Hasta siempre

José Gutiérrez Gálvez de Andújar

La Morenita fue su gran apoyo y devoción
Se cumplió un año de la pérdida de Pepe Gutiérrez, un empresario de Andújar vinculado a la Cofradía de la Virgen de la Cabeza, institución en la que demostró siempre amor filial a su Morenita y lealtad a la cofradía, fuese quien fuese su hermano mayor. Una y cien veces siempre iba con su cofradía matriz, dejando ver su afabilidad y cordialidad. Siempre llevó con mucho orgullo haber sido andero de la primera salida de la Virgen de la Cabeza en su santuario después de la Guerra Civil. Trabajó incansablemente en la organización de los actos de 1960, Año Jubilar y Recoronación mariana.  
Fue fundador de los Caballeros Servidores de la Virgen de la Cabeza, una especie de orden varonil para estar siempre al lado de la cofradía y de la Virgen. En el año 2003 fue nombrado “Cofrade distinguido”.
Nació en aquella Andújar de 1927 que festejaba el VII Centenario de la Aparición. Eran tiempos de Primo de Rivera cuando en nuestra sierra y en su río se construían los pantanos del Jándula y del Encinarejo. Era un niño cuando vio la Guerra Civil y un adolescente cuando se puso a estudiar, en la posguerra, Bachillerato, estudios que tuvo que dejar para ayudar a su padre en un empresa textil, una sociedad que, con el paso del tiempo, serían Tejidos San José y Creaciones Josan, especializado en vestidos de comunión. Casado con Rosa Sánchez, el matrimonio tuvo dos hijos: José y Jesús.
Pepe Gutiérrez amaba mucho su pueblo, disfrutaba con la sociabilidad de la calle, le gustaba la caza y el deporte, llegó a ser el portero del equipo del SEU (Sindicato Estudiantil Universitario). El mundo de la caza le hizo conocer los parajes de la sierra a fondo, sus solanas y umbrías, sus portillos, sus caminos y veredas. Hace ya un año y siempre será bueno recordar a los que hicieron bien. Por Juan Vicente Córcoles.

 

José María García Barrios de Mancha Real

Una fiesta en el cielo para recibirte
Querido don José María. Ya estás en el cielo. Tengo la seguridad de que la nota alcanzada en tu examen final ha sido muy alta. Es cierto que las puertas del cielo están abiertas para todos, solo hay que querer llegar a él y tú, sobradamente, lo has conseguido porque “al atardecer te examinarán sobre el amor”, y eso es lo que tú has derrochado a manos llenas durante tus 89 años de vida.
 Esa fue tu vida durante tu paso por la tierra. Una vida llena de amor, alegría, buen humor y un trabajo constante y bien hecho al que siempre acompañaba tu perenne sonrisa, esa que tanta paz transmitía a todos.
Has sido un sacerdote cien por cien desde tus primeros pasos por la iglesia del Sagrario de la Catedral, San Félix y Santa Isabel, donde comenzaste tu gran labor. Pasaste por los colegios Altocastillo y Guadalimar y, así, hasta entregar el último suspiro de tu vida en Pediatría del Centro Maternal, haciendo más llevadero el dolor de los demás.
 Has dejado una huella imborrable en tantos corazones... A través de los sacramentos, has hecho feliz a mucha gente, desde el bautismo y la confesión, hasta el matrimonio, en el que tantas familias te deben su felicidad. Has ayudado a tantas personas a descubrir su vocación al Opus Dei —siempre discretamente y con un gran respeto a la libertad—, con tus paternales y sabios consejos, haciéndolos muy felices en este camino de santidad en medio del mundo. Me imagino cómo habrá sido tu llegada al cielo. ¡Qué apoteosis! Todos tus niños esperándote: Jorge, Ana, David, Sheila, José Luis, Juan, etcétera. Todos aquellos a los que, a pesar de su dura enfermedad, hiciste tan felices en el hospital. ¿Te acuerdas cómo se reían todos cuando les medías el ombligo y les decías que su pueblo se llamaba “navalpedorra”? Les traías golosinas, vídeos y televisores y te pasabas las tardes enteras poniéndoles cine y contándoles cuentos. Los llenabas de ilusión con tus regalos de Reyes, que financiabas con la lotería de Navidad. Cuántas sonrisas has arrancado de sus caritas... Y cuánto consuelo has dado a sus madres. Ayer eras tú quien los llevaba tiernamente cogidos de la mano por los pasillos del hospital, pero hoy son ellos los que te dan su mano y te abren las puertas del cielo. ¡Qué gran fiesta te habrán organizado y cómo estarás disfrutando! Has dejado una huella imborrable en tantos corazones, en tus feligreses, en tus alumnos, en las madres que sufren por la enfermedad de sus hijos y que tú has sabido consolar cada día en la planta tercera de Pediatría, en todo el personal del hospital y en los cooperadores y fieles de la Prelatura del Opus Dei, donde, con gran fidelidad, has sabido servir hasta el último aliento de tu vida. Nunca supiste estar parado. Estoy segura de que ahora trabajarás en el cielo con la misma intensidad que lo hiciste en la tierra. Te pido que cuides muy bien de todos nosotros; sé que lo harás. Acuérdate, especialmente, de Eugenia y Purita y de toda tu familia, de los niños del hospital y de todas sus enfermeras. Gracias, don José María, de todo corazón, nunca te olvidaremos. Cuenta con nuestro cariño, nuestras oraciones y nuestra gratitud. ¡Cuánto amor nos dejas! Por  Marisol Escribano Olmo, enfermera de Pediatría.

