Hasta siempre
María del Pilar Sandalio Garcia de Jaén
“Una madre nunca se va del todo”
Un año hace ya de aquel día en que tus ojos se cerraron, de aquel día en que tu luz se apagó. Pero, aunque parezca que te fuiste para siempre, no es así. Los que nos quedamos aquí te seguimos teniendo cada día más presente porque, aunque sabemos que tú estás lejos, nosotros te sentimos aquí a nuestro lado, cuidándonos y protegiéndonos.
“Una madre nunca se va del todo”
Un año hace ya de aquel día en que tus ojos se cerraron, de aquel día en que tu luz se apagó. Pero, aunque parezca que te fuiste para siempre, no es así. Los que nos quedamos aquí te seguimos teniendo cada día más presente porque, aunque sabemos que tú estás lejos, nosotros te sentimos aquí a nuestro lado, cuidándonos y protegiéndonos.
En este año han pasado muchas cosas. Tu nieta está cada día más grande, 2 añitos ya. Está hecha un bichito y, gracias a todo lo que le hablamos de ti, te va a conocer y querer como si estuvieses a su lado. Cuando le preguntas por la abuela Pili dice que “está en el cielo”. Tu hijo José Juan ya es un universitario, otro más en la familia, y, muy a mi pesar, sigue con su afición de los toros. Pero todos sabemos que tú vas a velar por él. Nuria ha terminado el curso con todo aprobado, poco a poco, va teniendo más cerca el sueño por el que juntas luchasteis. Y Pilar tiene un trabajo estable gracias a ti, a su ángel de la guarda, como ella te llama. Tu marido cuida de todos como tú le pediste y te echa de menos. Y toda tu familia se acuerda de ti constantemente, sobre todo, la abuela. No hay día en que no te recuerde. Pero tienes que estar tranquila porque ella no nos deja solos y siempre está pendiente de nosotros. No hay momento en el que, cuando estamos juntos, no nos acordemos de ti o no recordemos anécdotas sobre ti.
Pero qué te voy a contar. Tú desde donde estés nos guías, nos proteges y nos cuidas. Nos visitas en sueños, nos susurras al oído que estás a nuestro lado, que no nos preocupemos, que nos vas a acompañar toda la vida.
Y es que una madre por muy lejos que se vaya, nunca se va del todo. Y menos tú, que eres la mejor madre del mundo. Y hablo en presente porque, para mí, nunca te irás de mi lado.
Siempre te vamos a recordar como la esposa, madre, hermana y amiga que eras. Porque has dejado huella en todo aquel que te ha conocido.
Espero que desde donde estés, junto con el abuelito, os sintáis orgullosos de todos nosotros, de los hombres y mujeres en los que nos estamos convirtiendo, siempre siguiendo tus pasos y como tú nos enseñaste. Pues, a pesar de las dificultades y de que la vida se nos ponga muy negra, siempre tendremos la luz de tus ojos azules, que nos llevará por el camino de la felicidad. Te queremos.
Por tu familia.
José García Ojeda de Écija
“Un amigo, un referente y un ejemplo a seguir”
El pasado 18 de junio, a las ocho de la mañana, al coger el teléfono móvil, leía el siguiente mensaje: “Esta madrugada ha fallecido mi padre”. Me lo enviaba un gran amigo, Juan Carlos García Lombardo, y su padre fue una persona ejemplar y muy querida en Jaén, Pepe García Ojeda. Inmediatamente, llamé a Juan Carlos y le di mi sentido pésame. A continuación, contacté con los medios de comunicación de nuestra ciudad y transmití el mensaje recibido.
Asimismo, lo comuniqué a los compañeros de la Asociación de Veteranos del Real Jaén CF, en la que lo considerábamos uno más, sobre todo, desde que, en febrero de 2012, le brindamos un homenaje sencillo, sincero y con gran ilusión para todos por tratarse de un legendario jugador de nuestro entrañable club al que, por edad, muchos conocían poco su trayectoria. Así que hice otras dos llamadas a dos amigos comunes, a los que noté en su reacción que la noticia los acongojó. Eran Pepe (Vica) y Pepe (Bermúdez), curiosos amigos íntimos de nuestro Pepe García Ojeda.
