Hasta siempre
Inmaculada Martínez Valenzuela de Lopera
Fue motor y eje de su familia
Aunque han pasado casi 10 años desde que te marchaste en un cálido día del mes de julio, tus familiares y amigos te tenemos muy presente cada día, puesto que casi te fuiste en el principio de comenzar tu vida. Inma, como te conocíamos todos, era la cuarta hija del matrimonio loperano compuesto por Juan Martínez Castillo y Mari Valenzuela Manchado.
Fue motor y eje de su familia
Aunque han pasado casi 10 años desde que te marchaste en un cálido día del mes de julio, tus familiares y amigos te tenemos muy presente cada día, puesto que casi te fuiste en el principio de comenzar tu vida. Inma, como te conocíamos todos, era la cuarta hija del matrimonio loperano compuesto por Juan Martínez Castillo y Mari Valenzuela Manchado.
Inma vino al mundo como el mejor regalo para una madre, que encontró en ella su gran aliada y cómplice en la vida, puesto que fue la primera niña después de tres varones —Juan, Fermín y Mario—. Después nació María Dolores. Desde su nacimiento en la calle Pi y Margall, se le vio el carácter inquieto que la caracterizó a lo largo de su corta vida, aunque el destino quiso que un trágico accidente se la llevara, en tierra de Badajoz, a la edad de 23 años. Pero en este corto periodo de vida se hizo una mujer de provecho al terminar su carrera de Derecho en Córdoba. Sus estudios no fueron obstáculo para que siempre arrimara el hombro en su casa ayudando a sus padres en los distintos negocios que llegaron a regentar, pues siempre fue el eje y motor de su familia e, incluso, no tenía reparos en asear ella sola a su abuelo, Juan Martínez, cuando este vivía con la familia.
No porque Inma se marchara le vamos a reconocer todas las cualidades del mundo, pero ella simbolizaba una serie de aptitudes que le hacían una persona que no pasaba desapercibida por la vida. Aunque tenía un talante serio, tras ella se escondía una sonrisa y una palabra siempre amable con todo el mundo. En su haber aún se conserva el récord de lecturas de libros de la Biblioteca Pública Municipal de Lopera, pues era una apasionada de los libros y una gran colaboradora del cronista oficial, al que le aportó material fotográfico de sus antepasados siempre que se le solicitaba.
Otra de sus virtudes era el estar con niñas pequeñas, a las que peinaba y maquillaba. Le encantaba jugar con ellas y, a su vez, los pequeños se la rifaban.
Nunca la olvidaremos los que la conocimos y no queremos que se borre su recuerdo, incluso, pretendemos darla a conocer a nuevas generaciones como, por ejemplo, su vecina, la pequeña Ángela, que nació el día que ella se marchó y que, en cierto modo, cruzaron sus caminos.
El mayor regalo que Inma hizo al dejar este mundo fue su gran generosidad al donar todos sus órganos vitales para que otras personas pudieran continuar su vida, de aquí que el espíritu de Inma esté presente en algunas familias, que, a diario, la recordarán como su ángel salvador. Como siempre, este mes de diciembre era muy especial y sigue siéndolo para tu madre, puesto que se celebraba en tu casa tu cumpleaños y tu santo. Cada navidad tu madre te sigue esperando, puesto que aún sigues muy presente en su corazón y nunca te olvidará. Su memoria estará viva para siempre en todos los que te conocimos.
Por José Luis Pantoja.
Antonio Pérez Valenzuela de Pegalajar
“La ingeniería técnica industrial le debe mucho”
En lo que siempre se ha conocido como el Colegio de Peritos Industriales de Jaén todavía no nos hacemos a la idea de que nos falta nuestro amigo Antonio.
Y decimos bien, “nos falta”, porque su ayuda, consejos y dedicación fueron su paradigma en la vida. El Colegio y sus compañeros eran su vida. Vivía para la profesión y, en gran medida, la ingeniería técnica industrial en Jaén le debe el prestigio, envergadura y protagonismo social que tiene hoy.
Pegalajeño de origen, fue protagonista del desarrollo industrial de toda la provincia. Desde mediados del siglo pasado, tuvo un papel muy relevante en la creación de una de las mayores industrias jiennenses: Santana Motor S. A. Después, con su entrega en cuerpo y alma desde la Delegación Provincial de Industria de la Junta de Andalucía. Y a la vez, siendo maestro (no solo profesor) de varias generaciones de alumnos de la Escuela de Peritos.
En 1955 se tituló como perito industrial y, a principio de los años 70, cuando se creó la titulación de Ingeniero Técnico Industrial, no tardó en hacerse con ella.
