Hasta siempre

BLAS MOYA MORENO de Jaén
“No me pude despedir con un fuerte abrazo”

Hola, “cuñao”. Aunque en el fondo me lo imagino, desconozco donde te encontrarás ahora, ni si me podrás oír y, mucho menos, leer, pero llevo desde que te fuiste planteándome la necesidad y la obligación de dirigirme a ti. De hablarte, pedirte, rogarte con toda el alma y con el corazón en la mano que me perdones, que me disculpes y que intercedas ante Él por mi humilde persona. Circunstancias de la vida, difíciles de explicar y mucho menos de entender, no hicieron posible haber podido estar a tu lado y junto a los tuyos en los momentos finales de la despedida.  En los de tu adiós a la vida.

    05 feb 2012 / 11:54 H.

     No pude despedir con un fuerte abrazo, como era mi intención, a un hombre cabal como has sido durante toda tu existencia, a una persona seria donde las hubiese y fiel cumplidor de los compromisos que adquiría. Un hombre formal, ejemplo de bien hacer y mejor hombría, amigo de sus amigos, querido y respetado por todo aquel que lo conocía.
    Ya van a hacer casi dos meses en los que, después de mucho sufrir, dándote cuenta de todo, el destino en forma de esa terrible enfermedad, azote de nuestros tiempos, quiso arrebatarte y separarte de toda tu gran y numerosa familia, de tu esposa Nana y de tus hijos, Cecilia, José Blas, María del Mar, Mari Carmen, Alberto e Inma. Con todos estoy en deuda y a todos les pido que intenten comprenderme en la confianza de que  alguna vez me perdonen también por no haber compartido con todos esos días tan duros. Sí quiero que sepan que no les he acompañado en su sentimiento en la cercanía, pero, en  cambio, desde la distancia bien sabe Dios que lo he sentido como el primero o más, con el agravante de no estar a su lado cuando mi deseo era todo lo contrario.
    Nada más. Solamente dejar constancia de este sentido, sincero y sencillo homenaje hacia el hombre con el cual he mantenido durante muchos años una relación de respeto mutuo. Descansa en paz.
    Por tu cuñado Tista, con mi recuerdo.

    MANUEL RAMÍREZ ZAFRA de Alcalá la Real
    “Dejó una profunda huella”

