Hasta siempre
FRANCISCO TRIGUEROS ENGELMO de Andújar
“Vinculado a la historia y las costumbres de Andújar”
El pasado 2 de febrero se cumplieron 50 años de la muerte de Francisco Trigueros Engelmo, un hombre muy vinculado a su ciudad y a sus costumbres, y como estamos en Andújar, a la Virgen de la Cabeza. Aquí lo fue todo. Fue escritor, periodista, corresponsal de Diario JAEN en aquella época en la que nuestro diario quedó ligado al nombre de “trepabuques”. Fue delegado del Ministerio de Información y Turismo, cronista oficial y tuvo la Cruz de Alfonso XII.
“Vinculado a la historia y las costumbres de Andújar”
El pasado 2 de febrero se cumplieron 50 años de la muerte de Francisco Trigueros Engelmo, un hombre muy vinculado a su ciudad y a sus costumbres, y como estamos en Andújar, a la Virgen de la Cabeza. Aquí lo fue todo. Fue escritor, periodista, corresponsal de Diario JAEN en aquella época en la que nuestro diario quedó ligado al nombre de “trepabuques”. Fue delegado del Ministerio de Información y Turismo, cronista oficial y tuvo la Cruz de Alfonso XII.
Nacido en 1892, su familia estuvo ligada a la política de talante conservador. Su padre fue alcalde de Andújar en 1917. Maestro de Enseñanza Primaria, se vinculó muy pronto a su vocación periodística y fundó las publicaciones locales “La Crónica”, “La Verdad”, “Illiturgi”, “Popular” o “El Defensor de Andújar”, entre 1912 y 1917. De la década de los 20 hay que destacar su vinculación a los actos del VII centenario de la Aparición de la Virgen de la Cabeza. Entre otros, fue autor de la letra del himno de este centenario. Además, publicó numerosas reseñas en los programas de esa década, así como en la revista “Mirando al Santuario”. Tras la Guerra Civil, publicó, en 1948, “La Virgen de la Epopeya”, libro que fue prologado por José Moreno Torres, director de Regiones Devastadas y alcalde de Madrid.
Unos años más tarde, le dedicó un libro al Capitán Cortés. Escribió narrativa, biografía, poesía y obras de teatro. El mundo de los toros no le fue ajeno y escribió a la muerte de Manolete. Realizó numerosos programas oficiales del Ayuntamiento, tanto en romería como en la feria de septiembre, haciéndose eco de del sentir histórico de la ciudad con sus tradiciones y costumbres.
Por Juan Vicente Córcoles.
JOSE MARÍA SAPENA RAULL de Jaén
No es fácil explicar la mezcla de sentimientos
No es fácil expresar con palabras, ni aún escritas, la mezcla de sentimientos. De un lado la tristeza cuando alguien a quien quieres no está. De otro, una sensación de paz interior porque tienes el convencimiento de que una persona buena y que hace el bien no puede tener reservado nada que no sea el fruto de lo que ha sembrado y orgullo con sólo mirar a quien queda con su recuerdo, y su legado, a quien tienes al lado y a los y las que tuvieron, tuvimos, la suerte de acompañarlo durante un período más o menos largo de su existencia.
Todos y todas tenemos un papel que desempeñar, una misión que el destino, la providencia o, como pienso yo, Dios, nos tiene preparado. Nada ocurre por casualidad, todo tiene un porqué. Es el tiempo el que, con su inexorable discurrir, descubre todo aquello que el ser humano ha ido cosechando a lo largo de su existencia. Hay dos formas de estar en este mundo. O la vida pasa por ti, o tú pasas por la vida. Hay personas que prefieren lo segundo y se dejan notar, incluso una vez que han emprendido el viaje hacia un lugar al que todos y todas hemos de llegar. Y para que el recuerdo de un ser perdure y, así, se haga vivo no basta una labor de un día, ni de dos, ni de meses, sino una tarea constante. Es una gota diaria, un siembra continua, anónima, para con los demás y, de forma muy especial, para los más cercanos.