Nació en Écija un 21 de diciembre de 1924. Con 12 años quedó huérfano y le atendieron sus abuelos y tíos. Llegada la hora, cumplió sus obligaciones militares en la ciudad de Jerez, en la que comenzó, precisamente, su trayectoria deportiva, pasando, luego, por la Balona y llegó al Real Jaén en la época más brillante de la historia del club, ya que fue uno de los protagonistas del trienio 1950/51, 51/52 y 52/53, en los que se consiguieron los ascensos de tercera a segunda y de segunda a primera división. Justamente marchó de Jaén dejándolo en “División de Honor” y su nombre quedó escrito para la historia del club como el de tantos otros excepcionales profesionales que pasaron por nuestro ya casi centenario club.
Jugó en el Cádiz CF con el acierto que lo había hecho en Jaén, por lo que en la “tacita de plata” también supieron de su saber estar bajo los palos. Era valiente, le gustaba mandar en la defensa y ordenarle su ubicación en el área, decidido y con carácter y, sobre todo, con una agilidad felina.
La vida lo devolvió a Jaén tras su recorrido amplio en el deporte y, aquí, se casó con Consuelo Lombardo. De su matrimonio nacieron tres hijos “jaeneros” por los cuatro costados, trabajadores sencillos y que han podido constatar que a su padre lo recuerda y lo quiere un importante número de paisanos.
Personalmente no le vi jugar por cuestiones de tiempo. Cuando llegué a Jaén, en 1956, él se había marchado, pero sé mucho de su trayectoria, pues tanto Pepe Bermúdez como Pepe Vica me hablan de él como futbolista y como persona con la sinceridad que les caracteriza. Fueron muy amigos. Me decía Bermúdez que, cuando él llega al Cádiz, le hablaban mucho de García Ojeda, sobre todo, los que convivieron con él en el vestuario, como es el caso de Enrique Sillero, que, luego, fue utillero del club gaditano.
También amigos comunes me hablan de su concepto de la amistad y competencia en su trabajo cotidiano.
Tuvo Pepe mucha relación con Diario JAEN, según me cuenta Pepe Bermúdez, pues su suegro, el señor Lombardo, fue administrador del periódico y él se acercaba con frecuencia para ver a su suegro y a los amigos de la casa.
Recuerdo el día de tu homenaje con especial alegría, pues por tu edad y condición física veíamos complicado llegar a ese día y lo conseguimos. Fue para todos los presentes una sorpresa mayúscula tu llegada al campo de Las Fuentezuelas, acompañado por tus hijos y nietos, para hacer el saque de honor, ya que la tarde era fría y desapacible. Nos diste una lección magistral de fortaleza y lo comentamos con alegría.Jugaron para ti y por ti los equipos de veteranos del Cádiz CF y Real Jaén CF, tus dos equipos del alma. Te entregamos nuestros recuerdos—merecidos— de los equipos y te dimos, también, un recuerdo del Real Jaén CF, que, por circunstancias sobrevenidas, me tocó a mí dártelo y abrazarte con toda mi fuerza. Más tarde, cenamos en “La Verja”. Tú presidías la mesa y, a tu lado, tu familia y, con ella, Pepe Bermúdez, al que tanto querías, y Pedrito, que fuera como vosotros dos jugador de ambos equipos. No tenías prisa por irte a dormir aquella noche. Tomaste tu copita. Se te veía feliz, como lo éramos todos a tu alrededor. Pasadas las doce de la noche te dije: “Crack, cuando quieras nos vamos a dormir”. Me dijiste: “Yo estoy muy a gustico, así que lo que vosotros digáis”. Juanito, el “míster” de los veteranos del Cádiz CF, te dedicó unas palabras bellas e inolvidables en nombre del Cádiz veterano y de los gaditanos. A mí me tocó, por deferencia de los veteranos del Real Jaén CF, hablar en nombre del equipo y de los jiennenses.
Hoy, desde las páginas de Diario JAEN, gentileza que agradeceré siempre a todos los profesionales de la casa, te digo: Pepe, te recordaré siempre como un amigo, un referente y un ejemplo a seguir. Descansa en paz.
Por Antonio Lucas.
ANTONIO ATIENZA ROMERO de Alcalá la Real
Llevó la modernidad a muchos hogares
Hay personas en Alcalá con las que, sumamente, está ligado el progreso de la comunidad a través de adelantos importantes del siglo XX y principios del siglo XXI. Las hubo que nacieron en el viejo barrio de la Tejuela y se fueron trasladando hacia el Llano de las Aves Frías conforme progresaban socialmente. Otras se quedaron ancladas en el raíl de la vida comercial de la ciudad alcalaína, el antiguo camino real del Llanillo. No podían dejar aquel sitio que les había deparado el destino y conformado toda su vida laboral y familiar. Este es el caso de Antonio Atienza.
