Hasta siempre

José Latorre Sánchez de Jaén
“Un beso muy fuerte; papá, te queremos”

Querido papá, hace poco que te fuiste y te echamos mucho de menos. Has dejado un vacío tan grande que nada ni nadie podrá llenar.
Fuiste siempre tan fuerte y con tanta vitalidad que parecía que nada te podría parar, que no habría enfermedad que pudiera contigo.

    16 jun 2013 / 08:52 H.

    Pasaste mucho en la vida. Desde pequeño trabajaste en el campo; después, poco a poco, en la obra hasta que llegaste a ser maestro de obras. Hiciste grandes edificios en Jaén, el último fue el “Edificio Parque”, en el que te quedaste como conserje.
    Todo el mundo te quería. Sabías arreglarlo todo, desde una persiana a una cisterna. También tuviste muchas alegrías, como el nacimiento de tus hijas y tus nietos. Viajaste mucho con mamá y siempre se os veía felices.
    Te jubilaste pronto porque el corazón te dio un aviso. Pasaste por unas cuantas operaciones, algunas muy graves, y de todas salías vencedor. En la última operación me acuerdo que un día me dijiste con una sonrisa: “Tengo más vidas que un gato”.
    Este último año ha sido muy duro para todos. Para ti por esos dolores de cabeza tan fuertes que te daban y, para nosotros, porque no sabíamos qué hacer. No había calmante que ni médico que te los quitara y, ahora, que se te habían quitado, va el corazón y nos juega una mala pasada. Te fuiste en silencio y sin poderte despedir. Nosotros de ti tampoco.
    El campo fue tu vida, así que siempre te recordaremos en el “piojillo” sembrando pepinos, tomates, pimientos, sandías y tus famosas patatas. De todo un poco para el verano.
    Un beso muy fuerte. Nunca te vamos a olvidar. Te queremos, papá.
    Por tu hija  María José.

    Alejandro López Urbán de Alcaudete.
    “Desde el cielo, tito, guárdanos en este camino”

    Era un 14 de mayo de 2012 cuando mi corazón, desde mi estancia malagueña, llena de sentimiento y nostalgia por estar lejos de la familia, recibía una triste noticia. El diablo convertido en esa palabra maldita, llena de dolor, que a todos nos asusta tanto, el cáncer, se llevaba a mi tío Alejandro con tan solo 69 años.
    Ha pasado poco más de un año, pero mi sentimiento y mi recuerdo se mantienen intactos e imborrables. ¡Está tan presente en mi memoria que nunca caerá en el olvido!
    Mi tío Alejandro, mi padrino, tuvo la desgracia de quedarse viudo muy joven. Su mujer falleció a causa de una enfermedad cuando yo estaba recién nacida. Desde aquella triste desgracia siempre estuvo arropado por sus familiares y su hijo, pero, muy especialmente, por su madre, Manuela, mi abuela. Día tras día, bajaba a su casa, la visitaba y ella, hasta su última hora, le ofreció todo lo que una madre puede darle a su hijo.
    Así, recuerdo los días en los que comía junto a él, muchos, que me iba a casa de mi abuela y allí estaba mi tío, riéndose conmigo, contándome historias de la vida. Tantas tardes de verano, que lo veía aparecer con su moto por la esquina y yo llamaba a mi abuela: ¡Abuela, abuela, ya viene el tito Alejandro! Ella, tan feliz y llena de humildad, ahí estaba esperándolo.
    Ahora, años más tarde, paso por la puerta de mi abuela y ya ninguno de los dos está. La puerta está cerrada, ya nadie me espera sentado en la mesa. Es triste ver cómo, con el paso de los años, seres queridos se van quedando por el camino. A veces, de una manera muy injusta. Nunca pensé que se fuera ir tan pronto.
    Siempre te acuerdas de un familiar querido, de una persona a la que extrañas, pero, más aún, en momentos especiales, en reuniones familiares en las que intentamos pasar el tiempo con esa gente que lleva “tu sangre”. Así, hace pocos meses se casó su único hijo, mi primo Francisco Jesús, un momento lleno de alegría, en el que, sin embargo, todo el mundo apreciaba que faltaba alguien, mi tío Alejandro. Aunque desde el cielo, sabemos que estuviste con nosotros.
    Mi padre con él siempre estuvo muy unido. Lo echa de menos. Raro es el día en que no me habla de él, de lo que hacían de jóvenes, de  tanto como que trabajaban. Mi padre, si ahora mismo estuviese bien, seguramente sería el que estuviera escribiendo estas líneas. Al comentarle que a ti, tito Alejandro, te quería dedicar unas palabras, mi padre, visiblemente emocionado, agachó la cabeza. Dicen que siempre un hermano tira más que otro y ese era mi tío Alejandro para mi padre. Por eso, la triste noticia que recibimos fue “un gran palo” para todos, pero, sobre todo, para él. Mi familia ha estado muy pegada a él desde siempre, y su muerte nos causó gran dolor.
    Era mi tío, el que meses antes nos visitaba a nosotros por la enfermedad de mi padre, el que venía a entretenerlo, a que las tardes se les pasaran más amenas. Sin embargo, sin esperarlo, ha sido él el que nos ha dejado, al que nunca más volveremos a ver. Nadie es indispensable, pero hay personas tan especiales que cuando se van te dejan un vacío irremplazable. Desde el cielo, tito Alejandro, guárdanos y  protégenos, en este duro camino que dice llamarse vida.
    Por Carmen López.

