Hasta siempre
José Martínez Sánchez de Jaén
“Un millón de palabras no pueden hacer que vuelvas”
Quiero hablaros un ratito de un chaval vecino mío, un chaval bueno, educado, estudioso, responsable… Y muchos más calificativos que se le podrían adjudicar, además de ser “heavy”. Lo recuerdo con todo el cariño del mundo y digo que es mi niño, porque lo conocí cuando nació y lo he conocido durante estos 18 años.
“Un millón de palabras no pueden hacer que vuelvas”
Quiero hablaros un ratito de un chaval vecino mío, un chaval bueno, educado, estudioso, responsable… Y muchos más calificativos que se le podrían adjudicar, además de ser “heavy”. Lo recuerdo con todo el cariño del mundo y digo que es mi niño, porque lo conocí cuando nació y lo he conocido durante estos 18 años.
Lo recuerdo con su moto y su guitarra colgada a las espaldas. Tenía otra colección de guitarras en su habitación. Amaba la música y seguro que allí estarás componiendo bellas canciones. Nos dejaste un gran vacío, pero sigues, y seguirás, presente entre nosotros, dándonos paz y tranquilidad en tu casa, donde tanto lo necesitan.
Eras un poco reservado y te fuiste con tus recuerdos y tus pensamientos. Te los llevaste porque eran tuyos.
Cada día, ibas a tus clases en la Universidad, también a las de Música, y ayudabas a tu tío en el trabajo. Siempre estabas dispuesto a echar una mano.
Es por este motivo por lo que digo que eras un chaval excepcional o, mejor dicho, lo eres, porque no te has ido, ni te irás nunca.
Te pido que desde allí, desde el cielo que tú te has ganado en tu corta vida, cuides de tu hermano —que te adora—, de tus padres —que te añoran—. Todos, cada día, rezamos por ti. Escríbeles la más bella canción. Ellos se lo merecen y tú lo harás por ellos.
Desde aquí, te aplaudiremos con todo nuestro amor, recordándote y enorgulleciéndonos de haberte querido, mi niño guapo, nuestro José.
Un millón de palabras no pueden hacer que vuelvas. Lo sé porque lo he intentado. Tampoco un millón de lágrimas; lo sé porque he llorado.
Rosa María Gómez Muela.
Ramón Sorroche Castillejo de Marmolejo
“Muchas gracias por todo, te quiero muchísimo”
Este mensaje es un te quiero a gritos, un te necesito desesperado, un llanto en forma de palabras. No sé si podría expresar todos mis sentimientos, basta con decir que me han arrancado el alma de cuajo, sin previo aviso, un adiós inesperado e injusto que ha dejado rota una familia, sin esperanza.
Tu vida entera era por y para tu familia. Una vida sencilla, agotada por el trabajo. Nunca te oímos quejarte por el esfuerzo, ni por las heridas de tus manos, ni de tu cuerpo, tampoco por las del alma, aunque a veces tus ojos hablaban por ti. Ahora te tocaba disfrutar de lo que más te gustaba: tu casa, tu mujer y tus hijos, y a nosotros de ti. Pero no ha podido ser, te has ido en tu mejor momento. La vida te ha privado de ella misma.
Tú, siempre dispuesto a ayudarnos, olvidabas tus propias preocupaciones para volcarte en las nuestras y una sonrisa de tus hijos era tu mayor alegría, no necesitabas nada más para ser feliz.
Pienso sin parar qué consejo me darías ante este duro golpe y, seguro, que me dirías que saque todas mis fuerzas para seguir adelante. Pero, ¿cómo se hace eso papá? Quiero decirte desde aquí que lo estoy intentando. Todos lo estamos haciendo, pero no se puede continuar sin una parte de una misma.
¿Cómo puedo seguir sin un abrazo tuyo, sin un beso, sin verte…? ¿Cómo puedo seguir viendo cómo sufre mi madre cada día, cómo pasa el tiempo mirándote en fotografías sin poder hablarte, ni tocarte?
