Hasta siempre

César Carazo Font de Torredonjimeno
'En recuerdo de mi padre'
Mi padre contaba historias, de hecho escribió tres libros, era el protagonista y el héroe de todas ellas. Leerlas y oírlas era como sentarse en primavera a la sombra de un gran olivo, suavizaba la realidad, la embellecía.

    06 oct 2010 / 15:43 H.

    Mi padre era como el tronco de un viejo olivo, grande, fuerte y retorcido.
    Mi padre era un abogado a la vieja usanza, que escuchaba con respeto, comprendía y sacaba lo mejor de todos para exponerlo con humanidad y respeto, para defender desde la compresión. Mi padre adoraba a su pueblo, Torredonjimeno, donde estaban sus raíces y donde descansa. Lo defendía, lo añoraba, lo exaltaba, lo bendecía, lo alababa, lo quería profundamente, como sólo él sabía querer a este lugar.
    Mi padre era muy familiar y trabajador. A mi padre le gustaba la vida, disfrutaba de la vida y luchó hasta que no pudo más y la vida llevaba consigo el trabajo que desarrollaba con todo fervor. Trabajó en su despacho hasta que, caminando hacia la oficina, se rompió la cadera. Cuando falleció contaba con ochenta años. Años de servicio, siempre hacia los demás.
    Mi padre no había nada que no pudiera solucionar. Todos los problemas iban a él, como si tuviese la respuesta a todas las preguntas y peticiones. Mi padre se esforzaba en vivir, teniendo mil achaques. Lo último que me dijo fue: “¡Cuánto me cuesta vivir!”. Cuando dejó de sufrir, su expresión era de una paz infinita, la de estar en presencia de Dios. Descanse en paz.
    Quizás yo no fui lo que él esperaba de mí, pero es que él siempre deseó lo mejor.
    Su hija María Reyes Carazo


    Juan Roldán Mata de Jaén
    'Bueno, cariñoso, siempre preocupado por su familia'
    Estas letras son sólo un sentido y cariñoso homenaje a una persona que se camufló con la fisionomía de Jaén y sus barrios durante ochenta y seis años. Un hombre bueno, afable, cariñoso, discreto, siempre preocupado por su familia. Una persona que disfrutaba con las pequeñas cosas de la vida, con los momentos en su huerto, con una comida en la que sentaba a su mesa a toda su familia. Puede parecer un tópico pero es la pura verdad, Juan pasó por la vida haciendo el bien a los demás. Jamás tuvo una mala palabra, un mal gesto, un desaire con nadie. Este es el gran legado que deja a sus descendientes, el cariño, la comprensión y la unidad. Muy pocos días antes de que la muerte le sobreviniera de forma repentina tuvo la oportunidad de conocer a su sexta nieta, la pequeña Erika.
    Emocionado, como si fuera el nacimiento de su primogénito, se desplazó andando hasta el Hospital Maternal para llevarle a la madre y a la recién nacida un gran ramo de flores. Ni la pequeña Erika, ni Jon, ni Dylan, ni Derek, ni Iván, ni Thalía, sus seis biznietos olvidarán la figura del “abuelo viejo”, sus padres y sus abuelos se encargarán de que esto sea así. Juan nació hace casi nueve décadas en Jaén y ha permanecido fiel a sus raíces hasta el final de sus días. De su juventud recordaba el trayecto desde Otíñar, donde vivía con sus padres, hasta la capital, para “rondar” a Marisa Jódar, la que fue su mujer y con la que tuvo tres hijos. Lamentablemente, ella le adelantó en el viaje hacia el encuentro con Nuestro Padre Jesús, ya que, con toda seguridad, ambos estarán ya disfrutando de su presencia.
    Crearon una gran familia y, como las ramas de un robusto olivo, han visto nueve nietos. Juan ha podido también acariciar a sus seis biznietos, a los que quería con locura y con los que desaprovechaba momento de juego. Su vida estuvo vinculada a su trabajo en la Papelera, en la antigua carretera de Granada, y eso hizo, que muy cerca de la fábrica, en el valle del río adquiriera una parcela con su cortijo. Era su huerta, su lugar de retiro y también de reunión con la familia y los amigos. Juan siempre estaba presto e ideando para que nada le faltara a los suyos: su pequeña piscina, su lugar de recreo, su espacio para que cada uno de sus tres hijos tuviera su vivienda... Todo con tal de que la familia estuviera unida. En la capital, vivía en el barrio de La Alcantarilla y era un asiduo de la sede de la Asociación de Vecinos Cauce. Allí le gustaba echar sus partidas de dominó con los amigos. Ahora, el grupo tiene una silla vacía y será difícil encontrar un compañero igual. Siempre a finales de septiembre, por el día de La Merced, renovaba su abono para los toros de la Feria de Octubre. Era un hombre de costumbres saludables, posiblemente por eso, jamás tuvo un problema de salud, ni necesitó medicamentos. Solía pensar que la mejor medicina que podía tomar eran los productos de su huerta que, con tanto mimo, cuidaba. Ya no podrá saborear si la próxima cosecha ha tenido suficiente riego o le han faltado días de sol. Dicen que las despedidas rápidas son menos dolorosas para quien se va, pero aquellos que quedan aquí sufren la impotencia de no poder asumir el adiós. Se fue rodeado del cariño de los suyos, igual que vivió, porque en la vida, igual que en su pequeña parcela, supo recoger el buen fruto que fue sembrando.

