Hasta siempre

Rodrigo Mesa Guerrero de Jaén
“Se supo ganar el cariño de todos”
Todos los que hemos conocido a Rodri, como lo llamábamos aquí en el barrio, nos sentimos orgullosos con solo nombrarlo o recordarlo porque era una persona a la que todos queríamos y queremos porque lo tenemos y lo tendremos siempre presente en nuestro corazón, al que él supo entrar y ganárselo por ser como era. Yo tengo un hijo joven y él habla de él como un buen amigo. Se supo ganar el cariño de todo lo que entraba por su puerta, porque él te recibía siempre con una sonrisa.

    13 feb 2011 / 11:11 H.

    Era un hombre íntegro, educado, un profesional en su trabajo y un amigo de sus amigos. Lo conocemos de toda la vida. Los que nos hemos criado en el barrio día a día viéndonos, hablándonos y bromeando con él.
    A mi padre, que entonces vivía, le encantaba ir a visitarlo a su negocio. Se encontraba como en casa porque él hacía que así fuera.
    Un buen padre, buen marido, es un orgullo para todos el haberlo conocido. Nos dejó, pero siempre estará presente entre nosotros porque las buenas personas te ganan el corazón para siempre.
    Yo, humildemente, te ofrezco estas palabras escritas de corazón. Un abrazo fuerte te lo mando hasta donde estés. Con todo mi cariño, amigo Rodri.
    Por Rosa María Gómez Muela.

    Álvaro Pérez Valderas de Jaén
    “Nos diste una lección”

    Ayer cumplirías 15 años y, nada más nacer, nos diste una lección de supervivencia y  superación en esta vida. Empezaste, a los pocos días, a darnos una auténtica lección de por qué merece la pena vivir. Tu fuerza fue tan grande que al nacer te dieron por muerto y, a la hora estabas en una incubadora luchando por vivir. No fue fácil, ya que te diagnosticaron muerte cerebral. Tu madre pudo abrazarte unas horas antes de la última prueba y sentiste el pulso de la vida y el amor de tu madre. Milagro, regresaste con nosotros, tus padres y hermanos. Qué grande fuiste. En los 15 años que has estado con nosotros no he conocido una persona tan íntegra, tan limpia y pura, tan generosa, tan simpática... derrochabas hermosura, belleza por dentro y por fuera, inteligencia y, sobre todo, hacías que todos fuésemos más felices con tu presencia. Creo que la vida no se portó bien contigo. Te ató a una silla de ruedas y te hizo dependiente de los demás, pero sí te quiero decir algo, cariño: Ni tu madre, ni tu padre, ni tu hermano, cuando te daban de comer, te bañaban, te vestían y un sinfín de cosas personales, sentían la obligación de hacerlo, sino todo lo contrario, lo hacíamos por amor, porque te queríamos de verdad, porque nos sentíamos bien haciendo todo esto por ti. Eras uno más. Quiero que sepas con todo esto que nunca fuiste una carga, que nos han enseñado a  valorar  la vida, a quererla, a apreciarla en los pequeños detalles.
    Todos te recordamos y nos reímos... y tu frase favorita: “Cuando la vida te dé razones para llorar (como a mí) darle una buena razón para sonreír”. Tus pucheros cuando alguien lloraba, cuando alguien discutía... no te gustaba el mal ambiente. Tus miedos cuando alguien se acercaba disfrazado con una gorra en la cabeza, la imitación de los Morancos de una bruja, no sé, no te gustaba. Tus risas eran infinitas viendo tu programa/concurso de la vaquilla de los pueblos. Qué apostamos. Tu pasión: el fútbol, el Real Madrid, la Selección. Todavía recuerdo que rompiste con la emoción la silleta con el gol de Iniesta. Y tu otra pasión, la música, los conciertos de Alejandro Sanz, Bisbal, Luis Miguel, porque eras un romántico y no lo podías disimular, llorabas y te emocionabas con algunas canciones.
    Las personas siempre apelamos al mismo dicho, “la vida sigue”, pero con tu ausencia la vida ya no será la misma. Nos has dejado un hueco imposible de ocupar, un corazón huérfano y un espejo roto donde no podemos mirarnos. Te veíamos cómo sufrías con tus dolores y siempre tenías la mejor sonrisa. Cuando teníamos momentos malos te mirábamos y sentíamos cómo no teníamos derecho a quejarnos, eras nuestro ídolo particular. Sé que donde estés nos estarás guiando, protegiéndonos y mirando por todos nosotros. Decirte que vivirás para siempre en nuestros corazones, que, aunque ha sido corta tu estancia en la tierra, será eterna tu presencia en nuestra alma, te queremos y nunca te olvidaremos.

