Hasta siempre
Ángel Castillo Delgado de Jaén
“No estás aquí ahora que tanta falta nos hacíamos”
Querido Ángel, dos años sin ti. Qué duro es. Te fuiste muy pronto. Este año ha sido bastante difícil. Estoy de salud regular. Seguimos trabajando muy duro en el Mesón Alameda. Tus hijos me ayudan mucho, me cuidan ahora que tú no estás. Tu siempre decías que estarías a mi lado para todo.
“No estás aquí ahora que tanta falta nos hacíamos”
Querido Ángel, dos años sin ti. Qué duro es. Te fuiste muy pronto. Este año ha sido bastante difícil. Estoy de salud regular. Seguimos trabajando muy duro en el Mesón Alameda. Tus hijos me ayudan mucho, me cuidan ahora que tú no estás. Tu siempre decías que estarías a mi lado para todo.
Este año se han ido allí arriba contigo mucha gente querida: tío Anselmo, tía Pili, prima Loli y tus queridos amigos Pablo, Luisma, Rodri, tu consuegro Antonio Antón... Qué pena.
Tus nietos están preciosos. Álvaro ya tiene seis años y recuerda mucho a su abu Ángel, lo adoraba. Azahara ya tiene dos años y es una muñequita, cómo disfrutarías de verla. Lucía tiene un año y es preciosa; no se puede ser más guapa. A ella no llegaste a conocerla. Cuando sea mayor, le hablaremos de su abu Ángel.
Aquí estamos en crisis, pero yo noto tu mano que me ayuda, mi ángel de la guarda me ayuda en los momentos regulares y los no tan buenos. Le pido a Dios todos los días que me dé fuerzas.
Me quejo de la soledad. No estás aquí ahora que tanta falta nos hacíamos, después de tantos años luchando por sacar la familia adelante, pero es que la vida nos ha hecho una faena y muy mala. Este año, cuando pase Jesús por casa, tampoco estarás. Bueno, estarás en nuestros corazones.
Tus hijos Ángel, Eduardo y Montse son lo mejor de nuestras vidas. Ayúdanos desde arriba, en el cielo sé que se está muy bien, pero aquí es muy duro vivir sin ti. Y ya son dos años. Te quiero, Rosa.
Por Rosa Ruiz García.
Juana Pilar Losa Torralba de Villa del Río
“Se desvivía por el bienestar de su familia”
El pasado día 30 de marzo nos dejaba, a los 89 años, Juana Pilar Losa Torralba, que, aunque nació en Villa del Río, se sentía loperana por los cuatro costados y no pasa ni un sólo día sin que sea recordada por sus familiares y amigos, pues, ante todo, era una mujer muy entrañable que se desvivía por el bienestar de su familia. Juana fue la segunda de dos hermanas (Clara y Juana Pilar) y sus padres se llamaban Antonio Losa y Ana Torralba.
Debido a la profesión de su padre, secretario judicial, su infancia y su juventud transcurrieron en varios pueblos cordobeses —Cardeña, Adamuz y Villanueva de Córdoba— hasta que recaló en su querida Lopera. Los tres años que duró la Guerra Civil Española los pasó en el municipio loperano con su familia, concretamente, en casa de sus tías las Miguelicas, ubicadas en la calle Real. Ellas tenían en el sótano de su casa un lagar y, allí, se refugiaban cada vez que cañoneaban Lopera. De hecho, a diario, acudía el coronel del bando nacional Sánchez Gómez para ver cómo se encontraban.