 

Prudencia Requena Cortés de Lopera

Bondadosa y amante de su pueblo
Pasa el tiempo, pero hay personas que son difíciles de olvidar. Una de ellas es Prudencia Requena Cortés, una loperana que falleció hace unos años. Destacó por su carácter bondadoso, algo que supo trasladar a sus familiares y amigos. Ejemplo de esto es el hecho de que su familia que vive en Madrid, hace unos días, hizo entrega a la Biblioteca Pública Municipal de Lopera de una colección de devocionarios y unos compendios de cerrajería y herrería de sus antepasados. Y es que Prudencia Requena Cortés siempre guardó celosamente en una estantería de su casa esta colección, que pudo sobrevivir a la Guerra Civil española. La familia también ha donado algunas fotografías antiguas de diferentes edificios representativos del municipio. De esta manera, se cumplió el deseo de Prudencia. Durante la contienda, mantuvo una relación por carta con el teniente coronel Redondo, ya que fue Madrina de Guerra e impartía catequesis a los jóvenes que se quedaron en Lopera. Al finalizar, trabajó en Madrid y en Inglaterra, en casa de unos señores. Cuando se jubiló, volvió de nuevo a su Lopera querida. Era una lectora empedernida y le encantaba hacer crucigramas. De ahí su interés por que parte de su colección bibliográfica se quedara en el pueblo que la vio nacer.
En definitiva, Prudencia Requena Cortés fue una mujer que nunca olvidó sus raíces y que siempre soñó con la mejoría y el avance de Lopera. Fue una mujer muy religiosa. Donó la imagen de Jesús Nazareno a la parroquia. Su persona siempre estará presente como un grato recuerdo en los corazones de los suyos, ya que nunca podrán olvidar su bondad, humildad y generosidad. Por José Luis Pantoja. 

 

Manuel Ruiz López “El sereno” de Fuensanta

El sereno de Frailes
El viajero se dirigía hacia adelante sin saber bien dónde le guiaban sus pasos. La oscuridad de la noche le rodeaba y el aire de la montaña le acompañaba. A lo lejos, podía ver las luces de lo que parecía ser un pueblo, una iluminación triste, débil, de un pequeño conjunto de casas en el que vivirían pocas personas. Al llegar, no había gentes en la calle, hacía frío y todo el mundo se refugiaba en sus chimeneas, al calor del fuego. A primera vista, no parecía ser un gran municipio, pero, sin saber cómo, la magia de sus calles lo envolvió.
Este bien podría ser el comienzo de la travesía de Manuel Ruiz López por el municipio frailero. Sin embargo, fue algo mucho menos emotivo y fantasioso, vino a trabajar como mulero para una familia pudiente del pueblo. Pero el horizonte de “El Sereno” estaba mucho más allá de esas cuadras y de ese trabajo. Para él, el futuro le tenía preparado un gran viraje. Le esperaba una vida apasionada, llena de anécdotas, viajes, relatos apasionantes y gentes, centenares de personas con las que compartiría su vida y las mejores cualidades de su persona.
Faltan adjetivos en el diccionario para describir lo que Manolo “El Sereno” sentía por la vida. Cada cosa que hacía y lugar al que se dirigía así lo demostraba. Con su partida deja Frailes huérfano, porque más que un hijo adoptivo, Ruiz ha sido un padre para los fraileros, despejando el camino para que entraran los visitantes, dando a conocer a mucha gente los rincones más exclusivos de la villa. Contagiando a los que estaban a su alrededor de su amor por el pueblo. Frailes ha acogido a muchos viajeros. Unos han esquivado las flechas de cupido y han seguido y, otros, han caído en sus garras y se han quedado. Pero pasará mucho tiempo hasta que llegue alguien que eche sus raíces como Manolo, que ame esta tierra como él, y, lo más difícil, que consiga que otros lo quieran tanto como su persona o más. Pasará mucha gente por Frailes, pero nunca más, nadie como Manuel Ruiz “El Sereno”. Por Inma Castillo. 

