antonio de Padua —“Allí en donde a Dios se alaba, tu imagen, San Antonio, se venera”, decía Lope de Vega—. También dejó en la capilla baptisterio un Bautismo de Jesús sobre el Jordán, y un Cristo Resucitado. En la parroquial de Santa María restauró la imagen de la Virgen de la Cabeza y pintó el mural “Las Campanas del Santuario”. A la cofradía matriz de la Virgen de la Cabeza le dejó otra obra maestra: el tondo del estandarte neobarroco, una iconografía mariana de completa narrativa festiva y romera.
    Es difícil sintetizar y expresar todo lo que ha significado en la vida y en el Arte. Luis se ha ido por el imperativo natural de tener 91 años. Esto nos debe de tranquilizar a todos. Su lienzo se ha ido acabando y su pintura agotando. Te recordaremos siempre.

    Por  Juan Vicente Córcoles.

    Ramón Guerrero Pozas de Jaén
    “Dio días de gloria al Club Ciclista Coosur”

    Ante una marcha inesperada, y con la sensación de que no has sido realmente en vida reconocido como te merecías, un gran ciclista, amante de la bicicleta, un deportista que dio muchos días de gloria al Club Ciclista Coosur y a Jaén, nos permitimos escribirte de nuestra parte y, cómo no, en nombre de nuestro padre Juan Torres Ortega, cuya voz dejó no hace mucho de sonar motivada por su enfermedad, esa voz que, por aquellas carreteras, no se cansaba de animaros cada vez que ibais alguno escapado y con el que tantos viajes habéis compartido por todo el territorio nacional.
    Queremos hacerte este pequeño homenaje en forma de palabras, con la certeza de que allí, donde quiera que estés, seguro que sigues saliendo en bicicleta, porque fue tu vida. Te echaremos de menos por la antigua carretera de Granada, seguro que cuando nos roce una brisa serás tú, coincidiendo como lo hemos hecho otras veces. Entonces sabré que tu alma estará siempre por aquellas carreteras, dando aliento a todos cuanto practicamos y amamos este bellísimo deporte. ¡Descansa en paz, hasta siempre Ramón!
    Por  Diego y Juan Carlos en nombre de su padre Juan Torres Ortega.