Hasta siempre

Francisco Berbell Mesas de El Centenillo
“No se borraba la sonrisa de tu rostro”

Hoy quiero dedicar unas pocas líneas a mi cuñado Paco, un jiennense de 55 años, nacido en El Centenillo, que falleció el día 4 del pasado mes de marzo. Difícilmente se puede escribir sobre alguien una vez fallecido, pues siempre se quedará algo en el tintero que debiéramos haber dicho. Pero, sobre mi cuñado, no es difícil, porque a Paco se le quería... o se le quería. ¿Quién no quería a Paco? Tal cual..., como diría tu madre a “paquitín solico”.

    03 abr 2011 / 09:43 H.

    Yo no voy a descubrir cómo era. No he conocido persona más afable, más amigo de sus amigos, simplemente, se hacía querer. Cuando lo necesité, pronto, muy pronto, lo encontré. Nunca obtuve un no por respuesta. Tal vez, por eso muchas veces él mismo haya sido víctima de su misma predisposición. Aún veo las caras de desaleinto de sus compañeros de Banesto. Fueron muchos los años junto a ellos y en muchos municipios, desde que entraste al banco. También he recibido las condolencias de tantos y tantos clientes a los que atendiste, siempre con una sonrisa dibujada en el rostro. Los últimos, en Torredonjimeno. Querido Paco: no solo dejas viuda a María del Carmen y huérfanas de padre a tus hijas Raquel y Marta, nos dejas, en cierta medida, un poco huérfanos a todos nosotros. Hoy, querido Paco, como en todas las despedidas anteriores, que he realizado de mis seres queridos, siempre tristes, quiero reivindicar de nuevo el amor a la vida, que todo esto nos muestre lo importante que es la alegría de vivir, de ser generosos con los demás en amor, en cariño. Creedme de verdad si os digo, que si en la vida no nos damos, no somos donantes de amor, entonces es que estamos muertos en vida. Y así, el amor, el cariño hacia otro, hacia los demás, nos hace lo suficientemente fuertes para hacernos más llevaderas estas heridas de guerra, estos quebrantos de muerte. Muerte, ¡muerte y vida!, qué dos amantes más crueles. A ti te reclamo, querido Paco, corre, vuela... y encuentra pronto a tus padres, espabila a tus cuñados, que ya se te anticiparon, abrázalos a todos y dales un beso de mi parte. Hoy quiero recordar que, al esparcir tus cenizas, tus recuerdos, toda tu vida, te llevaste contigo un trocito de nuestro corazón, de nuestra vida. Querido Paco, voy a echar de menos aquellas cariñosas collejas que repartías a diestro y siniestro cuando llegabas a ver el fútbol junto a nosotros y aquella alegre expresión que te iluminaba la cara al decir: “Vámonos de marcha”. Ahora, comento con nuestro cuñado Rafael que las tertulias futbolístiscas son, seguramente, más interesantes por allí arriba que por estos lares. Adiós querido cuñado, si bien nos dejas un gran vacío, ten por seguro que permanecerás por siempre en nuestro recuerdo, en nuestros corazones. Descansa en paz.    Por tu cuñado Cristóbal Castillo.

