Hasta siempre

Francisco Almagro de Pegalajar

Francisco Almagro Herrera era el poeta de lo sencillo, lo cotidiano. Le gustaba cantarle a aquello que había estado unido a él desde su infancia. Almagro estará para siempre unido a la historia de Pegalajar.

    08 mar 2009 / 11:45 H.

    Era el mayor de diez hermanos y desde pequeño tuvo que ayudar a sus padres, que tenían un pequeño negocio de esparto labrado, tienda de comestibles y taberna en el conocido barrio pegalajeño del “El Romeral”. De ahí que sólo pudiera asistir a la escuela primaria menos de dos años. Era tal el ansia que tenía por saber, que sus padres tuvieron que comprarle, en lugar de juguetes, un libro de Gramática y otro de Aritmética.
    Desde pequeño tuvo que llevar las cuentas del negocio familiar. La complejidad de los negocios de su padre le obligó a instruirse en escritos comerciales. En diciembre
    de 1932 ingresó en el Ejército. Finalizada la Guerra Civil y tras una estancia corta en Pegalajar, volvió a Madrid. Después de algún tiempo de penuria, pudo encontrar un
    modesto empleo de mozo de almacén en la empresa que suministraba a las prisiones. Allí llegó a ocupar el cargo de delegado, pasó por varias empresas y en todas ascendía
    con facilidad. En Madrid permaneció hasta 1990, año en el que fijó su residencia en Jaén y, más tarde, en Pegalajar, donde falleció hace ahora dos años. La primera canción que compuso fue un pasodoble a su pueblo, en
    colaboración con su paisano Juan Antonio Chica. Es el actual himno de Pegalajar.
    También con Juan Antonio
    Chica compuso las bulerías tituladas “Mi
    Carmela”, una de las primeras canciones que grabó en disco Juanito Valderrama. A pesar de sus muchos trabajos, para todos, siempre será el autor de “Mi ovejita lucera”.

    “Era catedrático de la escuela de la vida”

    Joaquín Sánchez Mula pertenecía al paisaje urbano del centro comercial de siempre de la capital. Su caminar, siempre elegante, y su presencia, sin un reproche, siempre acompañado de traje y sombrero, lo convertían en una de esas personas características, conocidas por todos y queridas del Jaén de siempre. Pocos sabían que detrás de esa perenne sonrisa y de ese trato siempre cercano se escondía una historia de más de ochenta años de trabajo. Solía decir que era “catedrático de la vida”, porque, desde pequeño, esta había sido una auténtica escuela. Tan arduos fueron los estudios en esta “escuela” que llegó a obtener el doctorado Cum Laude y la cátedra. Fue con más de veinte años cuando logró poder dedicar unos momentos al día para aprender a leer y a escribir correctamente. Joaquín Sánchez Mula nació en Jódar en el año 1921. Sin embargo, sus antepasados procedían del pueblo de Mula, en Murcia, y debe su segundo apellido a una distinción que el Rey Fernando VII ofreció a su familia por liderar la batalla que tuvo lugar en estos pagos con motivo de la independencia francesa. Cuentan las crónicas históricas que su tatarabuelo ya fue joyero del Rey. Pertenecía a la quinta generación de joyeros, en el más antiguo sentido de la palabra, y tuvo la suerte de ver cómo la séptima generación de su linaje, una nieta, ha tomado el relevo dentro del sector. Su abuelo, en un intento por ampliar mercados, se trasladó a la provincia de Jaén y se estableció en Jódar.
    Sólo tenía cuatro años cuando falleció su padre y fue él el encargado de acompañar a su madre, que, con la ayuda de un borrico, recorría los pueblos de la provincia  jiennense vendiendo o comprando oro y joyas, según fuera la economía familiar de los clientes.  
    Sus años de mocedad coincidieron con la época de la posguerra, cuando parecía impensable que familias que no tenían para comer, adquirieran joyas. Joaquín se vio obligado a agudizar el ingenio e inventó la lámpara de seis velas de petróleo, que consistía en un sencillo mecanismo con el que los hogares obtenían iluminación con muy poco gasto.
    Además, llegó a tener catorce puntos de venta de joyas en la provincia. En uno de sus muchos recorridos, conoció a la mujer de su vida, Antonia López Gálvez, que era de Campillo de Arenas. Allí se casó y se estableció durante casi dos décadas, aunque nunca dejó de realizar sus viajes por la provincia. Fruto del matrimonio nacieron tres hijos que han seguido la senda emprendedora y de trabajo de su progenitor. A Joaquín Sánchez Mula se le debe la instauración en Jaén de una joyería popular, que permitía que las familias compraran los aderezos a plazos o cambiaran las piezas antiguas por otras nuevas y, así, acercar el oro a todos los estamentos sociales. El pago a plazos, el trueque, eran técnicas habituales en los “tratos” con Joaquín. Conocida es en Jaén la joyería Josan y muchos se preguntarán de dónde procede. Pues bien, es el primer establecimiento que abrió en la capital y su denominación es tan sencilla como la primera sílaba de su nombre y de su apellido. Su gran desvelo fueron siempre sus negocios. Hasta el punto de que los llevó personalmente hasta casi un año antes de su muerte y, aún cuando entendió que debía dar ese paso atrás, era incapaz de que pasara un día sin recorrer las tiendas que regentan sus hijos, saludar a sus clientes y entablar siempre una amena conversación en la que Joaquín lucía sus dotes de galán de toda la vida. Quienes le conocieron sabían que era un amante de la vida en toda su dimensión, sin embargo, le gustaba “beberla” en tragos pequeños y saborearla día a día. Su único exceso fue siempre el trabajo.   Por su familia de Jaén