    Por tu padre.

    La vida no ha sido justa con él
    En algunas ocasiones, salen de nuestras bocas las típicas palabras de que la vida no es justa con algunas personas, lo cual se enmascara en la forma vulgar que tenemos las personas de describir situaciones. Con Álvaro ha sucedido esto, creo que desde el principio, la vida no ha sido justa con él. Si tuviese que hacer una descripción de Álvaro, creo que sólo me saldría una palabra: “Luchador”. Desde su llegada a este mundo, Álvaro nunca tiró la toalla por la vida, por su vida. Nadie daba nada a cambio por su supervivencia, sólo su gente más cercana, sus padres.
    Álvaro comenzó una carrera de lucha y supervivencia en su vida con un gran lastre, su parálisis cerebral, la cual no iba a impedir que ofreciese a sus seres cercanos y queridos todo lo que el podía entregar, la felicidad y el cariño que han recogido todos los que lo hemos conocido.
    Recordar a Álvaro ahora me produce una alegría y, al mismo tiempo, un nudo en el pecho que me lleva a soltar alguna lágrima. Siempre ha sido un niño diferente para los demás. Recuerdo que sus propios primos, cuando nos juntábamos en alguna celebración o algún encuentro familiar, miraban y observaban a Álvaro de una forma diferente, no rara, sino diferente. Ellos sabían de su dolencia, pero el trato era como uno más. Su pasión siempre ha sido el fútbol; recordarlo viendo un partido, y si era del Real Madrid, nos producía una gran alegría porque vivía el fútbol. Esos partidos radiados por Manolo Lama llegaban a producir tal entusiasmo que, en algunas ocasiones, llegaba a romper las cintas de su silleta.
    Sufría, se alegraba, lloraba como los demás, era uno más. Podría hablar de anécdotas, de recuerdos, de experiencias vividas con él, pero prefiero quedármelo y recordarlo para siempre. Ahora me imagino, Álvaro, que, después de tu marcha, estarás cerca del abuelo Cipriano, el cual te tenía mucho aprecio y cariño. Lo conocías, te sentías a gusto con él, él siempre tenía algo para ti.
    Desde estas palabras quiero recordar a sus padres, Mari Carmen y Juanfra, luchadores como él, que desde su llegada hasta su fin, han dado siempre el todo por el todo por su bienestar. Decirles que él nunca se ha ido, que estará siempre en sus corazones y en el de sus hermanos, Juanfra y María. A sus abuelos, tíos y primos, que lo recuerden siempre en el mejor sitio de su corazón, porque creo que ha sido el lugar que ha ocupado durante su paso por esta vida.

    Por tu tío José Ángel.

    ANTONIO JESÚS EXPÓSITO CASTILLO de Jaén
    “Un hombre íntegro”

