Hasta siempre

Natividad García Pérez
“La vida te arrebató de nuestro lado”

Aunque no lo parezca, ya hace un año que te marchaste de nuestro lado. Este periodo de tiempo se nos ha hecho eterno sin tu compañía. Siempre te hemos tenido presente en todos los momentos, porque ya nada es lo mismo sin ti.

    04 sep 2011 / 11:10 H.

    Echo mucho de menos las risas que echábamos cuando llegaba la feria o la romería e íbamos todos juntos a inaugurar la caseta de los coches de choque o la caseta de los vinillos. Tampoco tenemos esas ganas ni esa alegría que teníamos de que llegara la Navidad para limpiar el almirez y preparar las campanillas que te traías de tu casa para ir a recorrer el pilarillo cantando nuestros villancicos, etcétera.
    Cuando veo las fotos o los vídeos en los que sales, me pongo a pensar y me doy cuenta de lo injusta que es la vida porque te arrebató de nuestro lado sin tener en cuenta la falta que le hacías a tu marido, a tus hijas y a todos nosotros. La verdad es que fue un palo muy grande e inesperado. 
    Aquí te voy a escribir un verso muy bonito que te dedicó tu marido. Espero que desde donde sea lo puedas ver.
    “En el campo nacieron flores, en cualquier rincón margaritas y el día que te conocí nació la flor mas bonita”.
    Te queremos y te echamos mucho de menos, tita. Un besazo muy fuerte. Por tu sobrina Juana Mari.


    ROSARIO MARTíNEZ JIMéNEZ, de Puente de Génave
    “Ni siquiera pudo ver la última fotografía”

    Hay golondrinas a las que no se les deben cortar las alas, personas a las que las dosis de vida no se les deberían de apagar. La vida, en ocasiones, es injusta y nos muestra situaciones difíciles de asimilar. Cuando el entorno familiar gira sobre un eje de tanta consistencia y lo ves caer lentamente, no puedes dejar de pensar que las cosas no deberían de ser así, que no queremos una segunda oportunidad, pero sí poder defendernos de enfermedades crueles, pero el resultado siempre es el mismo: el que se va, pierde y el que se queda, lo añora.
    Rosario Martínez Jiménez nació en Puente de Génave en abril de 1935. Y allí vivió hasta que, como otros muchos, tuvo que salir del pueblo para buscarse la vida. Sin embargo, a pesar de llevar más de 50 años fuera de su pueblo, nunca dejó de recordarlo. El Puente siempre estuvo presente en casa, en la foto de la entrada, que anunciaba a todos los que llegaban a ella que allí vivía una Puenteña. En la foto del comedor, aquella que le pidió una y otra vez a Joaquín que se la regalara. Ella siempre recordaba al Puente.
    Llamaba de vez en cuando a su prima Isabel y lo primero que preguntaba era que qué pasa en el pueblo. Y cuando llevaba más de 5 meses sin “bajar” desde Albacete, siempre le pedía a mi padre que la llevara. Cualquier excusa era buena.
    Y Rosario Martínez Jiménez se enorgullecía cuando alguien reconocía su acento diciendo que era de Jaén. En estos casos, siempre apostillaba: “Llevo muchos años fuera y todavía conservo el acento”.
    De cuando era pequeña, recuerdo cómo nos contaba a mí y a mi hermana sus viajes del Puente a la Parrilla, la aldea de Génave de donde era mi abuela María Vicenta y de cómo hacían dulce de tomate, que siempre terminaban con los granos de café. Nos contaba sus correrías por el puente Viejo, de niña, y sus paseos a las Moreas con mis tías, cuando eran pequeñas, esperando a que mi abuelo José María llegara de las olivas, donde ya descansan sus restos.
    Nos relataba una y otra vez cómo llevaban el pan al horno y nos hablaba de la tienda que tenían después de la guerra y de las matanzas, en las que hacían esas morcillas blancas y el ajo mataero, que tanto le gustaban. También le gustaba recordar cómo se divertían en las verbenas de San Isidro. Mi madre se fue el 19 de mayo de este año. Desde entonces, ya nada es igual en mi casa. Los cuadros del Puente ya no lucen igual. Ni siquiera pudo ver la última fotografía que Joaquín tomó desde su antigua casa, en el río, que ya cuelga en el comedor, aunque ella ya no esté. Por la familia Roldán Martínez.


