Hasta siempre

Fernando Aguilar Camacho de Frailes
Adiós al galgo de Aretxabaleta, olímpico en Tokio
Fernando Aguilar Camacho, natural de Frailes, falleció a la edad de 75 años víctima de una grave enfermedad, que le arrebató la vida en Torrevieja, en la que residía desde hace 10 años. “El Galgo de Aretxabaleta”, como se le conocía en el mundo del atletismo, fue uno de los mejores fondistas de la historia. Seis veces campeón de España, una vez en 1.500, una vez en 5.000, dos en 10.000 y otras dos en campo a través, además de olímpico en los Juegos de Tokio, donde quedó el 37 en la prueba de 5.000 metros y se retiró en la de 10.000. Fue plusmarquista español de 5.000 y 10.000 y el primer español que rompió la barrera de los 29 minutos en la segunda distancia.

    30 jun 2013 / 09:05 H.

    Gran rival de Mariano Haro en los años 60, al que ganó en alguna ocasión. También fue capaz de derrotar al gran Emil Zatopek, al que consideraba el mejor atleta del mundo. Fernando Aguilar estaba dotado de una técnica exquisita que le permitía afrontar carreras desde el 1.500 al 10.000 con garantías de victoria. Llegó al País Vasco a la edad de 14 años, en 1952, donde emigró desde Frailes para ganarse la vida en la recogida de la patata y se quedó para siempre. En el País Vasco se hizo como atleta y enseguida le llamaron “El galgo de Aretxabaleta” porque iba a todos los sitios corriendo.

    Por la Real Federación Española de Atletismo.

    Manolo Fernández Sánchez de Huelma
    El forestal y músico al que todo el mundo quería

    Manolo Fernández Sánchez falleció, el 30 de mayo de 2013, con 49 años, dejando una gran huella entre sus familiares, amigos y vecinos. Manolo Fernández, hijo de José y María, nació y vivió su infancia junto a sus hermanas, Lola y Ana Mari, en Bélmez de la Moraleda, donde demostró su simpatía desde muy pequeño. Con tan solo 8 años trabajó, durante todo el verano, en un bar para conseguir uno de sus mayores sueños, comprarse una guitarra. En su juventud, se trasladó a Madrid y se formó en la Escuela de Capacitación Forestal de Villaviciosa de Odón. Tras aprobar las oposiciones, trabajó como forestal en el municipio conquense de Santa María del Val, en Solana del Pino (Ciudad Real), en Siles y, los últimos 16 años de su vida, en Huelma —en Sierra Mágina—. Su familia, la naturaleza, la fotografía y la música eran sus grandes pasiones. En las reuniones de familiares, amigos o vecinos siempre sacaba su guitarra y cantaba rumbas o las canciones que componía, que llegó a dedicar a la Virgen de la Fuensanta, el Señor de la Vida, a su mujer, Mari Pereira, o a los amigos, obra que no llegó a estrenar. Cuando era joven lo comparaban con Manzanita por el parecido de sus voces. Dirigía el Coro Rociero Virgen de la Fuensanta y formó parte de la Asociación Cultural Sebastián Valero de Huelma más de 15 años. Sus hijos, Jose, Javi y Rocío, heredaron su pasión por la música.
    Su amor por la sierra lo plasmó en la casa rural Balcón de Mágina, que puso en marcha junto a su familia en la pedanía de Cabrita y en la que hacía además de guía por los parajes del alrededor, mostrando su orgullo por la riqueza natural de la comarca.
    Dejó muchos amigos por todos los lugares donde vivió, porque siempre fue una persona sociable, que ayudaba a todo el que lo necesitaba y que irradiaba alegría y ganas de vivir. Era una persona muy familiar que no perdía ocasión de estar con su mujer, sus hijos, su madre, con sus hermanas, con su prima Montse de Benicarló, a la que consideraba también su hermana, o su perro Willy, al que quería con locura. Su velatorio y funeral, en el que participó la Banda de Música de Huelma, fueron multitudinarios, por lo mucho que lo querían tanto en Huelma como en Bélmez de la Moraleda.
    Por Teresa Guzmán.