    Julián Jiménez Orduña de  Cazalilla
    Sembró cariño por donde pasó

    Al tito Julián siempre lo tengo relacionado con papá y viceversa. Recuerdo al tito montado y conduciendo el tractor, ya fuera el “Ursus” (tractor rojo monocilíndrico con el volante de madera), ya fuera el “Ebro azul 55 CV” o el último modelo, también un Ebro de color rojo y que todavía sigue funcionando y con el que se jubiló. Recuerdo con cariño y nostalgia muchos días en el cortijo, también con papá, cuando íbamos a arrancar garbanzos en el mes de julio. Salíamos de Cazalilla a las cinco de la mañana, montados en el remolque donde echábamos un aparejo y unas mantas para ir durmiendo durante el camino mientras él nos llevaba con “su tractor” hasta el pedazo por el camino Jaén tragando kilos y kilos de polvo durante el trayecto que duraba hora y pico, dando botes y botes en lo alto del remolque.
    Él me enseñó a conducir el tractor, yo me ocupaba del volante y el tito de los pedales y las marchas porque fiarse no se fiaba de mí. Luego, con el tiempo, me dejaba ir tirando del remolque con el tractor mientras estábamos “barcinando” los garbanzos y llevándolos a la era. Esto y la trilla con la mula primero y en otra época, con el tractor, eran mis faenas preferidas. Él siempre estaba pendiente de lo que hacía, sobre todo, si estaba implicado “su vehículo” o algo que tuviera peligro para mí.
    Papá y el tito siempre estaban tarareando alguna canción mientras faenaban. Cuando ellos se callaban era yo el que canturreaba algunas de sus canciones antiguas que me las había pegado y el tito me decía: “Mira qué granuja, qué bien se le pegan las canciones de antiguamente”. Algunas de ellas eran: “Chaparrita la divina”, “Solamente una vez”, “Adiós mi España querida” y tantas canciones que hemos cantado a trío, papá, el tito y yo. ¡Y chistes! Anda que no nos hemos contado chistes y chascarrillos e, incluso, me contaba alguna que otra anécdota de su juventud con las muchachas de su época cuando él tocaba el acordeón de cortijo en cortijo en las fiestas que organizaban.
    El tito fue una persona buena donde las haya, discreto, sencillo, alegre. Le gustaba mucho usar los refranes cuando se hacía algún comentario que viniera al hilo de la conversación. Él y yo compaginábamos muy bien cuando sacábamos el tema de la música, porque era un enamorado de la música.
    Una semana antes de su fallecimiento, en el hospital, tuve la suerte de estar con él un rato y, dentro de lo mal que estaba, aún se acordaba de algunos de estos relatos. Estuvimos cantando, a pie de cama, “canciones antiguas” y hasta contándome chistes y chascarrillos. Tuvo un recuerdo para “su acordeón” e, incluso, simulaba el movimiento de los dedos como intentando tocar lo que era su ultima melodía. Adiós tito Julián, dale muchos besos a mi padre ahora que estáis juntos otra vez y dile que lo echamos mucho de menos.
    Por tu sobrino Félix Jesús Jiménez

    Son muchas las cosas que podría decir de ti. Desde pequeña te recuerdo en el “Llanete de Paquito” al sol, o en la esquina de María dependiendo de la estación en la que estuviésemos. Recuerdo que, cada domingo, al salir de misa, me tenías preparados mis dos duros para ir a comprar chucherías al portalillo, por no hablar de la ilusión que me hacía presentarte mis notas cada trimestre, para que te sintieses orgulloso de mí. Conforme me las daban, en el primero que pensaba era en ti y en mi padre. Puedes estar orgullo, porque todos tus sobrinos pensamos lo mismo de ti. Eras un hombre justo, no te gustaba discutir y tenías una capacidad de mediar ante cualquier adversidad (cualidad que creo haber heredado de ti). Aunque pasásemos algún tiempo sin verte, siempre nos recibías con los brazos abiertos, con algún chascarrillo y con la simpatía que te caracterizaba. En tus últimos días de vida, seguíamos contándonos nuestras confidencias, recuerdo que en mi última visita te conté que iba a ser madre por segunda vez, tú me contaste que tenías nuevas amistades con las que pasabas largas horas de tertulia, paseamos un rato cogidos de la mano, te veía muy feliz.
    Te fuiste en paz con Dios y con todos. Por eso, todos sabemos que tendrás un lugar privilegiado en el cielo junto a tu compañero de fatigas, mi padre, al que quiero que le digas que le echamos de menos y que nuestros hijos ya se saben entera la canción de “Margarita se llama mi amor”, que él nos enseñó.
    Seguro que, con tu nobleza y con tu simpatía, amenizarás las veladas con tu acordeón, como solías hacer en tu juventud de cortijo en cortijo. Nos quedamos con tu mejor legado: tu nobleza, alegría y amor hacia tu familia.
    Por tu sobrina Mariana Belén Jiménez

    Siempre me acuerdo del tito pasándoselo bomba en las fiestas familiares, en las comuniones, en las bodas, en esas nochebuenas cantando mononas mano a mano con su hermana Miki... Cuando llegaba la hora del baile, en las bodas y comuniones, él era de los primeros en salir, bien por sí mismo, bien porque lo sacábamos los demás que sabíamos cuánto le gustaba la juerga. Era todo un show verlo bailar una canción que a él le gustaba mucho: “Follow de leader”, iba en la misma dirección que todo el mundo, pero se daba la vuelta antes de tiempo, decía que era para que los demás no lo alcanzaran y chocaran con él; todo esto lo contaba muerto de risa, porque a buen humor no le ganaba nadie.
    Por tu sobrina May Jiménez de Cazalilla

