Hasta siempre

Félix Álvarez Anguiano de Alcalá la Real
“Tu mano tendida nos llevaba a tu corazón”

Te vi, por última vez, a la salida de la fiesta de tu patrona de Charilla, la Virgen del Rosario. Acudías, todos los años, por los primeros días del mes de octubre, y siempre te manifestabas como un océano de abrazos sin par o un efluvio de una sonrisa prolongada y oblonga como un mar envuelto en la oleada de tu íntima generosidad.
Compartías tu amor a la tierra que te vio nacer, impregnado en la nostalgia del emigrante eterno que tuvo que dejar esta tierra durante la diáspora del franquismo. Siempre que te saludaba, me venían a la mente tus recibimientos efusivos y desprendidos en tierras catalanas, pendiente de cualquier detalle para que nos sintiéramos felices.
Me recordabas la primera vez que te conocí en aquella casa tuya, ubicada en una calle del falso desarrollismo de los años sesenta, estación y parada del autobús de emigrantes alcalaínos, a donde acudían muchos paisanos a recoger el aceite de nuestra tierra enviado por sus padres o a donde se recibían noticias de sus familiares, que el secreto de Mercurio no podía desvelar. Muchos te recordarán por tus buenas acciones, por el favor recibido y por haberlos sacado de apuros en momentos cruciales en una tierra lejana. Unas veces, con la llegada del oportuno paquete de alimentos que palió el hambre de la pobreza anunciada en los primeros meses de su asentamiento en tierras catalanas. Otros, simplemente, se acordarán de tu buen consejo o la buena noticia que les transmitiste, porque fuiste el primer emisario de Hermes al recibirla de los cosarios alcalaínos, muchas veces, porque les ofreciste tu casa para que estiraran las piernas tras el largo camino a la espera de un taxis o por el cansancio de una noche de vigilia.
Sin embargo, yo te recordaré como embajador y diplomático del pueblo en las tierras catalanas, siempre con la felicidad y la sonrisa en los labios. Pues aquella sonrisa era una muestra de satisfacción por tantos momentos compartidos. Nunca olvidaré la inauguración del primer Centro Andaluz de Alcalá la Real en Terrasa, aquella misa de la iglesia de la revolucionaria Plaza de Caniglada, las exhibiciones compartidas del folklore catalán y andaluz en el anterior lugar y en la Plaza del Arcipreste de Hita, las manifestaciones oratorias de las cenas de convivencia con las autoridades alcalaínas y egarenses, la presentación de tan gran número de nuestros paisanos de la emigración, la fiesta de Alcalá la Real en aquel día significativo del mes de abril y, sobre todo, aquella mirada profunda, densa y llena de satisfacción cuando, en los actos oficiales, comprobabas que tus paisanos estaban a la altura de los que te habían acogido en los difíciles años del hambre.
Lo hacían con altura de miras, sin mostrar resentimientos ni desagravios, sin caer en el falso mundo de las lisonjas o de las adulaciones fingidas. Sencillos como las pompas de la mar, con pocos artificios ni aparatos, pero con la caballerosidad del alma alcalaína. Y tú, como escudero de amplia coraza, te convertías en el maestre de la felicidad intermunicipal. Muchos te recordarán, miembros de la junta directiva del centro alcalaíno (sus presidentes, desde Víctor a Pedro, pasando por los moralistas, cantantes, socios), tus charilleros del alma, tus clientes de la emigración, tu familia.
Pero yo, entristecido, me quedaré esperando que me vendas, el presente año, la lotería de Terrasa. No podía negarte nada. Tu mano tendida nos atraía hacia tu corazón desbordado de un profundo sentimiento de grandeza de magnanimidad y munificencia desbordadas.
Por Francisco Martín Rosales.

Antonio de Santiago Gutiérrez de Lopera
“Fue un gran amante de Lopera y sus gentes, a las que dejó inmortalizadas en fotos”