    Desde un año a acá, nos ha sobrevenido una mala racha en el centro educativo de enseñanza secundaria “Alfonso XI”, de Alcalá la Real. Parece que envejecen, al mismo tiempo, sus hombres y su edificio. Se nos fue Luis Gallego, del que ya glosamos en un artículo anterior. Recientemente, el joven Antonio Téllez nos abrió el año con un sabor de primavera muerta. Ahora, nos ha tocado el corazón la muerte de nuestro compañero y amigo Manuel Ramírez Zafra. Todos ellos eran miembros del personal docente, dedicados a las tareas complementarias del sistema educativo, en el que la reproducción de un documento o la puesta en funcionamiento de un aparato de las nuevas tecnologías juegan importantes roles en la formación y en la educación de nuestros alumnos. No puedo pasar por alto y de soslayo la figura y personalidad de Manolo Ramírez. Dejó una huella profunda en el centro alcalaíno durante su paso por la conserjería de la dependencia del instituto decano. Siempre dispuesto a prestar sus servicios a los profesores a la hora de la preparación de las clases, realizando con todo mimo y afecto las tareas encomendadas del material educativo, aportando su sentido común y su afabilidad en sus relaciones con los compañeros de su entorno y con todos los profesores. Luego, cambió de ruta y quiso adelantar su edad de jubilación y prestó los servicios en el Centro de Día. Se ganó la simpatía y la buena consideración de los miembros de la junta directiva, del personal y de cada uno de nuestros queridos mayores. Siempre recordaré el afecto y cariño con que ejecutaba todas las tareas. Disfrutaba regalándome la participación del décimo de Navidad, que intercambiamos con el de la Virgen de las Mercedes. Le encantaba leer las cosas de nuestra tierra, se mantenía informado diariamente sobre los asuntos de nuestra ciudad en la prensa local y de la provincia. Por última vez, le regalé la revista de la patrona.
     Recuerdo que siempre era una persona respetuosa con los antepasados, “pius erga parentes” y, por eso, quería que el pueblo recordara en una revista cofrade el nombre de su abuela, Mercedes la Cantera. De pequeño, le había dejado una huella indeleble de mujer autodidacta, ingeniosa y médica artesanal y creía que con aquel escrito se le hacía un homenaje merecido.
    Era un gran conversador, sencillo y muy cariñoso con su mujer y todos los miembros de su familia, le gustaba ser amigo de sus amigos, vivía y compartía muchas historias de nuestra ciudad con los hombres de su confianza y era leal con los suyos. También era un hombre de palabra, prevenía a sus íntimos de lo que podía sobrevenirles para no verlos desesperanzados. Y, siempre, en otoño me convocaba y me esperaba para ofrecerme las acerolas amarillas de aquel árbol centenario de su peculio del Puente Mané. Y, allí, en aquel paraje reconocía tantas cosas, cuando compartíamos unos momentos, como estos que describía un poeta: “Pasa el grito veloz/ efímero del aire./ Le recuerda otro tiempo,/ cuando podía a solas/ perderse un día entero, ver oír,/ sin buscar nada más que el propio día/”.  Se convertía, allí, en el consejero sincero, el historiador de la intrahistoria que no se escribe, en el alma nostálgica de sus tiempos de albañil, de trabajador en Condepols, de su primer oficio educativo y vecino de Quesada, en portador del orgullo de ocupar un número de los primeros hermanos del Cristo de la Salud y en el laborioso agricultor que se enorgullecía con el laboreo de sus parajes en tierras alcalaínas. No me esperaba que reinara en ti para siempre el silencio imperturbable de nuestros campos. Siempre daba aliento a los demás.
    Y me viene a la mente el regreso de mi último encuentro como cuando te visité en tu casa, y lo hago con estos versos: “pensativo, ligero de pasaje/con la nostalgia oculta en el bolsillo/del recuerdo, bueno, integral, sencillo,/ compañero del olmo y del paisaje/”. En este caso, falto del fruto de tu acerolo, orgullo de tu linaje y de tus amigos.
    Por Francisco Martín Rosales.

    Andrés Prada Sordo de Madrid
    Descansa en paz

    Queridos amigos, ha sido nuestro deseo convocaros en memoria de Andrés para que tengamos la oportunidad de expresar entre nosotros el dolor por su pérdida e intentar llenar con los recuerdos el hueco que deja su ausencia. Hemos querido que sea en Andújar y en Santa María porque, aunque madrileño de nacimiento, aquí llegó Andrés con apenas dos años cumplidos a vivir en la casa en la que nuestros padres instalaron su residencia y la clínica de cirugía en la calle de la Feria. En Andújar corrió su infancia, la juventud en Córdoba donde está su Colegio de La Salle y en Granada su Facultad de Medicina.
    Es más, os contaré una pequeña anécdota. Cerca de donde nos encontramos, tendría Andrés 6 o 7 años, cuando dio un buen susto a sus padres al desaparecer durante casi todo el día fuera de casa. Finalmente, le encontraron en la ollería que tenía “Carrasco” el sacristán y alfarero y que estaba junto a los muros de esta parroquia; allí había permanecido horas abstraído viendo hacer botijos. Descubierta la travesura y a mamá, ya más tranquila al recuperar a su niño, no le faltaron ganas de romperle encima alguno de aquellos cacharros. Ahora su madre, con avanzada edad, no encuentra consuelo y tiene muy complicado aceptar que, contra la ley natural, debe asumir la pérdida definitiva de su hijo.
    Andrés conoció a Conchita, su mujer, en Madrid. Allí formaron familia, nacieron sus hijos Andrés y Luis y también en Madrid han nacido Alicia y Ana, sus nietas, que están convencidas y dicen que su abuelo es ahora una estrella. En Madrid se desarrolló profesionalmente como médico en una clínica de accidentes laborales, pero, tras su jubilación (jubilación viene de “júbilo”, que decía mi padre), liberado ya de responsabilidades laborales, fijó en Andújar su segunda residencia. Nostálgico como pocos, reencontró amistades, hizo alguna nueva y calmaba sus aficiones coleccionando recuerdos y añoranzas. En la seguridad de que nuestra convicción cristiana, aunque no nos alivia el dolor por su muerte, pero, sin duda, alimenta la esperanza de que ya goza en presencia de Dios junto a los hombres justos y honestos como él. Os rogamos una oración por su alma. Queridísimo hermano, descansa en paz.
    (Texto leído en el funeral)
    Por los hermanos de Andrés  Prada.

