Hasta siempre

DAVID ALCALDE CABRERA de Los Villares
Una carta para el cielo

No sé ni cómo puedo escribir estas palabras, David, nuestro niño grande, te fuiste sin tan siquiera despedirte, extiende tus alas, vuela alto… en el gran cielo, en el que algún día esperemos estar juntos. Ha pasado un año, un largo año, sin ti, sin tu sonrisa, sin tus bromas, sin tu presencia… tan importante para mucha gente. No hay día, en que las lágrimas no salgan solas, aun queriendo retenerlas. Es algo que duele tanto el no tenerte…

    19 ago 2012 / 10:33 H.

    La vida se paró ese fatídico día, todos los que te querían de verdad hubiesen dado un poquito de cada uno para tenerte aquí, pero no tuvimos ni siquiera una oportunidad de poder ayudarte.
    Los días pasan, no tienen la luz que antes… todo es tan insignificante… Queremos creer que estás en un largo viaje en el que algún día regresarás, sin embargo, lo único que hacemos es engañar a la mente porque esto es tan difícil que no lo queremos aceptar.
    Te buscamos pero no te vemos, parece que vas a venir; ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué alguien tan especial se tuvo que ir? Te sobraban ganas de vivir, te sobraba alegría, positivo al cien por cien. Amigo de tus amigos, ponías una sonrisa donde había una lágrima. Las noches son eternas, los días ni qué decir…, siempre en la mente. Esos ojos, ¡cómo olvidar esos ojos de cielo! La nostalgia se apodera de una manera que parece estar pegada a nosotros; sigo respirando porque tengo que respirar. 
    ¡Vivir! ¡Ay! ¿Cómo? ¿De dónde se sacan esas fuerzas?
    Cuando amanece un nuevo día sin ti, no encuentro sentido a la vida, ¡esto es lo más terrible que puede pasar! ¡Cuántos planes de vida! Y en un segundo…, se desvanecieron todos.  Sufro porque no te tengo, me duele el alma porque no estás. Cada minuto del día, cada hora, estás en mi mente. ¿Cómo olvidarte? Me obligo a mí misma a seguir, porque somos una familia,     aunque no estés en presencia todos los días hablamos de ti como si aún no te hubieses ido.
    Te tenemos agarrado al corazón, no queremos soltarte. La vida ha perdido sentido. Sé que tú me dirías: “Mamá, hacia adelante, como siempre”. Estabas para todos tus amigos, todos me dicen igual, siempre estabas cuando te parecían tristes, siempre animando y sacando una sonrisa.
    Hijo mío, ¡qué grande eres! Seguiré peleando con el recuerdo de ese último día, ese último día que nos lo pasamos tan bien. Era tu despedida, ángel de mi cielo. Me acuerdo perfectamente cuando te dimos a probar el helado de melocotón, como si         hubiera sido hoy mismo. Era el cumpleaños de tu hermano, ¡cómo disfrutaste! Dios me regaló el 19 de agosto un precioso hijo que cumplía veintitrés años y, unas horas más tarde, se llevó a mi pequeño de diecisiete.
    Quiero que sepas que en todo momento vives en mí… En cada cosa que hicimos juntos. Donde quieras que estés, ¡espéranos, cariño mío! Soñamos con el momento de volver a reencontrarnos y abrazarte.
    Con amor, mamá.

    Por Paqui Cabrera Martínez
    Los Villares


    Siempre te recordamos
    Hace ya un año, que un mal llamado accidente se llevó a David, nuestro gran amigo.
    Hoy todos nos reunimos como solemos hacer diariamente, pero con la diferencia de que esta vez plasmamos nuestros sentimientos hacia él. Siempre que hablamos de momentos vividos con él, llegamos a la conclusión de que somos desafortunados por perder a un gran amigo tan joven, pero también nos consideramos afortunados por haber conocido a una gran persona como David.
    A menudo recordamos esos momentos en los que nos transmitía felicidad, cariño y su gran capacidad para sacarnos una sonrisa en nuestras peores situaciones.
    Cada vez que estamos juntos notamos tu ausencia pero sentimos tu presencia.
    Te pedi-mos que estés donde estés, nos cuides, nos protejas y     des fuerzas a tu     familia para que puedan sobrellevar tu pérdida. Solo queda decir que esperamos volver a verte algún día, pero mientras tanto nos quedaremos con tu sonrisa.
    Te queremos.

