Hasta siempre

Concepción fernández crisóstomo de Jaén
“El rastro generoso de tu vida perdurará”

En nombre de la Asociación de Enfermos de Artritis Reumatoide (Ajear) queremos hacer llegar nuestro más sincero agradecimiento a la doctora María Concepción Fernández Crisóstomo, reumatóloga del Complejo Hospitalario Ciudad de Jaén.

    06 feb 2011 / 11:13 H.

    Dedicó su vida a mejorar la de los demás. Con su preparación, tesón y empeño, luchó para intentar aliviar el dolor y sufrimiento de los enfermos que a ella acudían, sin importar la hora ni el día. Sembró esperanza y felicidad casi sin darse cuenta y se ganó un rinconcito en nuestros corazones, pues detrás de su carácter y fortaleza, tenía también una gran nobleza y dulzura y se entregaba por entero a su profesión y familia, esa era su vida.
    Amiga, el rastro generoso de tu vida perdurará eternamente, también tus conocimientos y sabiduría, que con esmero y amor has entregado y transmitido a un miembro de tu familia. Seguirás viva en el corazón de los que te hemos conocido, porque las personas buenas no mueren nunca, viven eternamente en el bien que dejan tras de sí.
    Somos muchos los que damos las gracias a Dios por haberte conocido, gracias por habernos ayudado y por haber sido así de natural y espontánea. Gracias por haber dado tanto. Gracias. Por Teresa Torres y Luisa Díaz en nombre de Ajear.

    Francisca Domínguez García de Tucumán (Argentina)
    “Una mujer rotunda, nuestra madre”

    En honor y reconocimiento a Francisca Domínguez García por tu coraje, tu honestidad, tu gran carácter, tu religiosidad, tu solidaridad. Fuiste una trabajadora incansable.
    Cómo plasmar en tan pocas líneas tanta vida. Corría el año 1916 cuando naciste en Tucumán (Argentina), algo coyuntural, ya que tus padres eran españoles. Tu madre, de Segovia, y tu padre de Villardompardo. Como emigrantes allí se conocieron, se casaron y tuvieron su primera hija, “tú”; después vendrían cuatro hijas más y dos hijos. Ya en Villardompardo, “El Villar”, se establecieron. Tus padres pusieron un negocio de comestibles y, de esta manera, os ganabais la vida. Así pasó tu niñez, llegaste a la adolescencia y aunque ayudando a tus padres en la tienda y en las tareas de la casa, también tuviste tiempo de ir a la escuela para aprender a leer y a escribir, que, por aquel entonces, ya era un triunfo.
    En plena juventud, viviste la II República y la Guerra Civil con todo lo que eso significa: horror, sufrimiento, miedo, etcétera. Tú eras una mujer fuerte, defensora de los tuyos, capaz de enfrentarte a quien intentara hacerles daño con esa energía y carácter que siempre te ha caracterizado. Recuerdo cuando nos contabas algunos episodios de tantos que te habían ocurrido. Uno de ellos fue cuando un grupo de hombres —da igual del color que fuesen— se acercaron a ti y a tus hermanas y uno de ellos te dijo: “¡Quítate ese abrigo que llevas puesto y me lo das!” Y tú, con esa energía tan tuya, le dijiste: “¡Si eres maricón quítamelo, pero si no lo eres ¿para qué lo quieres?”.
    Te hicieron jefa de auxilio social. ¡Cómo supieron elegir! Allí no había quién metiera mano, no te dejaste chantajear.
    Te casaste con un buen hombre, honrado, trabajador, querido y respetado por todos. Nos dejó hace dieciséis años. Querías tanto a tu pueblo, a sus gentes, que a ti también te querían. Cuando te necesitaban, allí estabas tú, lo mismo haciendo una matanza, magdalenas y esas tortas de manteca que tanto nos gustaban, que poniendo inyecciones o arreglando  hernias o quebrancías a los niños, ya que tu gran amigo, don Miguel (médico del pueblo) decía: “Eso, Francisca, que lo hace mejor que yo”. Y, así, un sinfín de cosas.
    Cuando nos vinimos a Jaén, nos costó arrancarte del pueblo. Nos acordamos de cuando madrugabas para estar en la estación de autobuses para cuando llegara la “viajera” estar allí, ver a tus paisanos y ofrecerles tu casa y tu ayuda. Son detalles que te honran, como cuando papá estaba ingresado y te queríamos relevar. Tú siempre nos decías: “Vosotros a cuidar de vuestros hijos y maridos y yo con el mío”. O como cuando papá falleció, que estuviste un tiempo con cada hija e hijo, con todos te gustaba estar y nunca llevaste ni trajiste comentarios que pudieran poner en peligro la armonía de tus hijos.
    Luego caíste, se te rompió la cadera (o al contrario), fue cerca de los 90 años, ya no volviste a andar. ¡Cómo has debido sufrir! Pero con qué dignidad has llevado estos últimos años. Casi nunca te quejabas, nos hacías sentar en tus rodillas. Una y mil veces te decíamos que te íbamos a hacer daño, pero nos decías que nosotras nunca te podíamos hacer daño. ¡Cuánto nos querías! La memoria te fallaba, pero tú percibías nuestro cariño. Cómo nos gustaba pasar las tardes contigo, irnos a la cafetería, a los jardines a pasear, a la biblioteca con las compañeras y amigas —porque tu simpatía y ocurrencias nos han hecho reír— y a la pequeña capilla donde rezábamos, porque nunca se te olvidó rezar. También nos gustaba apoyarnos en tu pecho y sentir los cincuenta mil besos que nos dábamos, ¡cómo lo echaremos de menos, cuánto te queremos! Te fuiste sin hacer ruido, tranquila y dormida cuando un coro de ángeles tocaba a maitines.
    Gracias a la residencia de mayores Santa Teresa y a todo su personal por haber cuidado de nuestra madre y hacernos sentir como en casa. Gracias a su directora Juana por su saber hacer de una forma entrañable y cercana. No os canséis de hacer el bien, gracias.
    Esta es, a grandes rasgos, la vida de Francisca Domínguez García, una mujer rotunda, sencillamente nuestra madre.
    Por tus hijos.

