Hasta siempre

Ángel Castillo Delgado de Jaén
“He tenido que aprender a estar sin ti”

Querido Ángel. Hace un año que te fuiste. Este año ha sido muy duro. He tenido que aprender a estar sin ti después de tantos años juntos. Nos conocimos muy jóvenes. Hemos luchado mucho trabajando en el mesón Alameda con buenos ratos y, también, regulares, pero siempre juntos. Lo mejor de nuestras vidas, nuestros hijos: Ángel, Eduardo y Montse me están ayudando mucho. Me siento muy querida y arropada por ellos.

    18 abr 2010 / 10:00 H.

    Después de irte, estuve muy malita. No podía pensar una vida sin ti, pero, bueno, aquí estoy. Dios me ayuda y tú lo estarás viendo desde arriba. Tu nieto Álvaro querido sabe que estás en el cielo, pero dice que cuándo vas a venir otra vez. Ya tiene cinco añitos. Azahara es una muñeca. Ya está aprendiendo a caminar y Lucía tiene tres meses y es guapa, guapa, guapa. Cuando nació, me dio mucha pena porque no estabas allí con nosotros, pero me imagino que los verás, aunque no puedes jugar ni abrazarlos. ¡Qué pena!
    Tengo tantos recuerdos suyos. Tus libros, tu música, tus películas y tantas cosas que te gustaba coleccionar. Decías que era para cuando te jubilaras, pero no ha podido ser. La vida nos ha jugado una faena y mala. Vives en nuestro corazón y, aunque físicamente no estés, estamos contigo.
    Este año, cuando pasó Nuestro Padre Jesús por casa, mi corazón latía muy deprisa. Ya no estabas. El año pasado, lo viste y estabas ya muy malito. A los pocos días te fuiste. Sigue ayudándome allí donde estés, porque vives en mi corazón.
    Por Rosa Ruiz García.

    Rafael Alcántara Moreno de Jaén
    “A mi querido hermano Rafa: el más especial”

    Eres el cariño inmenso, la bondad, la modestia, la discreción, la prudencia, la mano querida que ayuda y que me ha llegado aun sin pedírtelo. Tú, ahí, sin hacerte notar. El silencio acogedor de tu abrazo. Anónimo, conciliador, generoso, incondicional. Tú, nuestro Rafa. Nos has llenado la vida de detalles, esos detalles mudos que me hacen un nudo en la garganta. ¡Qué bien sabes tú cómo somos! ¿Verdad?
     He visto tu día a día, un andar sin pausa, pero sin protagonismo, porque tú eres así, sin doblez, sin querer representar, sin hacer ruido, sin envanecerte a pesar de lo muy grande que eres para todos nosotros. Toda la sencillez está en ti y quienes tenemos el honor de quererte, de conocerte, sabemos que estás lleno de todo lo bueno que se pueda imaginar: Nobleza, compromiso, tolerancia e indulgencia.
    Como mamá dice: ¡Mi Rafa, mi hijo especial! Porque así eres tú, el más especial, la mejor de las personas que puede querernos. Siempre quieres ayudar, estar al pie del cañón, en la brecha, en las duras y, por supuesto, en la parte de la foto que no se ve. Eres la ausencia de vanidad. Nunca te he oído quejarte de nada. Para ti, todo tiene una explicación sencilla. Estás a favor de todos y no esperas nada. Tus manos están abiertas; tu corazón, de par en par para los demás.
    He sido testigo de lo feliz que te sientes con todo lo pequeño: con tu tarta de cumpleaños, un corto viaje o una tarde de animada charla. Sólo tú eres capaz de dar tanto valor a esas pequeñas cosas.
    He visto en tus enormes ojos azules la dulzura, la inmensidad del que sólo quiere dar. ¡Cuesta tanto encontrar otros ojos que se parezcan a los tuyos! Y te aseguro que he buscado, en vano, en este mundo, tan difícil a veces, gentes que pudieran tener esa mirada. La de esa alma tuya que lo llena todo, que está tan dispuesta a dar, que se ha olvidado de pedir nada.
    Hasta los peores momentos los has hecho buenos y me has reprendido suavemente cuando me he sentido triste: ¡Mira todo lo que tienes! Me has dicho una y otra vez. Y ante tus palabras llenas de corazón, no he tenido más que rendirme y dejar de estar triste. ¡Hemos hablado tantas horas de tantas cosas! De lo divino, de lo humano, de todo lo que tú tanto sabes y no te gusta jactarte, de nuestras ideas sobre las realidades y los sueños. Tantos proyectos ilusionantes, tantas metas por cumplir, tantos sueños que hacer realidad que ahora veo nítidamente tu media sonrisa, tu comprensión, tu infinita benevolencia con todo y con todos, y pienso, aunque el sollozo casi no me deja, que vas a entrar ahora mismo por esa puerta.
    Late mi corazón fuertemente, para avisarme de que no pasarás el umbral porque estás dentro de todas nuestras almas y, de ahí, no vas a moverte. Ya sabes, hermano, como te he dicho siempre, ahora también intento expresarte con palabras lo mucho que te quiero. Y veo tu sonrisa tímida contestándome: “¡Hay que ver qué cosas tienes, hermana!”.
    Por María del Mar Alcántara Moreno.