    Eduardo Pimentel Rufián de Jaén

    Adiós a unas manos artesanas jiennenses
    Adiós a unas manos artesanas del Jaén de siempre. La cerámica se ha quedado un poco huérfana esta semana con la despedida de Eduardo Pimentel, un hombre vinculado al oficio y a su Jaén de siempre, desde su atalaya en la calle Martínez Molina, muy próxima a la Escuela de Artes y Oficios José Nogué. El diseñador de cerámica creativa y artística, Eduardo Pimentel Rufián, falleció, el pasado jueves, a los setenta y cinco años de edad. Su repentina pérdida pasó sólo dos días ingresado en el hospital afectado de una grave dolencia, llenó de conmoción a todos los que lo conocían y al colectivo de artesanos de Jaén. Fue miembro fundador de la Cofradía de la Buena Mesa,
    y su mujer, Manuela García Ortega,
    es una reconocida gastrónoma, autora de un libro recopilatorio de recetas tradicionales de
    la cocina autóctona jiennense, porque su vinculación con el buen yantar le venía de lejos. Tenía ubicado su taller de cerámica
    frente a la Escuela de
    Artes y Oficios, hoy Escuela de Arte José Nogué, en la que ahora trabaja su hijo. Son numerosos los edificios públicos y domicilios privados en los que existen obras cerámicas de Eduardo Pimentel, así como letreros cerámicos de nombres de
    calles de la capital. Fue una persona
    de carácter liberal. De hecho,
    en los años 70, militó en el Partido
    Liberal de Joaquín Garrigues Walker, incluso llegó a trabajar a su lado en Madrid. Eduardo Pimentel ejerció
    siempre de jiennense y luchó por
    Jaén donde era muy conocido. Su pérdida, aún no asumida por amigos y familiares, ha dejado un gran vacío en todos aquellos que estaban cercanos.