    JOSEFITA ALMUNIA SERRANO de Andújar
    “Engrandeció el papel de la mujer en su familia”

    El tiempo y los días. El próximo 30 de septiembre hubiese cumplido 87 años. Hija de Juan Antonio y de María, Josefita compartió la vida con sus hermanos Antonio, Manola, Maruja y Luis en la calle Astilleros de la collación de San Bartolomé, casa en la que su padre tenía un taller de carpintería. Nacida en la Andújar de 1926, años de la España de Primo de Rivera, cuando era muy niña vio llegar la II República y con 10 años la llegada de la Guerra Civil.
    Josefita pertenece a esas generaciones que trabajaron por España con mucho esfuerzo, tesón y sacrificio. Tiempo para la escuela para aprender lo indispensable.  Ayudó a las tareas domésticas y aprendió a coser, actividad que desarrolló ampliamente y en la que demostró maestría. En la juventud conoció a Vicente Córcoles Aldehuela, con el que se casaría en mayo de 1957. Vicente trabajó en la Junta de Energía Nuclear, como administrativo en su reciente Fábrica de Uranio de Andújar. Se trasladó pronto al poblado del Santuario de la Virgen de la Cabeza, cerca de las minas de uranio con el resto del personal de la empresa. Tuvieron tres hijos: Margarita, María y Vicente. En 1966 se marcharon marchándose a Don Benito. No perdió el contacto con Andújar por ser su lugar de origen y por tener el resto de su familia. Fue una mujer muy creyente, piadosa, educada, que ha engrandecido, sin proponérselo, la labor de la mujer en el seno de una familia. Por Juan Vicente Córcoles.

    Francisco de Paula Salcedo Sánchez de Andújar
    “Papá, siempre estarás en nuestro recuerdo y en nuestros corazones”

