Hasta siempre

Policarpo escamilla Morcillo de Castellar

Policarpo Escamilla Morcillo nació el 9 diciembre de 1937 en Castellar, en pleno corazón de la comarca de El Condado. Fue el primer hijo de Carmen y Felipe, que posteriormente tendrían dos hijos más, Carmen y Felipe. Con sólo 9 años, quedó huérfano al morir su padre, que tenía una pequeña herrería. Comenzó entonces a trabajar como aprendiz en el taller de un aladrero, donde se realizaban aperos de labranza, hubios y timones, ruedas y otros útiles.

    01 mar 2009 / 11:02 H.

    A los 18 años se establece por su cuenta, instalándose en un pequeño taller donde comenzó a labrar su dilatada trayectoria empresarial. Con la incorporación al negocio de su hermano Felipe comenzaron a realizar trabajos de carpintería metálica, no sólo en su propia localidad de Castellar, sino en un sinfín de poblaciones. En gran parte de las muchas almazaras que existen en Jaén, los trabajos de vallados decorativos y carpintería metálica fueron realizados por Policarpo. La empresa fue creciendo, incorporando nuevas actividades, como la comercialización de materiales de construcción, exposiciones de pavimentos y revestimientos, ferretería, saneamientos, aluminios... Fue también promotor de obras. Como consecuencia de su compromiso con su pueblo, fue concejal por la UCD en la primera legislatura de la democracia, allá por el año 1977, y nunca dejó de implicarse en cuantas iniciativas surgiesen para el beneficio de su pueblo. En el año 1987, junto con unos amigos, promovió la construcción y puesta en funcionamiento de una extractora de aceite de orujo en Castellar. Así nació la sociedad Espuny Castellar empresa de referencia, hoy en día, dentro del sector aceitero y de la que fue consejero delegado durante varios años. Dentro de esta inquietud empresarial, el último proyecto en el que había participado y que por desgracia no podrá contemplar es la construcción de una refinería de aceites de oliva en las instalaciones de Espuny Castellar. En lo personal, siempre fue un padre querido y ejemplar, se casó con Isabel Gómez, con la que tuvo tres hijas, Marisa, Mari Carmen y Marta, en las que deja el imborrable recuerdo de su profunda huella. Su familia

    Josefa Sáez Payer de La Carolina

    “Era una mujer con un amor especial por su familia”
    Parece que fue ayer y, sin embargo, dentro de unos días se cumplirán dos años desde que nos dejaste. Sin ti, ya nada es igual. Tu vida y tu compromiso, Josefa, siempre han estado volcados hacia tu familia y a los buenos amigos de los que supiste rodearte porque tuviste un corazón muy grande. Cuando se va a cumplir el segundo aniversario de tu muerte, sigues presente en la mente de tus más allegados. Fuiste una persona querida por todos y una apasionada de amor por tu familia, especialmente por tu marido, Alfonso, con el que estoy seguro de que te has reencontrado en el cielo, así como con tus vecinos y, en definitiva, con la gente humilde y sencilla con la que supiste codearte, porque tú fuiste grande. Siempre anteponías cualquier cosa a la dedicación a tu esposo y a tus dos hijos, por los que te desvivías. Y es que el amor tan especial que tenía Josefa en su interior y hacia los demás le hacía acercarse a la naturaleza a través de las plantas. El verde de la vegetación, las flores, la tierra y el cariño que les tenía le hacía atesorar en su casa un auténtico jardín lleno de vida y dulzura que cuidaba con mucho mimo y esmero, del que ahora cuida tu hija Adriana en homenaje a ti. Esta ama de casa no tenía enemigos. Era todo bondad y alegría. Siempre estuvo dispuesta a ayudar al prójimo y, por eso, dejó una huella de gran calado social entre las personas que tuvimos la gran suerte de conocerla y vivir junto a ella. Te fuiste de esta vida sin ni siquiera darte tiempo a decir adiós. Ahora estoy seguro de que descansas en paz en el Reino de los Cielos porque amabas a Dios y a tu Virgen Milagrosa por encima de todas las cosas. Por eso, aunque estés ausente, siempre estarás en mi corazón y en mi pensamiento. Tu hijo, Silverio Fernández.

