Hasta siempre

Carlos Luis Sánchez-Batalla Martínez de Madrid
Un gran investigador de la historia

El día 18 de agosto de 1767, el superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, Pablo de Olavide y Jáuregui, en una conferencia celebrada en la villa de Bailén, confirmó la elección de La Peñuela como la primera colonia a poblar. Doscientos cuarenta y tres años después, concretamente el 18 de agosto de 2010, en esta importante efeméride para su ciudad, La Carolina,  Carlos Sánchez-Batalla Martínez nos dejó.

    28 ago 2011 / 10:45 H.

    El que fuera uno de los investigadores más incansables y prolíficos de esta provincia, que tantas alegrías ha dado a nuestra historia, dejó de recorrer los archivos, provinciales y nacionales, para legarnos una herencia impresa difícil de superar,  pues podemos contar en torno a una veintena de libros que realizó como autor o coautor y más de cien artículos dedicados al arte rupestre o las colonias carolinas, entre otras temáticas.
    Seguramente, nadie hubiera imaginado que este carolinense, nacido en Madrid, iba a tener un papel tan fundamental en el conocimiento de nuestra historia cuando desarrollaba su labor como maestro de Primera Enseñanza, pues su bibliografía es de obligada consulta cuando queremos aproximarnos al estudio neopoblacional. Su trayectoria así lo demuestra cuando fue reconocido con los cargos de cronista oficial de Aldeaquemada y Vilches, cuando fue promotor de los Congresos Históricos de Nuevas Poblaciones, miembro fundador del Seminario de Estudios Carolinenses, de la Asociación Provincial de Cronistas Oficiales “Reino de Jaén” y de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales. El cariño de sus compañeros quedó reflejado en el X Congreso de Cronistas, que se celebró durante este año en La Carolina, y el de sus vecinos, con la dedicación de una calle en dicha ciudad, que se unía a la que ya poseía en Aldeaquemada.
    Amigo de sus amigos, compañero, historiador e investigador, cronista de las Nuevas Poblaciones, nos quedamos con todo lo que nos legó, que no es poco. Tu recuerdo incansable será motor de nuestros trabajos, allá donde estés.
    Por Francisco José Pérez-Schmid Fernández, cronista oficial de las colonias de Aldeaquemada y Navas de Tolosa.

    Francisco Moro Medina de Sabiote
    “Hasta siempre, maestro”

    En mayo nos enterábamos de una triste noticia para la familia musical de Sabiote. Nos dejó una gran persona y músico. Francisco Moro Medina fue director de nuestra banda en varias ocasiones y profesor de una gran cantidad de músicos que hoy le estamos agradecidos. Los que tuvimos la suerte de conocerlo, sentimos una gran tristeza, ya que fue uno de los principales artífices de la evolución de la música y de la banda en Sabiote. Por eso, el 23 de mayo fuimos muchos los componentes de nuestra banda los que nos unimos a los de Úbeda para despedirlo con los acordes que él solo se merecía. 
    Paquito Moro fue una persona que dejó huella. No era un músico normal muy corriente, era un “músico aventajado”, como se solía decir antiguamente. No tenía estudios musicales oficiales, pero sí un gran dominio de la lectura de la música, la técnica y, lo que era aún más, de la armonía. Comenzó su aprendizaje de la mano del maestro Silverio Campos, al que sustituyó al frente de la banda sabioteña a mediados de la década de los cincuenta. Desde entonces, su vida siempre estuvo ligada de alguna manera a esta agrupación.
    En mi caso, no fue hasta comienzos de los noventa cuando lo conocí. Yo era un chiquillo al que mis padres habían inscrito para aprender guitarra y bandurria y, precisamente, el profesor era Paquito Moro. Desde el primer momento, pude descubrir su sensibilidad hacia la música. Era un hombre cariñoso, cercano, paciente, y siempre respondía con una sonrisa nuestras dudas. Llevábamos un año en nuestras clases de rondalla, cuando Paquito nos comentó a unos pocos que le habían llamado para hacerse cargo de la banda municipal de Sabiote. Muchos no dudados en cambiarnos. Aún recuerdo cómo compañeros de banda de hoy día nos pasábamos las horas enteras jugando en los pasillos de la academia esperando el momento para dar nuestra lección bajo la supervisión de Paquito Moro que, a pesar de perder un poco de audición, lo disimulaba perfectamente, ya que nos interrumpía cuando no afinábamos la nota correctamente o nos equivocábamos al solfear, si bien jamás tuvo un reproche hacia nosotros.
    A mediados del 96, y por discrepancias con la junta directiva del momento, nos dejó, pero había una banda reformada y rejuvenecida. Sin embargo, lo más importante era su manera de entender la música, de acercarla a la gente, de enseñar a los más pequeños y conjugar la veteranía de unos con la inexperiencia de otros. Paquito además tocó en la banda de Úbeda y, también, allí, se dedicó a la enseñanza entre los más mayores. Es más, formó una rondalla y un coro de personas mayores. Nuestra banda lo distinguió con motivo del 25 aniversario de su creación. Dice el refranero popular que es de ser bien nacidos ser agradecidos. Pues bien, es de justicia ser agradecido y alabar la labor que este sencillo hombre realizó por la cultura de nuestro pueblo. ¡Hasta siempre, maestro!
    (Texto extraído de la publicación La Puerta de la Villa, en su número 29, con motivo de la feria de Sabiote).