    Isabel Jordán Martínez de Mancha Real

    “Palabras desde el corazón a mi tía Isabel”
    El pasado día 22 de febrero nos dejaste a una edad, todavía temprana, sin esperarlo y cómo no, como casi siempre, sin hacer ruido, dejándonos un vacío que, con el paso de los días, se va haciendo más acentuado, y aún nos parece mentira que ya no estés físicamente entre nosotros.
    Sólo decirte que siempre nos tuviste a tu lado, pues no había cosa que realizábamos que no contáramos con la tía Isabel, porque de tu forma de ser abierta, familiar y entrañable siempre sacamos la parte más positiva de las cosas y su moraleja como enseñanza futura en esta vida que, por momentos, se vuelve tan cuesta arriba. Pídele a tu queridísima Virgen María Santísima de los Dolores, ahora que la tienes en un lugar privilegiado junto a ti, por todos nosotros los que tuvimos la suerte de compartir contigo, nuestros bautizos en los que fuiste nuestra madrina, nuestras primeras comuniones, nuestras bodas, el nacimiento de nuestros hijos y un innumerable cúmulo de felices acontecimientos familiares y sociales, en los que la tía Isabel siempre era un eslabón importante en la cadena de nuestras vidas. Acudíamos a consultarte algunas de las dudas que nos pudieran surgir en asuntos muy variados, en relación con nuestra edad, que sin duda para nosotros eran complejos y donde tu siempre encontrabas la forma de que esa inquietud quedara disipada y, por supuesto, en muchas ocasiones, ejerciste como una segunda madre para todos nosotros.
    Ahora sólo recordarte cómo eras: sencilla, discreta, natural, clara, familiar, y reiterarte, una vez más, que siempre estarás en nuestro corazón y recuerdo. Descansa en Paz. Jesús Jordán García

    Miguel ángel Gutiérrez de Jaén

    Un guardarrail asesino se cobra una vida
    La familia de Miguel Ángel Gutiérrez Martínez le dedica esta carta, después de su fallecimiento a principios del mes de marzo. Este aficionado al mundo de las motos pasó a engrosar la trágica lista de aquellos que se toparon con un guardarril asesino. Su hermana escribe: “Hola mi niño.
    Hace tan poquito que te has ido, y te echamos tanto de menos. ¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué a ti?, ¿por qué otro guardarrail asesino se cobra otra vida tan joven?, tan guapo como eras, tan vital, tan alegre; no es justo ni para ti ni para nosotros, que nos has dejado con el alma rota, rota en mil pedazos. Sé que estás bien ahí arriba, ya te imagino curveando junto a tu amigo del alma, Fede, los dos sonriendo nos mandáis ráfagas desde el cielo para saber que seguís disfrutando de vuestra pasión, esta pasión que son las motos y que os unió tanto aquí como os ha unido allí arriba. Cuida de Alejandro, como siempre lo has hecho, nunca le dejes solo en estos momentos tan duros para él. Siempre fuiste un padre tan cariñoso que él no te olvidará nunca.
    Siempre te ha idolatrado, eres su ídolo, su campeón; cuántos domingos os habéis enfundado vuestro traje de cuero y disfrutabais tanto curveando. Cuánto te va a echar de menos, cuánto va a llorar tu pérdida cuando sepa que ya no estás, que te has ido.
    No te preocupes, que entre todos lo arroparemos y nunca le faltará de nada, aunque yo sé que en sus sueños siempre estarás con él.
    Mi niño, nunca te olvidaremos y piensa que, algún día, nos volveremos a encontrar. Te queremos. Pos- data: Gracias, gracias, gracias a toda la familia, amigos y moteros por estar ahí en estos momentos tan difíciles. Susana Gutiérrez Martínez.

    Fallece un genial restaurador y un artista que siempre trabajó desde el anonimato