    Francisco Salas Guzmán de Jaén
    “Te mando todos los besos y abrazos”

    ¡Hola, Paquito! Quiero dedicarte estas palabras para despedirme de ti, pero no físicamente porque tú estás y estarás siempre en mi corazón. Te he querido, te quiero y te querré siempre como mi abuelo. ¿Te acuerdas cuando decías que yo era para ti como una hija? A mí eso me llenaba de satisfacción y alegría porque, aunque no soy de la familia, tú siempre me consideraste como tal y yo te llamaba abuelo porque, para mí, lo eras.
    Como persona, te valoro y te pongo un diez. Eras bueno, noble, todo estaba siempre bien y nunca te quejabas de nada. Te gustaba contarme todas tus anécdotas de tu juventud y de tu vida en general y, siempre, tenías a tu Antonia presente.
    Caíste enfermo y yo sufrí porque veía cómo te apagabas, pero quiero que, desde allí arriba, escuches mis palabras, mis pensamientos y sepas, aunque sé que ya lo sabes, que te quiero, que pienso en ti y son todo bonitos recuerdos.
    La mayoría de los días, cuando me iba, me decías que me querías mucho, que tenía que estar contigo y a mí me gustaba que me lo dijeras porque tú te merecías que te quisieran.
    Te mando muchos besos y abrazos y todo el cariño que tú me diste, porque eras un encanto y un amor con todo el que te rodeaba.
    Espero que, desde allí arriba, leas esto escrito de corazón y con todo mi cariño.
    Por tu Rosa. Rosa María Gómez Muela.

    Antonio Algar Ruiz de Beas de Segura
    “Un hombre de récord se marchó para siempre”