    Por Sebastián Quirós Torres.


    SEBASTIÁN ALMAGRO CASTELLANOS de Lahiguera
    “Un apasionado de la aviación”

    El pasado 15 de agosto, fue el aniversario de la pérdida de Sebastián Almagro. Era 2006. Murió en Córdoba. “Hombre de altos vuelos”, ya que Sebastián era piloto. Había nacido en Lahiguera, en 1923, un pueblo de la Campiña que mira al valle del Guadalquivir. Su madre era maestra y, de muy pequeño, se vino a Andújar, ciudad que sintió como suya.
    Muy pronto, sintió la vocación por volar y se hizo piloto. Perteneció al Cuerpo de profesores de Vuelo sin Motor, modalidad en la que fue bicampeón del mundo en este deporte.  Dedicado a la fumigación aérea, se convirtió en empresario con un avión modelo Piper, trabajo que alternó con el deporte de la acrobacia aérea —con un avión LO-100, bautizado con el nombre “Virgen de la Cabeza”—, modalidad en la que obtuvo infinidad de trofeos.
    Circunstancias personales familiares —la pérdida de un hijo trágicamente— lo llevaron a trasladarse a la ciudad cordobesa de Palma del Río a mediados de la década de los sesenta, aunque no perdió el contacto con Andújar y su romería. Muchos recordamos a Sebastián Almagro viniendo a echarle flores a la Virgen en su paseo matinal los últimos domingos de abril.
    Fue piloto privado de Manuel Benítez “El Cordobés” cuando el torero palmeño  triunfaba en los ruedos españoles. En la tierra cordobesa, se identificó con su trabajo y con sus gentes, tanto que, en 2001, el Ayuntamiento de Palma del Río le nombra “Hijo Adoptivo”. En 1966, fundó una empresa pionera, Fumigaciones Aérea Andaluza S. A. (FAASA). En 1984, se incorporó a la actividad de la lucha contra los incendios forestales, empleando aviones y helicópteros, dedicándose también a las emergencias por accidentes o catástrofes. En el año 2004 nació la “Fundación Sebastián Almagro” con el objetivo de formar a pilotos y dar a conocer el apasionante mundo de la aviación.
    Por  Juan Vicente Córcoles.