El 24 de junio de 1944, Juana Pilar Losa Torralba contrajo matrimonio con un joven loperano, Ricardo Rodríguez Latorre, y fruto de su matrimonio nacieron cuatro hijos, Cecilio (Sesi), Antonio (Nono), María Esperanza (Chancha) y Ricardo (Lalo). El día 4 de marzo del año 2001, falleció su marido Ricardo y Juana Pilar se trasladó a vivir con su hija a Hoyo de Manzanares, provincia de Madrid, residencia de esta última, pero no faltó un solo verano en el que no hiciese el correspondiente viaje para estar en su querida Lopera, siempre lo hacía coincidir con los Cristos. En el marco de sus aficiones, le gustaba la lectura, el fútbol —era seguidora del Real Madrid— y, ante todo, fue muy devota de Santa Ángela de la Cruz y de su Cristo del Humilladero, pues todos los años disfrutaba de ver a sus hijos y nietos con las bandas del Cristo y sus escopetas.
Su imagen sentada en su mecedora en la puerta de su casa, en la calle Vicente Rey, era todo un símbolo para el vecindario, que tenía una parada obligada para saludar a la buena de Juana Pilar, a la que le encantaba parar a los niños para decirles cosas y, también, charlar con sus amigas. Entre ellas, estaban sus vecinas Segunda de la Torre, Margarita y Ana Vallejo, Enriqueta Bellido, Teresa Alcalá, etcétera. Fue una gran colaboradora del cronista oficial en la elaboración del libro “La XIV Brigada Internacional en Andalucía. La tragedia de Villa del Río y la Batalla de Lopera”, ya que tenía una prodigiosa memoria. No tenía nada suyo, todo lo compartía y les enseñó a sus hijos a tratar a todas las personas con el mismo respeto. Conoció en vida a sus diez nietos (Enrique, Ricardo, Antonio, Marta, Ricardo, José, Juan, Pepa, Ana y Cecilio) y tres biznietos, Alejandro, Francisco José y Anna María, con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue una mujer muy querida y respetada en el pueblo, ya que siempre tenía una palabra cariñosa para todos con su gracioso seseo cordobés y su profunda mirada. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes. Se nos ha marchado dejando un recuerdo imborrable ¡Descanse en paz!
Por José Luis Pantoja.
ANA SERENA LLORI de Andújar
“Una sencilla mujer”
En estos días de primavera, cuando en Andújar se mezcla el olor de la cera con el del clavel, cuando la vida recobra un sentido de fiesta con costaleros y caballos en sus calles, se nos ha ido Ana Serena Llori, una sencilla mujer.
Ana había nacido un 14 de febrero de 1920, en Andújar, en aquellos años cruciales de nuestra historia, cuando la monarquía de Alfonso XIII mostraba su ineficacia, propiciando la venida de la dictadura de Primo de Rivera. Este tiempo lo vivió Ana de niña en torno al barrio de San Bartolomé, en donde fue a la escuela y aprendió a leer, a escribir y a saber las nociones más elementales para la vida. Pasó la adolescencia con la República y, la juventud, con la Guerra Civil, una época que marcó toda una vida como a tantas generaciones de españoles. Tras la contienda, empezó a trabajar y formó una familia con Agustín Minaya Gómez. El matrimonio tuvo dos hijos, Pepa y Antonio, aunque la pareja quedó rota por la muerte inoportuna de Agustín. El tiempo se hizo más duro. Ana trabajó en el barrero, en el antiguo Barrero. Se dedicó a clasificar y seleccionar las piezas de barro cocidas. En 1966, su hija Pepa se casó con Manolín Gómez, sobrino de Manuel Gavilán, que es el dueño del Restaurante Madrid-Sevilla. Así, tío y sobrino trabajaron unidos en aquella cocina recordada y añorada, que prestigió la gastronomía de Andújar y el sentido barero que marcó a nuestra ciudad. Cuando en 1970 Manolín y Pepa se hicieron cargo del Madrid-Sevilla, Ana estaba perfectamente metida en el trabajo de pinche y ayudaba en la cocina a su hija y a su yerno. Ana fue partícipe de aquellos momentos gloriosos del “Madrid-Sevilla”, que tuvo como comensales a toreros, artistas, empresarios y políticos. Es el tiempo en que, como abuela, engrandece su sentido, ya que se responsabilizó de sus nietos Luis Miguel, Maripaz, Manolo y Mariana. Era para ellos su segunda madre. Ana en total tuvo ocho nietos y 4 biznietos. Y, entre sus aficiones, destacaron el cine, la Sierra de Andújar y el trabajo para los suyos.