    Por todos tus amigos
    Los Villares


    Un año sin ti
    Hoy, todos te recordamos en este año que ya no estás entre nosotros. El que ha pasado muy rápido y, al mismo tiempo, muy despacio. En el que me hace daño buscarte y no encontrarte.
    El día a día, tener que levantarse y tirar de la vida, una vida vacía e incompleta.
    Si no estás tú, los días son largos, duros y desesperados, quisiera estar siempre en un sueño en el que no hay sufrimiento ni dolor, o mejor aún, pensar que estás en un gran largo, un gran largo viaje. ¡Y pensar que estás en ese inmenso cielo, donde nos proteges, nos vigilas y nos cuidas porque no nos quieres ver tristes ni abatidos por el dolor! pero tienes que comprendernos, porque esto es muy duro, tanto de superar como de entender.
    David, ¡qué decirte de tu primo Nono! ¡tu hermano, amigo y fiel compañero! Solo se limita a no decir nada, le invade un triste silencio, le duele tanto tu recuerdo que evita frecuentar los lugares que tanto compartíais. ¡Qué buena unión habéis tenido siempre! Juntos, compartiéndolo todo. Sin enfados y sin riñas, el uno con el otro.
    Yo siempre quería que estuvierais juntos y, así ha sido, sólo ha habido una cosa que os ha separado: tu partida. Aunque yo sé, que en su corazón estás con él continuamente.
    David, recuerdo cuando comentabas algo sobre tus amigos y yo te decía: “David, que algunas veces los amigos no son lo que parece” y tú me contestabas “Pues mis amigos no son de esos”. ¡Qué razón llevabas! ¡Cuánto te quieren! ¡Y cómo lo han demostrado! Las visitas que le hacen a tu madre… dándole el apoyo y cariño de cada uno de ellos y de ellas.
    Desde aquí, quiero darles las gracias a tus amigos por haber acogido a mi hijo como uno más de ellos y ayudarle en todo lo que pueden. Seguro que tú estarás muy orgulloso de ellos; porque ellos lo están de ti.
    No te equivocabas, supiste escoger un gran grupo de amigos y amigas que te querrán siempre y te tienen en un lugar privilegiado en su corazón. Porque tú eres una persona muy importante para nosotros, eres una persona muy importante en mi vida. ¡Mi sobrino pequeño, tengo una herida en el corazón desde que te marchaste! Todavía sangra, espero que con el tiempo se cure, aunque la cicatriz la llevaré en mi alma durante toda mi vida.
    Mi pequeño, siempre fuiste para mí igual que un hijo, y, yo para ti, una segunda madre.
    Dicen que el tiempo cura el dolor de la ausencia, pero no borra ni el cariño ni la memoria, ni se deja de querer ni se olvida.
    Mi pequeño y gran David, siempre en nuestros corazones.

    Tu tita, Mari Carmen
    Cabrera Martínez
    Los Villares


    PIEDAD CHARTE RUIZ de Jaén
    Siemprete hemos tenido presente

    Querida madre, ya hace 11 años que te fuiste, que me dejaste, que nos dejaste, y ese día me pregunté: “¿Qué sería de mi vida sin ti?”. Tal vez una veleta del destino. ¡Qué falta me haces madre! A mí, a tus nietos, a tus yernos, que eran hijos para ti, que te cuidaron como a una madre porque así te querían ellos, como si fueras su madre. Tu nieto Adrián, al que no llegaste a conocer, habla de ti como si te hubiera conocido porque siempre os tenemos presentes a ti y a papá.
    Desde aquel día que el Señor quiso llevarte, yo me pregunto: ¿por qué el Señor se llevará siempre a la gente buena? Ahora, estás con papá, y nosotros estamos solos y os extrañamos tanto... Una noche me hablaste en mis sueños, me abrazaste y me dijiste: “Hija, no importa que no me veas, yo te contemplo desde el cielo. Veo que a veces sufres y sientes tristeza y soledad, pero estoy contigo y te doy fuerzas”. ¡Qué falta me haces, madre! Cómo duele tu ausencia. Cada día que pasa te echo más de menos. Cierro mis ojos y te veo, mamá. Eres mi luz en la oscuridad, ayúdanos desde el cielo porque yo sé que tú eres mi guía, nuestra guía y que nos llevarás por buen camino. Eras tan buena madre, tenías un corazón tan grande, que todo te daba pena: un mendigo, un perro abandonado... Sufrías tanto con todo.
    En tu enfermedad, no te quejaste ni un solo día, solo preguntabas que cuándo te ibas a poner buena, nosotros te decíamos: “¡Cuando refresque en septiembre, mamá, te pondrás buena!”. Pero septiembre llegó y tú ya no estabas. Te fuiste un 18 de agosto al cielo, que es donde estás y donde van las personas buenas como tú. Por cierto, dale a papá un beso de nuestra parte.
    Te quiere, tu hija.
    Por María Piedad Díaz Charte
    Jaén