    Primo, hace apenas dos meses que no estás entre nosotros y todavía no nos hacemos a la idea de que nunca más volveremos a verte. Tu alegría, tu gran corazón y esa forma de ser tan especial que tenías eran una muestra de la gran persona que eras. En tu 26 cumpleaños, queremos felicitarte de una forma un poco más especial y decirte que, para nosotros, eras único, no existirá en el planeta persona igual que tú. Gracias por formar parte de nuestras vidas. Hemos tenido la gran suerte de tener en nuestra familia a alguien como tú. Una persona que era todo corazón con su familia, amigos y con la gente que querías, una persona que no se daba por vencido ante ningún tropiezo, una persona que en el fondo lo único que buscaba era ver felices y alegres a todas las personas que le rodeaban.
    Has dejado un vacío muy grande dentro de nuestra familia y nuestras vidas. ¡Cuánto te echamos de menos! Esperamos que algún día nos podamos encontrar de nuevo y ahí podamos encontrar la explicación del por qué nos dejaste con este vacío tan grande. Tú que eras una persona tan llena de vida y con tantos sueños que realizar.
    Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y, en verdad, no hay dicho más cierto que ese. Todos sabíamos que eras una gran persona, pero nunca te valoramos como te lo merecías. Nunca te dijimos cuánto te queríamos y lo importante que eras en nuestras vidas.
    El espíritu juvenil, alegre y soñador que te caracterizaba siempre estará entre nosotros porque nos han quedado muchas cosas pendientes por hacer y vivir a todos juntos las cuales vamos a lograr con tu fuerza y ayuda desde donde estés.
    Gracias por haber existido y por hacer que cada momento a tu lado fuera único e inolvidable.  Eras el más grande, no había vez que no hicieras que nos riéramos con tus historietas junto a tu hermano Francis. Esas historietas que tanto vamos a echar de menos porque eran únicas. 
    ¡Qué vamos a hacer sin ti! Si eras nuestra alegría. Cada vez que ponemos la radio o escuchamos música no podemos dejar de pensar en ti porque es lo que más te gustaba. La música era tu pasión y disfrutabas como un niño con tus temazos, como tú siempre decías. Tú mismo construiste un equipo con sus altavoces para hacer lo que más te gustaba, animar a toda la gente con tu música y con tu forma de ser. ¡Qué grande eras!
     Entre todos vamos a cuidar de tus padres y hermanos y de ese niño tan precioso que nos dejaste para nosotros. Un niño que es una bendición para todos ya que es tu vivo retrato y verlo a él es como verte a ti en pequeño.
    Tú, desde el cielo, cuidarás de todos nosotros para darnos la fuerza que necesitamos para seguir adelante. Te queremos con toda nuestra alma y siempre estarás en nuestro corazón, que es donde te llevaremos toda la vida.

    Por parte de tus abuelos, titos y primos. Tu prima Laura Martínez Expósito.

    Domingo Molina Sánchez de Úbeda
    “El ejemplo que no cesa”