Papá, este es sólo un homenaje, podría llenar líneas y líneas hablando de tus cualidades como persona, pero todos los que te conocen lo saben. Mi intención sólo es decirte que te echo muchísimo de menos, que todo ha cambiado, que ya ninguno somos iguales, que tú no te has ido, que sigues con nosotros en todo lo que hacemos, en lo que hablamos, en nuestros pensamientos, en nuestra casa, en nuestro interior estás tan presente que a veces te siento más vivo que nunca, porque no dejo de pensar en ti.
Hemos llorado mucho, cada día. He esperado meses y meses verte entrar por la puerta, sentir que me abrazas y que me dices que sólo ha sido una pesadilla. Creía que no era cierto, que todo iba a pasar. A veces, aún lo pienso. Sé que esto te haría mucho daño, pero es como nos sentimos. Se acercan malas fechas. Por favor, danos fuerzas y valor para soportar esos duros días, de verdad, ayúdanos.
Sé que lo que quieres es que estemos siempre bien porque por eso te has esforzado tanto. No soportabas vernos sufrir, así que te prometo seguir adelante, ser fuerte y continuar, porque, mientras nosotros existamos, existes tú.
Sólo puedo repetir que te quiero muchísimo, que nunca te vamos a olvidar, que sigues aquí con nosotros y, sobre todo, decirte gracias por todo tu esfuerzo por sacarnos adelante, gracias por ser mi padre. Estoy muy orgullosa de ti.
Tu hija María Ascensión
Sorroche Jurado.
Juan Arco Cobaleda de Andújar
Fomentó el uso de la bicicleta en Andújar
En noviembre del pasado año murió Juan Arco Cobaleda. Me viene, ahora, el recuerdo justo cuando la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Andújar convoca los premios del Deporte 2009. Y es que Juan Arco había sido y era un hombre del Deporte, un hombre del Ciclismo. En el año 2001, fue nombrado “Leyenda del Deporte Local” en la gala de aquella fecha. Pude conversar con él y no se me olvida lo que me decía acerca de lo duras que eran las etapas llanas de la Mancha. Para él eran interminables.
Ha pasado un año. Juan Arco se había casado con Carmen Moya, de la que enviudó en 1982. El matrimonio tuvo por hijos a Juan, Javier, África, Ramón y Carlos. Venido de tierras granadinas, Juan Arco se afincó muy pronto en nuestra tierra y, ya en la década de los 40, pasada la Guerra Civil y los primeros años duros de posguerra, se dedicó al trabajo y al ciclismo.
Me impresionaba cuando me contaba que, en el año 1946, iba a Córdoba, a diario, desde Andújar, en bicicleta para aprender cómo se montaban los cuadros y para saber de toda su mecánica. A la vuelta, se cogía los autobuses de línea, sobre todo, para subir la cuesta del Montecillo. Deportivamente, le cupo el honor de coincidir con el ciclista Federico Martín Bahamontes. Ya retirado del deporte activo, fundó varios clubes, entre ellos, el “Juan Arco”, que data de 1973. También puso en marcha el Día de la Bicicleta, una fiesta del deporte popular que hoy tiene continuidad. Su nombre siempre estuvo vinculado a la bicicleta y al ciclomotor “Mobilette”. La naturaleza, el campo, el conocer mundo y la familia fueron las pasiones en vida siempre con un sentido sereno y positivo. Juan Vicente Córcoles.
Mariló González Barnés de La Carolina
“Era especial”
Hace pocas semanas nos dejó para siempre una gran mujer: Mariló González Barnés. La vida y el compromiso de Mariló siempre estuvieron volcados hacia su familia. Como es lógico, sigue estando presente en la mente de sus más allegados, especialmente en la de sus sobrinos, a los que tanto cuidó hasta que fueron mayores de edad. Fue una persona de gran carácter, pero tuvo mucho arte. Un talento natural tuvo para los negocios y lo suyo fue trabajar porque no le gustaba mucho el ocio. Y para convencerte, bastaba con hablar con ella un poquillo, porque igual te vendía un piso que te montaba un mercadillo. Una gran familia la vida le dio y ella nunca pudo decirles que no. Como una leona defendió a los suyos, con uñas y dientes, al menor murmullo. Quiso a su marido Juan con locura. Su sentido del humor era para echarse a temblar, porque se reía de ti y de todo.
