Hasta siempre
Pedro Carpintero Fernández de Vilches
“Buena persona y querido por todos”
El pasado día 1 de junio se dio cristiana sepultura a nuestro querido y entrañable amigo Pedro Carpintero Fernández, popularmente conocido como Pedro “el Chato”. Pedro tenía 87 años y su estado de salud se fue deteriorando poco a poco tras la pasada Navidad, hasta que finalmente nos dejó. ¿Qué decir de Pedro el Chato? Pedro era una persona conocidísima, estimada y querida por todo el pueblo de Vilches. Regentó, durante muchos años, un taller de herrería y forja, además de ser el encargado del servicio de aguas y alumbrado público del Ayuntamiento de Vilches.
“Buena persona y querido por todos”
El pasado día 1 de junio se dio cristiana sepultura a nuestro querido y entrañable amigo Pedro Carpintero Fernández, popularmente conocido como Pedro “el Chato”. Pedro tenía 87 años y su estado de salud se fue deteriorando poco a poco tras la pasada Navidad, hasta que finalmente nos dejó. ¿Qué decir de Pedro el Chato? Pedro era una persona conocidísima, estimada y querida por todo el pueblo de Vilches. Regentó, durante muchos años, un taller de herrería y forja, además de ser el encargado del servicio de aguas y alumbrado público del Ayuntamiento de Vilches.
En nuestra querida sociedad del Círculo Artístico y Cultural “La Peña”, Pedro era toda una institución. Fue socio fundador en 1947, socio de honor, presidente de honor y ostentó a lo largo de su vida varios y diferentes cargos. Tenía en el momento de su muerte el número 1 de la sociedad.
Pedro vivía en la calle Corredera número 22, en pleno centro histórico, frente por frente a la sede social del Casino “La Peña”, institución que se convirtió en su segunda casa, ya que pasaba en ella la mayor parte de las horas del día. En “La Peña” leía diariamente sus periódicos preferidos, Diario JAEN y Abc, jugaba al billar, al dominó, a las cartas. Fue un forofo del fútbol y su equipo preferido era el Atléthic de Bilbao.
Pedro era un gran tertuliano y siempre rememoraba tiempos pretéritos, anécdotas vividas por él mismo y por personas célebres relacionadas con Vilches. Le gustaba recordar acontecimientos acaecidos en sus tiempos jóvenes y un sinfín de batallitas de tiempos inmemoriales. Nos consta que fue un gran amante de la caza, que practicaba asiduamente, sobre todo, la perdiz y “el cuco”. Pedro, como buen vilcheño, nunca dejó de “echar sus buenas posturas” cada mediodía, preferentemente, en el bar de nuestra sociedad cultural.
Viudo de Mari “la Leopolda”, en su casa era atendido puntualmente por sus hijas Juli, Chari y demás familia. Se da la circunstancia que el día antes de su muerte tomó su primera comunión su biznieta María.
Pedro fue siempre un socio ejemplar de “La Peña”. Estaba siempre pendiente de los más mínimos detalles y no dudaba en llamar al orden tanto al presidente como a sus directivos hasta que quedaba subsanada la anomalía.
Pedro “el Chato” era una buena persona, amigo de los amigos y querido por todos los vilcheños. La sociedad de “La Peña” así como tu familia y amigos no te olvidan. Descanse en paz don Pedro Carpintero Fernández.
Por Alfonso Rubia, presidente del Círculo Artístico y Cultural “La Peña”.
MIGUEL ÁNGEL CASTRO MUÑOZ de Andújar
“Lo que nos queda de ti: el amor, los viajes, los sueños...”
Han pasado cinco años y estoy de nuevo contigo, como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si tú acabaras de marcharte y yo aún no pudiera creer que no voy a verte nunca más. Y otra vez todo vuelve a la memoria, como dice Cernuda, “irreparable ya con el andar del tiempo”: los gestos que no hicimos, las palabras que no pronunciamos, las decisiones que no tomamos o que fueron equivocadas...
Todo eso que pudo ser y no fue se ha ido de forma irremediable, del mismo modo que te has ido tú, por mucho que me cueste aceptarlo. Pero quedan los momentos compartidos, la alegría de haber estado juntos y ser una familia unida. Queda el amor, la música, los viajes, las sobremesas interminables, los proyectos, los sueños… y, sobre todo, queda tu recuerdo, lo que has sido, lo que eres y lo que siempre serás.