Así, hay personas con las que sabes que puedes contar, que ayudan cuando lo necesitas sin esperar nada a cambio. Además, los más cercanos saben que quien les precedió ha establecido lazos de unión muy fuertes. No es de extrañar que, llegado el momento de marchar, aunque el eslabón se suelte, los lazos sigan y perduren. Si una imagen vale más que mil palabras, si una escena es capaz de resumir una buena parte de lo que ha supuesto la misión de alguien en la vida es que, en el momento de la despedida, estés rodeado de los seres queridos, de aquellos y aquellas que por mucho tiempo que pase, a pesar de las distancias geográficas y de las ocupaciones, seguirán unidos.
Y sirvan estas reflexiones como humilde y breve homenaje a mi suegro, José María Sapena Raull, fallecido en fecha reciente. Al ir pasando los días, inevitablemente, se siente más la ausencia y la pena es como un poso que se va haciendo más denso. Y es ahora cuando hay una mezcla de sentimientos. De un lado, la tristeza por su falta. De otro, satisfacción y agradecimiento por haber conocido a alguien que, cuando se le necesitaba, estaba y que con su ejemplo, con el cariño, ha tejido una red invisible, pero muy fuerte, que une a todos los que estuvieron cerca de él y que le querían. Esa red se hará más grande y más fuerte porque están sus hijos, sus nietos y el padre y abuelo se encargó de hacerla de un material duradero y tan extensible que llega al cielo. Porque José María, quien siembra, recoge y quien es bueno sólo puede tener lo mejor. Que lo hiciste bien lo atestiguan los que te siguen, los que se quedan, entre ellas, la persona más importante en mi vida, tu hija. Te fuiste y te echamos de menos, pero siempre estarás presente cuando te recordamos y cuando nos reunimos o cuando paseemos por Jaén, ciudad que te vio nacer y a la que querías. Hijo del maestro don José Sapena Matarredona, director de la Banda de Música y fundador del Orfeón Santo Reino, no podrás tener mejor coro y música celestial. Que te queremos lo sabes. Llorar es inevitable para los que aquí quedan porque, sabiendo lo mucho que representaban para ti, y como escribió Pirandello, “ya no estás aquí para pensarles”.
No obstante, tengo la certeza, desde la fe que compartimos, de que en el cielo nos esperas y, como dice una carta atribuida a San Agustín: “No llores si me amas. Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo. Si pudieras oír el cántico de los ángeles, y verme en medio de ellos. Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos, los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso. Si por un instante pudieras contemplar como yo, la belleza ante la cual las bellezas palidecen. ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Créeme. Cuando la muerte venga a romper las ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban, cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a verme, sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz, ya no esperando la muerte, sino avanzando conmigo, que te llevaré de la mano por senderos nuevos de Luz y de Vida. Enjuga tu llanto y no llores si me amas”. Cuida de nosotros. Un beso, tu yerno.
Por Antonio José Bermejo Chamorro.
FRANCISCO sánchez becerra de Alcalá la Real
“Abogado de prestigio y viejo político”
Hace unas semanas nos dejaba Francisco Sánchez Becerra, abogado de prestigio y viejo político afincado en Alcalá la Real. El oficio de su padre, que era secretario judicial, le hizo recorrer y vivir en más de un lugar, pero supo echar raíces en esta ciudad al sur del sur, forjar una familia y dejar mil y una muestras de sus polifacéticas dotes. Porque Francisco fue, al mismo tiempo, un apasionado abogado, un leal político, un aficionado actor de causas benéficas, un amante de la música y un brillante docente.
Entre los años 1987 y 1991 ocupó la portavocía del grupo popular en el Ayuntamiento de Alcalá la Real. Fue la legislatura conocida como “del agua”, en la que Alcalá y Frailes mantendrían, en plena sequía, un pulso ya olvidado acerca de la propiedad del líquido elemento, en el que la Corporación hizo piña como pocas veces ha hecho en la etapa democrática. Recordado por su brillante oratoria y su espíritu constructivo, llegó a ocupar un puesto en la ejecutiva regional liderada en aquellos años por Gabino Puche. Pero la política fue un corto proyecto en su vida, ya que prefirió entregarse al libre ejercicio de la abogacía y de la docencia en las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, donde, durante tres décadas, transmitió a la juventud alcalaína lo mejor que conocía: las leyes y su aplicación.