Por fuera parecía dura, ya te digo, un gran carácter, pero si ahondas un poco, verás como se deshace, porque tiene un corazón hecho con azúcar. Fue una chica especial, ya te dije, con mucho arte, que se te ponía a bailar aunque nadie le diese el cante. Por eso, en este recuerdo, le quiero hoy repetir, que ahora que estás en el cielo, Dios te dé mucha luz para que puedas repartir.
Mariló tenía un amor tan especial en su interior y hacia los demás que también le hacía acercarse a la naturaleza a través de las plantas. El verde de la vegetación, las flores, la tierra y el cariño que les tenía le hacia atesorar en su casa un auténtico jardín lleno de vida y dulzura que cuidaba con mimo y esmero. No tenía enemigos de ningún tipo. Todo era bondad y alegría. Incluso formó parte durante las últimas anualidades de un grupo de baile, referente a sevillanas, formado en la sede de la asociación de amas de casa La Carlota de la capital de las Nuevas Poblaciones. Además, montó bastantes negocios, siempre basados en atender las necesidades de su familia más allegada. Primero, sus padres, que en gloria están, y, después, su hermano Pepe y sus sobrinos. No podemos decirte adiós, Mariló, porque siempre se recordará tu sonrisa ante las vicisitudes, tu forma de afrontar los problemas de la casa sin un mal gesto, el esmero que siempre tenías a la hora de organizar comidas familiares, a las que no te faltaba nadie. Y ya si que me despido, con muchísimo dolor. Te queremos como eras, Mariló. Un fuerte abrazo de tus grandes amigas Julia Megías, Julia Tabernero y tu amigo Silverio Fernández.
Carmen Garrido Verdugo de Jaén
Una cofrade devota
n más de una ocasión, he remitido trabajos para esta sección en recuerdo de familiares o amigos que se fueron y, desde luego, siempre las lágrimas han estado presentes en mis ojos. Sin embargo, ahora, diría que es diferente, ya que el recuerdo está dedicado a mi mujer, a la cual estuve unido durante 48 años de noviazgo y matrimonio, compartiendo, por ello, muchos momentos de felicidad y, también, de enfermedad. Puestos en una balanza, creo que estaría equilibrada, aunque este nivel se fue, progresivamente, inclinando de manera positiva con el nacimiento de nuestras hijas Begoña, Susana y Gemma y, desde hace tres años, el nieto Adrián. Por ello, por todo ello, me está costando trabajo el inicio de esta semblanza, la cual me temo terminar con un hondo suspiro de dolor y nostalgia.
Durante el transcurrir del tiempo, muchas han sido las personas que nos han conocido en varios ámbitos sociales, sobre todo, en el cofrade y, ahora, con su muerte, he comprobado el gran aprecio sincero de muchos amigos, tal vez, más, bastante más, que otras personas relacionadas familiarmente. Pero este mundo es así, un mundo incompresible, donde con la llegada de la muerte, llega el final y todo desaparece, habiéndose, con ello, perdido la oportunidad de reparar algo que, en ninguna otra ocasión, se presentará de nuevo.
Este mes de noviembre, siempre se recordará por grandes acontecimientos, como han sido la inauguración y bendición de Santuario de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la llegada a la Catedral de la Patrona de la Diócesis, la Virgen de la Cabeza y su posterior regreso, así como el traslado desde el templo catedralicio hasta el Camarín, de las imágenes de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Aunque el hecho que me ha marcado para el resto de mi vida, ha sido la muerte, el pasado día 20, de mi querida Menchu, mujer que supo compaginar su dolor físico con la alegría de espíritu, estando siempre junto a mí en los innumerables actos y cultos que, por obligación o invitados, debíamos estar presentes.