    Paula Rodríguez Rus de Jaén
    “No era de hierro, pero todo lo peleaba”

    Como yo la conocí en este periódico, no era una mujer de hierro, pero lo peleaba todo. Podía ser cierto encuadre de una fotografía poco al uso; el proyecto de una librería de pronóstico complicado; si acaso, una idea contra corriente. Un encuentro o un desencuentro, tal vez un viaje imposible. Definitivamente, su propia vida. Pero hay asuntos contra los que nada podemos hacer. Aquellos que juegan con ventaja porque, pese a tu empeño, no puedes ganarle la pelea. Y este pudo con Paula.
    Le debo su amistad y su cariño, también sus reproches. Un puñado de esas fotografías que acompañaron algunos de mis textos en este periódico hasta que se fue a trabajar a Málaga. Dos o tres tardes en la tienda, a su regreso, esperando que entrara un cliente, u oliendo a papel mojado entre goteras tras una tormenta, en el costado del Ayuntamiento. No sé si vivió como quiso, pero también lo peleó. Por su memoria, en la que me honro.
    Por Miguel Ortega.

    Rosa Moya Torres de Jaén
    “Te quiero”

    Felicidades abuela, mamá, como yo te llamaba. Hoy es nuestro santo. Debería estar contenta. ¿Te acuerdas de cómo disfrutábamos de nuestro día? Pero ya nada es igual. Hoy hace 16 años que me dejaste y parece que fue ayer... Ojalá  pudiera volver el tiempo atrás, a nuestro santo de hace 16 años… Estábamos en el bar comiendo con toda la familia, mis padres, mis hermanos, los titos y los primos.
    Me acuerdo que te pusiste un vestido verde y mi padre te regaló unos pendientes de esmeraldas… Tardaste en ponértelos… Eras muy presumida… Ibas guapísima, mamá. Creo que nunca te vi tan guapa como ese día.
    Estabas contenta y feliz pero te empezaste a poner mala. Te dio un infarto y en unos minutos me dejaste. No me dio tiempo a despedirme de ti.
    Me quedaron tantas cosas que decirte, tantos besos que darte… Me dejaste en una edad muy mala, te necesitaba tanto para respirar. Eras tan buena. Trabajabas en el clínico de planchadora y todas tus compañeras te adoraban y, también, se acuerdan mucho de ti.
    Y mi abuelo, mi papá, Juanito Quesada, el arbitrucho, como le decían, siempre ligado al Real Jaén.  ¡Qué buena pareja hacíais! Siempre juntos. Mamá, cuando te fuiste, me dejaste destrozada.
    Él también se me ha ido, te lo llevaste contigo. Mira que han pasado años, pero no consigo que se vaya este dolor que siento cuando veo que no os tengo a mi lado.  Mamá, ¿te acuerdas de cuando Antonio se compró la moto? Qué miedo te daba. ¿Y te acuerdas también de las peleíllas de mi hermano Alberto con papá para que hiciera los deberes?
    Mamá, papá, ¿por qué nos dejasteis tan pronto? Mis padres hablan mucho de vosotros; nos cuentan cosas que nos hacen reír, pero también nos entristecen. Cuando miro al cielo y veo dos estrellas mirar fuerte, sé que sois vosotros. Por eso, mamá, te voy a pedir un regalo para mi santo, que no nos dejéis nunca, que cuidéis de nosotros.
    Sé que hoy esas dos estrellas están juntas celebrando tu santo, mamá. Pasadlo bien. Os lo merecéis y acordaros de nosotros y de mí. Sé que soy egoísta, pero es que os echo tanto de menos… Me hacéis tanta falta que hay momentos en los que me siento perdida. Os queremos tanto. Papá, mil besos, como tú me pedías, ¿te acuerdas? Mamá, feliz día de tu santo, reina mí. Os quiero con toda mi alma.
    Por tu nieta Rosa Mari.