    Antonio Algar Ruiz, nacido en lo más alto de la Sierra de Segura, en el término municipal de Santiago-Pontones. Desde este lugar caminó hasta Beas de Segura, donde, durante muchas décadas, fue el jefe inspector de la Policía Local. Sufrió un accidente apagando un fuego que le dejó secuelas y tuvo que jubilarse. Hasta aquí una vista rápida escrita de su vida, que compartió con María, su mujer, sus tres hijos e hija. Me hubiera gustado despedirle, pero, tan rápida fue su última aparición camino del camposanto, como tan elevada fue su particular personalidad en  su pueblo adoptivo de Beas de Segura. Antonio Algar acumuló cientos de historias ocurridas en el desarrollo de su labor profesional; me contó muchas. Eran otros tiempos, donde a poco que te metiera miedo, cantabas quien había jugado con la pelota en el parque. Antonio no tuvo coche, ni carné de conducir, pero siempre estaba en los lugares a la hora indicada. Amigo de mi padre Francisco, de Adolfo, Antonio, Ignacio, Manuel y de tantos que conformaron leyendas en las tardes de pesca camino de ríos o del pantano del Guadalmena. Una tarde en este pantano, le acompañé a pescar junto a su amigo Paco. Cuando llegamos al embarcadero, Gil nos acercó en barca a una cola, allí nos dejó y comenzó la pesca. Yo era el encargado del palo, por aquello de que el lucio tenía muchos dientes. Y se hizo de noche, un poco de fuego para que nos localizase Gil a la vuelta. Otras tardes, fueron de fútbol; en la calle López Navarrete, le recogíamos para ir a ver el Beas o trasladarnos a los pueblos limítrofes. Podría contar muchas anécdotas, pero, sobre todo, una: siempre respondía a la menor insinuación de su apodo. Antonio Algar dedicó también otra parte de su vida a la política bajo las siglas del Partido Popular. Vivió una etapa de concejal. Su tiempo libre hacía que pudiera dedicar buena parte del día a sus vecinos, en la casa, el Ayuntamiento, que tantos años ocupó como máximo responsable de la Policía en años donde eran renombrados agentes  Isidro, Gabino, Tomás, Antonio y alguno más. Y siempre que te juntabas con Antonio Algar, la sonrisa estaba presente, amigo de los chistes, de las bromas y, también, del callado sufrimiento, que tenía por bandera cuando algo no le marchaba bien. Hoy Antonio viene al recuerdo con una foto de las tantas con las que ocupó en este Diario JAEN, con el que siempre mantuvo un vínculo diario en su lectura. Y era protagonista porque llegó con su colección de llaveros a estar en el Libro Guiness de los Récords, más de 28.000 llaveros cuidadosamente colocados en su casa. Causaba impresión: de plástico, de oro, de cue- ro, recuerdos, algunos verdaderamente de historia y hasta Fraga o Landelino Lavilla, en su época, le enviaron un llavero, otro en la inauguración de Canal Sur TV. Cambiar los repes era una tarea fácil, era capaz de saber si lo tenía o no de entre los miles de su exposición. Fueron muchos los vecinos y visitantes que pasaron por su casa para ver una colección de la que estaba muy orgulloso y que comenzó después de visitar a un médico en Linares y ver una pequeña colección que tenía. Amigo Antonio, la salud te ha jugado una mala pasada, pero los amigos y el cariño que te profesamos, ese está intacto. Allá, en un lugar celestial, verás como tu recuerdo siempre estará presente. Ahora María, Julián, Sebastián, Juani y Antonio velan porque tu nombre y legajo se haga un hueco en la historia. Me quedo con la llamada que te hice a Sorihuela del Guadalimar, con tus palabras y cariño y con algo que compartimos juntos. Cuando el Santo San Marcos se acerque, este año volverás a lucir como en tus mejores tardes de amistad. Allí estaremos para volver a recordarte. Adiós “Ajoharina”, y no me contestes, que, esta vez, como siempre, va con cariño. Por Francisco Juan Torres.

    Ismael Medina Cruz de Cuenca
    “Me voy en paz con la vida, pues las alegrías pueden más”

    Ha muerto un periodista. El pasado día 1 de febrero, Ismael Medina Cruz entregaba su alma “A Dios”. Y fiel a su vocación, este fue el título de su último artículo, que ya, sin fuerzas para escribir, fue dictándole a su hijo Luis y que, a continuación, se inserta. Comenzó su vida periodística en la inauguración de Diario JAEN en el año 1941 y siguió enviando artículos regularmente durante muchos años bajo el epígrafe de “Cartas de un provinciano”. Últimamente, colaboraba en “El Correo de Burgos”, edición para esa provincia del Diario “El Mundo”. Quisiera agradecer las muestras de afecto, cariño y amistad que diversos medios de comunicación han efectuado.