La música fue otra de sus grandes pasiones. Desde joven destacó por su voz y su maestría a la guitarra, y los de cierta edad recuerdan sus actuaciones en la feria de septiembre, en el escenario de la “caseta del pellizco”, que le valieron un dinero con el que pudo pagarse la carrera de Derecho. La música, como el teatro, lo mantuvieron cerca de los escenarios durante toda su vida. Con su grupo llegó a grabar un par de discos y, dentro de un voluntarismo a prueba de bombas, no le faltaron ganas de ejercer de actor comediante en los muchos teatros organizados por las cofradías alcalaínas para alguna causa benéfica, y hasta llegó a dar uno de los mejores pregones que se recuerdan a la Virgen de las Mercedes.
Por Marino Aguilera Peñalver,
concejal de PP de Alcalá la Real.
José Antonio Pliego Arias de Jaén
Carta a mi querido hermano
Ya ha pasado un año desde que nos dejaste. Hay días en los que, al levantarme por la mañana después de muchas noches sin dormir, pienso que todo esto es un mal sueño, una pesadilla, pero, al momento, reacciono y soy consciente de que, por desgracia, no es un sueño, es una realidad.
Este año, te puedo asegurar que ha sido muy duro, difícil y complicado de vivir. Llevo todo el año aprendiendo a vivir sin ti y te puedo decir que ha sido un curso acelerado porque estar sin ti es muy complicado.
Tú eras una persona muy importante para mí. Has sido mi hermano mayor, mi amigo, mi consejero y has actuado conmigo como un padre porque, por desgracia, el nuestro nos dejó cuando éramos muy jóvenes.
Echo mucho de menos esas conversaciones, esas risas que nos echábamos. El que te conocía bien sabía que eras una persona simpática, con un humor muy especial. Muy trabajador, amigo de sus amigos, buen padre, buen marido y muy buena persona. Con la familia te desvivías. Siempre pendiente y preocupándote por todos: tu mujer, tus hijos, tus cuñados, tus hermanas —seguro que, desde donde estés, estarás diciendo: “¿Qué estarán haciendo ‘maris’?—, tus sobrinos, sobre todo a los más pequeños, a los que tú solo sabías “ponerlos firmes” y anda que no te obedecían.
Es muy difícil asumir y asimilar que ya no estás con nosotros. Nos dabas siempre mucho empuje para hacer cosas y, ahora que no estás, te puedo decir que me cuesta mucho hacer ciertas cosas, porque es mucho dolor lo que todavía siento. Se supone que, con el tiempo, pasará.
Sólo puedo darte las gracias por todo lo que me has enseñado y aconsejado, por cómo te has portado siempre conmigo. Eras una persona que, cuando tomabas una decisión, era que la tenías muy meditada. No parabas ni durmiendo de “maquinar”, como siempre me decías.
Tengo que darte las gracias por la herencia familiar que me has dejado: tu mujer, Ana —dicen que detrás de un buen hombre hay una gran mujer—, mi sobrino Pablo. Tú has sido un buen ejemplo para él. Seguro que nos dará muchas satisfacciones en el futuro. No nos podemos olvidar de tu niña, Ana, tu “gachosilla”, como tú con tanto cariño la llamabas. Tengo que decirte que no ha perdido la sonrisa. Siempre te recordaré entrando por la puerta, cuando venías de la tienda, con las bolsas, tu flequillo y tu media sonrisa.
Tengo que decirte que, entre mucha gente, has dejado un buen recuerdo. Te querían y te apreciaban y, si como hermana siempre me he sentido orgullosa de ti, ahora lo estoy mucho más. Siempre te llevaré en el corazón.