    Rafael Vega Vega de Alcalá la Real
    El pregonero de la dulce voz

    El pasado martes 16 de este mes de agosto, habíamos quedado Pedro Amelio y yo para visitarte en el Rosalejo, queríamos darte una sorpresa. Siempre estuviste con nosotros en la iglesia de San Juan y en la hermandad del Ecce-Homo, en tantas cosas. Y, sin embargo, se nos fue nuestro amigo Rafael Vega Vega, el pregonero de dulce voz, el auroro de redonda melodía, el despertador de la trompeta sonora y el sacristán servidor de la iglesia de San Juan. Hace años le dedicamos en la revista sanjuanera, en 2008, el siguiente artículo:
    “Cuando comenzaba el tercer milenio, Manuel Vega Moyano se nos fue de sacristán de nuestra iglesia de San Juan. En aquel momento, sonaron las luces rojas de alerta porque, inesperadamente, nos quedábamos huérfanos de la persona que nos ofrecía el primer saludo a la llegada del patín de nuestro templo y nos abría la puerta para rezarle a nuestro Cristo. A la llamada de nuestro titular, se incorporó para ejercer el cargo Rafael Vega Vega con la ayuda desinteresada de toda su familia. Estaba jubilado y quería prestar el servicio a la comunidad cofrade del Cristo de la Salud. Y a la feligresía del templo de San Juan, encuadrada en la parroquia de Santo Domingo de Silos de Alcalá la Real. Y Rafael, fiel a la cita, abría las puertas para todo el que llegara a visitar nuestro templo y rezarle al Cristo de la Salud. De seguro que podría contar miles de anécdotas que le han sucedido a lo largo de estos años: la de que a veces que se le olvidó apagar las luces del templo al vocal de culto, las satisfacciones y alegrías que le manifestaron muchas personas ante la imagen del Cristo; no olvidaría nunca las dianas de su querida agrupación musical (que ha dirigido muchas veces su hijo); las notas que le dedicaban; el artículo de Rodrigo Ferreira en la revista de años pasados; los novios que se casaron en la iglesia de San Juan; el olor a lirio y, sobre todo, al clavel de nuestro recinto sagrado; el bullicio de la fiesta del primer domingo de septiembre y los días de Semana Santa; los sustos por los robos de los cepillos electrónicos; los párrocos que atendió con toda diligencia como Francisco Pérez Pinel y Antonio Pérez Rosales; la despedida a tantos hermanos a quienes se le dedicaban las misas de difuntos, o la entrada ilusionada de tantos nuevos hermanos en la víspera del primer domingo de septiembre; o los que le ayudaron a mantener la iglesia limpia; tantas y tantas cosas, tantas…
    Pero los años dejaron huella en su cuerpo, ya subía con dificultada las empinadas cuestas del barrio alto, ya le costaba a su corazón resistir tanto esfuerzo y dejó la diaconía de sacristán en el último día del mes de septiembre, día de San Miguel.
    Todavía nos acordamos de su generosidad, de los frutos de su huerto, de sus toques especiales a la campana de Diego de Castro y del saludo afectuoso del “Pax Tecum” en las misas dominicales. Por eso, nos alegraba verlo, en Navidad, todavía cantando villancicos con su voz melodiosa de auroro y, con más frecuencia, por el barrio nuevo, porque parece como si le estuviéramos avisando de algo que teníamos que hacer o recordarle uno de los tantos favores que nos ha hecho en el servicio del Cristo de la Salud”.
    Tras el día de la Virgen de las Mercedes, le ha fallado el corazón. Sin embargo, su voz de pregonero todavía nos acompaña aún en muchos momentos de la vida cofrade de Alcalá la Real. No olvidaremos nunca las mañanas del Viernes Santo con la hermandad del Señor del Ecce-Homo. No olvidaremos nunca su simpatía, sus bromas, su mano de buen servidor gastronómico en el cerro de la Joya, su presencia en la casa de todos, donde lo veíamos mucho, sus hermanos, su esposa, Ana, y sus hijos, Antonio, Domingo y Ana, a los que tantos estimamos. Que descanse en paz. Y lo acoja la Aurora con su manto, a quien él tanto quería, y el Cristo de la Salud lo reciba con los brazos abiertos como en muchas tardes le acompañaba en la iglesia del barrio de San Juan. Muchas gracias, te queríamos dar en tu huerto del Bozalejo.
    Por Francisco Martín.