Hasta siempre

José Manuel Cazalilla Calderón de Jaén
“Queremos recordarte alegre y divertido”

Querido José Manuel:
Son ya seis meses sin tu presencia (porque tú estás todos los días con nosotros, en nuestra mente, en nuestra memoria y en nuestro corazón). Has dejado un gran vacío en nuestra casa y en nuestra vida. ¡Cuánto te echamos de menos!

    12 dic 2010 / 11:58 H.

    Hoy es un día tan especial (tu cumpleaños) y queremos recordarte como eras alegre, divertido, independiente y amante de la vida.
    Espero que, algún día muy lejano, nos volvamos a encontrar. ¡Nunca te olvidaremos!
    De Yolanda Gutiérrez, tu madre, hermanos y sobrinos, con todo nuestro amor








    Juan Jiménez Miranda de Alcalá la Real
    “Quedan muchas cosas por hacer, compañero del alma”

    Cuando aún te encuentras en el tanatorio, me pongo a repasar un poco mis ideas algo confusas por el fatal desenlace, aunque algo esperado por lo cruel de tu enfermedad.
     Parece que aún recuerdo ese día 8 de septiembre de 1983 cuando aparecimos por el colegio de la Sagrada Familia, SAFA, de Alcalá la Real, los dos, tú proveniente de Linares, yo de Úbeda. Compartimos durante bastante tiempo habitación en el Colegio Menor hasta que decidiste abandonar el “nido” y alquilar, junto con otros compañeros nuestros, un piso.
    Juan, recuerdo las noches con el radiocasete y la cassette escuchando a Silvio Rodríguez, un cantautor que te encantaba. Hablábamos y hablábamos, aunque lo importante a veces no era el tema, sino el mero hecho de comunicarnos. ¿Y de los viajes desde Úbeda, Linares hasta Alcalá con Cristóbal y Antonio? ¡Estábamos llenos de juventud! Proyectos y más proyectos, pero tú siempre con tu inquietud sobre todo lo relacionado con la ecología, ¿te acuerdas? ¡Qué cantidad de alumnado ha pasado por tus manos! y a esa gran multitud les has marcado con tu carácter matemático y, principalmente, como “amante de la naturaleza”. ¡Cuántos premios conseguidos en el ámbito local, provincial y algún regional e, incluso, nacional relacionados con todo lo referente a la ecología! Ese esfuerzo tuvo una recompensa cuando te concedieron el premio Hércules del municipio. Ese día estabas radiante, satisfecho y agradeciendo a todo el mundo. ¡Ese para ti pequeño, pero gran reconocimiento!
    Poco a poco ha ido pasando el tiempo y día tras día has impartido tu sapiencia al alumnado desde la antigua Educación General Básica, EGB, hasta la actual Enseñanza Secundaria Obligatoria, ESO. No eras profesor, te considerabas “un humilde maestro” que intentaba, con su granito de arena, con todos y cada uno de tus alumnos y alumnas, por problemáticos que fueran, sacarles el máximo jugo para hacer de ellos personas de bien.
        Hoy, hablando con algunos de los antiguos compañeros del claustrillo de Primaria, recordábamos los tiempos pasados, las sesiones de evaluación, las reuniones, lo bien que lo pasábamos cuando uno decía una cosa, otro otra diferente, un chiste, una carcajada, en definitiva, miles de anécdotas.
        Juan, aquí te recordaremos como un “compañero ecologista”. Allí donde estés recicla las pilas, haz que rieguen los árboles, que no haya papeles por el suelo, pon a todos a trabajar en tus proyectos y reencuéntrate con nuestros compañeros Pepe Pulido, Pedro García, Manolo Navas, Manolo Aguilar, Apolinar Peralbo, Basilio Vico y charla con ellos sobre la SAFA. ¡Qué tertulia tan interesante vais a realizar!
        Finalmente, cuida desde ahí arriba a tu mujer Bernarda porque, como tú sabes, se lo merece con mayúsculas. Un abrazo de tu compañero.
    Por Francisco Manuel López Gómez
    Alcalá la Real