Y yo te recuerdo optimista y alegre, buscando siempre el lado positivo de las cosas, contagiando tu entusiasmo a propios y extraños. Irónico y divertido, buen conversador, capaz de acaparar por méritos propios el interés de todos. Cariñoso y entrañable con nosotros, con tu familia, pero también con tus compañeros y amigos, comprensivo y tolerante, amable en el trato, buscando siempre el diálogo y los puntos de encuentro en todos los temas y ante cualquier tipo de interlocutor. Fuerte y decidido, transmitiendo en todo momento seguridad y confianza. Bueno y paciente, siempre dispuesto a escuchar y ayudar a los demás. Constante y perseverante, entregado a todos los proyectos que fuiste sacando adelante tanto personal como profesionalmente. Inteligente y creativo, apostando siempre por las iniciativas docentes y lúdicas, y transformando de esta manera el centro, del que fuiste director durante ocho años, en un espacio abierto a la convivencia, la música y las nuevas tecnologías.
Te recuerdo entusiasmado con tu profesión, la enseñanza, dando siempre lo mejor de ti, conectando en todo momento con los alumnos y, en palabras de ellos, “haciendo fáciles las cuestiones más complejas”. Entregado a tu ciudad, a Andújar, procurando hacer de ella, en los años que estuviste a su servicio, un lugar más agradable, trabajando siempre en un segundo plano, buscando resultados y no reconocimientos. Y, sobre todo, tu recuerdo va ligado a la música, que fue tu gran pasión desde niño y que, de alguna forma, llenó de luz y de alegría nuestras vidas.
Luchador hasta el final, fuiste un ejemplo de serenidad y entereza para todos nosotros. Desprendido y generoso hasta el último momento, sin preocuparte nunca por ti mismo y solo atento a la suerte de tus seres queridos.
Sé que en estos años he pensado más en lo que había perdido que en todo aquello que había conseguido y que ya era mío para siempre. Por eso, ahora, y tras releer estas líneas, casi no me puedo creer la suerte que he tenido al haber podido compartir los mejores años de mi vida con alguien tan excepcional como tú.
Por Chelo Fernández Labrada.
Juan Martínez Labella (Jarropo) de Jaén
A mi padre
Hola papá, como otros años, al llegar el día de tu santo, quiero felicitarte de esta otra manera, mostrándote mi cariño, orgullo y agradecimiento por todo lo que nos has aportado y transmitido a mis hermanos, a tus nietos y a mí. Sobre todo, por enseñarnos con tu ejemplo a ser buena gente. La rabia que siento y el coraje por tu inesperada partida, sin despedirte de nosotros, me piden hoy dedicarte estas palabras para que queden eternamente en tu recuerdo. En el mío, estará siempre la ilusión especial que te hacía vernos a todos a tu lado: mis hermanos, los niños, la niña, mamá, la tita Carmen y yo. Todos, rodeándote, que es lo que siempre querías, celebrando tu santo, impaciente siempre por esos dulces que tanto te gustaban y no debías comer, aunque algunos probabas a escondidas de mamá.
No hay un solo día que no te recuerde. En los gestos de mis hermanos, palabras, olores e historias que nos contabas, que traen a mi memoria todo lo bueno que vivimos contigo. “La niña”, tan especial para ti, a pesar de vuestras disputas de abuelo y nieta, en su silencio, te añora bastante. Ah, papá, se me olvidaba decirte que tendrás otro bisnieto y que Adrián, a su corta edad, te sigue reconociendo en las fotos.
Te recuerdo, camino a la Alameda con tus amigos y tu perra Linda en medio de vuestros coloquios, narrando una y otra vez vuestras batallitas. Y estoy segura de que continúan haciéndolo al tiempo que te nombran y te añoran. Tus amigos Meloja, Manolete y tú, Jarropo, debatíais de caza, de campo y de cómo arreglar el mundo a vuestra manera. Aunque no te lo dijese, tú sabes lo importante que has sido para mí y para todos nosotros. Cada mañana, al levantarme, desde mi ventana, contemplo el cerro Almodóvar, que siempre será para nosotros un gran corazón, como el tuyo, en cuyo árbol, el lugar donde germinan tus cenizas, desde donde nos miras, estemos en el lugar que estemos de Jaén, sé que tendremos por siempre el latir de tu presencia. Qué más decirte, papá. Que te quiero. Por tu hija Lourdes.