    José María Medina Santiago de Jaén
    La última meta de un ciclista

    Su pasión por el ciclismo fue lo que se llevó su vida. Su amiga y compañera fiel, la bicicleta, le soltó de la mano, la tarde del pasado 23 de marzo, para dejarlo en una carretera malagueña, aunque recogido por la enorme familia que formó durante sus 59 años. Porque José María Medina Santiago, nacido en el casi renacentista municipio de Begíjar, nunca fue de un sitio concreto. Como hizo con su bicicleta, recorrió varios caminos en los que tuvo la oportunidad de conocer a las personas que más quiso. Un trayecto en el que, desde muy joven, contó con la compañía de su mujer, con la que pedaleó hasta el final. Incansable y de una fuerza extraordinaria, quienes lo conocieron saben que su energía era infinita y que la canalizaba tan fina y delicadamente arreglando un aparato doméstico como creando el plato más exquisito en las cocinas donde ejerció su profesión desde los 14 años.
    Cocinero de oficio, José María Medina se formó en las más prestigiosas escuelas de hostelería de España para ascender cada vez más alto dentro de la cadena de paradores nacionales, hasta llegar a la cumbre más dura. Y es que el jiennense consiguió ser a jefe de cocina en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid e, incluso, pudo contar la exclusiva experiencia de jugar con el Príncipe de Asturias en el cuartel de Jerez de la Frontera donde, mientras realizaba el servicio militar, trabajó como cocinero de un alto mando que invitó a los Reyes.
    Las ruedas de la bicicleta de su vida lo llevaron hasta tierras canarias, sorianas, murcianas, salmantinas o jiennenses, donde su afición por este deporte aumentaba cada vez más, aunque no tanto como la dedicación y el cariño por sus dos hijas y, por supuesto, por su pareja y gran amor: su mujer. Proteccionista con los suyos, José María Medina Santiago entregó horas alegres y otras más serias en la educación de sus niñas, a las que también les inculcó su pasión por el deporte, pero, sobre todo, por el sentido de la responsabilidad en todos los planos de la vida. Unos valores que, ahora más que nunca, le agradecen enormemente como la mejor herencia recibida.
    El jiennense era vitalidad en estado puro y su mente era como un torbellino en el que siempre encontraba algo nuevo que hacer. Sabía llevar la batuta en las conversaciones con sus amigos y rara era la vez que no se paraba con sus conocidos por la calle para saludarlos y contar, con creciente orgullo, los éxitos de sus hijas. La curiosidad y el continuo querer saber y aprender lo impulsaban para la lucha diaria, quizá eso explique las horas que pasaba delante del ordenador, preguntando a su “gran” pequeña lo que no entendía de internet. Porque José María siempre miraba hacia delante y jamás quedó rezagado entre el pelotón.
    Ahora que llegó a la meta de su vida, sus familiares y amigos lo recuerdan con el mismo orgullo, respeto y admiración por lo grande y enriquecedora que fue su carrera.
    Por Diana Sánchez Perabá.

