Hasta siempre

ANA SáNCHEZ MORENO de Jaén
“Carta para la estrella más reluciente del cielo, nuestra abuela mami”

El 27 de junio ya hace un año que nos dejaste. Hemos tenido que aprender a vivir sin ti e intentar superar un adiós tan doloroso.
Estamos contigo a cada hora, echamos de menos escucharte, las tardes acompañándote, las meriendas, las risas... Cuando hablamos de ti nos invaden todos nuestros sentimientos.
Las fotos nos llevan a ese recuerdo, pero nunca reemplazarán los momentos vividos junto a ti.

    23 jun 2013 / 08:51 H.

    Dejaste de lo que más te gustaba presumir, una gran familia unida y, cada día, más grande. ¿Sabes que vas a tener tres bisnietos más?
    Sabemos que eres un ángel, un ángel con las alas tan grandes para podernos amparar a todos. Nos haces sentirnos protegidos —6 hijas y 1 hijo, sus cónyuges, que eran para ti como hijos e hija, porque una de tus 7 hijas ya está a tu lado. 15 nietos, 11 bisnietos y 3 más en camino—.
    Sé que sigues con nosotros, que nos ves, que nos escuchas, y que tú aprovechas nuestros sueños para hablarnos.
    Mami, quiero que sepas que los primos seguimos juntándonos, que las titas se ven casi a diario y que tu casa sigue siendo el centro de todos nuestros encuentros y celebraciones.
    Sigue cuidándonos. Nos gusta saber que estás ahí y que eres la estrella más reluciente del cielo.
    Las palabras nunca reemplazarán los sentimientos. Te queremos y te añoramos.

    Por tu nieta Mamen Haro,

    Ana Teresa Torres Garvín de Villanueva del Arzobispo
    “Has sido ternura”

    Dice el diccionario que ternura es la cualidad de tierno, de delicadeza... Y eso has sido para mí todos estos años, abuela, ternura. Y hoy más que nunca recuerdo toda mi vida junto a ti. Desde que nací, cuando aún no había sillas para el coche y me llevabas cogida fuerte entre tus cálidos brazos en los viajes que hacíamos. Esas innumerables tardes que pasaba contigo en la calle Morales con la bicicleta y los patines. El bullicio en la casa y la alegría de tan a menudo las reuniones familiares, los cumpleaños, los santos, ¡todo lo celebrábamos! Nuestras vacaciones en la playa, reencuentros y cigarros con los amigos y, ¡cómo no!, tu parada obligatoria al subir de la playa en lo de “Chus” para esa cerveza bien fresquita y esos tigres.
    Y ternura en esa mirada en el fondo de tus ojos cuando me contabas esas historias de Santa Teresa y me decías que yo estaba “tocada” por su gracia. Y qué orgullosa estabas de mí y cómo me lo demostrabas y te alegrabas de todo lo bueno que me pasaba. Y cómo me dejabas cuidarte y me hacías caso en todo con tal de no ir al hospital. Y me besabas y abrazabas constantemente. Pero cuando llega el momento de partir, la ternura es vencida por la muerte y esta se hace real.
    Y yo me pregunto qué se pasa por la cabeza en esos momentos, si es que los hay. Si te das cuenta que tu tiempo se marcha, que no vendrán muchos amaneceres más. Si eres capaz de sentir cómo disminuyen los latidos de tu frágil corazón o el débil flujo del aire ascendiendo por tus pulmones, si sientes la punta de tus dedos... Y ojalá no sintieras miedo. Miedo al frío que se intuye a lo lejos, miedo a esa oscuridad que se anticipa. Y, ayer, en el tanatorio, al lado de tu cuerpo, pensé cómo sería aquella sala cuando todo terminase, las luces apagadas, los abrazos y los llantos silenciados. Imaginé la enorme sala a oscuras y en silencio. Y me imaginé a mí misma sentada en una de las sillas. Sola. Y, entonces, tuve la sensación de que morirse es algo parecido a eso: enfrentarse al vacío que dejan los sonidos de tu vida al retirarse como una ola. Tenté la oscuridad con mi mano, alcé el brazo hacia el cielo y lo dejé allí, entre mi mirada y una estela de puntos brillantes. Fue un instante nada más, pero me sentí feliz, libre de pesos y cargas, parte de aquella oscuridad y silencio. Entonces, escuché algo en mi interior, el latido de mi corazón y, a la derecha, una mano en mi hombro. Una amiga llegaba a darme el pésame. Sonreí y mi brazo volvió a mi cuerpo.
    Y sé que así te has ido tú, sin deudas con tu suerte, sin reproches que hacerte, dando gracias a la vida y con cuanta felicidad, ¡cuánta! Tanta felicidad por lo que has construido, por la familia unida que somos, por los valores que nos has inculcado y por tanto cariño que nos has dado. Y felicidad también porque estoy segura de que hoy a ti, como a mí, también te habrán tendido dos manos muy queridas, las del abuelo Pepe y el tito Juan y, de nuevo, estaréis felices los tres.
    Y, para mí, vendrán días duros y grises y tocará curar las tristezas con abrazos, consolarme con palabras que aún suenan desorientadas y mis manos seguirán secando lágrimas que brotarán sin pausa de mis ojos al recordarte a cada instante.
    El destino une y separa a las personas, pero ni con toda su fuerza hará que me olvide de aquellos que me hicieron feliz y me dieron tanto, como tú, abuela. Y, hoy, el eco no borrará tus palabras, sino que caerán a la tierra, germinarán y servirán de ejemplo. Dicen que somos lo que soñamos. En este momento de calma, yo me sueño contigo. ¡Siempre en mi corazón abuela, siempre conmigo! Te quiero.
    Por Carolina López Carrillo.