    ANTONIO DEL COLLADO LEÓN, de Chiclana de Segura
    “Era un padre referente, un marido de libro, un amigo”

    Hay personas que, aun mortales y comandadas por el acontecer, pertenecen al siempre; seres humanos en cuya mirada se advierte —de inmediato y con reverberación vitalicia— la prestancia y el carisma del buen hacer, la cadencia de un porvenir escrito con tinta de oro, con el puño y la letra del sentido común y la nobleza incontenible. Hay personas que inauguran una senda y transparentan el destino de muchos, elegidos que tientan a la mismísima eternidad y se desposan con ella... porque visten las galas y el sorbo infinito de la entrega, porque son esclavos de la dedicación y el batirse constante por un mañana más justo, personas para las que el reloj de los días, el calendario de las estaciones, el susurro de los años y, en definitiva, la vida, jamás deberían ser dimisionarios o dejar de latir.
    Hombre de todos los tiempos, Antonio del Collado León era uno de tales emblemas existenciales, alguien que, con la lógica y el sucederse de los días en un pañuelo, se ganó el amor de los suyos, el cariño de sus allegados, la admiración de muchos y el respeto de todos. Era él un padre referente, un marido de libro, un amigo con mayúsculas, un profesional de subrayados, un ser humano necesario. Sus acciones, palabras y luces enseñaron y revelaron desde la modestia, desde la humildad; sus sombras nunca fueron caprichos, sino lances o circunstancias que a caminos de perfección y superación le impulsaron. Hombre de paz, latido de conciliación, de porte serio y tacto cercano, Antonio del Collado León cultivó la generosidad y teorizó sobre cómo ser, dejando huella, implicándose en el vivir, como arte y reflexión.
    Mi infancia son recuerdos, como diría el poeta, de risas a su vera, de tazas de chocolate espeso, inyecciones imaginarias, festividades en aldea, carreras de sacos, gestos imborrables de alcalde señor y un libro con brujas en portada, cuadernos que me leyó en atardecidas plácidas. Le recuerdo con piel de hogar, traje de faena o “frac” de homenajeado, a mi memoria acude como espejo de nobleza y me invade su compañía, con sus arrugas como versos y su respiración de agasajo… su quedarse a nuestra vera para no partir.
    Homenajes, medallas o reconocimientos, muchos, todos merecidos —alguno quedó en el tintero—, pero, más allá del estallido de palabras de loor y brillantes, su insignia eterna, la concedida por la vida, su valedora —la que se veía sin disimulo y le sobresalía en el pecho— siempre fue la de un corazón a flor de piel. Ya tienes tu avenida, tu nombre la ilumina, Antonio, como autopista hacia el cielo. Descansa en paz. Seguiremos hablando, caballero. Cuida de los que aquí quedamos y recogemos tus frutos. Sigues siendo tú juez versado y visionario, para, como en vida, salvaguardar las lindes y la paz del cielo. Por Julio Ángel Olivares Merino.

     

    Cristóbal Bellido Rivilla, de Lopera
    “Una de las grandes voces del flamenco”

    En Valencia perdió la vida una de las voces más importantes que Lopera ha dado al mundo del flamenco, Cristóbal Bellido Rivilla, conocido en el mundo artístico como “El Niño de Lopera”. Nació el 19 de junio de 1924 y, desde muy pequeño, destacó por su gran voz interpretando a Pepe Marchena.
    Con apenas 18 años, dejó su querida Lopera y se marchó a Madrid y, tras algunos contactos, trabajó en el Teatro Lara con un gran éxito,. También cantó en varias emisoras de radio, como Radio Madrid (Cadena Ser), algo que aún se recuerda en Lopera, pues todo el pueblo lo estuvo escuchando en una radio que había en los Grupos escolares. Durante los años 1950 a 1953, estuvo en un espectáculo, cuya primera figura era su ídolo, Pepe Marchena, y llegó a actuar en el Cine Cervantes de Lopera. Cosechó un gran éxito ante sus paisanos. Con este espectáculo hizo una gira por toda España. Más tarde, formó su propia compañía con el espectáculo “Sortilegio Andaluz 1955”, con un nutrido grupo de artistas.  En 1955, ya instalado en Valencia, obtuvo el carnet de profesional y tuvo unos programas fijos en la radio, uno de ellos, en Radio Valencia. Los compaginó con actuaciones por la zona de Levante, Aragón y Murcia.
    Fue socio honorífico de la Casa de Andalucía en Valencia, donde actuó en multitud de ocasiones, donde era muy querido y admirado. También actuó en los Teatros Ruzafa, Apolo y en Plaza de Toros de Valencia. Su mal estado de salud le fue retirando de los escenarios hasta fallecer en Valencia. Dentro de su repertorio destacaban canciones como “El querer de Lopera” fandanguillo de Manuel Escribe; “Valencia por granaínas” o “Alegrías a Valencia”. Por José Luis Pantoja.