    Pesadilla, eso es lo que me parece estar viviendo desde hace unos meses, concretamente, desde el mes de septiembre. Nunca pude imaginar, aunque hay que pensar en que todo llega, que a la gran alegría que supuso el nacimiento de mi segunda hija, Aurora, le siguiera tanta pena y tristeza. Septiembre y abril, dos meses que en mi vida estaban marcados por otras circunstancias, refuerzan ahora su presencia en mí, aunque, sobre todo, abril, nunca volverá a ser lo mismo. Desde que la noche del 6 de abril se comunicara mi hermano conmigo para darme la fatídica noticia de que te habías caído, una pena me acompaña, pero más aún, el día 8, cuando se produjo tu partida definitiva. No creo que haya nada más triste en el mundo que el hecho de que te confirmen que tu padre ya no está en esta vida. Son momentos tan duros que solo pueden ser mitigados gracias a recordarte en los buenos y en las alegrías.
    Valga este obituario para agradecerte todo lo que por nosotros has hecho. Lo primero que tengo que agradecerte, por supuesto, es que me dieras la vida y me trajeras a una familia tan especial como ha sido y es la mía. Le doy gracias a Dios y a la vida por permitirme ser tu hija y, aunque ya no estás conmigo, una parte importante de ti vive en a mí. Mi hermano y yo vivimos una infancia muy feliz, con más de un capricho que tú nos dabas porque te llenaba, sin duda. Cuando fuimos creciendo, con bastante rebeldía, como buenos padres, intentasteis, como siempre, guiarnos por el mejor camino y, tras decidir irnos a estudiar, nuevamente os supuso, aunque sobre todo a ti, por ser tu sueldo el único sostén de la casa, un sacrificio. También recordaré siempre con cariño nuestros veranos en la playa, tu respeto al agua, tus quemaduras solares, cómo no, tu “número 5”, la copa de helado que, cada noche, tomábamos antes de ir a dormir. Muchas veces, cuando repaso tantas y tantas experiencias, me río, y lo hago porque pienso que voy a ir a casa, como cada fin de semana, y nos vamos a reír todos juntos, pero enseguida vuelvo al mundo real y compruebo que no, que eso ya no pasará más. Ya no entraré más al salón y no te veré sentado en tu sillón, esperando a tus nietas, que, por otro lado, no paran de tributarte muestras de cariño. A Lola, no sé cómo voy a explicarle que ya no estarás más. No para de decir que ya no te dará más besos ni podrá hablar contigo, pero se conforma cuando le decimos que te puede hablar en todo momento porque tú siempre estarás con nosotros. Y de Aurora, a pesar de lo pequeña que es, nos asombra ver su reacción, porque cuando ve alguna fotografía tuya, salta y ríe como si delante de ella estuvieras. Tantas veces como he pensado lo injusta que es la vida porque, después de toda una vida de trabajo a tus espaldas y cuando por fin parece que podríamos contar más de tu compañía al cumplirse tu jubilación, recibimos este duro palo y tenemos que hacernos a la idea de que no estás más.
    Pero, por otro lado, mi fe en Dios me ayuda una vez más y me convence de que no es un castigo, sino que, en realidad, se ha cumplido tu misión en este mundo y Él te ha llamado a su lado para ayudarle en su labor, sobre todo, para que estés pendiente y veles por nosotros, pero, ahora, de otra manera. Quiero creer que la muerte no marca el fin de nuestra existencia, sino que más bien es un nuevo comienzo, un paso más en el plan que Dios tiene para todos nosotros, sus hijos, y no me queda otra sino esperar que, algún día, volvamos a reencontrarnos y podamos darnos ese abrazo que quedó pendiente entre nosotros.
    Tu ausencia se está haciendo muy presente, pero, como decía, tengo en mi retina grandes momentos vividos junto a ti, como el año en que fuisteis hermanos mayores de la Virgen de Alharilla, días de gran gozo y alegría para todos y que con tanto gusto celebramos. Y, cómo no, el día de mi boda, así como el nacimiento de mis niñas. Son momentos alegres y así quiero recordarte. Por eso, cuando me dispongo a salir, maquillo mi rostro y, por lo tanto, mi alma porque no me gusta que nadie se dé cuenta de lo que siento y más cuando esto que siento es un sentimiento triste, vacío y negativo.
    Por último, solo quisiera decirte que hasta en la hora de tu partida me has dado ejemplo, ya que la donación de tus órganos ha sido una de las mejores muestras de solidaridad que pueden existir y, de ella, nos quedará la satisfacción de que otros vivirán gracias a ellos. Por eso, estas palabras que hoy te dedico me hacen recordarte con menos pena y, quizás, me ayuden de ahora en adelante a aceptar este vacío que dejaste en mí. Para despedirme, en nombre de los tres, quiero que sepas que estamos muy orgullosos de ti, que te queremos, y que cuidaremos de mamá. Gracias por todo, papá. Desde donde estás, protégenos y, sobre todo, a mamá.

    Por María Dolores Salcedo Caño.

    Dolores pachón romera de Jaén
    “Estoy muy orgullosa de ti, mamá”

    Mi querida mamá, hace un mes que te has ido de nuestro lado. No te puedes imaginar lo que te echamos de menos. Es difícil el día a día sin ti.
    Te tengo siempre en el pensamiento. Recuerdo todos los momentos que he pasado contigo, lo que me decías, los consejos que me dabas, cuando te arreglaba y te pintaba, con lo que eso a ti te gustaba... Me decías: “Gracias, hija mía, que Dios te lo pague”. ¿Sabes una cosa? Yo doy gracias a Dios por haberte tenido como madre.
    Eras una madre, esposa y abuela excepcional en todos los sentidos. Amiga de tus amigos. No se te escapaba ni un detalle, estabas en todo. Eras el pilar de toda la familia.
    Mamá, desde donde estés, que seguro que es un sitio privilegiado junto con tus hermanos, a los que tanto nombrabas, espero que nos alumbres y nos guíes por el buen camino, que cuides de tus nietos que tanto te quieren y que le des mucha fuerza a papá para que siga adelante. Él es esa persona que estuvo siempre a tu lado, dando ejemplo de amor durante tantos años.
    Estoy muy orgullosa de ti. No sabes lo que la gente te quiere. Todas las personas que me hablan de ti coinciden en lo buena persona que eras y en lo que te apreciaban.
    Mamá, algún día volveremos a estar juntas.
    Ahora, todos nos quedamos con tus recuerdos. Siempre estarás en nuestro corazón. Te queremos.
    Por tu hija.