Hasta siempre

ANTONIO CHICA MORAL “El labraor”
de Torredelcampo
“Fuiste el mejor padre, hijo, esposo y abuelo del mundo”

Antonio Chica Moral nació un 23 de septiembre de 1928 en Torredelcampo, en el seno de una familia de labradores, de ahí su apodo. Era el cuarto de cinco hermanos. Durante una temporada de la recolección de la aceituna conoció a Josefa Gutiérrez Castro, de Jaén. Después de nueve años de noviazgo, se casaron.

    22 may 2011 / 09:00 H.

    El matrimonio estuvo  varios años trabajando como caseros en un cortijo y, ya después de que hubieran nacido sus cuatro hijos, se trasladaron a vivir a Jaén.  Antonio Chica fue un trabajador incansable para dar a sus hijos una vida mejor. “Papaíto”, no me vienen a la mente las palabras adecuadas para decirte lo que siento después de casi un mes sin tu presencia física, aunque sí la espiritual. Tú sigues estando en casa con nosotros y con mamá, al menos, así lo presentimos.  Descansa tranquilo, tu querida esposa Pepita está bien cuidada. Ahora me ha tocado a mí coger el relevo y hacer la misma tarea que tú desempeñabas: ser sus pies y sus manos.
    Papaíto, cuántos recuerdos vienen a mi mente, como cuando éramos niñas mi hermana y yo y nos llevabas de feria y a ver la Semana Santa. Disfrutabas de lo lindo.
    Recuerdo aquellas noches de invierno en la casería al amor del fuego y, a la luz del candil, nos contabas a mis hermanos y a mí cuentos de antaño y tus vivencias de cuando eras joven, algo que, años después, le contaste a tus nietos, que se quedaban boquiabiertos escuchándote.
    También, cuando eran pequeños, los acunabas en tu regazo y dormían plácidamente. Y enfermo, tuviste en tus brazos a mi nieta Triana. La mirabas con esa dulzura que te caracterizaba.
    Qué grande eras, padre, qué seguridad sentíamos cuando nos llevabas de la mano, esas manos que nos abarcaban a todos y que quedaron inertes la noche que se apagó tu vida. Eran unas manos inmensas y fuertes, como tú. Curtidas por el trabajo, pero, a la vez, suaves y armoniosas. Esas manos con las que acariciabas a tus nietos y biznietos eran tu orgullo. Por poquito, pudiste conocer a las dos últimas biznietas. Ya tu cuerpo cansado no pudo aguantar más.
    Cuando nos dieron la noticia de que te tenías que marchar fue un mazazo para tus hijos, nueras, yernos y nietos. Tener que hacer el papel ante vosotros, pues ni tú ni mamá sabíais el alcance de tu enfermedad.
    En solo cuatro meses, esta terrible enfermedad te arrebató de nuestro lado. A buen seguro que hoy estarás con “el Padre”, bajo el olmo del cielo, de tertulia con tu vecino Manolo “El Kiko” y Gregorio, tu consuegro.
    Qué alegría habrán sentido tus padres y hermano cuando te vieran llegar, porque estarás en un sitio privilegiado. No en vano, has sido bueno y honrado, como tú siempre nos has enseñado.
    Te diría tantas cosas, padre, que no acabaría nunca. Me embarga la emoción, pero tú sabes lo mucho que te queremos. Nos has dejado huérfanos de cariño, ternura y amor. Nunca te faltó quien estuviera a la cabecera de tu cama en tu peregrinar por distintos hospitales en tu corta, pero grave, enfermedad.
    Desde estas páginas quiero enviar nuestro agradecimiento al personal sanitario que lo atendió en sus últimos días en el sanatorio del Neveral, primera planta, habitación 110. No lo olvidaremos. Muchos besos, papaíto.
    Por tu hija, Carmen Chica Gutiérrez.


    Pedro Higueras Mena de Los Villares
    “Un hombre que huella dejó”

    Virgen mía de los Dolores,
    una historia te voy a contar,
    acógela en tu manto
    y no la olvides jamás:

    En un pueblecito de Jaén,
    un hombre bueno se encontraba,
    era en Los Villares,
    donde allí su vida entregaba,
    siempre cuidando de su familia,
    para que nada le faltara,
    a sus dos hijos y a su mujer,
    todo el cariño les daba.

    Su hijo mayor Antonio se llama,
    a los 7 años perdió su visión
    y todo el mundo lo apoyaba,
    sus padres pendientes de él
    siempre estaban,
    y lo llevaron a buenos colegios,
    para que nada le faltara,
    aparte de su cariño,
    que sus padres siempre le daban,
    para que se hiciera un hombre independiente
    y a nadie necesitara
    y aprender a manejarse,
    en la vida que le tocaba.