José González García de Jaén
Has hecho del trabajo una diversión
Soy compañero de Pepe González desde que la Universidad nos juntó, pero, desde septiembre de 1999, he tenido la suerte de tener una relación muy intensa con él. Por aquel entonces, quiso contar conmigo en su equipo de trabajo y, a partir de ahí hemos sido muy buenos amigos y él mi maestro. Pero Pepe es un maestro muy especial y, por eso, no voy a referirme a su extraordinaria valía como profesor, algo sobradamente conocido por la comunidad científica del Derecho y por la sociedad de Jaén, que es la que va a leer estas palabras. Voy a contar solo alguna de las muchas cosas que he vivido con él y que han sido lecciones para las que no sirven los manuales.
A mí, Pepe me ha enseñado que trabajar puede ser divertido —y trabajar mucho ser más divertido todavía— y, con ello, me ha ido transmitiendo los valores que más interiorizados tenía: generosidad, honestidad y humanidad. Siendo como él era sí es fácil poder dirigir a un grupo, entusiasmarlos y unirlos cada vez más.
¿Cómo uno puede explicarse que todas las mañanas sintiera ganas de llegar al Vicerrectorado de Estudiantes, máxime cuando el “jefe” no paraba de idear nuevas actividades, que, como se sabe, siempre en los comienzos requieren mucho esfuerzo y dedicación? ¿Por qué el Vicerrectorado de Estudiantes era lugar de parada de todo aquel que pasaba por ese pasillo? ¿Cómo puedo yo entender, después de ya no formar parte de su equipo de trabajo, que siguiera sintiendo la ansiosa necesidad de ir tantas veces por allí? ¿Cómo se comprende que después de llevar tanto tiempo en ocupaciones nuevas tuviera tanto interés en colaborar en cuestiones organizadas por él, como las “visitas guiadas”? ¿Cuál es la razón de que, tantos años después, lo primero que yo hiciera al llegar a la Universidad fuera pasar por su despacho a verlo? ¿Cómo se explica que el equipo que él formó siga tan unido, sin ninguna fisura, pasados doce años, cuando ya no compartimos funciones?
Sí, esto ha sido así, y tiene respuesta: es que había un maestro muy especial, que ha sido capaz de hacernos disfrutar convocándonos la mañana de un sábado a Santos, a Domingo, a mí y a algún otro compañero (claro, él por delante y, a veces, hasta venía acompañado de sus hijos), para meter cartas en sobres para Unijoven o cualquier otro de los eventos que organizaba; o que nos hiciera apasionante un fin de semana metidos en Gráficas La Paz ordenando y empaquetando exámenes de Selectividad; y con todo el otro montón de cosas que ha ido creando. No os podéis imaginar lo que nos hemos divertido con esta forma de trabajar.
Pepe ha conseguido eso que solo es posible cuando alguien tan serio como él es capaz de transmitir la alegría que supone hacer cosas juntos. Pero esto no está recogido en los protocolos de dirección; para gobernar de esa manera hace falta la bonhomía de Pepe. Por eso, teníamos tantas ganas de pasar con él todo el rato que pudiéramos; y él, consciente de ello, ¡hala a idear cosas nuevas que hacer para la Universidad!
Gracias maestro por todo lo que me has enseñado, por tu amistad y tu sabiduría. No podré olvidar los ratos que nos has hecho pasar. Puedes sentirte orgulloso y satisfecho de tu cátedra, además de la de Derecho Civil, de trato a las personas. Solo me he sentido tranquilo en las opciones que he tenido que tomar cuando te había pedido un consejo a ti; también mis hijos han acudido a ti en busca de una respuesta sensata. Tú has sido mi compañero, mi amigo, mi jefe; tú eres uno de mi familia.
¡Madre mía, qué demostración de generosidad has hecho hasta el último momento! ¡Cómo nos has ayudado en tu enfermedad! La expresión que más te he oído en estos meses ha sido: “Estoy bien”.
Por Macario Cámara de la Fuente.
Al amigo y compañero que se fue
Se nos ha ido nuestro amigo y compañero Pepe González, y se me hace muy difícil plasmar, en este breve espacio, tantísimas vivencias que nunca hubiese querido escribir y complicadas de desgranar cuando se te desgarra el alma con el recuerdo. Muchos hubieran podido escribir estas palabras, todos los que compartíamos la vida profesional con él, los que tanto le echaremos de menos en ese día a día en el que tuvimos la gran suerte de verlo cotidianamente, que es la mejor forma de entender la categoría de una persona como Pepe.