    Inmersos en Cuaresma, como si las imágenes restauradas por el antiguo Icroa —Central de Restauración y Conservación de Obras de Arte, conocido como Icroa y antecedente del actual Instituto del Patrimonio Histórico Español— hablaran, telefónicamente, a través de Trinidad Pareja López, me llega la noticia de que Cristóbal López Romero, su esposo, había muerto el 26 de diciembre del pasado año.
    Cristóbal, el genial restaurador de la imagen de la Virgen de la Capilla, el 22 de septiembre de 1983 enviaba a la cofradía su informe, también suscrito por Andrés Escalera Ureña, químico del Icroa. Se acordó por la Junta de Gobierno de la Cofradía, con fecha 7 de octubre siguiente, su restauración. Finalizada tan importante intervención, el sábado día 28 de enero de 1984, regresaba a Jaén la sagrada imagen, siendo recibida multitudinariamente por los jaeneros. Cristóbal López Romero, junto a su esposa y dos hijos, presidieron el cortejo por el Paseo de la Estación con los miembros de la Junta de Gobierno de la Cofradía (como aparece en la imagen de la izquierda).
    He hecho la anterior síntesis del histórico acontecimiento evitando relacionar el amplio currículo del genial artista; resaltando en el anonimato, las restauraciones que ha hecho a numerosas imágenes de Jaén. Y desde entonces nuestra amistad que nació con motivo de la restauración de la imagen de la Virgen de la Capilla. Una amistad que también compartía con los jaeneros que conocían a este hombre honesto y cabal, sencillo y humano, de fe robusta, enamorado de su trabajo; caballero lleno de bondad, saber e inquietudes, siempre dispuesto al servicio de la sociedad jaenera, andaluza, española e internacional que afrontó su enfermedad como si fuese otro servicio a Dios.
    Cristóbal López Romero, al que resalto con mi póstumo homenaje, lo recuerdo en su trabajo y su fiel colaboración; el hombre, el amigo, el artista siempre dispuesto a trabajar por Jaén, por esta provincia tan querida por él desde Alcaudete, de donde es su hoy viuda, así como de toda Andalucía, que le apasionaba, al tener raíces cordobesas aunque él nació en Madrid. 
    Todo esto y algo más, lo sé por su amistad y mutuo afecto que tuve el honor de rubricar el verano de 2007 cuando, en Torremolinos, donde le gustaba pasar unos días, le dediqué mi libro que, en gran parte era su libro, pues trata de la restauración de la imagen de la Virgen de la Capilla que él realizó.
    Y ahora, de sorpresa, por su esposa, con voz entristecida y lágrimas en sus mejillas, me llega lo que la temida espera desde hacía unos meses, sospechamos en mi familia, pues sabíamos de su grave enfermedad. Llenos de dolor, recordando su semblante, su sonrisa afligida por el dolor y lleno de resignación cristiana llevando su enfermedad, nos quedamos mi esposa y yo con su abrazo y orgullo al verse en mi libro, resaltando su trabajo y hablando de su profesión.
    Hoy entre sentimientos, estoy seguro de que quien lo conocimos y especialmente las cofradías que atendió, resaltamos sus virtudes especialmente para los demás; al hombre comprensivo, siempre dispuesto en el cumplimiento de su deber profesional; fiel amigo, esposo, padre de dos hijos y abuelo que eran la alegría de Cristóbal, mi amigo.
    Esta reflexión nos apenará a todos al conocer la noticia de la muerte de Cristóbal López Romero, restaurador en el Icroa de muchas imágenes de gran valor; recordándolo la sociedad jiennense, con semblante de amigo y buen profesional, mientras su viuda, hijos y nietos, desde aquella fecha tan señalada como fue el día después de Navidad de 2008, están de luto; aunque nos queda el consuelo que su paso por la tierra fue abrazando imágenes y monumentos que arreglaba con amor. En el cielo disfrutará al ver, de verdad, sus restauraciones, especialmente, de Jesús y de María que tanto sus manos tocó y con su fe y amor limpió para seguir siendo admiradas por la sociedad.
    En el recuerdo del fallecimiento de Cristóbal López Romero, sólo nos queda pedir a Dios que le conceda el descanso eterno después de su entrega a los demás en vida; a través de la cual, en este mundo, había gozado del amor de su familia, el afecto de sus amigos y el reconocimiento de todos los que lo conocíamos, quedando en nuestro recuerdo, lo que le caracterizaba, el deber cumplido y su entrega al arte, restaurando imágenes, monumentos y sobre todo su bondad y amistad.
    Por José Galián Armenteros
    de Jaén