    Su segundo hijo Pedro se llama,
    un hombre trabajador y luchador por su casa,
    y todos los días recibiendo
    el amor que sus padres les entregaban.

    Cuando sus hijos empezaron a crecer,
    se fueron separando de él,
    y formaron sus familias,
    trayendo nueras y nietos junto a él.
    Pedro, este hombre que así se llamaba,
    a todos en su casa aceptaba,
    dándoles amor y cariño que a todos les entregaba,
    ya que era un hombre bueno y con todos bien se portaba.
    Cerca de su casa,
    un puente con agua bajaba,
    donde él con sus amigos se salía,
    mientras su mujer lo esperaba en casa,
    para hablar con sus amistades,
    y para contarse cosas de la vida cotidiana,
    y como tanto la naturaleza le gustaba,
    allí cerca del agua la miraba y la contemplaba,
    e inspiraba aire puro que de ella respiraba.

    Ya no se asomará al puente,
    pues el día 13 de marzo,
    Dios se lo llevaba,
    acogiéndolo en sus brazos,
    en su cuerpo y en su alma.

    Setenta y dos años tenía,
    y todo el mundo lo quería,
    por su bondad y su simpatía,
    ya a Pedro Higueras
    nadie lo olvidaría.

    Ahora yo te pido, Virgen mía,
    que en tu manto lo acojas un día,
    junto a mi padre los dos juntitos,
    le des la paz y los perdones de algún fallo
    que hayan tenido en la vida,
    acógelos en tus brazos
    y no te separes de ellos ni un solo día.

    Ahora en el cielo han resucitado,
    encontrando la paz que Dios les ha dado.

    El 12 de mayo hubieses cumplido años y de esta manera te queremos felicitar.

    (Texto extraído del número 18 del boletín Sepulcro de la Cofradía del Santo Entierro de Martos)
    Por Encarni Miranda.



    Antonio José Ruiz Vinuesa de Jaén
    “No te olvidamos”

    Hace ya algún tiempo que te fuiste y, sin embargo, seguimos pensando que todo fue una pesadilla, pero hay que aceptar que es la cruel realidad y no estás aquí. Sin embargo, sigues siendo parte de todo lo que rodea a tu familia. Espero, si es cierto que existe algo después de la muerte, recordarte que me acuerdo mucho de ti y, en el interior de mi corazón, sufro con dolor tu ausencia.
    En mi cartera llevo tu foto. En la taquilla del trabajo guardo la cartera que me regalaste; la guardo con mucho cariño. Incluso no la llevo conmigo para no perderla. No pasa ni un solo día sin mirarla y besarla. Un beso de amor igual que el que te mando desde lo más profundo de mi corazón. Recuerdo el día en que me la regalaste. Estábamos en casa y, de pronto, como era tu costumbre, me miraste. Sabía que me gustaba y tenía ilusión por tenerla y, sin pensarlo, me dijiste: “Ahí la tienes, ¡cuídala!”, Así eras. Todo lo dabas sin pedir nada a cambio. A veces me pregunto si no supimos comprenderte. Me queda la duda de si te ofrecimos todo el cariño que te merecías como hermano, aunque también es cierto que siempre deambulabas solo, como si no quisieras a nadie a tu lado o, quizás, los demás te dejamos alejarte más de la cuenta. No dudes jamás de que esa no fue intención de nadie, que jamás te aparté de mí, al contrario, solo quería lo mejor para ti y sabes que, aunque soy tu hermano pequeño, te aconsejaba porque a veces te veía perdido. Sé que, por el motivo que fuese, sufrías, aunque no sé el motivo. Te lo callaste y con él te fuiste. Siempre haciendo caso omiso a los consejos de los demás, como si supieras que te quedaba poco y así fue. De hecho, esa misma noche y, antes de acostarte, le entregaste todo a la abuela, como llamábamos a mamá. Le dijiste que nada te hacía falta. Creo que intuías que algo iba mal.
    Antonio, me despido de ti solo con un hasta luego. Tu marcha fue un golpe en seco para todos y a mí me dejaste aún por superar uno de los peldaños más difícil, que es intentar olvidar, cosa prácticamente imposible. Te pido, y sé que estarás junto a papá, que ayudéis a mamá. Desde vuestra marcha sufre mucho. Se va apagando con el tiempo, aunque intente superarlo. La vida no es la misma. Está llena de sufrimiento y tristeza. Tu hermano que te quiere. Dale un beso a papá. Que descanséis en paz.
    Por Vicente Ruiz Vinuesa.