    Por Lola Roldán y sus hermanos de Jaén


    José martínez Argote de Jaén
    'Tu seña de identidad era ser buena persona'
    Ha pasado un año, un año sin tu alegría, sin tus chistes, sin tu pelo blanco paseando por las calles de Jaén y un año sin poder verte jugar lo bien que jugabas a tu amado fútbol. Desde que te fuiste, nuestra vida es otra, no vemos las cosas como las veíamos antes, ahora todo parece un sueño amargo, que no se consigue endulzar con nada.
    Si nos queda un consuelo, una esperanza, una fe es porque habrá un Dios que te tendrá en su gloria y, seguramente, ya te habrás encontrado con muchos amitos tuyos, y cómo no, con tu padre. Una persona a la que con frecuencia nos decías que admirabas y respetabas como alguien que fue muy especial para ti.
    Estos valores son los que tú nos has trasmitido a mis hermanos y a mí. Que por encima de todo está el respeto, el cariño y el amor de un padre hacia sus hijos. Pero lo más importante que siempre nos enseñaste y lo que ha sido y será tu seña de identidad, es ser una buena persona, y tú, papá, has sido la mejor que he conocido en mi vida.
    Quiero que sepas que todos estamos cuidando de la abuelita para que este duro golpe lo pueda llevar de la mejor manera posible y el día que Dios se la lleve con él, pueda encontrarse contigo y darte el abrazo de una madre que jamás en la vida merecía que la vida le diera este encontronazo, porque ella es lo más bueno del mundo.
    Y ya para terminar, quiero decirte, papá, que hay por desgracia muchas formas de morir, pero la tuya fue como la de los artistas clásicos, “con las botas puestas”, porque nunca saldrá otro como tú, porque nunca habrá otro José Martínez Argote, nuestro padre.
    Te queremos papá. Jesús Martínez Caballero y sus hermanos 

    Pablo Batmala Laloya de Alcalá la Real
    Se distinguió por su carácter filantrópico y humanista
    En estos momentos, en los que las asociaciones de recuperación de la memoria histórica tan buen trabajo realizan por devolver a las familias los restos de sus padres o abuelos, represaliados durante la Guerra Civil o el Franquismo, me gustaría tener un recuerdo para una persona que significó mucho para Alcalá, pero cuya figura se silenció durante años; era Pablo Batmala Laloya. Fue hijo de María Laloya y del comerciante Santiago Batmala Gobert, ambos de origen francés, afincadas las familias en Alcalá la Real desde mediados del siglo XIX. Estudió Derecho y pronto se dedicó a la política en el partido de Lerroux, para, posteriormente, entrar en el partido de la Unión Republicana de Martínez Barrios, sin perder los lazos con el de Izquierda Republicana, de Azaña, ya que en ambos partidos fue presidente honorario de la comarca de Alcalá la Real.
    Participó en todo tipo de asociaciones de índole progresista, —creación de casas del pueblo, casino republicano y sociedades obreras— entre ellas, destaca la Emancipación de Alcalá la Real. Elegido alcalde de Alcalá la Real, el día de la proclamación de la II República por la candidatura republicano-socialista. Lo fue durante varios meses del año 1931, al mismo tiempo que fue diputado provincial. Se distinguió por su carácter filantrópico, humanista y altruista, ya que le faltaron las manos para ayudar a los más desfavorecidos con el capital que había heredado de diversos familiares. No llegó a casarse y aportó gran parte de sus bienes para paliar el déficit de las obras de los ayuntamientos, sobre todo, para obras sociales y públicas de las aldeas y en beneficio de las clase obrera.
    Incluso, cooperó con el mobiliario de la Casa del Pueblo. Muy amigo del socialista Salvador Frías, formó parte de la lista de la colación republicanosocialista en 1931, que ganaron las municipales, dándole a este último el cetro de la Alcaldía. Posteriormente en 1936, de nuevo volvió al Ayuntamiento tras el triunfo del comité del Frente Popular en 1936. Gracias a un documento, consistente en un acta del Ayuntamiento, en el pleno del día 8 de septiembre de 1936, que no se encuentra en ningún lugar por haber desaparecido dicho libro, podemos saber el caballeroso comportamiento que mantuvo durante su vida. Esta acta está resumida y recogida dentro del expediente de incautación de sus bienes promovida por el Gobierno de Franco tras la muerte de Pablo Batmala, y, en la que su familia se defendió para que no llegara a efecto. Este documento es muy clarificador para ver su participación del Frente Popular y de sus integrantes. Intervino el socialista Salvador Frías para responder de lo que se había hecho en tiempos posteriores al 18 de julio. Señaló que lo que había sucedido es que, este pueblo, por su especial situación en los primeros instantes de la contienda, corrió verdaderos momentos de gran peligro que obligaron a realizar ciertos actos (…), pero que han sido obligados y el alcalde tuvo que realizar y, si bien no ha dado cuenta al Ayuntamiento, el Frente Popular lo ha sancionado, con asentimiento. Solicitaba que también los aprobase la Corporación Municipal o diesen su parecer. Pero el Ayuntamiento no se había reunido desde hacía mucho tiempo, fruto de las circunstancias bélicas, y, por eso, Batmala no compartía por completo la postura del Frente Popular, retirándose a su casa desde el periodo comprendido desde el mes de febrero de este año, pues acudió solamente dos o tres veces a un pleno. Tampoco aprobaba las medidas gubernativas del alcalde.
    Batmala, creyéndose inocente de cualquier delito, permaneció en Alcalá tras la toma de las tropas granadinas de Queipo de Llano a finales de septiembre de 1936. Pensaba que no sería detenido y, tras varios días de reclusión en una casa particular, fue apresado y trasladado a Granada donde fue fusilado en el mes de enero de 1937 por el simple hecho de haber sido republicano. Cuentan que también hubo más que odios personales y no sólo pesaron las razones políticas. Fue enterrado en la calle de las Angustias del cementerio de Granada.
     Tan cruel fue la realidad que no sólo había muerto un hombre de bien, sino que sus bienes quedaron en gran parte confiscados tras su muerte, ya que también le exigían responsabilidades políticas, por el simple hecho de haber sido republicano.
    Por Francisco Martín Rosales
    De Alcalá la Real