Le nacieron los dientes al principio de esta arteria radial de la ciudad de damero a lo romano, en la cruz que se forma entre la cardo y la decumana, la calle Real y el Juego Pelota, el antiguo zoco artesanal del Peso Viejo. Donde su padre regentaba una pequeña carpintería y, su madre, una tienda de garbanzos tostados, que, según comentario de aquella época, no tenían rival alguno que los igualase en gusto y sabor. En este entorno, siendo niño y ejerciendo de monaguillo, tocaba las campanas de la iglesia de Consolación y abría los cortejos fúnebres y procesionales blandiendo los ciriales que orlaban la cruz parroquial. En esta época de su vida, pasó los malos momentos de un niño que sufre en sus propias carnes la exclusión social de su padre, que, por intereses y motivaciones políticas, se ve privado del puesto de recaudador y, posteriormente, soporta el desgarramiento carcelario por la venganza de la lucha cainita.
Pero aquel niño tenía altas miras, zarpaba todos los intentos que le ofrecían las nuevas tecnologías. En los años del progreso de la electricidad, cuando esta sustituía en todos los hogares al viejo velón y a las hachones en las iglesias, se convirtió en un electricista autodidacta, a través de los cursos por correspondencia. Gracias a su esfuerzo, muchos compartieron estos adelantos en sus hogares aportando sus servicios. Y, pronto, compaginó este trabajo con el que conseguía elevar la formación cívica. Antonio se hizo operador de cine y alcanzó con gran energía el título de jefe de cámara en los estudios cinematográficos de Sevilla. Siempre agradable, nos justificaba un corte del celuloide o un apagón de luz cuando acudíamos al rancio gallinero del teatro Martínez Montañés a contemplar una película de cine. Con él nos ilustrábamos de la vida nacional mediante aquellos documentales que precedían a las numerosas películas de tema español que iban desde el arco de “Marcelino Pan y Vino” hasta los maestros de la copla como Juanita Reina, Lola Flores o Imperio Argentina, las americanas, cheyenne, indios, apaches, pasando por las escasas y no censuradas películas de premios internacionales como las de los Oscar. Mi retina siempre quedará fijada, haciendo cola y viéndole subir el celuloide de aquellas magnas superproducciones que esperábamos con tanto anhelo, como los “Diez Mandamientos”, “Ben Hur”, etcétera. No es extraño que el poeta popular le honre con unos versos de sabor popular: “Tiene Alcalá un caballero, / que lo aprecia el mundo entero, / es operador de cine, / y su nombre se ofrece/ Antonio Atienza Romero”.
No dejó escapar todos los adelantos que la técnica le ofrecía. Vienen a mi recuerdo el arreglo de las antiguas máquinas de coser caseras que abundaban en todos los rincones de Alcalá, donde predominaban los talleres de costurería y los telares vecinales. Pero, sobre todo, se introdujo en la línea blanca y en los electrodomésticos con la puesta al público de su tienda de Electrodomésticos de la Carrera. Antonio se convirtió en una institución por medio de la cual el mundo televisivo entró en muchos hogares en los primeros tiempos de Eurovisión, se globalizó el mundo de las corridas de toros en las tabernas y bares, abarató los costes laborales y el rendimiento de las amas de casas al sustituir el antiguo mortero con las autobatidoras —la túrmix, minipímer—. Dejó en el mundo de Hades la conservación de los alimentos sustituyendo el antiguo pozo enfriadero de melones, sandías y hortalizas por la más amplia gama de frigoríficos. Estuvo al tanto de los nuevos hogares siempre ofreciendo el aparato, microondas o termo más innovador para recalentar comidas y bebidas, los jarros de filtraje del agua y todo lo que significaba cambiar el antiguo menaje y ollería de la antigua cerámica por las sofisticadas piezas de metal y aluminio.
Dejó muchas inquietudes en sus hijos Loli, Antonio y Manolo. En la tienda se respira el espíritu comercial del padre con su hijo Mano, gran tertuliano, y defensor de aquella red a la que no quiere verla consumir y sueña en que vendrá un renacimiento alcalaíno, prefigurado en el Centro Comercial Abierto. Su hijo Antonio, amante de la fotografía y gran pedagogo, captó muchas vivencias de su padre. Su hija Loli y su esposa de igual nombre muestran siempre su lozana simpatía muy propia de las personas que han estado ligadas al mundo comercial.