    DOLORES GONZÁLEZ MONTAÑÉS
    de Alcalá la Real
    Un espíritu de armonía vital

    Se me pasó escribirte, cuando ocurrieron, hace unos meses, tu despedida y tu óbito y, sin embargo, te he tenido muchas veces rondando mi interior. No se lo creerá nadie, pero es verdad que me llamó siempre la atención ese espíritu de armonía vital y recato silencioso que te envolvían como un nimbo virgiliano, cuando me asomaba a la casa del capitán de los Judíos en la antigua calle de los Riberos (actual calle de Abad Palomino, o popularmente, de la Peste). Acudir a aquel lar, rodeado de cuadros de antaño, de litografías y del parral verde del patio blanco, era incardinarse en un triángulo familiar para una perspectiva de ensueño: en un pequeño cuarto bajo tu hermana Carmen, tu cuñado Juan Vega y, un poco distraída y muy respetuosa con cualquier asunto que comentábamos, te mostrabas tú como fiel testigo convertido en columna de sal de nuestras conversaciones y de aspectos organizativos de la hermandad del Señor del Ecce-Homo. Eras persona de total confianza por lo que podías ser fiel testigo de aquellas citas tan frecuentes durante los mandatos del matrimonio amigo de los Vega-González. Y, en medio de aquella escena, recuerdo las bromas del apuesto capitán, a las que respondías con tu sonrisa placentera y de mujer de amplio corazón.
    Y eso que tú eras cofrade de la patrona, la Virgen de las Mercedes, porque habías compartido muchos ratos con Ella en aquel templo grandioso de Consolación, muy cerca de tu domicilio laboral de la calle Utrilla. Y también lo eras de la cofradía de la Oración de Jesús en la Oración del Huerto, a la que apoyaste en su renacimiento por los años ochenta del siglo pasado hasta los últimos días de tu vida. Y eso que también eras una asidua asistente de la tradicional religiosidad popular de los quinarios de los cuadros y láminas de Jesús de la Columna y Señor del Ecce-Homo, porque siempre tenías la obligación de corresponder a la invitación de algún familiar que debía levantar un altar domiciliario en su casa (pues le había correspondido la bola de la gracia de un enser u otro objeto religioso en el Domingo de Ramos).
    Llegué a conocerte, a través de tus sobrinos Juan Antonio y Mari Carmen. Y sentía un respeto sublime por tu persona. Me daba cuenta de que en el arcón de tu alma se encontraba alguien que debió sufrir en la infancia los desgarros de una orfandad forzada en una familia numerosa, víctima de aquellos años difíciles de una convivencia rota por la violencia irracional. Percibía, al verte tan serena de espíritu, que te habían acogido en una casa que te amparó y en un hogar al que serviste hasta la muerte de aquellas patronas de la calle Utrilla, en cuya casa estuvo la imagen de la Verónica escondida en una alacena. Serviste, pero, al mismo tiempo, fuiste ama de confianza. Te caló en tu alma aquel mensaje evangélico que amar es servir. Desarrollaste virtudes que hoy están denostadas durante tu celibato libremente escogido: espíritu de sacrificio, lealtad sincera, laboriosidad extrema y desvelo sin límites hacia aquella familia que te acogió. Nunca perdiste el cariño por tus familiares, tus hermanos y sobrinos, se te acercaban como si fuera su segunda madre acogedora. Pero, cuando ya disfrutabas de las mieles del jubileo sumamente ganado, libertad y liberta en el antiguo sentido generoso de la palabra, no pudiste soportar los zarpazos de las repentinas enfermedades de tu atardecer. Caíste como un ángel femenino herido, pero con las manos repletas de haber dado tantas muestras de servicio a favor de los demás. Este año, el 15 de agosto, la patrona, tu patrona la Virgen de las Mercedes, ha lucido un bello manto. Por un lado, la túnica ha reflejado el color de la tierra de este pueblo tan austeramente mariano —sin olvidar los muñones de aldeas que orlaban su fondo de color grana oscuro— y, por otro lado, el manto azul marino se ha cubierto de las estrellas y constelaciones del cielo. De seguro que en algún rincón del éter te encontrarás porque tu huella viene marcada por esta cita: “El que no sirve para servir, no sirve para vivir”.
    Por Francisco Martín Rosales
    Alcalá la Real


    FRANCISCA GONZÁLEZ SEGUNDO
    de Jaén
    Te fuiste demasiado pronto

    Mama, me ha costado trabajo decidirme a escribir y ahora que lo hago, no sé por dónde empezar. Solo sé que si las personas supiéramos cuándo se van a ir las personas más de una cosa se les diría. Uno cree que las madres no se mueren hasta que son viejecitas, pero tú te fuiste tan pronto que nos pilló de repente, solo sé que aunque no estás en cuerpo siento que estás ahí en un trocito de ese cielo tan inmenso. Mama solo me quedó una espinita, no haberte dicho lo mucho que te quería. 
    Echo de menos esos paseos, ese café con nosotras, el llamarte por teléfono y decirte gordi qué haces o cómo estás. Echo de menos tantas cosas que te lo diré en cuatro palabras, porque sé que me sientes. Te agradezco que me hayas dado el ser y decirte que te quiero y que has hecho mucho por todos nosotros y que el amor a una madre nunca se muere. Solo se da uno cuenta de lo que es una madre hasta que uno no llega a ser madre y se entienden cosas que no las entiendes antes de ser madre. Bueno mama, solo espero haber sido una buena hija, aunque solo siento no haberte dicho más de una vez te quiero mama. Si los hijos demostráramos los sentimientos más a menudo lo mismo padres a hijos e hijos a padres. Te quiero, te llevaré en mi corazón hasta la muerte. Espero verte en ese inmenso cielo, con esa esperanza vivo que te veré después. Te quiero mama, te quiero, un beso grande y que sepas que tus hijos no te olvidamos.
    Te quiero siempre.

    Por Paqui Cámara
    González
    Jaén