Mujer de una gran discreción, tenía una sonrisa para cualquier momento, algo que dejaba ver su lado optimista. Trabajar y trabajar hasta que el corazón le dictó descanso, quedando en su piso de la calle del Hoyo, para, desde su balcón, contar las horas y los días viendo el altozano de la Virgen del Consuelo. Así, hasta el pasado 9 de abril, que se nos fue con algo más de noventa años vividos y dejando como recuerdo su gran sencillez y su humanidad.
Por Juan Vicente Córcoles.
Amalia Gimeno Payá de Martos
A doña Amalia
Te recuerdo por tu generosidad, tu humanidad, el cariño que tanto tu hermana como tú pusisteis en esa niña de 11 años huérfana y a la que distéis una educación y unos estudios que, de otra forma, no hubiese podido tener; a la que generosamente alimentasteis e hicisteis pasar muchos momentos felices.
No es que mi madre no fuese una sacrificada y abnegada persona, solo que ella no podía hacer más. Y vosotras suplisteis con creces mis carencias. Gastasteis mucho dinero para darme una carrera. Os he querido a la par que a mi madre y jamás olvidaré lo que hicisteis por mí.
Sé que en tus últimos años en Torremolinos fuiste feliz con tu capilla para visitar al Santísimo y oír misa diaria, con tu jardín y tus vistas al mar, tu balcón lleno de macetas y esas monjas que tan bien te han cuidado, lo que tú te merecías.
Toda mi familia ha disfrutado del talante y la formación que me disteis. Mi esposo también os quería mucho y vosotras a él. Te gustaba mucho contar chistes y narrar anécdotas muy jugosas.
Gracias, muchas gracias, por el cariño de toda vuestra familia. Me hicisteis mujer en un ambiente cristiano, generoso y solidario, lo que mis padres querían para mí. Por lo tanto, estoy segura de que, allá arriba, ellos ya os habrán dado las gracias. En compañía de mis padres, seguid pidiendo por mi familia. Recuerdo que, cuando íbamos a visitarte, un día me dijiste: “Yo rezo por vosotros diciendo Sagrado Corazón de Jesús os confío a los Gutiérrez”.
Un compañero del colegio donde estuviste hasta tu jubilación me ha dicho que escriba que fuiste una persona muy humana, muy cariñosa y que ayudaste mucho en La Magdalena. Descansad en paz, almas generosas, yo no os olvidaré nunca.
Por Ana Ramírez.
JOSÉ RÍOS CRUZ de Jaén
“Es inútil decir que todo será igual sin ti”
Cada hijo dice siempre que su padre es el mejor, pero tú, en cambio, superabas a todos los padres del mundo.
Te fuiste hace apenas un año y aun así sigo teniéndote presente cada día. Me demostraste y enseñaste todas las obligaciones que tiene un padre con sus hijos y llevé a cabo cada cosa que me mostrabas para que fuese la persona que soy hoy.
Nunca somos lo suficientemente valientes para admitir cuánto queremos a una persona cercana, como a un padre, una madre, un hermano; en cambio, sé que, pese a no demostrarlo, a mi manera es algo que sabías continuamente.
Quizás, a día de hoy, te has perdido todos los acontecimientos importantes que siempre te hacían tan feliz y esos que a tu familia, hijos y mujer le encantaban compartir contigo.
Podemos aprender a valorar, a sentir el cariño de quien quiere dar la vida por nosotros, quien siempre intentaba dar todo... Y, así fue, tu vida se terminaba un día inesperado de primavera, un día en el que se apagaron miles de luces.