    ANTONIO FERNáNDEZ de Puente de Génave
    No te olvido

    Hay gente a la que con el paso del tiempo echas de menos, para mí, Antonio significó muchas cosas. Me dio todo lo que tenía, su amistad, su ternura, su cariño, en fin, muchas cosas buenas que nunca le podré pagar como él se merece, quizá ahora escribiendo estas líneas. Quiero con este gesto decirte, Antonio, que hace ya un año que te fuiste, pero quiero que sepas que para mí no te has ido. Quiero pensar que estás con nosotros, que seguimos disfrutando de ti. Después me doy cuenta de que no es así y pienso en los palos que nos da la vida, en lo injusta que es a veces con la gente buena como tú.
    Te echamos mucho de menos en los momentos más señalados, San Marcos, San Isidro, las fiestas de agosto, los cumpleaños de los chiquillos o en los partidos del Real Madrid... No veas lo que ibas a disfrutar este año con el Madrid. Estamos por encima del Barcelona y, además, jugando al fútbol como a ti te gustaba verlos. Cómo me acuerdo de la pasión que le ponías a los partidos de tu equipo.
    Ahora, en el cielo, tendrás nuevos amigos, seguro que muchos porque tú eres así, una persona buena y querida, que te fuiste sin decir nada, sin hacer ruido, pero nos dejaste un gran vacío. Solo espero que estés descansando en el Reino del Cielo.
    Por tu amigo Clemente.

    Carmen de Michelena Morales de Sabiote
    A una gran mujer

    Estos sencillos versos, incluidos en mi primer libro de poemas, “Sentimientos”, del que ella fue impulsora, los escribí en el año 1999, como homenaje a esa mujer inolvidable que nos ha dejado hace unos días, doña Carmen de Michelena Morales, Medalla de Oro de Andalucía, hija adoptiva de Beas de Segura, promotora de las asociaciones de mujeres de la Sierra de Segura y defensora incansable de nuestros derechos. Con todo cariño y mi más sincera gratitud y admiración como mujer. Y lo que digo al final de ellos es cierto: El recuerdo de “Carmina” siempre estará en el corazón de las mujeres de la Sierra de Segura y en el de todos aquellos que hemos tenido la inmensa suerte de conocerla.
      A una gran mujer: ¡Carmen de Michelena!
    Las palabras son muy pobres
    para hablar de ti, Carmina,
    son tantos los sentimientos
    y la admiración que inspiras,
    ¡que aunque quisiera no acierto
    a describir tu valía!
    ¡y sé que se quedan dentro
    muchas cosas que yo siento,
    que si supiera diría!
       
    Tú te muestras como ejemplo
    de una mujer progresista
    que con trabajo y esfuerzo
    se ha superado a sí misma,
    ¡y nos sirves de modelo
    de referencia, y de guía!

    ¡Gracias por ser como eres!
    ¡Gracias por ser nuestra amiga!
    Tú enseñas a las mujeres
    a confiar en sí mismas,
    y nos haces descubrir
    aptitudes que tenemos
    que nos son desconocidas,
    y con una habilidad
    que para mí yo querría,
    nos trasmites entusiasmo
    seguridad y energía,
    deseos de superarnos
    y progresar en la vida.

    Tú luchas por las mujeres
    como si fueran tus hijas,
    consiguiéndonos derechos
    que no nos reconocían,
    ¡y por eso te queremos
    y estamos agradecidas!
    Y si a muchas nos pidieras
    un año de nuestra vida,
    ¡con gusto te lo daríamos
    por retrasar tu partida!

    Si yo pudiera, Carmina,
    ¡un monumento te haría!
    que recuerde a otras mujeres
    que por aquí pasó un día,
    Carmina de Michelena,
    una mujer de valía
    llena de vitalidad,
    de coraje y energía,
    que luchó por la igualdad,
    y por derribar barreras
    que las mujeres tenían,
    y se ganó el corazón
    respeto y admiración
    de los que la conocían.