    Cristóbal Morillas Ulloa de Mancha Real
    Adiós a un amigo

    Sirvan estas breves líneas como recuerdo a un buen amigo, paisano y socio de la Casa de Jaén en Sevilla, que ya nos ha dejado. Cristóbal Morillas Ulloa nace en el año 1943 en el pueblo jiennense de Mancha Real. Hijo de Pedro y de Quiteria, es el menor de los dos hijos que tuvo el matrimonio. Como muchos paisanos, entre ellos me cuento, un buen día, y estudiando el Bachiller, decide buscar nuevos horizontes y se viene a Sevilla. Aquí terminaría sus estudios de Bachiller y Reválida del mismo.
    Ingresa en la Escuela de Arquitectos Técnicos, termina la carrera e inicia su andadura profesional en empresas tan importantes como Agroman Urbis y otras. Su espíritu inquieto y su afán de aprender nuevos conocimientos le llevan a matricularse en la Facultad de Derecho, en la que cursó cuarto año de carrera. Tiene noticias de unas oposiciones a las oficinas del INEM como funcionario de carrera. Se presenta a las mismas y obtiene la plaza con el número 1, razón por la que decide quedarse en Sevilla como director de una oficina del mismo organismo. Allí tengo la suerte de contactar con él y, a partir de ese momento, comienza una buena amistad.
    El día 20 de enero contrae matrimonio con María Dolores Medina Marrón, también funcionaria, en este caso de la Junta de Andalucía, y una gran persona, por lo que formaron una pareja ideal. No tuvieron descendencia.
    Si hay que destacar algo de mi amigo Cristóbal es su gran bondad y su buen corazón. Estaba siempre dispuesto a ayudar al más necesitado, por lo que contaba con un gran tesoro y era tener muchos amigos que le apreciaban. No cabe duda de que Dios le ha llamado para premiarle por su gran labor a favor de los demás. Descanse en paz y me quedo con el recuerdo de su gran amistad.
    Por  Pedro Ortega Cañete,  secretario de la Casa de Jaén en Sevilla.

