Hasta siempre
Ana Lendínez Lendínez de Valdepeñas
“No te olvidaré y te tendré presente”
El pasado 7 de junio de 2011, falleció una persona muy querida para mí, Ana Lendínez Lendínez. Siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Por eso, fuiste muy querida entre los tuyos y todo aquel que te conoció.
“No te olvidaré y te tendré presente”
El pasado 7 de junio de 2011, falleció una persona muy querida para mí, Ana Lendínez Lendínez. Siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Por eso, fuiste muy querida entre los tuyos y todo aquel que te conoció.
La conocí ya mayor, pero le tome mucho cariño. Era de Valdepeñas de Jaén y hacía muchos años que residía en Jaén con su hija Mercedes. Todo el mundo que la conoció la quiso, pues era maravillosa. Doy gracias por haberla conocido.
Tu Señor de Chircales. ¡Cuánto lo querías! Ya estás con él, como tantas veces has deseado.
Querida amiga, te voy a echar de menos. Cuántos consejos me dabas y qué buena persona has sido. Te quería y me pregunto: ¿Quién no? Mi querida amiga, siempre has estado dispuesta a ayudar a todo el mundo. Por ello, era muy difícil no quererte.
Has subido al cielo como tantas veces lo pedías. Allí estas al lado del Señor y de todos los tuyos. Algún día nos encontraremos.
No olvides a los que nos quedamos aquí. Tus hijos, nietos, biznietos y demás no te olvidamos. Por eso, te pido que, desde allí, nos ayudes a los que aquí quedamos, sobre todo a tu querida hija Mercedes. Vela por ella y dale fuerzas.
Espero que desde el cielo nos protejas a todos los que te queríamos y, en especial, a tu hija, que es la que más te va a echar de menos.
Ya descansas en paz, ya estás donde querías.
Mi querida amiga, no te olvidaré y siempre te tendré presente.
Va para ti mi cariño más especial.
Por María del Carmen Bailón Bailón.
Brígido romero moreno de Orcera
“Te queremos recordar por ser una gran persona”
A ti, donde estés, te queremos recordar por ser una gran persona. Dabas alegría a todos los que te conocimos. Ofrecías tu amistad sin mirar nada.
Brígido, el pasado día 20 de mayo, te fuiste de nosotros. No lo esperábamos. Aparentemente, nunca demostraste dolencia alguna. Al contrario, manifestabas siempre buen humor. Solo se te veía triste o preocupado cuando tenías algún problema con el audífono.
Hoy te queremos recordar como una buena persona. Amable, simpático y amigo de tus amigos. Defensor de tu hogar, siempre pendiente de Rosi, tu mujer. Han pasado varios domingos desde que no estás con nosotros y, en casa de Antonio (Bar 68), todos los que te conocíamos nos acordamos mucho de ti. Nunca te faltaba ese buen humor que tenías para amenizar una reunión de amigos. Nunca te faltaba el chiste de la ocasión o del momento en esos días antes de Navidad en que cantábamos esos villancicos y Rosi cantaba alguna canción. Era todo sano. ¡Qué bien nos lo pasábamos!
Siempre estabas pendiente de Rosi para que no le faltara, ya que ella también está algo delicada. Sufrías por su enfermedad y, algunas veces, te sentías impotente por no poder ayudarla mucho más. Pero, al final, ella se ha quedado huérfana de ti.
Brígido, cuando te dábamos bromas, tú las admitías de buen grado. Nunca te enfadabas, al contrario, siempre tenías un chiste para el momento. Lo pasábamos muy bien, tanto es así que decías: “El domingo que no voy a casa de Antonio es como si me faltara algo”. Después, nos íbamos los cuatros a casa de José Antonio, donde también pasábamos un buen rato. Nosotros —Antonio y Pepi, por la parte que nos corresponde por nuestra amistad— también te echamos de menos.
Brígido, te recordamos todos los amigos de donde solíamos ir y algunos se han sorprendido al enterarse de tu gran pérdida. Estés donde estés, pide por nosotros.
Por Antonio Pérez Martínez.