    Y lo que te estoy diciendo
    ¡no son palabras bonitas!
    ¡son sentimientos sinceros
    de una mujer que te admira
    como hay muchas que lo hacen
    en toda esta serranía!

    Y en mi nombre y el de ellas
    a decir me atrevería,
    ¡que el haberte conocido
    ha cambiado nuestra vida!
    Que tú eres para nosotras....
    ¡como una segunda madre!
    ¡Tan respetada y querida!
    Y que el día en que te vayas,
    ¡porque es la ley de la vida!
    ¡aquí quedará tu espíritu!
    ¡y quedará tu recuerdo!
    ¡y nos quedará tu ejemplo
    como una hermosa semilla!

    ¡Y nunca te irás del todo!
    pues dentro del corazón
    de las mujeres serranas,
    ¡estás por siempre Carmina!

    Por María del Pilar Martínez Martínez, La Puerta de Segura.

    Pilar Martínez Ortiz de Andújar
    Nunca perdió la esperanza, dio una lección

    El tiempo y los días, en este tiempo frío, deben quedar siempre para el recuerdo de Pilar. La más pequeña de una familia —formada por tres hermanos junto a Antonio y Rafael y el matrimonio de Francisco y María— vivía en la calle Azorín. Pilar estudió Primaria en el CEIP Cristo Rey y, tras finalizar los estudios de Bachillerato en el instituto de Andújar, se vinculó laboralmente a tiendas de moda. En Jaén, en la cadena de tiendas de ropa, complementos y zapatería “Inside” fue la responsable del inventario de la cadena en Andalucía. Más tarde, trabajó en “Sfera”, cadena de moda de El Corte Inglés. A Pilar le gustaba hacer su trabajo. Le sobraban interés, ilusión y, siempre, estaba con una sonrisa. Los viajes, la música y la lectura fueron sus grandes aficiones. Conoció Miami, Portugal y buena parte de España. Le encantaba Cádiz. En la faceta musical, le gustaba la música “indie”, sobre todo, los Lory Meyers y Los Planetas,  algo inconformista, pero, a la vez, exigente. Siempre tenía un libro entre sus manos.
    Tuvo, y tiene, muchos amigos y amigas a los que quiso y quiere. Se caracterizaba por su sonrisa y por poner siempre notas de optimismo, como constante de una forma de vivir, sonrisa que nunca perdió hasta en sus últimos momentos.
       La fatalidad de una cruda enfermedad se cruzó en su camino, enfermedad con la que nos siguió mostrando su fuerza y su entereza con una lección permanente de su libro por las ganas de vivir. Cada página, cada día era un golpe de ilusión por la vida. Sus últimos nueve meses, como si se tratase de una gestación del mal, la marcaron de entereza y de cariño para con los suyos. En los hospitales “Virgen del Rocío” de Sevilla y en el “Alto Guadalquivir” de Andújar ha dado buena cuenta de lo que es luchar por la vida.
    Nunca perdió la esperanza y, día tras día, ha dado una lección a todos, a pesar de su juventud y a pesar de su experiencia vivida. El tiempo y los días pasarán, pero no la borrarán nunca del recuerdo.

    Por Juan Vicente Córcoles.

    Bordado a lágrimas
    Libélula Afligida,
    de atribulado llanto.
    Dónde suspiras callada
    para escuchar tu canto?

    Hoy no siento el aleteo
    de tus alas fatigadas.
    Acaso te alejó el viento
    y te retuvo callada?

    Cuál hombro duermes bendita?
    Dónde reposan tus alas?
    Dónde encontrar tus sonrisas…
    … dónde los sueños vagan?

    Maldito aquel que te esconde
    Maldigo aquel que te ancla,
    Maldito mil veces maldito
    el que despoja mi alma.

    Dónde bordo mis lamentos
    Con hebras de piel usada
    Soñaré con tu regreso
    si el temporal amaina

    Duerme apenada Libélula,
    que el sol clarea al alba,
    añoraré tus caricias
    y el aleteo de tus alas
    Solo es mi forma de decir te quiero, solo es mi forma de decirte adiós.
    Por Carlos Fuentes Padilla.