Llevaba la profesión en la sangre, tanto que solo a los tres años de su incorporación a lo que entonces era el Colegio de Sevilla, ya se prestó a colaborar en labores corporativas en pro de su profesión y, por lo tanto, de sus compañeros.
Cuando Jaén adquirió un protagonismo importante por su gran número y calidad de sus colegiados, y dándose la circunstancia de que en la provincia había no solo una, sino dos escuelas politécnicas, abanderó junto con otros compañeros la identidad propia de Jaén, promoviendo con éxito la creación del Colegio provincial, segregándolo del de Sevilla.
Pero nunca se daba por satisfecho y siguió batallando por que su profesión, su colegio y sus compañeros avanzaran más y más. Gracias a su empuje y decisión, formando un gran equipo con las juntas de gobierno que coordinaba, el Colegio dispone hoy de una flamante y envidiable sede colegial, en Jaén, así como la de la Delegación de Linares.
Siempre ha defendido con tesón e, incluso, con tozudez, no solo la profesión, sino también la colegiación de los profesionales.
Detallar todos los logros y todo lo que ha defendido a sus compañeros peritos e ingenieros técnicos industriales ocuparía varias páginas, así que vamos a quedarnos con el haber de su legado: Ha sido un buen profesional, buen compañero, buen vecino, buen decano, y ni qué decir tiene, nos consta, que buen esposo, buen padre y buen abuelo. Gracias, Antonio, descansa en paz.
Por el Colegio Oficial de Peritos e Ingenieros Técnicos Industriales.
Vicente de la Cuadra Iribar de Utrera
“Trabajó por el movimiento asociativo”
Recientemente falleció, en la provincia de Cádiz, donde pasaba una temporada, Vicente de la Cuadra Iribar, médico, de larga trayectoria profesional en Jaén y presidente de Aprompsi, desde 1986 hasta 1998 y prestó relevantes servicios a la organización hasta el año 2000, cuando tuvo que renunciar por enfermedad.
Desde 1999 era presidente de honor de la asociación, que ha valorado siempre su brillante gestión. Durante su etapa, Aprompsi recibió la Medalla de la Junta de Andalucía y, también, el reconocimiento de “Jiennense del año 1997”, otorgado por Diario JAEN.
Formó parte de la Junta Directiva de Feaps-Andalucía. El complejo asistencial que Aprompsi tiene en Andújar lleva su nombre en reconocimiento a su labor a favor de las personas con discapacidad intelectual y sus familias. Presidió la Fadme (Federación Andaluza de Asociaciones Pro-Deficientes Mentales). Sucedió en el puesto a Juan Pérez Marín. Aquí trabajó intensamente para fortalecer el movimiento asociativo de Andalucía.
Nacido en Utrera, Sevilla, vino a Jaén, destinado a la Jefatura Provincial de Sanidad, donde desempeñó diversos cargos como médico, poniendo de relieve su alta preparación profesional y su vocación de servicio a la sociedad.
Hombre bueno, sencillo, cordial, gozó del afecto y de la consideración de todos cuantos le conocieron y trataron. En Aprompsi, como en todos los sitios donde ejerció su profesión, dejó el recuerdo imborrable de un gran humanista. Estaba casado con la jiennense Carmen Liró Berro y fue padre de siete hijos, entre ellos, María Luisa, con deficiencia psíquica, fallecida el pasado año, muy querida por la gran familia de Aprompsi.
Por Vicente Oya.
Teresa Floro Cámara de Venta de los Santos
“Una madre cariñosa”
Querida mamá, que fácil y difícil a la vez ha sido para mí escribirte estas palabras. Difícil porque nunca hubiese querido que me faltases y fácil porque me brota del corazón de la manera más natural del mundo, puesto que fuiste una madre para quitarse el sombrero, como decimos los andaluces. Recuerdo nuestra niñez. Con qué poco nos hacías felices, un paquete de pipas y tu cariño alrededor de la mesa. Todos juntos, tus hijos, lo que tú más querías, el mejor regalo que te había dado Dios, nos decías. Siempre nos enseñaste a querer y a respetar a los demás, a no hacer daño. Nos decías: “Si vais a hacer algo bueno, hacedlo. Si no, no hagáis ni bueno ni malo”.
Después fuimos haciéndonos mayores y la vida nos dio algunos golpes. Siempre estuviste ahí, siempre nos defendiste y nos consolaste. Nunca dejaste que nos derrumbásemos. Esto lo hacías con nosotros y con papá, que éramos tu familia. Pero no te quedaste ahí, fuiste buena también con todos los que tuviste a tu alrededor. Los pobres del comedor de San Roque también experimentaron tu bondad, de forma sencilla y sin apenas ser vista, todos los días llevabas el pan a esos pobres. Por todo esto y mucho más has sido especial.