Esperanza Quesada de Jaén
“Alegre, optimista y con afán de superación”
Esperanza Quesada fue alumna del colegio Guadalimar desde su más tierna infancia. Su padre la traía en brazos a la clase de maternal. Era una niña muy alegre y optimista y, ante cualquier dificultad, demostraba su afán de superación. En su etapa de aprender a leer y escribir, ponía todo su empeño en esforzarse, para hacerlo bien. No decaía ante sus errores, reintentándolo una y otra vez. Siempre se marcaba un nivel de exigencia elevado.
En su adolescencia, era muy presumida y coqueta; le gustaba arreglarse. Además, agradecía cualquier ayuda y sabía templar, cuando era necesario, su carácter adolescente. En segundo de ESO, recibió un trasplante de corazón. A pesar de esta intervención, no quería ser excepción en ninguna asignatura de las que cursaba en el colegio. No solo acudía puntual a clase, con igual ritmo y exigencia que el resto, sino que, el día que había Educación Física, se ponía su chándal y hacía deporte como las demás. En verano realizó, junto a un grupo de amigas, un voluntariado a la cuidad de Fátima, en una residencia de disminuidos físicos y síquicos. Allí descubrió su vocación profesional de enfermería, para ayudar a todos los que sufren. Cuando llegó a segundo de Bachillerato, su objetivo era tener “buenas notas” y así poder estudiar Enfermería. En este curso, estuvo muy ilusionada porque veía el mundo universitario muy próximo. Conociendo a Esperanza, seguro que ella hace suyas estas palabras de San Agustín: “Nunca lloréis por mí, nunca os deprimáis pensando en mí, nunca penséis que no me dijisteis a tiempo te quiero. Solo quiero que me tengáis presente en vuestro corazón. Será la única manera de estar viva eternamente”.
Por el Colegio Guadalimar.
José González garcía de Jaén
Un universitario comprometido
Conocí a Pepe González pocos días después de mi nombramiento como presidente de la Comisión Gestora de la Universidad de Jaén. Yo sabía que nuestra joven Universidad necesitaría una persona versada en Derecho como secretario general para poder iniciar su andadura con suficientes garantías legales. En esos días, se estaba celebrando la oposición para la Cátedra de Derecho Civil de la Universidad de Jaén, que había sido convocada por la Universidad de Granada.
Finalizada la oposición, llamé a mi despacho al profesor que había obtenido dicha plaza, que no era otro que José González. No necesité ni diez minutos para darme cuenta de que era la persona que necesitaba nuestra Universidad en esos momentos.
Sin mediar palabra, le dije que le iba a nombrar secretario general de la Universidad. Él suponía que iba a tomar posesión y se encontró con algo inesperado. No se cortó. Solo dijo que carecía de experiencia en gestión universitaria y que no sabía si sería la persona más idónea. Su sinceridad me reafirmó en mi idea y le dije que no se preocupara, que aprenderíamos los dos a la vez, consciente de que ese ligero empujoncito haría que se dedicara en cuerpo y alma a poner los cimientos de nuestros inicios como Universidad, pues sabía, por experiencia propia, que, tras unas oposiciones a cátedra, vienen unos meses de cierto relajo que, en este caso, serían esenciales para que transfiriera sus profundos y trabajados conocimientos del Derecho a nuestra joven Institución.
Como intuí desde el principio, Pepe no falló. Sacrificó amigos, trabajo, familia…, y sueño, pero logró poner los cimientos sobre los que todavía se asientan las diferentes normativas y reglamentos de la Universidad de Jaén. La Selectividad también fue a parar a sus manos y, desde entonces, comenzó a elaborar una normativa general que sirviera para nosotros, y para el conjunto de todas las universidades andaluzas, que aún está vigente, y que, posteriormente, generalizó a las pruebas de mayores de 25 años.
Durante esos primeros años, no podía evitar su amor por la docencia y la formación de los alumnos. Inculcado por su maestro, Bernardo Moreno, y, desde esa faceta, implicó a los alumnos de la Comisión Gestora primero, y de la junta de gobierno después, a que elaboraran los borradores de las diferentes normativas para discutirlas posteriormente con él antes de llevarlos a esos órganos colegiados para su aprobación. Los alumnos aprendieron de su propia mano el Derecho desde un punto de vista real, práctico e integral, que les ha servido en su vida profesional y, todos ellos, mantienen lazos muy estrechos con la Universidad de Jaén.