    Nacho Criado Barranco de Mengíbar
    Son muchos los recuerdos

    De Nacho Criado se ha dicho que fue un pionero del arte conceptual, el introductor de un nuevo lenguaje, un artista fundamental. A estas alturas, poco más se puede decir sobre la transcendencia de su trabajo y su obra. Menos aún por mi parte, que soy su hijo y un fan incondicional de todo lo que ideaba, dibujaba o construía. Lo que sí puedo decir es que fue una gran persona, un gran luchador y, sobre todo, un gran padre. Al menos, el mejor que yo he podido tener. Hace muchos años que lo sabía, pero sus últimos meses de vida me lo dejaron claro. El mismo día en que cumplía 65 años, una vértebra rota le mandó a la sala de urgencias de un hospital. Yo pensaba: “Que no sea nada, que pueda caminar”; él: “A ver si podemos acabar pronto y celebrar el cumpleaños”. Le preocupaba más no comer con los suyos que lo mal que estaba.  Aquello iba a ser el principio del fin, aunque, entonces, nadie lo sabía.
    También iba a ser el principio del año más intenso y más duro de nuestras vidas. Un periodo agridulce marcado por los hospitales, el dolor, la analgesia, pero, también, por las ganas de vivir de mi padre, los reconocimientos y el cariño de mucha gente. Muchas experiencias grabadas a fuego que me impedían recordar cómo habían sido la cosas antes. Por suerte, pasan los días y mi memoria va dejando fluir un torrente de imágenes y momentos inolvidables junto a él. Recuerdo, por ejemplo, los paseos en bicicleta por el Retiro, cuando descubríamos los rincones más secretos. Recuerdo las fiestas de cumpleaños que me organizaba en el colegio, recuerdo los petardos y las bolsitas con pequeños regalos para todos mis amigos. Recuerdo el papel milimetrado entre sus manos y los portaminas verdes con los que siempre dibujaba. Recuerdo su compás en un estuche negro con terciopelo rojo. Recuerdo cómo en Mengíbar me decían que podía haber sido un buen futbolista. Recuerdo cómo casi siempre llegábamos tarde a los trenes. Recuerdo cómo mi abuela le dijo que ojalá mi abuelo hubiera podido ver todo lo que había conseguido. Recuerdo la ilusión que me hacía poder ayudarle a montar una obra. Recuerdo los disfraces que me hacía para Carnaval. Recuerdo las aventuras de los interminables viajes a Granada en tren. Recuerdo la ternura con la que me llamaba “Rey”.
    Recuerdo su pasión por la música y cómo disfrutaba con Glenn Gould. Recuerdo cómo se reía y su humor socarrón. Recuerdo las virguerías que hacía para poder sacar adelante las obras que planeaba. Recuerdo cuando venía a recogerme al colegio y jugaba con nosotros al fútbol. Recuerdo la dignidad con la que recogió su Medalla de las Bellas Artes. Recuerdo lo poco que se preocupó por lo que le quedaba de vida. Recuerdo lo que amaba su tierra y el acento que nunca perdió. También recuerdo que un amigo me dijo, hace poco, que es una tontería pensar que de la muerte de un padre se puede sacar algo bueno, pero que es importante mirarlo con actitud positiva. A mí, cada día, me hace un poco más feliz acordarme de mi padre. Sin duda, hay cosas buenas y cosas malas, pero, en el fondo, todas son importantes para mí. Como este amigo dijo, mi padre está en mí, en las cosas que he hecho, en las que hago y en la que haré; está en mis decisiones en la forma de apreciar las cosas buenas, feas, bellas. A mí, como a él, me gusta pensar que esto es así. Y me gusta pensar que no sólo me sucede a mí, sino a quienes le han rodeado y a los que se han interesado por su trabajo. Hay muchas cosas que el tiempo me hará olvidar, pero lo que seguro recordaré es cuánto quiero a mi padre y lo mucho que le echaré de menos.
    Por Gonzalo Criado Malpica.