    José García García de Jaén
    “Tú has sido siempre y serás lo mejor de mi vida”

    Él ya no está, él jamás volverá. En verdad estoy escribiendo esto y, todavía, no me creo que te hayas ido. Tengo muy presentes las últimas palabras que me dijiste: “Vete con el ‘Mou’ y no vengas a ver el fútbol aquí”, y, en verdad, no lo vi... Pero lo peor es que tú tampoco. Él era lo que más quería, sin duda alguna. Daba la vida por él, y no es de las veces que te refieres a que quieres mucho a alguien y dices que darías tu vida por él, por decirlo. Yo juro y rejuro que, si pudiera, ahora mismo, me iría yo para que él volviera. Mira, tu Barcelona, ganó 5-0 a mi Madrid. Cuánto tiempo me lo hubieras estado restregando, ¿eh? En verdad, has logrado algo que nadie lo hubiera hecho, que me alegrase de que ganara el eterno rival. Si es que, en verdad, lo que tú no lograses conmigo, nadie, ni nada lo haría abuelo.
    Ahora mismo tengo aquí tu boina. Todavía huele a ti. No puedo quitarme de la cabeza, cuando llegué a la casa, corriendo, y te vi allí tirado, muerto, sin respirar, y los médicos intentando reanimarte. Llevabas en parada cardíaca mucho tiempo. Ya los médicos creían que no ibas a despertar, pero yo sí. Yo sabía que lo harías porque no había un ser humano más fuerte que tú, nadie. Y corriendo te llevaron a la UCI. De camino, otra parada cardiaca de seis minutos, pero, como un campeón, de nuevo entraste en la vida y te encontrabas estable. Llegaste a la UCI, te encontrabas muy grave. Al día siguiente tuviste una mejoría, pero los médicos decían que era imposible salir de una situación así, que había personas que solo con una parada de tres minutos morían y tu habías tenido dos seguidas de casi media hora. Aun así, yo seguía confiando en que sobrevivirías. Pero llegó el trágico día 29 y te fuiste. Entonces me di cuenta de que era humano, pero el mejor abuelo, el más fuerte, una buen persona. Todo lo bueno lo tenías tú. Ya se vio en el entierro. Yo sé que desde ahí arriba habrás visto toda la gente que había. Echaré de menos tus consejos, nuestras peleíllas sobre fútbol, aunque siempre acabábamos viendo los partidos juntos y, más importante, disfrutando. Ir todos los días a ponerte los partidos a tu casa. Aunque llegara dos minutos tarde, me la liabas porque ya estaba empezado. Tus historias, nuestras risas, que muchas veces nada más que con mirarnos sabíamos lo que decía uno de otro...
    Ahora toca ser fuerte. Apoyar a toda la familia, sobre todo a la abuela. Será muy difícil seguir para adelante sin ti, pero yo sé que eso es lo que tu querrías si estuvieras aquí, y sé que desde ahí arriba me ayudarás en todo. No lo dudo. Abuelo, tú has sido y serás siempre lo mejor de mi vida, y nada ni nadie lo cambiará jamás. Siempre te recordaremos. Te quiero más que a nada ni a nadie en este mundo.
    Tu nieto Fran Valle

