Hasta siempre

JOSEFA SÁEZ PAYER de La Carolina
Una mujer con gran amor a su familia

Parece que fue ayer y, sin embargo, acaban de cumplirse seis años desde que nos dejaste. Sin ti, ya nada es igual. Tu vida y tu compromiso, Josefa, siempre estuvieron volcados hacia tu familia y a los buenos amigos de los que supiste rodearte porque tuviste un corazón tan grande.

    07 abr 2013 / 09:11 H.

    Apenas tuviste enemigos, si es que tuviste alguno. Estamos en el sexto aniversario desde que fuiste llamada al cielo porque eras de las mejores y más maravillosas mujeres del mundo. Por eso, sigues estando presente en la mente de tus más allegados. Fuiste una persona querida por todos y una apasionada de amor con tu familia, especialmente, con tu marido Alfonso, con el que estoy seguro de que te has reencontrado en el cielo, así como con tus vecinos y, en definitiva, con la gente humilde y sencilla con la que supiste codearte. Nunca se me olvidará la gran cultura y formación educativa que siempre tuviste. Sirva como ejemplo que, cuando todavía no se habían inventado los ordenadores, tú fuiste la encargada de transcribir, con tu buena y legible letra, todo tipo de documentos que tu cónyuge necesitaba para su empresa de construcción y albañilería.
    Pero no todo queda ahí. Y es que el amor tan especial que tenía Josefa en su interior y hacia los demás le hacía acercarse a la naturaleza a través de las plantas mediante un jardín que mantuvo con plena belleza en su hogar y que sigue manteniendo tu hija Adriana en su honor. En Pepi, como la gente la conocía y llamaba,  todo era bondad y alegría.
    Ahora estoy seguro de que descansas en paz en el reino de los cielos, porque amabas a Dios y a tu Virgen Milagrosa por encima de todas las cosas, cuya imagen tuviste la oportunidad de que visitara tu hogar, en una pequeña urna, numerosas veces a lo largo de tu vida. Por eso, aunque estés ausente, estoy muy orgulloso de mi madre, doña Josefa Sáez Páyer.
    Por Silverio Fernández.

    Antonio Herrera Barrero de Sabiote
    Una persona que ha dejado huella y un ejemplo a seguir

    Para dar vida a este escrito sobre Antonio Barrero voy a empezar con estas cuatro palabras: corazón, humildad, entrega y caridad. Se preguntarán por qué he empezado de esta forma tan atípica. Lo he hecho porque estas palabras definen a Antonio. Palabras breves, pero intensas, como ha sido su vida.
    Un hombre con un  corazón inmenso. Todo lo que hacía y decía era de la misma manera, ¡con el corazón!
    Nunca ha hecho las cosas por aparentar, por representar, como, en ocasiones, nos pasa a algunos de nosotros. En todo momento, ha sido una persona humilde. Siempre entregado a los demás, siéndole indiferente la persona, la nacionalidad, etcétera. Atendía a esa persona igual que a sus amigos, aunque, para él, todo el mundo era su amigo y, ahora, seguro que también todos son sus amigos en el cielo.
    Como dice el Señor: “No he venido a ser servido, sino a servir”. Antonio, en todo en momento, se ha entregado a los más desfavorecidos, a aquellas personas que, por limitaciones de la edad, lo han necesitado y él siempre ha estado ahí con su entrega y caridad.
    Antonio junto con Anita “La Mulilla”, como la conocemos todos, fueron los pioneros en el comedor de Cáritas de nuestro pueblo. Ambos jugaban en el mismo equipo, “el equipo de la caridad”. Ambos hacían felices, aunque solo por unos días, a aquellas personas que huyen de su país en busca de un país soñado como el nuestro. Una vez que el Señor llamó a Anita, Antonio, él solo, siguió con la tarea tan generosa y humilde de dar de comer a esas personas con muchos problemas, dificultades. ¡Qué tarea tan hermosa y gratificante!
    Antonio, pese a su limitaciones —como todas las personas del mundo tenemos las nuestras—, se entendía con toda clase de personas, de distintos países, idiomas, culturas, etcétera. A todas ellas las trataba de igual manera y entendía un solo idioma, el idioma del amor, no el idioma del rencor, la disputa, el aprovechamiento de otros… Eso no. Como he dicho, en todo momento, el único idioma que él sabía poner en práctica es el del amor.
    Siempre que terminaban los transeúntes de comer o cenar, Antonio les hacía la misma pregunta: “¿Estaba bueno?”. Y ellos les contestaban siempre: “¡Sí, sí, sí, todo bueno, todo rico!”. De la misma manera, les decía a los voluntarios de Cáritas: “¡Cátalo nena o nene! ¡Verás que rico está!”. Siempre una sonrisa reinaba en su cara, aunque estuviese enfermo, cansado… Siempre estaba presente esa sonrisa. Concluyendo, Antonio ha sido una persona que nos ha dejado huella a todos y todas y un gran ejemplo a seguir. Me gustaría terminar con las palabras con las que empecé, términos que definen a Antonio: un hombre con un corazón humilde, entregándose siempre, antes y ahora en el cielo, a los demás por amor a Dios.
     (Texto leído en la celebración del Día de Andalucía en Sabiote, fecha en la que recibió la Medalla del municipio a título póstumo).
    Por Juan Luis Torres Solas.