Desde luego, la presencia de la Virgen de la Cabeza en Jaén en este otoñal mes de noviembre, para siempre, se quedará marcada en mi corazón. Cuando estoy escribiendo estos párrafos, un día después de la marcha de la Patrona de la Diócesis hacia su Santuario, y transcurridos dos días de haber dado sepultura al cuerpo de mi esposa, quiero creer que ella, que con tanta paciencia e, incluso, alegría, tuvo para soportar aquel deterioro físico que le iba apareciendo progresivamente. Ahora, su espíritu habrá emprendido un viaje hacia el Cerro del Cabezo junto a la Madre de Dios y, así, cogida fuertemente a un pliegue de su manto, irá hasta aquellas alturas celestiales, abriéndose el portón de entrada y, conducida por una legión de ángeles y arcángeles, la llevarán en volandas hasta la presencia de la Reina del Cielo, pues la que fue mi mujer y perseverante cofrade, tiene de sobra conseguido el certificado de los elegidos, ya que no cabe la menor duda de que su amor a la Piedad de Cristo, a la Estrella que es luz del alba y a la Capilla que encierra con su manto a Jaén son motivos suficientes para que descanse en paz y felicidad.
Ahora, antes de terminar, sí deseo preguntarte esposa mía: ¿Por qué te has marchado? Ahora que tenías tanta ilusión con tu nieto Adrián, junto a la venida al mundo de otra nieta de tu hija Begoña. ¡Nunca sabremos la contestación!. Bueno, sí te digo, que yo, nuestros hijos, nieto, familiares, amigos Mariló, Martín, Ika, Cástulo, Isidoro, Mari Carmen, Paco, Loli, Lucia, Conchi, Ana … etcétera, las ya jovencitas Rocío y Yolanda, la Comunidad Dominica y muchos, muchos más que tanto te querían, te seguirán queriendo en el recuerdo, y te piden que no pares de observarnos y cuidarnos desde la distancia. ¡Ah! Se me olvidaba. Me dice Mati, tú ya sabes quién es, la directora de la Coral Municipal, así como también todos sus componentes, que te diga, que nunca, nunca, nunca te olvidarán, pues fuiste un ejemplo a seguir en constancia y sacrificio. Ya no puedo continuar, pues la pena me embarga y el sollozo es continuo. ¡Hasta siempre, querida mía!
Tu esposo Joaquín
Sánchez Estrella.
Antonio Gómez Montoro de Jaén
“Fuiste la persona más libre que he conocido”
Naciste en el seno de una familia sencilla y trabajadora. Sufriste, muy chiquito, los avatares de una maldita guerra y te hiciste un hombre trabajando al lado de tu padre, un gran ebanista y carpintero, como llegaste a ser tú. Fuiste una persona que jamás se vino abajo ante los problemas y zarandeos que la vida te dio y supiste estar al cuidado de tus padres, sacrificando tu propia vida por estar con ellos hasta que murieron.
Fuiste la persona más libre del mundo que yo he conocido, tan libre que nunca quisiste ser una carga ni molestar a nadie, ni siquiera a tu propia familia. Eras una persona inteligente, estudiosa, trabajadora y sabías hacer de todo: Lo mismo tallabas el mármol o la madera que arreglabas un televisor o un frigorífico o montabas un reloj, pero nunca te diste importancia ni hiciste alarde de nada.
Pero lo mejor de ti fue tu solidaridad con los necesitados, tu espiritualidad, tu alegría y tu generosidad. Nunca pediste nada y siempre estabas dando a manos llenas a todo el mundo. Tu simpatía y tu gracejo nos hacía siempre reír. Tenías muchos amigos
—gracias, Ángel— y vecinos que te apreciaban de verdad.
Fuiste tan bueno que, ni quiera para morirte, quisiste dar la lata. Te fuiste en silencio, dormido, custodiado por tu querido Jesús y tu Virgen del Carmen. Mi corazón está desolado por tu marcha, por haber querido hacer más por ti y no haber podido ser, porque no volveré a escuchar tu voz y, sobre todo, por no poderte ver más físicamente, ni poderte abrazar y besar más. Ahora estás descansando con tus padres, como era tu deseo y gozando de esa paz que sólo Dios puede dar. Gracias, tito, por ser así. Quiero que sepas, aunque ya lo sabes, que te quiero. Siempre te he querido y siempre te querré.
Tu sobrina Conchi Martínez.