    PEDRO RAIGAl guerrero de Torreperogil
    La buena conciencia

    En memoria de Pedro Raigal, primer alcalde democrático de Torreperogil.
    “Y cuando llegue el día del último viaje,/
    y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/
    me encontraréis a bordo ligero de equipaje,/
    casi desnudo, como los hijos de la mar”.
    Tú sí dejaste huella, compañero del alma, compañero. Tú sí hiciste camino al andar. Ahora te has ido, también ligero de equipaje, pero con un alma repleta de trabajo bien hecho. Hago girar la rueda del tiempo y me descubre imágenes esplendorosas, sobre todo, la memoria de aquellos primeros años ochenta, con la recién restaurada democracia y un “duro” del socialismo jiennense empeñado en demostrarnos que había maneras diferentes de abordar ese mundo personal que define al verdadero socialista.
    Y es que siempre hay una coincidencia al sentarse en la butaca de las recapitulaciones y una misma sensación de lucidez. La emoción y el entusiasmo por el deber cumplido son tu tarjeta de visita, el emblema de un buen hombre, de un luchador siempre a contracorriente. Porque la buena conciencia no se alimenta de exquisitez, sino de calidad. De talento y no de listeza. De emoción y no de diversión.
    Que la historia no es un proceso lineal lo prueba la memoria del pasado. De ese pasado reciente que te llevó, ya abandonadas tus responsabilidades políticas, a seguir luchando por hacer el bien a tu pueblo, por ayudar a causas injustas como, en tus últimos meses de vida, a los perjudicados por los inhumanos desahucios. Porque cuando amigos y menos amigos te reconocen el trabajo, solo queda reflexionar las acciones, la lucha y la oponencia y sentirse orgulloso. Porque ni lo sagrado, ni lo ritual, ni el misterio, ni el temblor de la luz podrá desdeñar el acierto, desmentir la realidad.
    Tío Pedro, con la conciencia de clase que siempre te caracterizó, has sabido expresar claramente, con acciones y buenas razones, que el tiempo pone a cada uno en su lugar y que siempre, siempre, hay una causa por la que partirse el pecho. Tú has estado ahí, en primera línea de fuego, sin excepciones, demostrándonos que en la lucha te hemos encontrado. Seguro que ahora el nuevo camino sin retorno que inicias te llevará a ese lugar tranquilo que te has merecido. Espéranos para caminarlo juntos, aunque sea unos metros antes de la meta que tú, triste realidad, has cruzado antes de tiempo.
    Por Vicente Ruiz Raigal.

    RAMÓN ESPANTALEÓN JUBES de Jaén
    Antiguo alumno marista de la primera época

    El pasado 21 de mayo recibí un correo electrónico tan escueto como dramático: “Ramón Espantaleón Jubes ha fallecido”. Me lo enviaba un sobrino del difunto. Me quedé un tanto sorprendido porque hacía días que deseaba hablar con él porque éramos contertulianos telefónicos. Inmediatamente, llamé por teléfono a su viuda, Kore, quien se alegró muy mucho de mi llamada porque, según sus palabras, Ramón nos apreciaba mucho.
    En honor a la verdad, no he tenido el placer de conocer personalmente a Ramón, pero sí por medio de este canal de comunicación. Es cierto que me emplazaba para, cuando viniera a Jaén, saludarnos personalmente.
    Mi contacto con él viene gracias a su hermana Aurora, a la que conocí en la Residencia de Mayores Fuente de la Peña. Me decía que su hermano fue antiguo alumno marista del Colegio de Jaén, pero en su primera etapa, es decir, de 1930 a 1936. A partir de este acontecimiento, surgió por mi parte una curiosa necesidad de conocer cómo era la enseñanza de aquel tiempo. Realmente, se acordaba de forma muy ligera como consecuencia de que solo estuvo muy poco tiempo ya que, según los artículos 3 y 26 —sobre todo este último— de la Constitución de 1931, la Iglesia y las órdenes religiosas no podían dedicarse a la enseñanza.
    Hablar de Ramón Espantaleón es hablar de cultura, ciencia y humanidad. Ha publicado una infinidad de artículos en revistas y diarios, tanto en el ámbito local como en el provincial y el nacional, sin olvidar la gran colaboración que realiza en la Revista Don Lope de Sosa y sus colaboraciones en nuestra revista Ademar. Siempre le pregunté que de dónde le venía la inspiración creativa. Él, sin rubor, me comentaba que posiblemente fuera de su padre, don Ramón Espantaleón Molina, farmacéutico. Licenciado en Historia y alcalde de Jaén en 1916. Siempre me comentaba algunas de sus inquietudes culturales e, incluso, me regaló un libro de poemas titulado “Entre Puerto Alto y Madrid”, que dedica a su esposa, Kore. La Asociación, por medio de nuestro colaborador y amigo Manuel María Morales Cuesta, le hizo un comentario literario que publicamos en la revista Ademar. Esta publicación fue, posiblemente, la que más deseaba y siempre me agradeció este trabajo.
    En mis últimas conversaciones telefónicas, no podían ser de otro tipo, me insinuó que estaba investigando sobre apellidos de origen árabe y su relación y asentamiento en el País Vasco y Cataluña.
    La pérdida de un gran hombre, de un antiguo alumno marista de antes de la Guerra, como él se definía, supone la tristeza inconsolable para sus allegados, amigos y familiares, pero nos debe quedar la alegría de haber podido conocerlo, aunque particularmente haya sido por teléfono, poder compartir ideas, ilusiones y esperanzas. Encontrar en mi camino a Ramón ha sido un auténtico regalo de Dios.
    Solo me queda transmitir a su familia mis condolencias, pero también mi gran admiración.
    Por Antonio García Fernández, presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos Maristas de Jaén.