    Antonio Jesús Expósito Castillo de Jaén
    Pecho grande y corazón enorme

    Antonio Jesús, figura, me vas a permitir que te hable en presente, porque, pese a que tu cuerpo ya no permanece entre nosotros, tu espíritu juvenil, tus ansias de vivir y tu eterna sonrisa siempre nos vigilan desde el cielo. Parece que te veo reírte “de medio lao”, como si me pretendieras guiñar, insinuando tus ganas de juego y de juerga.
    Eres un padre ejemplar, de los que quedan pocos, de los que disfrutan preparando comidas, cambiando pañales, tirándote al suelo con tu hijo, Francis. En nuestra última conversación, en las Bodas de Oro de tus abuelos, al entrar en el salón te vi con tu pequeñajo en brazos mientras yo sostenía a mi retoño y nos reímos comentando “cómo ha cambiado el cuento, Caperucita, quién nos ha visto y quién nos ve”. Ambos íbamos orgullosos de dedicar el tiempo que antes era para risas, jolgorios o bebidas abundantes, a gateos, babas o rabietas. Así lo demostrabas al mundo, con la cabeza bien alta, pero sin llegar a presumir: tu hijo, tu mujer, tu familia son tu vida. Te has visto obligado a cambiar de escenario, por culpa de una piedra maldita, pero sigues ahí, omnipresente, cuidando de los tuyos y ofreciéndoles el más grande de tus cariños.
    Una piedra maldita en una mañana maldita de un maldito día. Una odiosa piedra que se abalanzó sobre ti para abrazar tu pecho como solo tu madre sabía, como solo tu esposa quería, como solo tu hijo podía. Al salir de casa, para buscar unas setas con las que cocinarle a tu pequeño con un poquito de jamón, no tuviste más remedio, pese al frío y lo temprano de la cita, que, ya subido en el coche, coger en brazos al chiquitín y darle un beso. Ese último beso que Miriam, tu amada esposa, no para de repetirse una y otra vez. El destino, los hados o Dios, que quiere a algunos hombres buenos cerca de él, hicieron que tu empeño en encontrar ese manjar con el que deleitar a los tuyos estuviera siempre detrás del último suspiro. Tu hermano, tu protegido, tu amigo del alma, Francis, ese pequeño de edad pero grande de cuerpo y espíritu, no pudo sino recoger tus alientos de esperanza.
    Una esperanza que tenemos todos, lejana y tardía, de verte aparecer cubriendo con tu corpachón gran parte de la portería, para lanzarte a un lado u otro, apretar el balón contra tu pecho y lanzar la mayor patada al aire. Siempre nos mirábamos todos pensando que estabas loco… pero eras feliz. Y nos hacías reír. O reventando las porterías del futbolín a bolazos, hasta “que nos sangren los callos de las manos y nos tengamos que curar con el cubata”. Podían llegar a ser horas las del partido, hasta que ganabas dos seguidos y te entraban las prisas por irte. O escucharte tocar el claxon por mitad del Gran Eje gritando “Primooooo!!! Ese roponaco ahí güeno!!!”. Cabe aclarar que la familia recibe el apodo de “los ropones”, algo que más que un mote se ha convertido en signo de una persona de buena fe, luchadora, con gran corazón y sin límite en la juerga. Algo parecido a lo que dicen tus amigos al ver tu coche nuevo: “que cabrón, el tío”. Así, el roponeo no es otra cosa que cumplir las mejores expectativas de tus peores (más peligrosos) colegas. Pues Antonio, tú eres un auténtico ropón, sino el más grande, y estás entre los dioses ropones. Roponeando como siempre.
    La suerte que te ha acompañado con el amor, y con tu familia, en los negocios y el trabajo te habían sido esquivas; tras algún que otro pequeño tropiezo, mayor o menor, por fin habías encontrado un trabajo estable en el cual valoraban tanto tu capacidad como tus cualidades. Más que compañeros, tienes amigos, que ahí han estado presentes en la despedida de tu parte terrenal. Quizás tu mesa, la silla en la que te sentabas, jamás puedan ser ocupadas.
    Aún no he reunido los trozos en los que se ha roto mi pecho tras escuchar la voz rota y sesgada de tu madre, Consuelo, preguntándome dónde está mi hijo, por tener que ser el portador de una información que debería seguir sin transmitirse por los siglos. Tener que aunar entereza al quitar una foto del álbum de familia, más que ingrato es tremendamente doloroso, pues las palabras de ánimo no existen en tal situación. Alguien dijo alguna vez que ningún padre debería enterrar nunca a un hijo: tu padre, José Antonio, ya ha tenido que pasar ese nunca. Un nunca aplicable a su vez a la imagen de ver cómo una maldita piedra quita la vida de un hermano: el tuyo, Francis, ya lo ha presenciado. Un nunca, acompañado de un jamás, debería irse un padre del lado de un hijo de un año, justo un año, de edad: tu hijo, tan niño y ya lo ha vivido. Mi hija y el tuyo difieren 15 días, y no puedo ni imaginar lo que sería perderme cada paso, cada cucú, cada nueva palabra, gesto y sonrisa de mi cosa linda; sin poder ni pensar en esa viuda, esa amante esposa y amiga que deja de serlo, para clamar al cielo, para seguir preguntando por qué. Tengo la certeza de que los sigues amando, de que continuas ciudándolos.
    Antonio, de corazón grande como tu pecho fuerte, aún no has terminado de irte y ya echamos de menos cada minuto sin ti. Espéranos, porque mejor después que antes te acompañaremos, y allí echaremos nuestros cubatas mientras nos encallamos las manos al futbolín, esperando esas migas que con maestría cocina tu madre en esa maravilla de paraje que es el Cortijo Majolero. Mientras, haremos rabiar a tus dos hermanas, Chelo y María José, haciéndoles ir a por más hielo, o viendo cómo no pueden evitar las risas con tu cara de pícaro. Guarda una partida, que nos vemos.
    A un tío grande, Antonio Jesús Expósito.
    De tu “primaco ropón” Francisco J. Peinado