    Pedro Moya Daza de Alcalá la Real
    Doloroso y ansiado 13 de septiembre de 2011

    Ese fue el día en que te marchaste y, al fin, descansaste de esa pesada cruz que el Señor te envió para los dos últimos años de tu vida.
    Aún recuerdo cuando me dijiste que no debemos guardarle rencor a Dios por los dolores que nos envía. Sin el sufrimiento y el dolor, la vida no tendría sentido, no lucharíamos por conseguir la felicidad. Tus 82 años de vida dejaron un largo camino de anécdotas, hazañas y consejos. Nunca se me olvidarán tus chistes, tus historias de la guerra, los relatos de tus viajes por el mundo, tus travesuras de niño por los rincones de Alcalá...
    ¡Cómo olvidar cada uno de los momentos que hemos vivido junto a ti! Nunca se me olvidará cuando mi madre se iba a la aceituna y tú nos hacías de comer a mí y a mis hermanos. O cuando los sábados y los domingos por la mañana mis hermanos y yo nos íbamos contigo, a Consolación, a ver a tu queridísima Virgen de las Mercedes y, al bajar, nos comprabas chuches en la tienda de Carlos, en el Paseo. O cuando nos montabas en los cacharricos de la feria el Día del Niño. O cuando nos íbamos a la playa con el Imserso...
    Lo mejor de ti, abuelo, era tu buen humor, tus ganas de vivir, tu gran sabiduría y esa sonrisa en la cara con la que hablabas siempre, incluidos los últimos días.
    No olvidaré el último día que te vi, cuando llegué a la residencia, te vi sentado en tu sillón y me reconociste. Solo me dijiste que te dejara dormir. Ya solo querías descansar e irte con tu esposa. 
    Gracias a ti hemos aprendido a levantarnos cuando nos hemos caído en más de una ocasión. Gracias a ti hemos aprendido a no odiarnos ni a sentir envidias. Gracias a ti hemos aprendido a sonreír a lo malo. Gracias a ti por enseñarnos a apreciar lo que tenemos. Gracias a ti por enseñarme a amar los libros. Gracias a ti por dejarnos este maravilloso libro de tu vida. Gracias a ti por lo que somos. Hasta siempre, abuelo.
    (Publicado en el libro “A la patrona de Alcalá la Real”. Agosto 2012).

    Por Ana Mercedes Sánchez Moya.

    MARTíN MOLINA FERNANDEZ de Torres
    “Eres nuestro ángel de la guarda, nuestro amor, nuestra alegría y esperanza”

    Querido padre, siempre me decías que, cuando estuvieses en el cielo, te dedicara algunas palabras en esta sección que tanto te gustaba ver y leer.
    La verdad es que la mano me está temblando, las lágrimas se me están saltando, pero, para compensar, mi corazón se está tranquilizando.
    Con esta dedicatoria hacia ti, es la tercera que escribo en la sección “Hasta siempre” de este medio. La primera vez fue con mi cuñado Juan Antonio, que era para mí como un hermano pequeño; la segunda, con mi suegro Francisco, querido y respetado, pero esta es la más dura. Me ahogan la pena y la amargura.
    Siento un gran dolor que brota de mi alma y no se consuela con nada.
    Tu nombre aparece, también, por tercera vez  en este medio de comunicación que siempre leías. La primera fue, allá por los años 80, cuando un titular en este periódico anunciaba que eras el primer visitante de los Baños Árabes de Jaén. Todo esto fue debido a que eras una persona de gran inquietud intelectual. Te interesabas por todo. Fuiste un hombre sabio donde los haya, conversador incansable y ameno, se disfrutaba de tu compañía, se apreciaba tu sabiduría, etcétera.
    La segunda vez, coincidía con una entrevista profesional en la que manifestabas que “tu familia funcionaba como un gran equipo”. Tú eras el capitán, un trabajador intachable y honesto y luchador incansable.
    Y esta que te dedico es la tercera. Lo hago con mayúsculas, diciéndote papá, eras una buena persona. Te digo esto porque siempre llevabas por bandera inculcar a tus hijos ser buena gente, un valor especialmente diseñado por ti para guiarnos por el buen camino y te puedo asegurar, papá, que lo estamos intentando e, incluso, me atrevo a decir que lo estamos consiguiendo. También te doy las gracias por enseñarnos a valorar la familia; era tu prioridad en la vida. Gracias por habernos querido tanto, gracias por tu, ahora, amor eterno. Mediante tu formación religiosa y humana, tu entrega era total de amor y sacrificio hacia tus hijos, Lucas, Blas y Martín, y tu mujer, Paula.
    Muchas veces y, sobre todo, en tus últimos días, estando a tu lado, llegué a pensar que estabas tocando a Dios con la mano. Fuiste sincero, humilde, cordial, amable, honesto y sencillo. No diste jamás ruido.
    Has dejado huella en nosotros. Eres nuestro ángel de la guarda, nuestro amor, nuestra alegría y esperanza. Padre ejemplar e íntegro, un consejero y trabajador que nunca podré olvidar.
    Como supones, mamá te echa mucho de menos, te necesita a su lado después de sesenta años juntos, pero, entre todos, le hacemos mas llevadera  su pena.
    Decirte, papá, que no te olvidaremos jamás. Tu recuerdo siempre perdurará. Debes saber que es un honor haber formado parte de tu vida. Nuestro amor irá contigo allí en el cielo.
    Termino como empecé. Con tu cariño disfrazo mi llanto, mis lágrimas se secan, mis manos ya no están temblando, cuando me acuerdo de ti… Eres mi semilla, eres mi raíz. Descansa en paz.