    José Luis Pérez Lozano de Marmolejo
    Luto en el deporte marmolejeño

    La familia del deporte marmolejeño ha recibido un mazazo con la triste noticia del fallecimiento de José Luis Pérez Lozano, “Brieguel”, como cariñosamente era conocido o  “Lozano”, que fue el nombre con el que fue reconocido en el mundo del fútbol provincial. Nació el 17 de marzo de 1972 y, a punto de cumplir los 39 años, José Luis fallecía, después de una larga enfermedad, en la que, como era costumbre en él, luchó hasta el final. Su familia ha estado muy vinculada al deporte de Marmolejo. Sin ir más lejos, su propio padre también fue jugador y después presidente de la A. P. Útica de Marmolejo. Con el paso de los años, el “Rubio”, como lo llamaban sus amigos, se convirtió en uno de los mejores jugadores que ha dado la cantera de nuestro Útica y, sin duda, uno de los mejores embajadores de nuestro deporte en el exterior, ya que llegó a ser profesional en el difícil mundo del balompié. Desarrolló casi toda su carrera deportiva en segunda División B y tercera División. Siempre podrá presumir de haber jugado en los mejores equipos de la provincia. Entre otros, militó en el Real Jaén, el CD Linares, el Baeza CF, el Ronda CD, el Martos CD, o el Iliturgi CD de Andújar, club este donde colgó las botas, dejando en todos y cada uno de sus equipos una imagen de excepcional deportista, compañero y mejor persona. Hasta la fatal llegada de su enfermedad, colaboró siempre desinteresadamente con la celebración de numerosos eventos deportivos e, incluso, formó parte de la actual directiva del CD Útica, presidida por Javier Expósito. El mundo del deporte provincial y los medios de comunicación provinciales se han hecho eco de su pérdida y se han unido al dolor de sus familiares. Sus paisanos queremos expresar nuestro más sincero pésame a todos sus seres queridos. Descansa en paz, José Luis. Por Emilio Jesús Lozano de Marmolejo.

    Juan Manuel Cruz Carmona de Lopera
    “Enseñó a sus hijos el valor de la palabra compartir”

    El pasado día 9 de marzo fallecía a los 83 años el loperano Juan Manuel Cruz Carmona y no pasa ni un día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues, ante todo, era una excelente persona, trabajadora y emprendedora que se desvivía por el bienestar de su familia. Juan Manuel fue el mayor de cuatro hermanos (Juan Manuel, Alfonso, Dolores y Francisco) y sus padres fueron Francisco Cruz Gómez y Basilisa Carmona Acevedo. Los tres años de Guerra Civil Española los pasó con su familia primero en Arjona y después en Ibros. Sus estudios los realizó en el colegio Francisco Giner de los Ríos. Con apenas trece años comenzó a trabajar de aguador en la empresa Regiones Devastadas encargada de levantar de nueva planta las casas de los maestros de Lopera.
    El servicio militar lo hizo en Tarifa y después estuvo de asistente con un cura en Tocina. De vuelta a Lopera comenzó a trabajar de peón y, después, de oficial de albañilería con el “Rubio de Haro”.
    Posteriormente, trabajó como maestro de fábrica en el molino de Miguel Moreno Morales. La mayor parte de su vida la dedicó a su almacén de materiales de construcción, tarea que compaginó con la de administrador de la familia Morales. Los inicios de “Materiales de Construcción Juan Manuel Cruz Carmona” había que situarlos a finales de la década de los años 50, cuando un grupo de amigos amantes del fútbol deciden traer un camión con ladrillos procedentes de la fábrica de García Morón (Arjonilla), para venderlos en las obras que había en Lopera en plena postguerra. Con los beneficios obtenidos de la venta de los mismos podían ir todos los domingos a ver al Real Jaén que militaba en la división de honor del fútbol español. Más adelante, y viendo que el negocio iba bien, uno de estos amigos, Juan Manuel Cruz Carmona, decidió asociarse con un vecino de Lopera, José Rosales Rubio, para crear un almacén de materiales en la calle Duque de la Torre, bajo el nombre de Materiales de Construcción Cruz-Rosales. Lo primero que hicieron fue comprar un burro por 800 pesetas y un carro que se hizo en la herrería de los Hermanos Pantoja, para que José Rosales repartiera los materiales por las obras del pueblo. Su socio y maestro de obras era Juan Manuel Cruz. A los dos años, se disolvió la sociedad y siguió con el negocio, Juan Manuel. Más adelante, adquirió una mula al arriero local Paco “el Habanero” y contrató a Antonio Alcalá Ortega, para que repartiera los materiales. El negocio, con el paso del tiempo, fue prosperando y Juan Manuel decidió trasladar la empresa junto a su domicilio familiar, sito en la calle Llanete de Orgaz, y amplió la plantilla de trabajadores con Bartolomé Pastor Peláez, como repartidor. Entonces adquirió el primer camión, un Barreiros Saeta, al que siguieron otros modelos más modernos, siempre conducidos por el entrañable Juan Alcalá Melero “El Rubio Cartagena”. En 1963, se casó con la mujer de su vida, Paula Melero Torres, y fruto de su matrimonio nacieron dos hijos, Basi y Paco.
    En el año 1992, llegó la jubilación de nuestro querido Juan Manuel y con ella el relevo generacional. Tomaron el testigo sus hijos Basi y Paco Cruz Melero, los cuales apostaron por la renovación y la expansión de la empresa, ubicando la misma en pleno polígono industrial Santa Quiteria, con unas instalaciones modernas y acordes con los nuevos tiempos. El jubilarse no impidió que a diario acudiera Juan Manuel al almacén para estar con sus hijos. Dentro de sus aficiones, le gustaba mucho el fútbol, era socio de la Peña Barcelonista “Castillo de Lopera” y también fue directivo de la AD Lopera y le encantaban los toros. Fue socio fundador del Casino Círculo de la Amistad. Le apasionaba charlar con sus amigos. Entre ellos estaban Nicolás García, Vicente Herrero, José Navarro, Manuel Gómez, José Lara, Francisco Moreno y muchos más. Fue devoto y hermano de la Cofradía del Cristo de la Expiración. Fue un gran colaborador del Cronista Oficial, en la recuperación de la historia y las tradiciones de Lopera, ya que tenía una prodigiosa memoria. No tenía nada suyo, todo lo compartía y les enseñó a sus hijos tratar a todas las personas con el mismo respeto. Conoció en vida a sus cuatro nietos (Juan Manuel, Antonio, María y Juan), con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos, de los cuales presumía de tener muchos. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.
    Por José Luis Pantoja, de Lopera