    Sam Lesser de Londres
    El último brigadista de la Batalla de Lopera

    Este diciembre se cumple el 74 aniversario de la Batalla de Lopera y, desde Londres, llega la noticia que, en la madrugada del 2 al 3 de octubre, se apagaba el último suspiro con vida que quedaba de la contienda que enfrentó a brigadistas y nacionales en la Batalla de Lopera. La muerte de Sam Lesser, a los 95 años, simbolizaba al último componente de la XIV Brigada Internacional que luchó por la libertad y por la república en tierras jiennenses en las navidades del 1936 frente a las tropas del teniente coronel Redondo. Sam era hijo de inmigrantes polacos que se habían instalado en Gran Bretaña después de haber sido expulsados de Polonia. Nació en 1915, en el East End de Londres, y creció como un judío ortodoxo. Se unió al Partido Comunista mientras estudiaba en la Universidad de Londres. Participó en manifestaciones contra el movimiento fascista “camisas negras”, dirigido por Oswald Mosley, antes de dirigirse a España. Con 21 años, Sam Lesser se unió a las Brigadas Internacionales, una fuerza de combate formada por voluntarios del mundo, que llegó a España con el fin de ayudar a detener el fascismo. Estos hombres se hicieron famosos por su valentía en frentes de batalla tales como Jarama, Brunete, Belchite y Lopera. Muchos creían que si el fascismo era derrotado en España, países como Gran Bretaña podrían evitar un destino similar. Miles de personas perdieron su vida defendiendo este ideal. En una entrevista con motivo del 70 aniversario de la Batalla de Lopera, publicada en el libro “La XIV Brigada internacional. La Tragedia de Villa del Río y la Batalla de Lopera”, Sam Lesser comentaba que durante la Batalla de Lopera le conocían como ‘Manny’ y cuando volvió de España se puso como seudónimo de guerra “Sam Russell”, pero realmente todos le llaman Sam Lesser. “Llegué a España en septiembre u octubre de 1936 en tren desde Londres a París, de allí a Perpignan y otro hasta Figueras. Más tarde, estuvimos dos meses en Albacete nos entrenamos e hicimos instrucción en armas, pero había armas inadecuadas (yo había ya hecho instrucción militar en la O. T. C. —Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de Gran Bretaña— durante tres años a tiempo parcial y había venido con mi uniforme”. Después de un periodo de instrucción de dos días, fue enviado a Lopera (en diciembre antes de navidades) por Andújar. Lesser fue herido en la pierna y en la espalda. Cuando se recuperó, viajó a París, donde ayudó a muchos voluntarios. Después de la guerra, retomó su trabajo como reportero del Daily Worker y el Morning Star, bajo el nombre de Sam Russell. Tenía 93 años cuando recibió su pasaporte español. Fue uno de los días más grandes de su vida.

    Por José Luis Pantoja