    Isabel Martínez Segura de  Beas de Segura

    “Una mujer que luchó por su familia y sus seres queridos”
    Unos años después de decir adiós a Constantino Jiménez Higueras, la calle Ancha del Toledillo de Beas de Segura despidió, el 2 de febrero, a su mujer, Isabel Martínez Segura. La alegría del barrio se marcha y nos deja un gran vacío, solía llamar a Radio Sierra para felicitar a su familia y siempre dejaba un rinconcito para los parientes, como ella decía. El barrio está triste. Su vecina Catalina “La Volatera”, una de sus mejores amigas, la recuerda junto a toda su familia. El pasado viernes, una misa de funeral nos volvía a recordar el carisma de Isabel. Siempre en casa se hablaba de una persona con una gracia y un querer hacia los demás que desbordaba. Manola, María de la Paz y Paqui no paran a la hora de recordar a su madre, la primera siempre en tener la casa en orden, de ser feliz junto a sus cinco nietas y tres nietos, además de su familia política a la que adoraba. Lejos en el tiempo nos viene al recuerdo esos meses cada año que Isabel, con Constantino a la cabeza, se desplazaba con su familia al verano de Lloret de Mar. Compaginaban estas tareas con las cuatro décadas que el esposo de Isabel, trabajó en la orujera del pueblo. Para Isabel, lo de arreglarse, ponerse guapa y vivir los mejores momentos era algo primordial. La afición por la festividad de San Marcos estaba por encima de cualquier cosa. Cada año, desde las primeras horas hasta finalizar el día, desde el 22 al 24 de abril,  Isabel se ponía de sanmarquera y no quería ni nietos a su cargo, ni situación que le impidiera disfrutar de las charlas, de ver y encontrarse con los beadenses que viven fuera. Este año, los clarines la recordarán. Adiós “parienta”. Por Francisco Juan Torres. Beas de Segura

    Juan Castro rociaba de perfume las calles por donde pasa Jesús

    Tanto era el amor que sentía por la Semana Santa de Jaén, y sobre todo, por la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que el bueno de Juanito “el hojalatero”, una vez muerto su padre, allá por la década de los años cuarenta,  y aún siendo niño, se trasladó con el resto de la familia a Barcelona, y concretamente al pueblo de Villadecamps, desde donde hace muchos años puntualmente venía a Jaén para ver las procesiones.  
    Ahora que ya estamos en Cuaresma, tiempo esencialmente de conversión, a pesar de los años transcurridos desde su fallecimiento acaecido en 2004, aún todavía espero encontrarme con su singular figura en la puerta de la iglesia de San Roque, minutos antes de que la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Salud (La Borriquilla), en acto corporativo, haga la tradicional “llamá”. Después, en casi todas las procesiones, verlo con su cámara de vídeo, tomando los momentos que él creía oportunos, pues como me decía, para disfrutarlos con  tranquilidad en su casa durante el verano. Creo que muchas personas se preguntarán: ¿Quién era ese hombre? Por este mismo motivo, lógicamente ni se echaría en falta su presencia en la Semana Santa de 2005. Otros dirán: ¿Pero quién era Juanito “ el hojalatero”? Pues brevemente lo voy a resumir y enseguida sabrán de quién se trata. Era, nada más y nada menos, que esa buena persona, que todos los años venía desde su lejana residencia cargado de ilusión, buena voluntad y devoción, y teniendo presente su modesta economía, transportaba entre su equipaje un litro de perfume (como él le llamaba), para luego, durante la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno, rociar las calles por donde pasaba la querida y sagrada imagen. Tristemente tengo que decir que no todas las personas que presenciaban este entrañable comportamiento comprendían con el cariño que lo hacía, pues para algunos servía de mofa o sonrisa burlona, e incluso, en una de sus últimas visitas, fue amonestado públicamente por un determinado vigilante jurado, con la consiguiente decepción para él, pues no comprendía cómo una acción así podía ser recriminada por la autoridad. También tenía otra faceta, pues en ocasiones, se atrevía (a su manera) a cantar alguna saeta a determinada imagen, sobre todo en los “cantones” desde un lugar privilegiado. Juan se fue para siempre, como no podía ser de otra forma, en una tarde de los albores del otoño de 2004, cuando las hojas de los árboles lentamente y en silencio se van posando sobre la tierra. Parece que fue ayer, sin embargo, con esta Semana Santa ya harán cinco las que estamos sin ti, sin tu singular persona, sin tu forma modesta de ser, sin tu abrazo y sin tu graciosa forma de expresarte.
    Querido amigo Juan Castro López, con el paso del tiempo, todo poco a poco se olvida, pero aún algunos todavía echamos en falta tus singulares saetas salidas del corazón, así como el aroma de esa colonia que ibas esparciendo por donde iba a pasar Nuestro Padre Jesús Nazareno, que ahora de seguro estarás ya con Él a su lado. Por eso, a tus amigos y a tus monjas dominicas, nos embargó la tristeza al conocer tu fallecimiento —que creo que tú presentías—. No obstante, nos hemos ido convenciendo que tu padecer terrenal ya ha sido premiado de manera sublime, por eso eres bienaventurado, y por ello te has ganado ¡el Reino de los Cielos¡
    Por Joaquín Sánchez Estrella
    Jaén

