Hasta siempre

Damián Bernabéu López de La Carolina
“La dignidad de una profesión”

El pasado 10 de febrero, fallecía serenamente Damián Bernabéu López, igual que había vivido, tras casi setenta y ocho años de intensa vida y más de cincuenta y dos de plena dedicación al ejercicio libre de la profesión de abogado. Si algún temor siento, al momento de tener que redactar esta breve semblanza de mi padre, es hacerlo desde una excesiva e indudable proximidad al protagonista de la misma y desde una más que profunda admiración hacia aquel que, si en el aspecto profesional ya es enorme, resulta ésta ridícula si entro en el puramente personal.

    30 may 2010 / 10:37 H.

    Es complicado, en este sentido, sentirse juez y parte, aunque en mi situación en particular, y más si cabe, por propia deformación profesional, me siento mucho más cómodo en el lado de la parte, como siempre, y juzgar lo que es juzgar, que lo hagan otros a los que respetamos y cuyas decisiones acatamos, rogando indulgencia en cuanto a mi natural parcialidad.
    Lo principal y más sustancial que me ha transmitido tan estrecha e íntima relación es la plena convicción de que lo primero que se debe ser es “Persona” y que todo lo demás es secundario, encerrando y aglutinando en tan sencillo y genérico concepto no más de cuatro o cinco valores morales básicos y propios de un humanismo de “andar por casa” y cuya aplicación a cualquier situación vital —ya sea profesional o no—, te permitirá el gozar de una vida tan plena y con una absoluta libertad individual como la que de modo tan directo he visto disfrutar a mi padre.
    Sin embargo, toda esta filosofía de vida tenía una proyección total y directa tanto en su forma personal de trabajar como en la perspectiva desde la que contemplaba el ejercicio del derecho, abstracta y globalmente entendido desde su posición de “Abogado de pueblo” y que tan a gala llevaba el así considerarse, por lo que destacó la gran coherencia entre lo uno y lo otro.
    Destaca, sin duda alguna, su mal disimulada predilección hacia los funcionarios de “a pie” en el desarrollo de tan humilde como importante tarea de trámite. Mantenía siempre que para el buen funcionamiento de un Juzgado resultaba más trascendente si cabe esta labor bien realizada y su permanencia en las referidas plazas, que la que podía desprenderse de la realizada por funcionarios de mayor rango porque rara vez tenían estos proyección continuada en el tiempo.
    En lo estrictamente personal, lo considero una persona cuyo centro y razón de ser siempre fue su familia, para lo que se apoyó en el inquebrantable e imprescindible pilar que para él ha sido en todos los sentidos mi madre, María Catalina Martínez. Por ello, y dentro de la profunda emoción y evidente desolación que provoca en nosotros su fallecimiento, hemos tenido la enorme satisfacción de que el trance ha sido relativamente corto e indoloro. Conservó la claridad mental hasta el final y estuvo rodeado de sus cuatro hijos y arropado cada minuto con el profundo amor y continua adoración de su mujer hasta el fatal desenlace.
    Me gustaría que fuera recordado sencillamente como un hombre bueno. Tras la imagen que podía transmitir a los que tuvieron la suerte de conocerlo de forma menos cercana a la mía, les aseguro que se escondía un hombre tierno y generoso, a una persona extremadamente sencilla, honesta, íntegra y fiel a sus principios básicos e inquebrantables.
    Finalmente, sólo ruego comprensión a los lectores y amigos de mi padre por los temores mostrados al comienzo del escrito, que torpemente refleja una ínfima parte de lo que él me ha querido transmitir con su vida y forma de ser, pidiéndoos como último deseo y agradeciéndolo de antemano el rezo de una oración por su eterno descanso.
    Por José Bernabéu


    Krispiniano Mesa Quesada de La Pedriza (Alcalá la Real)
    “La tierra y el hombre tienen algo que ver”