El día 31 de octubre, a las 3 de la madrugada, nos llegaba desde Madrid la triste noticia del fallecimiento, a los 84 años, de una gran persona y, ante todo, un ilustre embajador de la cultura loperana, durante sus muchos años en Madrid, Antonio de Santiago Gutiérrez. Después de ser incinerado en Madrid, sus cenizas fueron trasladadas por su esposa, hijos y familiares, por expreso deseo suyo, a su querida Lopera, donde el Día de los Difuntos, a las cuatro de la tarde, recibía el último adiós de sus paisanos en la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción del municipio.
Antonio de Santiago nació un 14 de febrero de 1926, en la popular calle de San Roque de Lopera. En el Grupo Escolar, cursó sus primeros estudios y, más tarde, el Bachiller en Córdoba e Ingeniería Técnica Industrial en Madrid, donde trabajó en Ensayo de Material de Telefónica, trabajo que llegó a compaginar con su gran afición al cine, las artes y la fotografía.
Periodista incansable, fue Director de la Revista Industrial, Miembro de la AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte), ACPI,  FIJET, etcétera. Es más, fue galardonado con el premio Azorín. Corresponsal en España de la revista de cine Ecran, que se editó entre los años 1953 y 1971 en el país de Chile.
Antonio de Santiago tuvo el privilegio de poder entrevistar y hacerse una fotografía con todas las estrellas del celuloide y, el año pasado, en el marco de las XXI Jornadas de Historia de Lopera, se le rindió un pequeño homenaje con una exposición de 25 fotografías con los mejores actores y actrices del cine mundial, entre ellas, la de Ava Gadner, de la que dijo que “le impresionó por su belleza deslumbrante y majestuosa”. Fue una que el mismo cedió para la ocasión. También fue corresponsal internacional de “Mundo Radial” de Buenos Aires.
Crítico de arte, sus artículos a pintores loperanos como Paco Cantero, Miguel Acevedo, Pedro Monje los dejó inmortalizados en la revista “Correo del Arte y Rex”. Además, también colaboró en otras publicaciones, como “Gaceta del arte”, “Km 0”, “Puerta de Alcalá”, “Arcinema” y “Diart”, entre otras, donde han quedado para siempre miles de entrevistas. Fue un gran viajero y, junto a su inseparable esposa, Ana Laporte, recorrió todo el planeta.
Antonio de Santiago fue un hombre generoso. Es más, se caracterizó por estar siempre dispuesto a ayudar y colaborar con su pueblo. Asiduo colaborador en los Programas de Feria de los Cristos y pregonero de las mismas en el año 1985. Participó en las novenas Jornadas de Historia con la ponencia “Pintores contemporáneos de Lopera” (Vicente Toro, Anguita, Pedro Monje, Paco Cantero, Miguel Acevedo, Julián Gallego, Juan Manuel Pérez, Rafael Toribio, Juan José Porras y Manuel J. Antúnez).
Fue un amante de su pueblo y de sus gentes, a las cuales inmortalizó en otra de sus aficiones: la fotografía. Es más, siempre que podía hacía una visita al municipio loperano y, cómo no, a la Biblioteca Pública Municipal, a la cual cedió su maravillosa colección de catálogos de exposiciones de arte, libros de arte y de cine.
Gracias, amigo Antonio, por tu generosidad. Nunca podré olvidar tus sabios consejos hacia mi persona. Tu  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de toda su familia y amigos y todas las personas que te quieren. ¡Descanse en paz!

Por José Luis Pantoja.


MARÍA JOSÉ CRUZ FERNÁNDEZ de Jaén
“Tengo esperanzas de que esté ya en la gloria”

María José, nuestra enfermera, enfermó seis meses antes de su muerte. Nosotros, sus enfermos, nos enteramos, pero no sabíamos que iba a ser tan trágico y rápido. Todavía recuerdo que, cuando yo tenía unos 28 o 29 años, me llevó mi madre a la Comunidad Terapéutica, donde me encontré a la enfermera María José Cruz.
Todo lo recuerdo bien. No tenía nada más que un poquito de miedo porque no me encontré a paciente alguno, con lo que me despedí para volver a la semana siguiente. Al año de estar en la Comunidad Terapéutica, pude ir a la Universidad de Jaén y, después, a la Universidad Popular y a la Escuela Oficial de Idiomas.
Recuerdo con satisfacción que era la primera vez que hice un cursillo de Francés, y me estuvo ayudando María José Cruz. Me enseñó un poquito de Francés y me daba, siempre que podía, tabaquillo y café. Recuerdo a María José con una buena mirada, con una sonrisa alegre y tratando muy bien a todos sus enfermos.
Era ella la que se alegraba de que yo, hace unos años, fuera libre viviendo en una casa de la Fundación Andaluza para la Integración Social del Enfermo Mental (Faisem), pues ella me decía que esa era mi casa, la casa hogar. Lo que ella quería era que yo viviera libre y lo mejor posible, con mi familia o sin ella.
Pues, ahora, resido en la casa hogar en la que me he amoldado y soy feliz, como quería María José Cruz que yo viviera. A Manolo, María José y Carmina les comentaba yo todo, hasta las cosas de amores, si me salían bien o me salían mal.
Yo creo recordar cómo fue el entierro de María José. Fue en el tanatorio, donde acudió mucha gente, tanto de sus amistades como de enfermos, que la querían mucho. Ahora tengo muchas esperanzas de que la enfermera María José Cruz esté ya en la gloria.
Por Estrella Fernández Flores.
Texto extraído del número 27 de la revista “C. T.Oye”


“Cómo podremos pasar sin ella”
Es la primera publicación que hacemos de nuestra revista “C. T.Oye” desde que ya no está entre nosotros María José Cruz Fernández. El pasado día 3 de febrero se nos fue para siempre. Desde entonces, venimos a la Comunidad Terapéutica, trabajamos, cuidamos a los pacientes, hacemos las tareas diarias, volvemos a casa y seguimos viviendo.
Parecemos espectadores de una película... Sabemos que no volverá, que ya no nos espera con esos ojitos cómplices y esa sonrisa amable. No vendrá más al relevo.
Desearíamos hacer todo como a ella le hubiese gustado, pero no decimos nada, quizás, porque nos duele mucho su ausencia.
Estamos viviendo un duelo a hurtadillas...
Cómo podremos pasar sin ella. Era nuestro referente, nuestro timón, nuestra guía. Lo mismo enarbolaba una bandera que allanaba los montes. Qué dolorosa etapa estamos viviendo. La queríamos tanto, la seguimos queriendo. Siempre estará con nosotros porque la llevamos dentro, en lo más profundo.
Tú eras nuestra amiga,
nuestra compañera,
nuestra hermana,
parte de nosotros.
¡No te olvidaremos nunca!
Por tus compañeros.
Texto extraído del número 27 de la revista “C. T.Oye”