Muy duros han sido los momentos, desde aquel 11 de octubre, en plenas fiestas de Jaén, en el que Pepe convocó a un grupo de amigos en el Seminario del Departamento, y, acompañado de su querida Carmen, nos comunicó la terrible enfermedad, pero que afrontamos con mucha esperanza al ver su entereza y ganas de luchar. Desde el primer momento fue él, paradójicamente, quien nos daba ánimos, quizás, porque intuía nuestro abatimiento, actitud que conservó hasta los últimos días, en los que, como siempre, se preocupaba más del Departamento y de nuestras familias que de su situación, que despachaba rápidamente cuando le preguntábamos, con una sonrisa y una palmada en el hombro, diciendo primeramente: “yo estoy muy bien”, sustituido en los últimos días, por un: “aquí luchando”.
Grandes han sido el desasosiego, la zozobra y la angustia que hemos vivido estos ocho meses, pero intentamos que no lo advirtiera. Organizamos nuestra propia red para mantenernos continuamente informados, así como establecimos unos turnos para las llamadas telefónicas y para las visitas en su domicilio. Han sido muchas las amarguras cuando Emilio, Macario, José Manuel o Santos comunicaban un deterioro de su estado; las menos, las alegrías cuando Carmen manifestaba que estaba mejor, que había dormido bien…, queriendo ver una mejora, un progreso en su precaria salud o un retroceso de ese terrible mal; siempre manteniendo la vana esperanza de una recuperación y de que iba a estar mucho tiempo entre nosotros.
Nunca olvidaremos su capacidad de trabajo, dedicación a la Universidad, honestidad y lealtad con su maestro, compañeros y amigos y, por extensión, con cualquier persona que se acercara a él. Era el primero que llegaba a su trabajo y el último que se iba, con la excepción, en el Rectorado, de su fiel secretaria Santos. Entre nosotros, cariñosamente, le llamábamos “el jefe”, aunque de eso era de lo que menos ejercía, como tampoco le gustaba que le llamaran “don José”. Nos admiraba cómo preparaba sus clases, cómo se documentaba para cualquier reunión, cómo tenía siempre presta la atinada y fina respuesta jurídica a cualquier cuestión que se le planteara, relacionadas o no con la Universidad, derramando generosidad.
Carmen, su familia y sus amigos, podemos sentirnos muy orgullosos de Pepe, un auténtico “padrazo”, que nos ha hecho vivir y compartir sus preocupaciones y sus desvelos como cuando su hija Mamen preparaba sus oposiciones a Notaría, o cuando Ana, José, Mariano y María Jesús culminaban sus estudios. También hacía patente su inmensa alegría cuando todos lograron el trabajo que anhelaban, particularmente, la llegada de su nieta, cuya foto nos exhibía orgullosamente y nos regalaba. Pepe era de esas personas que, por sus valores no se merecen morir nunca, de las que demuestran que el hombre bueno existe, con toda la extensión de la palabra. Pero ¡qué injusta es la vida!, su muerte ha llegado en el momento en que mejor situación estaba para disfrutar plenamente de los resultados del esfuerzo de toda una vida, sin poder dedicarse más, como él quería y nos decía, a su familia, y a sus grandes hobbys en Los Villares, el bricolaje y la jardinería.
Ahora, las mañanas de la Facultad y del Departamento son distintas. Ya no tenemos esas palabras de cariño, de apoyo y de ánimo que siempre recibíamos de él. Su voz cariñosa resonando en los pasillos (“Dominguito”, “Eladíin”, “Carmencita”, “Rosita”, “Teresita” …), los comentarios orgullosos sobre sus “niñas”, como llamaba a las compañeras…; vanamente, hemos tratado estos días de que esas palabras aún resuenen en nuestros oídos, de escuchar la palabra ¡¡machote¡¡ en el teléfono, y, sin darnos cuenta, no dejamos de mirar una y otra vez a su despacho con la esperanza de volver a verlo aparecer y de disfrutar de su presencia y bonhomía.
Pepe, los que de momento estamos aquí, trataremos de seguir tu ejemplo, aunque sea muy difícil seguirte. Desde el profundo dolor que nos deja tu ausencia física, gracias por habernos permitido compartir tu amistad. Siempre, de alguna otra forma, estarás con nosotros.
Por Domingo Jiménez Liébana.