    Antonio Cruz Sánchez de Úbeda

    “El deporte de base ubetense se queda huérfano”
    El deporte de base ubetense ha sufrido esta semana un duro revés. Antonio Cruz Sánchez decía adiós, el pasado miércoles, y con esta despedida se cierra un importantísimo capítulo de la vida asociativa de la ciudad. Junto con Antonio Gutiérrez, “El Viejo”, y Manolo Molina, ya fallecidos ambos, Antonio Cruz integraba el pilar maestro de la Acción Católica local. Además de fomentar el deporte base, fue precursor de los campamentos de este movimiento juvenil. Su labor como profesor de Filosofía, en el instituto de Los Cerros, le posibilitó permanecer siempre al lado de los jóvenes, tomarles el pulso y ofrecerles alternativas para que desarrollaran actitudes de vida sana y valores de convivencia. Siempre permanecerá en el recuerdo como un símbolo del deporte local. Además de su vinculación al desaparecido Úbeda Club de Fútbol, gestó el Úbeda Viva (no sólo centrado en el fútbol, sino también en la modalidad de fútbol sala, baloncesto y ajedrez del que era presidente. Centenares de amigos, deportistas y familiares tuvieron la oportunidad de tributarle un último adiós a Antonio Cruz en la capilla ardiente que preparó el equipo de Gobierno local, en colaboración con la familia, en la sala Julio Corzo del Hospital de Santiago. Allí, entre numerosas coronas y los colores de su vida, la bufanda con el verde y el blanco, Antonio Cruz y sus familiares recibieron el calor y las muestras de cariño de los ubetenses y de personas llegadas desde otras provincias. Muy presente también en el sepelio, la Cofradía de Jesús Nazareno, de la que era hermano, y los emblemas de Acción Católica, dos entidades que también disfrutaron del buen hacer de Antonio Cruz y de su trabajo, siempre comprometido y desinteresado. Durante las horas que estuvo abierta la capilla ardiente, los asistentes pudieron dejar plasmadas sus muestras de cariño y respeto en un libro de rúbricas que conservará la familia. Ramón Grau


    “Aunque no compartimos tu sangre, eras nuestro hermano”

    Cuando Santa Catalina se estaba preparando para salir a la calle en su día grande, en una habitación del hospital se marchaba, entre llantos y sollozos, Juan Antonio Ruiz López, jefe de taller de la empresa Guillermo García Muñoz. De origen humilde y gran apasionado por las máquinas. Se crió en el campo, de donde salen las buenas personas, la buena gente. Fue un buscavidas desde joven. Manejaba y arreglaba los tractores de la finca en la que trabajaba con su padre —un hombre bueno, de pocas palabras, que falleció hace unos años—. Juan Antonio se casó muy joven y fruto de la unión nacieron sus tres hijos. Era un hombre muy trabajador que siempre estaba dispuesto a solucionar los problemas que le planteaba el día a día.
    Ahora es tiempo del “cuco”, ese arte de caza que tanto te gustaba disfrutar. Cuando regresabas de practicar esta afición se notaba en tu cara la alegría y las ganas de vivir que tenías. Cargabas con esos trofeos que demostraban que habías hecho bien las cosas y, entre broma y broma, marcabas las distancias con tus competidores. Esas ganas de vivir que, a veces, cuando la vida te golpeaba, llegaban a faltarte. Los que tuvimos la suerte de conocerte y compartir contigo tus alegrías y tus penas, tus genios, tus desvelos y hasta tu cabezonería, no nos hemos repuesto todavía de este duro golpe. Tu corazón era tan grande como tu generosidad. Te desvivías por hacer felices a los demás, mientras tú, en tu soledad voluntaria, le echabas un pulso a la vida. Se puede decir que sólo nos dejaste entrar hasta tu “recibidor” y que nunca nos enseñaste esos compartimentos más íntimos de tu vida. Sin embargo, aunque no llevamos tu sangre, siempre nos hemos sentido como tus hermanos. Juan, desde allí donde ahora estés, sólo te pedimos que ayudes a tu pobre madre, Antonia, “la abuela”, “tú abuela” como la llamabas, a superar la muerte de su hijo. A sus noventa años ha sufrido hasta lo indecible, a tus hermanas que tanto te han llorado, a tus cuñados y sobrinos que tanto te aprecian. Juan, tu familia, tus compañeros y, en especial, tus amigos que lo eran y siempre lo serán, nunca te olvidarán y siempre te honrarán.
    Por la familia y los amigos
    Jaén