    DEMETRIO DEL VAL PAYER de Madrid
    Un gran amigo y un apasionado de los coches

    El tiempo y los días. Tiempo final de primavera, días de principio de verano que no han querido ver a Demetrio del Val. Un gran e insigne amigo que elogiaba mucho mis fotografías sobre sus coches. Madrileño, nacido el día de Reyes en el año de la República de 1931, llegó a nuestra ciudad en torno al año 1960. Su madre, doña Gabriela, carolinense —creo recordar— hereda una tierra en Andújar, junto a la nacional IV, en el cruce con la carretera del Santuario, lugar idóneo para ubicar una gasolinera, una cafetería, una piscina y un hotel. La familia Del Val arraigó en Andújar.
    Demetrio del Val era marino, gustándole tanto el mar como la tierra. Esta tierra, la de Andújar, a la que consideró como suya y, así, el Ayuntamiento de nuestra ciudad le da la Medalla de Oro junto a su hermano Carlos. Hermanos que tendrán su pasión en el motor y en los coches. Tanto es así que, en la década de los 50, introducen en España el “karting”, es decir, el deporte con los monoplazas karts, vehículos que llegaron a fabricar con el nombre de “Karval”.
    Las motos no les eran ajenas y con su hermano Carlos fueron campeones de España en 1956 y 57 de motos con sidecar. Tras sufrir un desengaño con la Federación de Motociclismo y con el Real Moto Club de España, abandonó la competición oficial y se volcó en el motor y la aventura. En 1959, recorrió cuarenta estados de USA con un Fiat 1906. Contó como copiloto con Rafael Esteban. Fue hazaña deportiva muy elogiada por los medios de comunicación especializados. Un año antes, con un Hispano Suiza y con Gregorio Prendes como compañero, atravesó todo el continente suramericano a través de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Tenía previsto llegar a Cuba, pero lo impidió la revolución castrista.
    Ya en Andújar su pasión los coches antiguos o vehículos históricos, fundó el Veteran Car Club de España. Vehículos Oldsmóbile, Ford, Chalmer, Bugatti, Delaunay-Belleville, etcétera. Demetrio ha participado en numerosos rallyes de vehículos históricos, para los que eligió el coche Mercer Modelo 35 R Roadster de 1913, una réplica salida de sus manos. Sus coches, el taller, las mil y una anécdotas en el recuerdo han marcado los últimos años de Demetrio del Val en la Andújar que no le vio nacer, pero que sí le ha visto morir.

    Por Juan Vicente Córcoles.

    CARMEN TORRES FERNÁNDEZ de Jaén
    “Orgulloso el cielo de tenerte tan cerca”

    Hola mami, hola Carmelilla. Jamás hubiéramos imaginado escribirte desde aquí, en el apartado del periódico que nos gustaba ver los domingos cuando nos juntábamos todos en casa. Pero aquí estamos, con lágrimas en los ojos y, con muchísimo dolor, queremos escribirte también unas palabras, aunque sabes que hablamos contigo día tras día y que siempre te tenemos muy presente con nosotros.
    Hace menos de un mes que nos dejaste, el 8 de junio, mientras escuchábamos de fondo desde el hospital el Himno de Jaén. Jamás olvidaremos ese angustioso y doloroso momento. ¡Nos dejaste tan pronto! ¡Tenías tanta vitalidad! “De piedra”, te decíamos que eras. Siempre sacabas fuerzas para que no nos faltara de nada, tremendamente servicial, tenías muchísima fuerza de voluntad y todo lo llevabas para adelante —tu marido, tus hijos, tus nietos, la casa, todo— siempre con un gesto de satisfacción porque te encantaba cuidarnos y mimarnos porque, como dice papá, “eres maravillosa no, mejor”. Y digo “eres” porque sigues siendo nuestro presente porque así es como te sentimos en cada paso que damos, en cada cosa que hacemos y cada cosa que vemos, porque nos has dejado unos recuerdos inolvidables y porque siempre estarás en nuestros corazones.
    ¡Orgulloso el cielo de tenerte tan cerca! Aunque aquí también nos haces mucha falta, sobre todo, a papá. Te has marchado en el momento en el que más os necesitabais, en el momento en el que tus hijos ya “están todos colocados en sus casas y con sus trabajos”, como tú decías. Nos complace pensar que, tal vez en cualquier parte del cielo allá donde estés, también necesiten gente maravillosa como tú, sencilla, generosa, que se ponga a pintar y dibujar con los niños toda la tarde sin descanso, como tú hacías con tus nietos, que cocine de lujo aun cuando te inventabas tus recetas, que te salían mejor todavía. Puede ser que necesiten algunos chistes nuevos en el cielo, aunque tú, mamá, no eras capaz de terminar un chiste completo sin soltar la carcajada que te impedía terminarlo y siempre teníamos que esperar. Así eras, eres y siempre serás una persona con una fuerza invencible, fuerza que hasta el último momento has demostrado y que, en los momentos más delicados, todos nos preguntábamos de dónde la sacabas. Cuando pasó el médico el viernes, uno de aquellos que te daban fuerzas solo con verlo entrar por la habitación todas las mañanas, nos dijo que estabas ya muy débil y que “él no hablaría ni de horas”. Por la tarde, todos decíamos convencidos: “El médico no conoce a mamá”, su lucha, su fortaleza y su fuerza de voluntad que, incluso, teniendo el corazón débil, demostraste hasta el último segundo de vida, pues te marchaste 24 horas después.
    Gracias por habernos dado la oportunidad de despedirnos de ti, gracias por habernos esperado y por mostrar tu fuerza hasta los últimos días. Hace 8 meses, en la boda de tu hija, os juntasteis todos tus hermanos después de 30 años sin reuniros todos juntos. El destino ha querido juntaros de nuevo 8 meses después, esta vez con un triste y doloroso desenlace. Los dos últimos días, todos quisimos estar contigo en el hospital. No nos separamos nadie de ti ni un momento, papá, tus hijos, tus yernos, tus nueras, tus hermanos y cuñados, ninguno queríamos perder un minuto de estar allí contigo porque, aunque tú no nos vieras pues cuidábamos mucho el que no sufrieras, ya que eras plenamente consciente de todo, estábamos todos allí fuera de la habitación. Nos turnábamos para entrar a verte en el mismo horario en que íbamos los días anteriores e intentamos hacerlo, dentro de nuestro dolor, lo mejor que pudimos para que descansaras en paz y ahorrarte ese sufrimiento.
    Desde aquí queremos decirte, mamá, que la última noche la pasamos todos juntos —tus hijos, papá y tú— en la misma habitación. Quisimos pasar la noche contigo y, desde aquí, queremos agradecer también al personal de la planta que nos facilitase todo lo necesario dentro de sus posibilidades. Las enfermeras, hematólogo y cardiólogo te trataron con muchísimo cariño hasta el último segundo.
    Un domingo más, volvimos a juntarnos toda la familia, como te gustaba a ti, pero esta vez era una reunión llena de tristeza, de lágrimas y de dolor, tu despedida. Además, este domingo se unieron muchísimos más familiares y amigos que te quisieron acompañar, a ti y a nosotros, a tu “Pepillo”, como tú decías, a tus hijos, a tus yernos y a tus nueras, porque sabían lo que eras y eres para nosotros y el vacío y el dolor tan grande que nos provoca tu ausencia. Desde aquí te pedimos, aunque sea mucho pedirte, que no te preocupes por nosotros, que estamos cuidando de papá también y que tenemos la suerte de ser una gran familia. Estamos orgullosos de que seas nuestra madre. ¡Qué orgullo para papá haber compartido toda una vida juntos! ¡Gracias por todo! Gracias por habernos dado la posibilidad de despedirnos de ti, gracias por la maravillosa esposa, madre y abuela que has sido, eres y serás, porque siempre te tendremos presente en nuestros corazones.
    Por tu esposo y tus hijos.