    “A Dios (Martes, 01/02/2011). Esta es la última columna de Corazón sin Coraza. La escribe mi hijo al dictado de mis emociones. Yo he de partir hacia un destino soñado: el del reencuentro con mis dos hijas, Miriam y Esther, y el amor de mi vida, Conchita. Ante eso ya no hay crisis, ni dislates políticos, disparates legislativos, incongruencias administrativas o francachelas mundanas que me retengan.
    Me voy en paz con la vida, pues las satisfacciones y las alegrías pueden más que los embates del dolor, la incomprensión y las difíciles experiencias que esta me ha deparado.
    Creo honestamente que he sido consecuente con mis ideas y en todo momento sincero con mis lectores, a los que he ofrecido mi punto de vista sin otra pretensión que llevarles a la reflexión y ayudarles a decidir por sí mismos. He callado lo que pensaba que debía callar; y he dicho lo que creía que había que contar, siempre en posesión de información y nunca desde la especulación. La opinión debe construirse desde el conocimiento de los hechos comprobados y no de la rumorología y los cotilleos de salón. Y ello ha constituido siempre la base de mi independencia profesional, que creo haber mantenido hasta el final, a pesar del excesivo coste personal que en ocasiones me he visto obligado a pagar.
    Sé que en estos días se dirán muchas cosas de mí. Unas buenas y otras malas. No me preocupa. Nunca me ha preocupado. Siempre he pensado que es mejor no hacer caso, antes que iluminar a los ignorantes con la verdad. Allá ellos.
    Me quedo con lo mejor, con la familia y los amigos, a los que tengo verdadera devoción. Porque, créanme, es lo que realmente merece la pena en la vida: el amor de los tuyos. Este es el equipaje con el que emprendo mi último viaje hacia el reencuentro ya anunciado, embarcado en la fe de lo que me voy a encontrar. Lo único que siento es no poder volver a ocupar este espacio para contarles mi experiencia. No me queda otra que despedirme con un simple y entrañable A Dios”. Ismael Medina.
    Por Ernesto Medina Cruz.

    “Un chavalín de 88 años, un espíritu inquieto”
    Esta madrugada (por el 1 de febrero) ha entregado su alma a Dios un gran hombre: Ismael Medina Cruz, un hombre bueno. Tuve la dicha de conocerlo personalmente de forma muy tardía, cuando el pasado 20 de abril de 2010, accedió a dar una conferencia en Castellón. Era un chaval de 88 años, un espíritu inquieto que conservaba el ardor juvenil en sus venas, muy a pesar de los años y de los reveses de la vida. Un intelectual como la copa de un pino que prestó sus servicios a España en ámbitos como CNT o el SEU.
    Nació en Cuenca, el 30 de julio de 1923, y vivió deportiva y peligrosamente, enfrentado siempre a la tiranía. Realizó una carrera profesional que escapa a esta breve reseña. Enfrascado en el mundo periodístico, es seña de identidad de múltiples publicaciones con importante impronta en la revista  “Juventud”, donde llegó a ser redactor-jefe y, entre otras muchas cosas, fue coordinador de las páginas de Economía que dirigía el profesor Velarde Fuertes.
    Sufrió dos vetos oficiales de la Secretaría de Estado del Vaticano. Subdirector de Internacional de la Agencia EFE entre 1970 y comienzos del 72 y director del Telediario de la noche de TVE entre 1972 y 1973. Colaborador de “Índice” y de múltiples publicaciones de diversa índole y periodicidad, conferenciante con más de medio centenar de conferencias, entre ellas, dos en el Club Siglo XXI.
    Promovió, en 1957, un efímero y clandestino Partido Republicano Sindicalista. Fue miembro directivo del Centro Social Manuel Mateo, clausurado en 1966 por la autoridad gubernativa; moderador de la tertulia joseantoniana “La Ballena Alegre”, también clausurada por la autoridad gubernativa. Fue uno de los principales promotores de la reacción y revuelta contra el intento de Carrero Blanco de que el traslado de los restos de José Antonio, desde la basílica de San Lorenzo de El Escorial a la del Valle de los Caídos, se realizara con la sola participación de un reducido número de autoridades. Autor de diversas publicaciones y estudios sobre el terrorismo, la minería, la actualidad socio-política, artesanía, cine, economía, etcétera. Nunca renunció a sus principios, y nunca tiró la toalla.
    Ahora, maestro, desde los luceros, estoy convencido de que continuarás apoyando la causa de la justicia y de la libertad de España. Nos dejas con nuestras lágrimas, sí, y nos dejas con tu ejemplo. Ismael Medina Cruz: ¡Presente!
    Por Cesáreo Jarabo Jordán.