    Francisco Hidalgo Bartau de Cabra del Santo Cristo
    Creó escuela en su faceta como artista
    Recientemente se ha cumplido el primer aniversario de Francisco Hidalgo Bartau, cabrileño de nacimiento, que falleció  en París, después de cosechar grandes éxitos en su faceta laboral. Francisco Hidalgo, antes de dedicarse por entero a la fotografía, destacó como dibujante de cómics en España y Francia. Hidalgo nació en Cabra del Santo Cristo en 1929. Estudió Bellas Artes en Madrid, Barcelona y París, donde, desde el principio, se interesó por el cómic. Publicó su primera obra en el año 1943, “La secta de Tong Khan”. Colaboró con numerosas revistas españolas de la época, como “Mundo infantil”, “Coyote” o “Victoria”. Durante esos años, ilustró algunos guiones de Víctor Mora, creador de El Capitán Trueno, como Doctor Niebla —basadas en las novelas de Rafael González— o Al Dany, todos ellos muy conocidos entre los aficionados al cómic. A mediados de los 50 emigra a Francia, donde comienza a hacer cómics para la revistas “Spirou y Pierrot”, para las que crea al personaje Zalta, el Libertador. Su serie más famosa en el país galo fue el western Teddy Ted, de las que dibujó los tres primeros episodios. Para la revista “Pilote”, —donde se publicaban las historias de Astérix y El teniente Blueberry— ilustró una gran cantidad de historias cortas y las series Luc Lancier-Prototype 2000 y Èric Murat. A finales de los 60 deja el cómic y dedica su tiempo a su otra gran pasión, la fotografía.
    En los 70 y 80 se convirtió en un fotógrafo célebre, conocido sobre todo por sus libros sobre ciudades como Madrid, Nueva York o Venecia, y su libro sobre el Oro de Perú. Durante estos lustros, su obra fue expuesta en galerías parisinas, madrileñas e, incluso, en Japón y Hong Kong. Trabajó para varias agencias y bancos de imágenes, como Ganma, Image Bank o Getty Images.
    Durante su carrera fotográfica recibió diversos premios, como el del mejor Libro de Fotos del Festival de Arlés, en 1976, o el Obelisco de Oro del Salón Mundial Photokina de Colonia. Murió a los 80 años de edad en París. Brillante, iconoclasta y genio agresivo de obra tan escasa como fundamental, que se asomó hacia 1943 en trabajos dispersos y que, en 1947, se estableció en “El Gran Chicos”. Antes de terminar su carrera española en el sello Clíper, se deslizó por Bruguera, donde dejaría su obra más compleja, “Doctor Niebla” (1948), serie de radicales visiones estéticas que ha pasado a la historia del género negro y que, a pesar de los condicionantes de la época (fragmentación excesiva de las situaciones para cada página y una carga pesante de los textos), llegó a ser una obra totémica para casi todos los teóricos. Francisco Hidalgo llegó a colaborar en 1945 en la mítica película “Garbancito de la Mancha”, primer largometraje de animación producido en España y buen ejemplo de una persona a la que le gustaba afrontar siempre nuevos e interesantes retos. Dejó una gran cantidad de discípulos y admiradores de su trabajo. Víctor Hidalgo y sus seguidores de Cabra del Santo Cristo