    Krispiniano, pintor de la saga alcalaína, ha sido prototipo del autodidactismo artístico en los pueblos andaluces. Costumbrista de los campos andaluces, al mismo tiempo que estaba untado con el sabor al terruño y era exponente del alma campesina, libre como el viento y constante como las encinas de las pedrizas de Fuente Nubes, que contorneaban su casa de asueto y descanso. Viajero y avizor de los impulsos artísticos del momento, color de fuerza en sus plasmaciones pictóricas y azul de melancolía obligada, a la que añadía el contraste de un blanco y un rojo dentro de una naturaleza que quedaba fijada en el lienzo recio y grave por sus manos trabajadas. Textura, contexto, materia y realidad del campo y hombres andaluces ¡Qué mas cosas puedo decir de su persona!
    Krispiniano nació en los difíciles momentos de la historia reciente de España. Sufrió las heridas de la cultura truncada por el sable desaprensivo que lo dejaron marcado. Presumía de su abuelo, que leía los periódicos de la época cuando sus convecinos se dedicaban tan sólo a segar los campos para criar a sus hijos de tal modo que su asueto se resumía en acudir a las tabernas para cobrar el triste salario de jornaleros y formarse oralmente en los centros obreros de las Casas del Pueblo aldeanas. No comprendía cómo el azar podía haber dejado a sus antepasados sin poderse defender y había sufrido sus consecuencias en su propia carne. Pero a Krispiniano le gustaba traspasar fronteras. Por eso me gustaba su porte de hombretón, fajado con su huerto en una decoración que se parecía a la quinta de Horacio, salvaje y apta para trasladar a los cuadros las glorietas naturales y los ensobrados de almendros. Siempre que lo visitaba, me venía a la mente que imitaba a Dalí en la decoración de su casa al reutilizar desde las bañeras de un cuarto de aseo para la pila de una fuente como el poyo sacado de una roca excavada de los antiguos tiempos, cuando los molineros sacaban piedras para sus artilugios que convertían el trigo en harina —le gustaba remontarlos a tiempos de los árabes, disfrutaba enseñándome la cantera adosada a su vivienda, el paisaje pedricero que plasmaba en sus cuadros—.
    Muchos formaron con él equipo en una generación de pintores alcalaínos que viviló el posfranquismo y la transición y ha pervivido en la democracia —era el maestro “in rectore”—. Se abrió campo en ciudades importantes , expuso en galerías de Madrid y en otras ciudades con exposiciones individuales y colectivas. Muchas casas se adornan con escenas campesinas que supo plasmar como ninguno y ya son historia. Afortunadamente, recibió recientemente un último homenaje en la capital del Santo Rostro y en su pueblo. Se lo tenía muy merecido.
    Personalmente, gozaba de su amistad desde hace tiempo, pero me dejó impresionado su lucidez a sus ochenta y pico años. Mantenía todas las cualidades físicas y psíquicas casi perfectas hasta pocos meses antes de morir. Su sordera resultaba complaciente, incluso invitaba a una conversación con más empaque y asimilación de contenidos. Había recorrido el maratón, pero las huellas de hombre agradecido y fortalecido por las vicisitudes manifestaban que su lema de vida había sido la lucha por la superación. Cuando veo a su sobrino Federico, creo que supo sembrar y ha dado sus frutos. Estoy seguro de que algo tienen que ver la tierra y el hombre. En este caso, con letras mayúsculas.
    Por Francisco Martín

    Antonio Abolafia Caballo de Martos
    “Que seas muy feliz donde te tenga el Señor”

    A mi querido y predilecto amigo Antonio Abolafia, compañero de estudios, coadjutor de la parroquia de San Ildefonso y gestor de todos los servicios de la Secretaría del Obispado de Jaén.
    Son innumerables los servicios que has prestado, durante más de cuarenta años, en la parroquia de San Ildefonso, siempre ayudando al bueno de don Manuel, párroco de Nuestra Santísima Virgen de la Capilla. Todos los documentos del archivo los dispensó Antonio Abolafia sin demora y cansancio.
    En este sentido, Antonio Abolafia fue un sacerdote que ha dado la talla. Es más, donde ejerció su ministerio con verdadero celo apostólico y sacerdotal fue en el archivo y secretaría del canciller, donde llevó toda clase de expedientes matrimoniales.
    En otros apartados de tu vida profesional, como los diplomas de Roma, también fuiste un constante servidor. Cuántos cientos y cientos de certificados de la Primera Comunión habrás gestionado, cuántas innumerables dispensas de bendiciones del Papa habrás entregado para los recién casados.
    Antonio, el bueno y santo de Antonio, no dio abasto con tantas cosas como llevaba. Servía para todo. Recordamos también la parroquia de Santiago de Calatrava, donde mejoró el templo y lo embelleció. De hecho, todos los fieles están muy orgullosos y contentos.
    Quiero recordar algunos años de Seminario, donde fue miembro muy destacado en la coral en la que nuestro muy querido director, Guillermo Álamo Berzosa, trabajó muchísimo. Además, ejecutó aquellas precias en el monumental órgano. Querido Antonio, donde el Señor te tenga como siervo bueno, que seas muy feliz.
    Por Vicente Moreno

    Roberto Fornes Cárdenas de Jaén
    “Compartirá nuestras alegrías y nos acompañará”