    Ramón Espantaleón Jubes de Jaén
    Entre Puerto Alto y Madrid, poemas a Kore

    Ramón Espantaleón Jubes, natural de Jaén, hombre, ante todo, sincero y honesto, apasionado de la vida, de la tierra, de los montes, de la azada y la acequia, de la Andalucía viva como deja traslucir su pena  en su poesía “La maceta” y, aunque a caballo entre Madrid y Jaén vivieras fuera de Andalucía y te sintieras un desterrado, será tu hambre infinita, como tan bien defines en tu poesía “Cuerpo y alma”, la que definía tu amor por ella cuando escribes: “Tengo más hambre de ti cada día”. Fiel amante de tu pluma eres elogiando tu pasión por Jaén en muchos de tus poemas, “Para ti, Jaén, mi ciudad soñada. Eres sabedor del lenguaje que inspiran a los ojos, los caminos estelares del firmamento.
    “Ya no sé qué pensar”, poesía que al igual que otros pensamientos definen bien a Ramón, sabio conocedor del valor intrínseco de las palabras, ni una más ni una menos, de ágil inteligencia intuitiva solo osada por la ironía de tus palabras aderezadas de un magnífico sentido común en la percepción de las cosas. Tú que jamás pediste nada al mundo a cambio de nada, cuanto menos de tu libertad atrevida y joven, envidiada por tantos, como muy la defines en tu poema “La libertad”, porque nadie como tú sabe revalorizarla, haciéndola subir, como brillante tesoro, más que las acciones en la Bolsa. Solo cabe subrayar a Carmen Ortega Agudo, tu mujer, ella es la única diosa poseedora de tu verdad. Ramón, ella es la musa que inspiró tu paso estelar por la vida. Ramón grande, inmenso protector de palabras en tu alma que lucen más que cien soles de verano. Ramón, cercano y amigo, apasionado y sincero, fiel amante hasta la muerte, en Carmen, el amor de tu vida.
    Hay en tu última poesía “A Dios, desde Puerto Alto, mi última oración”, una petición de entrega a Dios, de tu libertad aquí en la tierra, pasar al estado puro de estar en Dios de poder verlo. Estate seguro, Ramón, de que lo oirás y lo verás, así como también nosotros te tendremos en cada palabra que nos has dejado, en cada gesto que nos has regalado, en cada sonrisa y en la alegría de tu paso por la vida. Tu familia y amigos te viviremos en el pensamiento de tus poesías en tus sonrisas del ayer cargadas de sentido, en tu brillante sentido del humor, en tu contagiosa juventud, que nos hará más sensitivos y veremos tu luz tintinear allá arriba, cerca de Orión, Las Pléyades, Beltegeuse o Spica.
    En tu poesía a “Carmen” no hay ni habrá en el universo, uno sin dos, Ramón y Carmen, formáis un átomo perfecto y es en Kore donde conviven vuestros emotivos y poéticos sentimientos de amor y juventud, que van a perdurar también para siempre, siempre en nuestros corazones.
    Para tío Ramón, desde el sentimiento de mi alma.

    Por Luisa Morcillo Espantaleón.