    Por tu hijo Martín Molina.

    Mariano Pulido Solís de Marchena
    Un defensa elegante para un Linares que marcó una época

    La familia azulilla perdió, el pasado martes, a uno de sus seres más queridos, Mariano Pulido, una leyenda del Linares CF, club en el que militó cinco temporadas y con el que vivió la época dorada del fútbol linarense.
    Su marcha supone un duro golpe para la afición, que, en menos de un año, ha visto cómo dos de sus futbolistas más emblemáticos dejaban de existir. La ausencia de Pulido se suma a la de Manolo Preciados, otro de esos profesionales que dejaron huella en el vetusto Estadio de Linarejos, en cuyos vestuarios compartieron vivencias y confidencias. El exfutbolista del Sevilla FC y del Linares CF falleció, en la madrugada del martes, a los 56 años, víctima de una enfermedad degenerativa. Pulido era un defensa elegante, que rompió muy pronto. A los 17 años, ya había debutado con el primer equipo del Sevilla FC, con el que consiguió el ascenso y, luego, disputó tres campañas más en Primera.
    Pulido integró la selección olímpica, que compitió en los juegos de Montreal 76, donde jugó un encuentro. No obstante, su periplo en el club nervionense fue corto, porque con 22 años, en el 78, marchó al Elche dado que Carriega no contaba con él. A su vuelta tampoco Miguel Muñoz lo hizo, de modo que probó suerte en el Castellón, equipo con el que logró el ascenso en la 80/81 y jugó en Primera en la 81/82. De ahí pasó al Linares, en Segunda, militando cinco años y, más tarde, estuvo en el Ceuta y en el Écija. En el club azulillo, formó parte de algunas de las alineaciones más míticas que se recuerdan en la ciudad de las minas. Era un defensa elegante, a los que le gustaba jugar el balón, nada de patadón y tententieso, tan común en la década de los 80. Su frialdad y su calidad técnica, para no ser un jugador de mucha envergadura, eran de muchísima calidad.
    Le tocó jugar una época de fútbol recio, plagada de zagueros duros, pero él brillaba, precisamente, por lo contrario, por sacar los balones jugados desde el área haciendo gala de una técnica cuidada. Tenía cierto aire a Beckenbauer o al Piqué de ahora.
    Mariano Pulido estaba casado y tenía dos hijos. Jorge, de 27, siguió los pasos de su padre y se convirtió en futbolista. Jugó en el Sevilla y, en la actualidad, milita en las filas del Fuenlabrada. También está Sara, de 31 años.
    El presidente del Linares, Pedro Sáez, elogia la figura de Pulido y asegura que el exdefensa central forma parte de la historia del fútbol linarense. “Demostró de sobra su profesionalidad, su humanidad y superó los cien partidos en un equipo en el que estaban también el desaparecido Manolo Preciado, Nizetic, Diosdado, Víctor, Omar, Soto y Torres, entre otros jugadores destacados en la etapa en Segunda División A”, indica el presidente del conjunto jiennense.
    El Linares, como ya hizo con Tolo Plaza, Manolo Preciados e Ignacio Pardo Venteo, Carles, en su momento, guardará un emotivo minuto de silencio en el partido ante el Vélez CF, que se disputa esta tarde, a partir de las seis, en el Estadio de Linarejos, que tanta gloria dio a Pulido y compañía.

    Por Manuel Esturillo.