    Ha muerto el maestro Domingo Molina a la edad de ochenta y nueve años, dejándonos a todos el vacío de su presencia, pero también el magisterio imborrable de su ejemplo, como hombre y como artista.
    Domingo Molina nació en Úbeda en 1922. Con apenas doce años ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal. Allí comenzó a recibir clases de pintura del maestro Cristóbal Ruiz —de don Cristóbal, como él mismo recuerda—. En su casa, en su ambiente, nada ni nadie podía hacer sospechar una vocación por un ejercicio, el de la pintura, tan inédito como aparentemente falto de provecho. Pero él —me confesaba hace apenas unos años— comenzó a sentirse fascinado por las imitaciones que un muchacho empleado en la Tercia (un antiguo despacho de vinos) hacía de las caricaturas que Sirio publicaba por aquel entonces en las páginas de Abc. La Guerra Civil, como un sueño triste de adolescente, le pilló en su pueblo. Tenía 14 años y las Antiguas Casas Consistoriales, donde residía la Escuela en el viejo Paseo del Mercado, habían cerrado sus puertas. Años de privación, miedo e incertidumbre. Pero Domingo continuaba asistiendo a sus talleres, prosiguiendo de un modo casi clandestino su formación en dibujo.
    Acabada la contienda y con apenas 18 años, recibía de don Bartolomé Moreno, director del centro, el encargo de hacerse cargo de la clase de pintura. Él acepta y años más tarde cursa por libre sus estudios superiores en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla. Dos cursos, cuatro convocatorias, le son suficientes para la obtención del título. Domingo Molina antes ya había conseguido en propiedad la plaza de profesor de entrada en su querida escuela.
        Son los años 40 y Domingo desarrolla —como no podía ser de otro modo— sus primeras obras dentro de una tónica figurativa y naturalista. Son retratos que ya apuntan un vigor prometedor, paisajes, naturalezas muertas. Él, en Úbeda, era un pintor sin precedentes. Sin precedentes en el más absoluto sentido del término, pues en su ciudad para encontrar otro pintor tendríamos que remontarnos al siglo XIX y la romántica y legendaria figura de Pepe Elbo, quien en realidad no dejó obra en su ciudad natal. Por aquellos años triunfaban en España artistas como Zuloaga o Daniel Vázquez Díaz. Eran tiempos de aislamiento, de academicismo conservador y rígido. Pero ¿qué es ese aislamiento si lo comparamos como el clima oclusivo y espeso de una pequeña ciudad de provincias en la postguerra española?
    Domingo, en su ciudad, en sus clases, en sus trabajos de pluriempleado, es un pájaro solitario (de este modo definía Gaya Nuño a Velázquez). Un prodigio de supervivencia creativa que, inevitablemente, nos recuerda la de otro pintor jiennense, Rafael Zabaleta, aislado en su Quesada tantas veces redimida a fuerza de ser soñada.
    Y sin embargo, ya en la década de los 50, Domingo Molina comienza a sorprender a los pocos que pueden descubrir su obra por su originalidad portentosa. Sus dibujos, luego en muchos casos llevados al lienzo con técnica impecable, nos recuerdan a la mejor producción de un Yves Tanguy. Sus obras, tantas veces publicadas en revistas como la inolvidable “Úbeda”, nos muestran universos desconocidos y mágicos, pero a la vez verosímiles. Gracias a su arte ilusionista sus seres pintados, alucinantes, abstractos, jamás carecen de existencia material. Son obras que nos evocan también a Salvador Dalí, sin perder jamás de vista el horizonte delirante de la pintura metafísica elaborada por Giorgio de Chirico.   
    Junto a estos dibujos, sus paisajes urbanos nos devuelven a un pintor capaz de trascender la realidad física para convertirla en materia onírica. Los monumentos de Úbeda adquieren una naturaleza romántica, visionaria, enamorada y material a un mismo tiempo. Hablamos de una visión mítica, tiempo y espacio mitificado que, a fuerza de ser realista siempre resulta irreal.
     Su dibujo es preciso, minucioso hasta lo arabesco, mas siempre mantiene el pulso vibrante de un postimpresionista. Luego, con el paso de los años, su paleta se fue haciendo más colorista y sus composiciones no quedan al margen de la poderosa influencia del movimiento cubista. Sin embargo, su cubismo, como aconteciera con ciertos representantes del mejor Futurismo italiano, nunca alcanza el grado de descomposición de la figura que podemos admirar en obra del periodo sintético de genios como Picasso o Braque.
    Las composiciones de Domingo Molina mantienen la impronta de una figuración nunca cuestionada. Sus paisajes, sus retratos, son concretos, identificables. Más tarde, ya en la década de los 70, la obra de Domingo se hace más ecléctica, pero también más elaborada. Es la producción de un maestro. Un maestro en el antiguo sentido gremial del término, un hombre que conoce a la perfección su oficio, pero que también sabe enseñarlo.
    Cuarenta y tres años de docencia han avalado su magisterio. Más de cuatro décadas infundiendo entusiasmo por la pintura, cariño por el trabajo bien hecho. Son varias las generaciones de ubetenses que lo quieren y admiran, porque allí, en el clima entrañable y familiar de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos recibieron su primera formación pintores como A. Camprobí, A. Lechuga, Nicolás de La Torre, y tantos otros. Gentes de mi generación para los que Domingo Molina es un icono paternal y respetado.
    Algunos que lean este texto tal vez piensen que exagero. Otros incluso de atrevan a decirlo. Es igual, pues a todos les asiste el derecho de opinar y mantener sus propias creencias. Muchos pensarán que mis palabras están mecidas en la cuna de la amistad. Y es verdad. Yo admiro a Domingo Molina y siento por él un extraordinario afecto. Pero este afecto surgió del conocimiento de su obra, del descubrimiento de su calidad humana, humilde y generosa. No a la inversa.
    Hoy, cuando me llega la noticia de su muerte, siento más que nunca la alegría de haber compartido su amistad. Y un eterno agradecimiento por sus silencios, su trabajo y su presencia durante una larga vida.
    Por Arsenio Moreno Mendoza Universidad Pablo de Olavide. Sevilla.