 

Rosario Martínez Castro de Jaén

Cariñosa, amable, sencilla, luchadora y especial
Toda historia tiene un comienzo, y el nuestro no fue un flechazo precisamente: “¡Qué viejo eres!”, fueron tus primeras palabras, nada más ser presentados. Claro, ella tenía catorce años y yo diecisiete. Entonces sí había diferencia de edad. Así descargaste sobre mí tu sinceridad, con la frescura y espontaneidad de quien no guarda maldad en su interior. Aquella expresión cayó como un jarro de agua fría sobre esa imagen que todos nos generamos cuando conocemos a alguien por primera vez, e hiciste que no fuera capaz de ver en ti más allá del eco de tu voz.
Con el tiempo, nuestras vidas volvieron a coincidir. El destino, o quién sabe qué, hizo que nos encontráramos de nuevo. A medida que nos íbamos conociendo, me contagiabas de tu energía y vitalidad. De esta manera, el rechazo inicial que sentí nada más conocerte tornó en interés. Tu cercanía era palpable y, pronto, descubrí que se trataba de una persona simpática, alegre, divertida y muy especial. La vida se abre camino, y no alcanzo a discernir cuándo el interés pasó a llamarse atracción, pero pasó. Eras y serás única transmitiendo confianza. Sin darme cuenta vi que tenía ante mí a un ángel y que en tu corazón se guardaba un tesoro de incalculable valor. Cariñosa, amable, sencilla y humilde, tu bondad hizo que la atracción se transformara en amor, amor que defendimos contra viento y marea frente a las vicisitudes que la vida iba colocando a nuestro paso. Con optimismo, trabajo y tesón fuimos venciendo toda adversidad y, finalmente, nuestro amor se condensó en forma de vida: Adrián y Arturo. Yo te comentaba, Chari, si alguna vez nos separamos por circunstancias de nuestro matrimonio, te pido, por favor, que seas mi amiga. Abierta y sociable, atrajiste a multitud de amistades a lo largo de tu vida. Anfitriona incansable, mantuviste esos amigos y los multiplicaste con el baile, abarrotando así nuestros corazones. Luchadora tenaz, peleaste contra la enfermedad sin aparentar esfuerzo. Fuerte, combatiste con desmesura en tus últimos momentos de vida para no marcharte antes de que estuviésemos preparados. “Vovia”, como te llamaba cariñosamente, estoy convencido de que debes hacer mucha falta en otro lugar. Un lugar donde necesiten un ángel alegre, divertido y cariñoso. De no ser así, Dios no te hubiera llamado. Cierto es que me siento agradecido por haber formado parte de tu vida, una vida dedicada a los demás, a hacer más fácil la vida del que te rodeara, una vida de paz, de familia, de amistad y amor, una vida de entrega y sacrificio. Es por ello que prefiero haberte amado y pasar este duelo a no haberte conocido jamás. Dejas huérfanos a mucha gente. Aun así, prefiero pensar que la muerte, lejos de robarnos a nuestros seres queridos, los inmortaliza para siempre a través del recuerdo. En nombre de todos aquellos que te quieren, que han estado a nuestro lado en los duros momentos atravesados, gracias por haber existido. Puedes marchar tranquila: estarás para siempre en nuestros corazones. Te quiero, “vovia”. Por Pedro Luis López Sánchez.

 

Ángel García Fernández de Villanueva del Arzobispo

Empresario al que se le segó la vida
Ya han pasado más de tres años desde que Ángel García Fernández dejara de existir en este mundo. Fue en octubre del año 2009, cuando, víctima de la gripe A, nos abandonó después de estar varios meses aquejado por esa enfermedad. Ángel fue todo un emprendedor y un joven empresario, pues, cuando se marchó, solo tenía 42 años, es decir, tenía toda una vida empresarial por delante. Pero la fatídica gripe A le truncó su vida y llenó de tristeza a su familia directa. En su afán empresarial, decidió montar la empresa Riegosur, a principios del año 2002, dedicada al mantenimiento de comunidades de regantes, suministros para estas, todo tipo de recambios y repuestos, etcétera, que llegó a tener en plantilla a unos diez trabajadores fijos y, en ocasiones, a cerca de una treintena. La empresa no cesaba en crecer por el afán empresarial de Ángel, al que también se le conocía popularmente por “Rufino”. En 2006, decidió dar otro paso atrevido y ampliar su negocio con una nueva nave en el polígono industrial de la Venta Juan Francisco. Aquí, aparte de lo que ya ofrecía al cliente, amplió sus prestaciones con artículos de ferretería en general, ropa y calzado de trabajo, artículos y productos para mantenimiento de piscinas, etcétera. Ahora, Riegosur está comandado por su viuda, Juani Soler, y su hija Vanesa, una joven intrépida que lo maneja a la perfección. Ángel era un emprendedor y una persona muy activa. Destaca también que consiguió crear una peña deportiva del Real Jaén, convirtiéndose en la única peña deportiva del equipo en la comarca de Las Villas. Era un amante del fútbol y muy seguidor del equipo capitalino, a pesar de estar a unos 100 kilómetros. Sus escapadas eran continuas cuando se lo permitía su trabajo. Ahora han pasado más de dos años, pero la figura y el espíritu de Ángel García Fernández están presentes en cada momento, tanto en su empresa como en el recuerdo de sus seres queridos, y tanto Juani como sus dos hijos, Vanesa y Mario, cada día lo tienen presente. Por Juan José Fernández. 

    17 feb 2013 / 09:55 H.