En todo ese tiempo fue reuniendo en su entorno un grupo de personas a las que transmitía ilusión, generosidad, dedicación, entrega y que llegaron a ser una piña siempre dispuesta a trabajar por la Universidad de Jaén sin esperar nada a cambio, y no solo en el área de su competencia.
Consolidadas las estructuras de la Universidad de Jaén, se le encomendó la tarea de recoger en un Vicerrectorado todos los aspectos del alumnado, desde antes de ingresar a la Universidad de Jaén hasta su salida de la misma. Nuevamente nos sorprendió con numerosas iniciativas que hicieron que nuestra Universidad tomara una orientación que nos diferenciara de las de nuestro entorno. Se incrementaron las prácticas en empresa de una manera muy significativa; se generalizó la internacionalización del alumnado, se iniciaron los programas de generación de empresas y de empleo, etcétera.
Durante esta segunda parte de su trabajo supo ganarse el aprecio y la consideración de todas las asociaciones de estudiantes, que veían en él y su equipo, más que a un vicerrector, a un amigo que les orientaba y guiaba, y no solo en sus estudios.
Pepe ha sido una persona fundamental en el devenir de estos primeros años de nuestra Universidad. Su trabajo, su esfuerzo, permanece en las innumerables normativas que ha elaborado, no solo para nosotros, sino, también, para todo el Sistema Universitario Andaluz. Yo lo aprecio profundamente y le estaré eternamente agradecido por su compromiso con nuestra Institución, por su generosidad y su lealtad con los distintos equipos de gobierno en que ha participado, desde los inicios de la andadura de la Universidad de nuestra provincia.
Por Luis Parras Guijosa.
A mi amigo del alma
La muerte de Pepe González me deja esa pena seca que ya siempre habitará en mi corazón. Esa es la verdad. Pero no quiero emprender el camino del lamento, porque el llanto excesivo es un hábito miserable. Además, él no se lo merece. Una vida tan plena, tan hecha, tan llena de vidas, no debe ser coronada con solo las lágrimas. Serenamente, sin énfasis, con la normalidad que él hubiera querido, digo el privilegio que fue tenerle como amigo y la fortuna inmensa de haber disfrutado su compañía y haber participado en su vida. Todo esto se eleva sobre su muerte y forma parte de lo que, para muchos y para mí, no morirá nunca.
No se sabe si el recuerdo se refiere a aquello que se ha perdido o a aquello que se conserva para siempre. Prefiero pensar que el recuerdo no es mero inventario frío, sino íntimo patrimonio vital que hace que las cosas transiten otra vez por el corazón. Sin esfuerzo de ninguna clase, la memoria de Pepe estará para siempre en el corazón de muchos y es posible que todavía no podamos darnos cuenta del todo, de lo mucho que de su vida quedará para siempre en las nuestras. Por eso, estas palabras no son ocasional elogio, ni oportuna y emotiva condolencia. Quiero que sean un acto de gratitud a mi amigo del alma por haberme situado en el hermoso lugar de su amistad. Muy difícilmente hallaré persona más integra, hombre más entero, compañero más incondicional y ser más entrañable.
El recuerdo de Pepe, su memoria, no representará nunca en mi vida el registro muerto de lo que se ha perdido, sino el caudal de bondad, inteligencia, humanidad y honradez que él fue y que será siempre, porque su huella es tangible en Carmen, en Mamen, en José, en Mariano, en Ana, en Domingo, en Macario, en José Manuel, en Emilio, en Carmen Villanueva, en Ramón Herrera, en Javier Sánchez Calero, en la memoria querida de Bernardo Moreno, en su pequeña nieta que lo llenó de ternura y en tantos... Su mujer, sus hijos, su nieta, sus compañeros, sus amigos. Los nombrados y los muchos que quedan por nombrar. No, Pepe no dejará en mí el hábito miserable del llanto, sino la luz de su vida y la conciencia paulatina y constante de la suerte de haberle llamado amigo y de haber gozado de la bendición de su amistad.
Por Enrique Quiñonero Cervantes, catedrático de Derecho Civil y magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Murcia.