Con ellas compartió momentos muy felices de su vida, pues, en su jubilación, volvió al seno de la iglesia que le vio nacer representando y trabajando por la Hermandad del Rocío en unos momentos en los que comenzaban a plantarse los cimientos rocieros en la ciudad de la Mota.
Me vienen a la memoria unas palabras que él escucharía en su niñez muchas veces en aquel viejo templo de la patrona. Son las que quedaron integradas en su historia personal: “Miserere mei, Domine… ten misericordia de mí Señor, …”. Seguro que para él nunca esta palabra latina de miserere ha caído en falso ni tenía el sentido equivocado del vulgo o el científico de enfermedad.
Por Francisco Martín Rosales.
Pedro Fernández Alcalá de Huelma
“No se te puede olvidar”
Pedro Fernández Alcalá falleció, el 18 de octubre de 1988, con 35 años, en un accidente de tráfico y dejó una gran huella entre sus familiares, amigos y vecinos. Los medios de comunicación se hicieron eco de su muerte por el solidario gesto de donar sus órganos, algo poco frecuente por aquel entonces, pero que era deseo expreso suyo.
Hijo de Pedro y Carmen, nació y vivió su infancia junto a sus hermanos Luisa, Antonio, Rafaela, Luis, Manuel, Rafael y José en la Plaza de Toros, como era conocida antiguamente la calle Avenida de Andalucía. Desde muy pequeño, fue muy trabajador. Sus padres tenían un bar en el que ayudaba, además de estar buscándose siempre la vida. Estudió fontanería en el Instituto de Formación Profesional El Valle de Jaén y se dedicó durante muchos años a esta profesión, en la que decían era muy bueno. Prueba de ello es que trabajaba por toda la comarca, además de en las provincias limítrofes. Enseñó las primeras nociones de fontanería a su hermano José, con el que estaba muy unido. Más tarde, y siendo muy joven, apareció Juanito en su vida y rápidamente fue y es considerado como de la familia. Durante los últimos diez años de su vida, compaginó este empleo con el oficio que heredó de su padre, enterrador, al que le costó adaptarse y por el que pasó noches sin dormir. Se casó con Lola García en septiembre de 1976 y tuvo tres hijos: Pedro, María del Carmen y Lucía. Desde hace tres años, tiene un nieto, Pedro, del que dicen es físicamente idéntico a como era él. A su hijo le hubiera gustado saber la reacción que tendría su padre si hubiese tenido la oportunidad de ver la profesión que ha elegido, verle la cara cuando escuchara su voz en la radio y la televisión. Sus hijas recuerdan que, en el buen tiempo, se tumbaba en el patio y una de ellas le cortaba el pelo mientras la otra le afeitaba. Piensan que se sentiría orgulloso de ver en lo que se han convertido sus hijos. Tenía predilección por su familia, por su madre, Carmen, y por su cuñada Mari Luz. Sus amigos eran muy importantes para él y tenía millones de anécdotas que contar siempre. Junto a Palito, Alfonso, Pérez, Mendoza, Chadnar y Marcos vivió inolvidables momentos que ellos siempre recuerdan con sus familiares, como las celebraciones de su cumpleaños, que era el 30 de diciembre, pero que él pasaba al 31 para que pudieran disfrutar aún más de este efeméride. Era una persona muy alegre. Su risa era muy peculiar y contagiosa. Además, era muy servicial. Acudía a ayudar a todo el que se lo pedía. Le gustaba el campo y los animales. Uno de los lugares a los que siempre le gustaba acudir era la Fuente de la Peña.
Su velatorio y funeral fueron multitudinarios por lo mucho que lo querían todos los que lo conocían. Sus restos mortales fueron portados a hombros desde su casa a la Iglesia y, posteriormente, hasta el cementerio, a pesar de la gran distancia que separan estos dos puntos. Doce coronas e infinidad de ramos de flores fueron la muestra de cariño de la gente que lo quería y de todo su pueblo. Su familia recibió dulces y otros regalos durante mucho tiempo como muestra de pésame. Tantas muestras de cariño que tanto su mujer y sus hijos lo tienen muy presente y siguen muy agradecidos. De hecho, desde Irún, donde vivía su hermano Rafa y donde pasó algunas cortas temporadas, mandaron varios detalles a la familia. A pesar de los años que han pasado desde su muerte, muchos vecinos de Huelma aún lo recuerdan y le echan de menos.