El día de tu entierro la iglesia de San Roque se quedó pequeña. Toda tu familia, tus amigos y los que te querían estaban allí. Don Julio, este sacerdote tan apreciado para ti, explicó con la máxima sencillez y humildad cómo eras tú. Siempre llevaste tus creencias muy alto, nunca dudaste de Dios por muchos impedimentos que te pusiese la vida.
Mamá, los momentos más duros y difíciles los pasamos hace un año, cuando te detectaron esa enfermedad llamada alzhéimer. Qué duro fue para nosotros puesto que nuestra madre, esa madre cariñosa, buena y tranquila, ya no nos conocía, ya no nos llamaba por nuestro nombre, no nos podía dar buenos consejos. Ya no eras tú. Eras una niña pequeña que a veces se enfadaba cuando le hacíamos las cosas y que en sus momentos de lucidez nos pedía perdón. Qué duro fue todo esto. Yo te decía: “Mamá, se te han olvidado nuestros nombres y no el de Dios”. Y decías: “Es que Dios es muy bueno”.
Tus nietos, mamá, a los que tanto querías, cómo te respetaron y te quisieron hasta última hora, siempre estaban pendientes de ti, tanto las niñas de Pedro como los míos. Cómo te echan de menos.
Y nosotros, tus hijos, cada recuerdo, cada cosa que hacemos, nos recuerda a ti. Yo sé que estás junto a nosotros y que caminas a nuestro lado. Cuando llegó la hora de despedirnos estábamos allí a tu lado. Nunca olvidaré las lágrimas de mi hijo mayor, con qué rabia e impotencia porque su abuela se iba para siempre y no podíamos hacer nada. Pero nos dejabas un gran legado de amor y cariño hacia los demás. Querida mamá, sería interminable escribir cosas buenas de ti, pero ha llegado la hora de despedirnos. Sé que estás con papá y, como tu dirías con tu gran fe, esto no se acaba aquí.
Algún día volveremos a encontrarnos en la otra vid. Pero, mientras esto llega, te pido una cosa, que junto a papá cuides, desde ahí, de todos nosotros y nos ilumines para que seamos una pequeña parte de lo que tú fuiste aquí, para que sigamos siendo esta gran familia que formasteis.
Por tu hija que te quiere, Adela Montes Floro.
José Espejo Paredes de Linares
Una vida en imágenes
El pasado 6 de noviembre se apagó el flash de uno de los fotógrafos más prestigiosos y carismáticos de Linares y provincia. Ya desde niño, Pepe Espejo mostró sus dotes para la fotografía mientras acompañaba a su padre y a su hermano por las distintas ferias y acontecimientos que sucedían en la provincia, retratando a las gentes y familias con su máquina de “a minuto”.
Desde el año 1950 entró a formar parte, como corresponsal gráfico, de Diario JAEN hasta el año 1990. Durante la década de los 70, también trabajó para la agencia Efe y, en la década de los 80, fue corresponsal de la agencia Europa Press. Siempre compaginó estos empleos como corresponsal con su laboratorio fotográfico en la calle Antón de Jaén, en el que realizaba todo tipo de proyectos, ya fuera una boda, comunión o bautizo o simples fotografías de carné.
Entre la fototeca de José Espejo, destacan algunas fotografías de gran valor e importancia, como la tomada a la leyenda taurina Manuel Laureano “Manolete”, a la salida del cuartel de la Guardia Civil de Linares, después de haber atropellado a una niña. O una foto con el futbolista y actual presidente de honor del Real Madrid, Alfredo Di Estefano. Por supuesto, sin olvidar la fotografía realizada al aclamado guitarrista Andrés Segovia.
Si José Espejo sobresalía en el ámbito de la fotografía, era en el entorno familiar y en el personal donde era de verdad grande. Siempre se le recordará por lo humilde y cariñoso que era. Nunca tenía una mala palabra para nadie y, siempre que estuviera en su mano, ayudaba al que lo necesitara. Con su familia no era distinto. Era la persona más cariñosa y amable que he conocido jamás. Siempre luchó para que a su familia no le faltara nada, aunque para ello tuviera que pasar noches en vela. Para mí ha sido un ejemplo a seguir y solo espero llegar a ser la mitad de la gran persona que fue él. Abuelo, nunca te olvidaré porque las personas como tú son las que siempre se llevan en el corazón. Tu nieto que te quiere.
Por Javier Cerón Espejo.