    Tomás Gámez Serrano, de Jaén
    “Los nietos dicen que eres el ángel de la guarda”

    Tomás, esposo mío, quisiera decirte tantas cosas, pero la pena me ahoga. No puedo soportar este vacío que has dejado en nuestra casa.
    Nuestros hijos están sin consuelo, nuestros dos nietos dicen que eres nuestro ángel de la guarda y yo le pido a Dios que me lleve contigo pronto. No puedo estar sin ti después de 39 años y habiendo pasado tanto en la vida, pero siempre juntos y queriéndonos.
    Tomás, cariño, tus hermanas, mis hermanos y todos tus cuñados te echan de menos. Los sobrinos por ambas partes se acuerdan mucho de ti y tus compañeros de trabajo, después de 44 años, dicen que han perdido un buen compañero y a un mejor amigo. Es una satisfacción muy grande escuchar y comprobar cómo te quería todo el mundo que tuvo trato contigo, pero tus hijos, nietos y yo no tenemos consuelo.
    Has sido un maestro ejemplar para tus hijos, por quienes lo diste todo, para quienes siempre estuviste ahí, desde sus primeros pasos a sus últimos tropiezos, siempre tuvieron la gran mano de su padre para asirse y levantarse, pues fuiste su apoyo, su guía, su ejemplo y su modelo a seguir. De ti aprendieron a ser honrados, la virtud del trabajo, a ser buenas personas y a pasar por la vida intentando hacer el bien a la mayor parte de la gente. Ellos están muy orgullosos del magnífico padre que han tenido; jamás hubieran podido tener uno mejor.
    Espero que estés en un sitio privilegiado y que nos ayudes desde el cielo, que es donde mereces estar. Hasta siempre, cariño. Por  tu esposa, tus hijos y nietos.


    Magdalena torregrosa gutiérrez, de Jaén
    “Un año.... Lo que te echamos de menos”

    Cómo empezar después de un año, te recuerdo y espero que tu recuerdo no se me borre nunca. ¿Sabes lo que es escuchar una canción y que me recuerde a ti? Has sido mi gran pérdida. Y te asocio a todo.
    Fuiste buena hasta en tus últimos días, nos dabas la vida a la vez que a ti se te iba.
    Siempre que nos juntamos en familia, sales en conversación. Has sido, sin duda, lo mejor de nuestra vida.
    Los niños te echan mucho de menos. Ya nació el niño de Jesús y es como tú lo habías descrito, muy guapo y con los ojos muy grandes. ¿Ya lo habías visto? No me sorprendería, de ti ya no me sorprendía nada. Lo que habrías disfrutado con él... con lo que te gustaban los niños.
    Espero que ya te hayas encontrado con tu hermana, a la que tanto mencionabas cuando, supuestamente, todos habían ido a visitarte menos ella. Ahora sí te habrá hecho una visita, ¿verdad? Recíbela como se merece, llevabas ya mucho tiempo sin verla.
    Ahora estás con todos tus hermanos, juntos y sin dolores. Pórtate como siempre lo has hecho con ellos, como la hermana mayor que eres.
    Vive tu nueva vida, estoy segura de que nos recibirás a todos en su momento con una buena cafetera calentita.
    La tita Maleni y Juanito están bien. Sabes que ellos son los que, sin duda, te echan más de menos. Cuídalos desde donde estés. Te queremos mucho, abuelilla. Por Rocío de la Torre en nombre de toda la familia.