    Rogelia Villalba Franco de Guarambaré (Paraguay)
    “Hemos perdido a la mejor madre del mundo”

    Quisiera evocarte con esta pequeña carta. Para mí, es un homenaje a la mujer más maravillosa que he conocido. Es cierto que a ti nunca te gustaron los agradecimientos. Me acuerdo de que siempre nos decías que las cosas tan bonitas como las flores, los cariños y los afectos de todos los que te querían tenían que ser en vida. 
    Te quedaste viuda demasiado pronto. Tú quisiste a tu marido, lo cuidaste hasta el último momento. Madre, yo no pude estar allí con mi padre, igual que ahora contigo, como me hubiese gustado. Muchas veces mandan las circunstancias y no lo que uno realmente quiere. Aun así, mi corazón, mis lágrimas y mis sentimientos están contigo. Sé que tú lo sabes y que rezarás para que seamos fuertes, tengamos fe y podamos continuar, a pesar de este duro golpe que nos ha dado la vida.
    Madre, me quedo con un recuerdo tremendo de tu energía y de tu vitalidad. Criaste sola a tus ocho hijos con una gran entereza y amor, el amor que solo da una madre, aunque también te tocó ejercer de padre, sobre todo, cuando éramos todos muy pequeños. Aquellos tiempos eran de una tremenda pobreza en nuestro país.
    Sin embargo, lo poco que había lo compartías con tus hijos y, además, te sobraba. Todos nosotros nos criamos con una inmensa alegría y amor. Me acuerdo mucho de ti y de tu carácter más que generoso, algo que se plasmaba cuando repartías tu propio plato de comida con el prójimo.
    Hoy, aquellos niños felices de entonces, ya son grandes y todos te agradecemos lo mucho que hiciste por nosotros. Tu carácter era alegre. Te encantaba el fútbol y, también, la música. En cuanto la escuchabas te ponías a bailar.
    Recuerdo especialmente un día que me llamaste y que me hiciste sentarme a tu lado. Entonces me dijiste: “Hijo, esta vida es como las estaciones del año: llueve, hace sol, hace frío, vienen las nubes... En cada uno de esos momentos tienes que saber estar. También te digo que cuides de tus hermanos y de tus hijos si alguna vez los tienes, y de tus amigos. No olvides nunca que el respeto es el principal valor, solo así serás respetado”.
    Hemos perdido a una gran madre, pero Dios ha ganado a una persona que estará a su lado. Reza por todos nosotros, por favor.
    Aprovecho estas líneas que te escribo, mamá, para contarte que mi hermano Alberto también se marchó hace tres meses. En ese momento, no te lo quisimos contar para que no sufrieras y no hacerte daño. Ahora, seguro que ya lo sabes, porque estoy convencido de que os habéis encontrado en el cielo y que juntos nos estáis cuidando desde allí arriba. Solo te pido que entiendas por qué no te lo dijimos. Solo pensábamos en tu bienestar.
    Te fuiste con 93 años, madre, y ten claro que nunca te vamos a olvidar y que te queremos con todas nuestras fuerzas. Un abrazo.
    Por Néstor García, exfutbolista.

    José Pérez Fernández de Murcia
    “Dejó testimonio de bondad y entrega”

    Se ha ido José Pérez Fernández, Pepe Pérez para los amigos, que son legión en Jaén y en la Cruz Roja, a la que perteneció durante tantos años, dejando huella de su bondad y de su entrega.
    Se ha ido poco a poco, a lo largo de unos años en los que llevó su enfermedad con un valor y una galanura que nos impresionaron a todos. El final, como pasa tantas veces, se precipitó en pocos días, casi de repente, dejándome a mí, que tanto te quería y tanto te quiero, sin tus últimas palabras y sin tus últimos abrazos. Eso no se hace, compañero. Te perdono, no obstante, porque eres mi amigo, lo fuiste, lo eres y lo serás siempre.
    Tuviste valores que “no cotizan en bolsa”, como la bondad, la humildad, el servicio a los demás sin darte importancia … Valores que proyectaste sobre nosotros, enriqueciéndonos cada día y que siguen haciéndolo porque sigues vivo en nuestro recuerdo; porque cuando nacen olvidos no es lo olvidado quien muere, sino la vida que no vuelve, y tú nunca serás olvidado. Morir no es acabarse. Es huir del tiempo y convertirlo en algo para siempre. Te quiero, Pepe, te queremos. Siempre, para siempre.

    Por Javier García-Villoslada Quintanilla, presidente autonómico de Cruz Roja.