    Próximo Hijo Predilecto de Mengíbar
    Eran sobre las once de la mañana del pasado viernes, día 9 de abril, cuando el alcalde de Mengíbar, Miguel Ángel Martínez Bellón, se acercó a mi despacho para darme la triste noticia: Nacho Criado había fallecido. Son de esos momentos en los que el corazón te da un salto, a pesar de no conocer a las personas tanto como a uno le gustaría. Recuerdo su imagen por nuestro pueblo, en una de sus visitas, hace ya bastante tiempo, y se me antoja que fue ayer, como si no se hubiese ido ya. Los mejores reconocimientos son los que se realizan en vida y esa era mi intención al proponer, el pasado 29 de noviembre, el inicio de expediente para declarar que el primer Hijo Predilecto que nombrase el Ayuntamiento de Mengíbar en democracia fuera él.
    Durante esta última semana, todos hemos oído hablar de la biografía del mengibareño Nacho Criado. Nacido allá por 1943 en Mengíbar, fue un escultor y artista experimental, con estudios en Arquitectura y Sociología. Su obra ha pasado desde el minimalismo, con trabajos sobre madera y hierro, en los años sesenta, a explorar el “arte de la construcción del paisaje” o “arte terrestre, el Land Art”,  y el arte conceptual.
    Como sucede con otros artistas del siglo XX, Nacho Criado tiene referentes en Marcel Duchamp, cuya obra ejerció una importante influencia en el arte de vanguardia, y Mark Rothko, asociado con el movimiento contemporáneo del expresionismo abstracto. El mengibareño realizó numerosas exposiciones individuales: “Piezas de agua y cristal”, en el Museo Nacional-Centro de Arte Reina Sofía”; “En tiempo furtivo. Doble Espacio”, expuesta en el Centro Gallego de Arte Contemporáneo; “No existe”, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid; Instituto Valenciano de Arte Moderno, Exposición Universal de Sevilla en 1992, Expo 2000 en Hannover y también llevó su arte a la Bienal de Venecia. Sus obras se lucieron en otras ciudades, como Barcelona, Milán, Sevilla, Santa Cruz de Tenerife, Valladolid, Ljubljana, Guadalajara y Jalisco.
    En cuanto a las exposiciones colectivas, destacan, entre otras, “Cinco piezas orientales. Milano-Poesía”, Milán ,1985;  “Light Spirit Dream”, Terrain Gallery, San Francisco, —Estados Unidos, 1990—; “¿Y los demás qué dicen?, performance en el ciclo La Acción”, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, (Madrid, 1994); “Imágenes de la Abstracción en España 1969-1989”, Ex-MEAC, Madrid, 1999; “Sculptures au Palais Royal”, Jardines del Palais Royal, París, 2001; “Poesie Bleue (performances)”, Zurich, 1998. Por otro lado, es autor de dos películas: “Cuerpo en acción II”, de 1974, y “Trasvase”, de 1977.
    Nacho Criado ha sido uno de los artistas más representativos del arte contemporáneo español de los últimos cuarenta años. En su haber tiene el Premio “Pablo Picasso” y el “Mariano Benlliure”, en 2007, por su exposición “No existe”, en el Circulo de Bellas Artes de Madrid. Además, le otorgaron la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2008 y el Premio Nacional de Artes Plásticas de España en 2009. Desde estas líneas, deseo animar a todos los ciudadanos a conocer más la extensa obra de este ilustre y pionero mengibareño, que en breve tiempo será nombrado Hijo Predilecto de Mengíbar.
    Por Sergio López Torres
    Concejal de Cultura, Educación y Bienestar Social  del Ayuntamiento de Mengíbar.