    Miguel Marcos Muelas de Vilches
    “Se nos fue el corazón”

    ¿Cómo decir en tan pocas palabras lo que significabas para nosotros? Ese fatídico 11 de marzo siempre quedará marcado en nuestros corazones. Por unos minutos se nos paró la vida. ¡Es tan injusto que te hayas ido! El Señor necesitaba un ángel y escogió al mejor. ¿Qué decir de ti? ¿Cuántos buenos momentos hemos compartido juntos? Nunca te molestabas por nada, dabas todo lo que tenías aunque supieses que te ibas a quedar sin nada. Ni un mal gesto, ni una mala cara. Si las cosas te iban mal, daba igual; siempre tenías una sonrisa, y si las cosas te iban bien, eras el ser más feliz. Esa sonrisa que a todos se nos ha quedado grabada, llena de vida, de proyectos, de felicidad. Esa felicidad que te hacían sentir los tuyos y que tú nos trasmitías a todos. Desde ese día llevamos preguntándonos ¿por qué?, ¿por qué te fuiste?, ¿por qué tuvo que ser así?, ¿por qué...?  Es inútil, nos dejaste y se nos fue una gran parte de nuestro corazón. Sabemos que es incurable, que nadie jamás podrá llenarla. Ese día, todo nuestro pueblo salió a la calle, a darte ese último adiós que jamás nos hubiera gustado darte. Estabas viviendo uno de los momentos más felices de tu vida junto a tu novia, esa niña maravillosa por la cual se te caía la baba. Decirle a tu familia, aunque bien sabemos que no hace falta, que pueden estar muy orgullosos de ti por ser un buen hijo, por ser tan grande, tan especial, tan bueno y tan generoso. Por ser simplemente tú. Sabías qué decir en cada momento con esa sonrisa que te caracterizaba, siempre bromeando. Si necesitábamos algo allí estabas tú, el primero, sin pedir nada a cambio. Nos quedamos con la alegría de haberte conocido, de haberte disfrutado, de compartir tantos y tantos momentos juntos que no habría días en el calendario para terminar de contarlos. Esas semanas santas inolvidables y que ya nunca se volverán a repetir. Estás más presente que nunca en nuestros corazones. Por eso, y desde donde estés, queremos pedirte que le envíes a tu familia las fuerzas suficientes para poder sobrellevar el grandísimo dolor que nos ha producido tu ida. De lo que podemos estar seguros cada uno de nosotros, es de que te has marchado, sabiendo que te queríamos. Cada vez que miremos al cielo, la estrella más brillante que ilumine nuestro pueblo, esa estrella serás tú, la que nos guíe y apoye en cada momento. Te queremos dar las gracias por haber sido nuestro amigo. Decir hasta luego y no hasta siempre. Eres nuestro ángel de la guarda y recordaremos por siempre jamás esa sonrisa que no borrabas de tu cara. Tu madre también quiere enviarte un mensaje: “La magia existe y es tu mejor gala y tu sonrisa es mi regalo”. De tantos y tantos amigos que has dejado aquí abajo. Nunca te olvidaremos, Miguel. Sabemos que nos acompañas.
    Por Andrés Torres, de Vilches