Quiero aprovechar estas líneas para dar las gracias a toda mi familia por su ayuda y comprensión. A mis tíos y a primos por estar siempre ahí; a mis amigos, por animarme y comprenderme; a toda la gente que me conoce y aprecia y se ha interesado por mí, a mi marido y a “mis chiquitillos” por aguantarme y soportarme en los momentos de bajón, que han sido muchos. Un beso para todos.
Por Antonia Pliego Arias.
Servicial como nadie, leal y honradoJosé Rodríguez fernández de La Carolina
Se cumple medio mes desde que José Rodríguez Fernández llegó al reino de los cielos. Era un hombre con un gran afán de superación, ya que durante toda su vida, aun con los noventa años de edad cumplidos, seguía echando una mano, y grande, a los diferentes negocios que el Grupo La Toja de La Carolina tiene establecidos en diferentes puntos de la provincia e, incluso, fuera de ella.
Tuve la suerte de conocer a José Rodríguez durante bastantes años de mi vida y, como es lógico, de compartir con él momentos de todo tipo, especialmente, buenos. Por eso, solamente tengo palabras de agradecimiento y admiración para este emprendedor que, tras haber nacido en el pueblo gallego de Melón, fijó su residencia en la capital de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena tras un breve periodo de tiempo en el que residió en Madrid, siempre como empresario hostelero. Tampoco se me olvidan los buenos ratos que pasé junto a él en bastantes viajes realizados conjuntamente, con el resto de caballeros de la Orden de la Cuchara de Palo de Guarromán, de la que fue comendador decano y uno de los primeros miembros numerarios. Y es que “el abuelo”, como le llamábamos todos los componentes de esta prestigiosa orden gastronómica, se vino en mi coche hasta Guarromán numerosas veces, para, desde allí, partir en autobús hacia diferentes destinos organizados por el presidente, José María Suárez Gallego, previo acuerdo en asamblea. Especialmente, me viene a la memoria un viaje realizado, en el año 2006 a Sevilla, concretamente, al restaurante Cabo Roche que dirige el gastrónomo Paco Jacquot. Allí tuve el honor se ser investido como comendador honorario de la Orden junto al presentador de Canal Sur, Rafael Cremades, y “el abuelo” nos bautizó a los dos colocándonos la célebre esclavina de color rojo de los antiguos conventos primitivos. Precisamente, el pasado 12 de junio, volvimos a Sevilla y le dedicamos un homenaje póstumo que estuvo a punto de costarnos algunas lagrimillas tanto a mí como a su hijo José María Rodríguez, maestre de armas de la misma Orden. Y recuerdo cómo este bonachón abuelo disfrutaba del menú y, a la vez, se sentía feliz ordenando, cariñosamente, a los camareros que me sirvieran varios postres en vez del correspondiente al almuerzo oficial.
Y es que, José Rodríguez Fernández tuvo siempre una mente muy abierta. Por eso, estuvo pendiente, durante su último mes de hospital, de las vicisitudes del negocio que, ahora, regentan su hijo y sus nietas. Esto viene a poner de manifiesto que Rodríguez estuvo en sus cabales hasta el último instante de su vida, en el que se le rompió el motor por causas totalmente ajenas a cualquier enfermedad. Su pérdida fue sentida por personas de todo tipo y profesiones, como así lo demuestra el multitudinario público que asistió a su sepelio en La Carolina. Desde que “el abuelo” se marchó para siempre no cabe duda de que dejó una huella laboral y emprendedora casi imborrable en el recuerdo de muchos carolinenses a los que tuvo como amigos, fuesen clientes o no del negocio familiar. Desde aquí quiero también mandarle mucho ánimo a su esposa Delfina, para que supere lo más prontamente posible este duro trago y poder tenerla entre nosotros muchos años más, porque también es una mujer ejemplar.
José Rodríguez Fernández fue una persona muy querida por todos los que le rodeaban y un apasionado de amor con su familia. Servicial como nadie, legal y honrado en todos los aspectos de la vida. El “abuelo de La Toja” era una persona entrañable en el municipio carolinense.
Por tu amigo Silverio Fernández.