Augusto Moreno Ballestero de Marmolejo
La generosidad fue uno de los rasgos de su carácter
El pasado 3 de octubre, día que procesiona la imagen de Nuestro Padre Jesús por la calles de Marmolejo para visitar a los enfermos e impedidos nos dejó Augusto Moreno Ballestero. Jesús quiso que, ese día tan señalado, estuviese con él y procesionara por las calles de Marmolejo Augusto,  único con este nombre en la localidad de Marmolejo —del latín augustus, que significa: Infunde o merece gran respeto y veneración por su majestad y excelencia, así como título de emperador—. A los 84 años de edad,  era una persona muy conocida en el pueblo, como él decía: “Me conocen hasta los chiquillos”, todo esto y mucho más, ha sido su vida y trayectoria personal.
Dejó viuda a María de la Paz Galán Jiménez y tuvo dos hijos, Antonio de Jesús, y Amalia María, así como seis nietos, Francisco Javier, Amalia María, María de la Cabeza, Carolina de Jesús, Paloma y María del Pilar.
A los 15 años, era ya el cabeza de familia, al quedar huérfano de padre. Augusto se quedaba a cargo de su madre y de sus dos hermanas. También se responsabilizó de regentar la única posada que existía en el pueblo.
Pepe Puentes, encargado de las obras de Regiones Devastadas, le dio trabajo como pinche, pues no tenía los 18 años necesarios para ser peón de obras. Trabajó con los maestros albañiles Pepe Cazalla y Manuel Luque Baldomero.
Al cabo de aproximadamente un año, le salió un trabajo mejor remunerado en la mina “La Trinidad”, situada en el kilómetro 24 de la carretera  A-420, concretamente, en el pago de Los Rasos, Cerro de La Cabeza, de la que se extraía Wolfram, y Chirlita, como ayudante de un encargado de máquinas.
Pasado el tiempo, le salió un trabajo, en el Gran Hotel Balneario, como peón albañil. En la restauración que se realizó a este hotel, pasó a ser el conserje en la temporada en la que los “agüistas”. tomaban las aguas. Trabajaba casi las 24 horas del día, salvo en la hora de la siesta que dormía en su casa 2 horas. Así veía  a su esposa e hijos.
En la época de la aceituna, fue capataz de una cuadrilla de aceituneros, y, el resto del año, trabajaba en el Balneario de Marmolejo, labor que compaginaba con el Hotel hasta el día su jubilación. La gran pasión de su vida fue Jesús. En el año 1959, entró a formar parte de la Hermandad de Nuestro  Padre Jesús Nazareno, en la que colaboró activamente, como en la colocación de claveles, subastas, organización, etcétera. Fue parte de la Juntas de Gobierno hasta mediados de los años 90, y se convirtió en hermano mayor, los años 1970 y 1971. Cuando ya tenía cumplidos los 80 años de edad, seguía  saliendo con su túnica de nazareno en la estación de penitencia del Viernes Santo.
También profesaba gran fervor por La Morenita. En 1961, se le otorgó a su familia el gran honor de ser hermano mayor de la Real Cofradía de la Virgen de la Cabeza de Marmolejo. Augusto también sería miembro de la junta directiva, hasta el año 2005. Desde el inicio de la confección de las magníficas alfombras del Corpus Christi, nunca faltó en la ardua labor del tinte de la viruta.
En la Residencia Los Leones, no dejaba pasar un día sin visitar a los internos, especialmente, a don Pablo, sacerdote impedido al que asistía como si fuera de la familia, así como también para el resto de los internos no le faltaba una palabra de aliento, un saludo cariñoso. No le importaba hacer los recados o cualquier otra labor que fuera necesaria. Y es que la generosidad fue uno de los rasgos más significativos de su carácter. Ese y la bondad.
Por todo esto y mucho más te damos las gracias por ser como has sido, por saber transmitir tu generosidad, por ser ese gran maestro que enseñaba con el ejemplo, —así lo llamaban sus compañeros de trabajo en el Balneario, maestro—,  por tener ese gran corazón, por dar parte de tu sangre, pues también fue generoso como donante de sangre, durante algunos años.
Nos quedamos con tus recuerdos,  con tu buen hacer, con tu presencia, ya que nunca nos abandonarás y desde el cielo velarás por nosotros. Te queremos.
La misa funeral se celebrará en la parroquia de Nuestra Señora de La Paz de Marmolejo, el próximo día 10 de noviembre, a partir de la siete de la tarde.

Por la familia Moreno.

    07 nov 2010 / 10:31 H.