    A veces en la vida coincides con personas cuyos valores, basados en la honradez y el coraje, te inspiran y enseñan el camino por el cual debemos transcurrir. En nuestra familia hemos tenido la suerte de que una de ellas formara parte de nuestras vidas.
    Las siguientes líneas que reflejamos, en este diario tan querido y admirado por él, son para recordar que, el pasado día 18 de mayo, mi hermano y yo, perdimos a nuestro padre, mi madre a su esposo, las niñas a su abuelo, nuestras esposas a su suegro, mis tías y tíos a su cuñado, mis primos y primas a su tío y el resto de familiares, así como sus amigos, a una persona que derrochaba su cariño en todo momento.
    Su honestidad e integridad eran características propias de su comportamiento diario, las llevaba consigo y las trasladaba en su máxima expresión a su hogar y en su profesión, aun a expensas, en este último caso, de no obtener una recompensa material justa, pero sí la de haber realizado un buen trabajo del cual se enorgulleciera.
    Su pérdida repentina ha sido muy triste y dolorosa, más aún cuando ya incluso había prácticamente superado una grave enfermedad que le mantuvo en jaque durante dos largos años. Durante este tiempo de lucha, en muy pocos momentos, manifestó una sensación de flaqueza o desesperanza. Se enfrentó a la cruda realidad que le tocó vivir con arrojo y valentía y no dejó que afectase en su entorno.
    Él se sentía muy agradecido, y así lo manifestaban sus palabras, al trato y a la profesionalidad que había recibido durante su tratamiento e intervención quirúrgica. Toda la familia queremos agradecer al Servicio de Oncología y al de Radioterapia del Complejo Hospitalario de Jaén y al equipo de la Unidad de Tumores del Servicio Asistencial Médico-Quirúrgico del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla la atención que tuvieron en todo momento con él.
    Sólo un golpe de “mala suerte” fue capaz de doblegar su vida. Gracias a todos los que nos acompañasteis en esos días tan difíciles, ofreciéndonos y dándonos vuestro apoyo.
    Su ausencia nos ha sumergido en una gran amargura, de la que estamos intentando salir poco a poco. Siempre estaba presente en nuestro camino, donde nos ofrecía su incondicional apoyo ante cualquier iniciativa o acción que emprendíamos y dejaba a un lado la posible disconformidad o crítica que pudiera tener sobre lo que acontecía o pudiera suceder. Durante toda su vida se dedicó a los demás y veló por los suyos, luchando en este mundo de sinsabores que nos rodea, sin esperar nada a cambio y dándolo todo, incluso, a veces sin valorar lo que pudiera arriesgar o pudiese obtener. Si pusiéramos en una balanza todo lo que le debemos, para conseguir nada más que un simple equilibrio, tendríamos que dejar pasar un extenso periodo de tiempo para que con nuestras acciones compensaran las que él realizaba continuamente.
    No obstante, él nos acompañará siempre en todos los quehaceres de nuestras vidas, compartirá nuestras alegrías y hará un poco más llevaderos nuestros desconsuelos, estando muy presente y en todo momento en nuestros corazones.
    Este domingo, como habitualmente cada quince días durante la temporada futbolística, bajaremos al campo de La Victoria a presenciar la siguiente eliminatoria de su Real Jaén. Él ya no nos acompañará, pero estoy totalmente seguro de que, desde donde está, no se lo va a perder.
    Por Roberto y Alfonso Fornes de la Casa

    José Calabria Torres de Beas de Segura
    “Quiosquero pionero en la venta de prensa”

    A los 62 años, José Calabria Torres, “El de las Patatillas”, dice adiós a toda una vida de constancia, trabajo y amor por sacar adelante cada unos de los proyectos que ponía en marcha. Fue en la víspera de San Marcos, una fecha que marca la despedida de un hombre pionero en la venta de la prensa en su quiosco, situado en el Paseo de la Constitución, de Beas de Segura.
    En cuatro metros cuadrados, José se organizaba sus periódicos, revistas y algunas golosinas. Alambres y pinzas sujetaban por los cristales las novedades semanales y, medio escondidas, las que representaban una mala vista en aquellos tiempos. Siempre preguntaba qué salía del pueblo en Diario JAEN, porque ese día se vendían más. A José le gustaba ese minuto de charla con el cigarro. Era amigo de todos, tanto de los que compraban el “Abc” como los que adquirían “El País”. Y con el paso del tiempo, amplió sus metas profesionales. Trabajó de sol a sol con la venta de churros en las fiestas populares. Fueron muchas noches y madrugadas y vivió la diversión de varios pueblos. De ahí, que a José se le conociera como “Churrero”, su otra actividad laboral. A Calabria le importaba poco los momentos de diversión de todos, con tal de sacar su trabajo adelante con el apoyo de la familia y demostrando la lucha con la vida misma y por una mejor para los suyos. El último invento fueron, y son, la patatas fritas “Paqui”. ¿Cuántas bolsas desde sus comienzos han sido vendidas? Modernizó la empresa, se montó en el vehículo y acompañado, pueblo por pueblo, difundió un producto de los mejores aperitivos. Adiós, José, San Marcos quizás restó que más gente te acompañara en tu último viaje. La historia de Beas guarda ya un buen capítulo.
    Por Francisco Juan Torres