Ahí empecé a pensar por qué, a mi corta edad, tenía que irse una de las personas más importantes para mí. Me prometiste que serías tú el que pasaría conmigo la vida entera y ya, sin tu luz, me quedo con recuerdos, con infinitos recuerdos que, cada noche, duermen conmigo y no me dejan nunca sola para ser la persona tan fuerte que querías que fuera.
Eres la clase de persona que todo el mundo querría ser por más defectos que pudieses tener. Ya sabemos que nadie es perfecto. Por este motivo, siempre te perdonábamos tus imperfecciones tan “comunes”, como a cualquier otra persona.
De los errores, los fallos y las caídas se aprende. Eso decías y así es. Quizás había caídas tan fuertes que nos obligaban a permanecer en el suelo mucho tiempo, pero, al mismo tiempo, gracias a ti, levantarnos era mucho mas fácil.
Es curioso ver cómo todo cambia; es inútil decir que todo tiene que ser igual ahora sin ti. Sé que todo no permanece eternamente, pero considero que todavía quedaba ese hueco el cual habías logrado tú. Poca gente es consciente de eso ahora.
Somos dueños de nuestro destino y cada pasito que damos es y será la consecuencia de él.
¡Nada sucede porque sí! Si tú no diste el paso y te encontraste con aquello “tan estupendo y fenomenal” es porque otro “alguien” lo puso ahí.
Y si te sorprendió el destino con ese contratiempo que no esperabas, ¡recapacita!, ¡piensa!.. “Pasabas por ahí”.
Recuerda: “Son tus pasos, tu hacer diario, tus formas, tus costumbres... lo que hacen de ti... La manera de vivir. De tu vivir”.
Así que solo me queda decirte, que tu niña pequeña, la cocinera de tus ojos, te quiere y te querrá siempre, porque ya sabes que nadie ocupará el lugar que dejaste dentro de mi corazón.
Por Charo Ríos Lechuga.
Antonio Galián Ruiz de Jaén
“Cómo expresar tantísimos recuerdos”
“Hermano Antonio”. Hoy quiero dedicar este recuerdo a mi cuñado “Bigotes”, que, el pasado mes de marzo, el día 15, nos dejó a los 62 años. Cómo se puede expresar en tan pocas palabras tantísimos recuerdos que me vienen ahora a la mente; seguro que me quedaría corto. Son tantas cosas buenas las que hemos pasado juntos que la tristeza me borra la memoria.
Es difícil expresar los sentimientos por el vacío que nos has dejado con tu marcha tan inesperada como dolorosa... Ahora que era cuando mejor estabas de tu enfermedad. Tú que siempre le ganabas la partida, ahora que era para mejorar, todo se viene abajo. Se nos hace difícil comprender por qué te has ido. Y no pasa un día en el que no nos acordemos de ti. Hermano Antonio, cómo te gustaba rodearte de la familia porque, para ti, la familia era lo más grande y si alguno de nosotros necesitaba algo, tú siempre estabas ahí el primero para lo que necesitara. Disfrutabas preparando las cervezas y las tapas para ver ganar a tu Barcelona y cómo sufrías con el Real Jaén de tu alma (socio número 10).
Hermano Antonio, con tu marcha dejas viuda y huérfanos, pero, en cierta medida, nos dejas huérfanos a todos los que te queríamos y te respetábamos porque, para nosotros, eras el centro de todas las reuniones, el “patriarca”.
Siempre te gustaba tener a la familia cerca de ti. Cómo disfrutabas con ellos y tus bromas conseguían que los encuentros fueran lo más amenas y divertidas posible. Te fuiste en paz y con Dios. Por eso, sabemos que tendrás un lugar privilegiado en el cielo junto a tu hija Mercedes. Adiós, hermano Antonio, siempre te tendremos en nuestros corazones.
Por Pedro Marín Cano.