Hasta siempre
CAPILLA GARCíA GARCíA de Jaén
“Parece que no pasa el tiempo”
Abuelita, parece que no pasa el tiempo, pero hace ya un año que te fuiste. Digo te fuiste porque sé que no nos has dejado. Sentimos tu presencia, nos acompañas y estás con nosotros. En pocas palabras, no puedo expresar lo que siento.
“Parece que no pasa el tiempo”
Abuelita, parece que no pasa el tiempo, pero hace ya un año que te fuiste. Digo te fuiste porque sé que no nos has dejado. Sentimos tu presencia, nos acompañas y estás con nosotros. En pocas palabras, no puedo expresar lo que siento.
Eres, perdón, eras una persona sencilla y humilde, que se daba a todo el mundo. Ayudaba y hacía lo que le pidieran, con un gran corazón, abierto a todo el mundo. Estando ella mal, sentía y se compadecía por los males de los demás. Le parecía bien todo lo que le dijeras y apenas interfería para no equivocarse.
El abuelo te tiene siempre en mente, se acuerda de ti y no para de mirar sus fotos. No se deja nada en medio, pues siente que vas detrás de él para decirle que lo recoja. Son muchos años contigo, toda una vida juntos.
Mi padre, pensando que tiene que llamarte o ir a verte, que hace ya tiempo que no te llama y quiere saber cómo estás o decirte cómo está él o cómo estamos nosotros. Tus hijas lloran en cualquier descuido, sueñan contigo. Parece que les quisieras decir algo que no dio tiempo a decir. Están a tu lado.
Tu hijo pequeño sabe que desde el cielo no dejas de atenderlo, le preparas lo que necesita y que no lo puedes dejar solo, descuidado o desatendido.
Tus nietos nos acordamos mucho de los buenos momentos que hemos pasado juntos en el campo, jugando, cogiendo espárragos y tomándonos la tortilla de patatas. Echamos de menos tus ricas comidas, sobre todo, tus croquetas, qué ricas. Seguro que allí, en el cielo, las sigues haciendo.
Sabías que te ibas a ir. Has sufrido mucho en tu vida, muchos dolores, pero nosotros, egoístamente, no queríamos. Quizás fue lo mejor para ti. Evitaste momentos muy dolorosos y de mucho sufrimiento. Te has ido como viviste, sin dar ruido, pero ahora ya nada te duele y estás con tu hijita pequeña, con tus padres y con tu hermano. Que sepas que vuestro recuerdo sigue vivo dentro de nuestros corazones. Abuelita, en mi nombre y en el del resto de tu familia: Hasta siempre.
Por Antonio Jesús Cruz y tus nietos.
FERNANDO ÁNGEL JIMENEZ OYA de Villargordo
“Tengo muchos recuerdos”
Querido primo: La triste tarde del viernes 17 de mayo, cuando la lluvia era incesante y el viento golpeaba los árboles con fuerza, tu alma decidió dejar este mundo para partir a la casa del Padre. Habían pasado 21 días de intensa lucha entre tu cuerpo, invadido por esa enfermedad tan dañina y agresiva, y tus deseos de permanecer entre nosotros, alegrándonos la vida con tu sonrisa y tu humilde y sencilla forma de ser y actuar.
Son muchísimos los recuerdos que me vinieron a la cabeza. Desde la infancia hasta la última convivencia que tuvimos en casa por el bautizo de Israel. En estos días en el hospital hemos hablado e, incluso, a pesar de todas las noticias negativas que se iban repitiendo día tras día, hemos reído y afrontado la enfermedad con optimismo y con la ilusión de que todo tendría remedio y fuese reversible.
Recuerdo las tardes jugando al balón en la calle La Libertad, donde naciste y te criaste, junto a la casa de la abuela Carmen. Fuimos al colegio, en cursos separados, pero en el instituto Santa Catalina de Alejandría compartimos pupitre de aquellos de madera e hierro y muchos viajes en el autobús del pueblo a Jaén. Tu gran afición al fútbol y al deporte en general te llevó a militar en las filas del Villargordo CF durante varias temporadas. Dando todo lo que tenías dentro por los colores de tu pueblo y por tus compañeros. Fiel seguidor y enamorado del Real Madrid, seguías todos sus partidos y lo apoyabas incondicionalmente, si era posible, junto con una cervecita, eso sí, Mahou. No puedo más que agradecerte tu colaboración en la organización y el arbitraje de los campeonatos de fútbol-sala y fútbol-7 con motivo de las fiestas de las Flores y de Santiago. Sabías que teníamos que lidiar con muchos problemas, pero tú siempre tenías el temple y la paciencia para sobrellevar las tensiones propias del juego y el temperamento de los jugadores y aficionados.
Devoto de casi todas la imágenes de nuestro pueblo, portaste sobre tus hombros la Cruz del Cristo de los Jóvenes, también a la madre de Dios, la Santísima Virgen de los Dolores y a nuestro querido patrón, el Santísimo Cristo de la Salud, incluso renunciando a unos días de merecido descanso con tu familia. De igual modo tu fe a Nuestro Padre Jesús Nazareno El Abuelo, lo que te llevó durante varias madrugadas del Viernes Santo a la capital del Santo Reino. Todos estos esfuerzos no fueron en vano y el mismo Dios sabrá recompensarte estos sacrificios junto a él en su Reino.
Enamorado de la música y de las marchas procesionales, has contribuido con tu dorado saxofón, primero en la Agrupación Andrés Calles y, en los últimos años, en la Asociación Musical Maestro Miguel. Ya viste cómo se nos puso a todos la piel de gallina con la interpretación de la marcha de Nuestro Padre Jesús Nazareno que a ti tanto te gustaba.
Me gustaría pedirte que, desde el cielo, cuides de tu esposa Rosa y de tus hijos, Antonio y Emilia. Ellos son quienes más echarán en falta tu presencia terrena. También debes echar “una mano” a tu padre, Antonio, y a tu madre, Isabel. Nadie mejor que tú sabe que esta dura enfermedad del olvido y el deterioro progresivo necesita mucho cariño y mucha comprensión. No te olvides de tu abuela, Antonia, y de tu hermana, Mari Carmen, así como de tus suegros, Antonio y Emilia, todos necesitan sentir día tras día que estás junto a ellos. Tu muerte ha sido un golpe de incalculable fuerza sobre todas las personas que te hemos conocido y tratado. Las muestras de apoyo de familiares, amigos y vecinos se han multiplicado por cientos y todos coincidimos en lo mismo: Has sido para nosotros un ejemplo de vida, de dedicación a tu familia y a los demás, de esfuerzo y superación de los problemas que se han presentado.
Tu lucha de los últimos días contra esa lacra que es el cáncer nos ha dado una lección de entereza y esperanza hasta el final. Un final que llegó demasiado pronto y que hoy ninguno alcanzamos a comprender, pero sabemos que estos son los planes de Aquel que todo lo puede y te necesitaba allí arriba para que le ayudes en otra misión. Pronto nos veremos y seguiremos hablando cara a cara, también reiremos y nos contaremos cosas de ayer, hoy y mañana.
“Ya no puedes detenerte a observar maravillas, pero tampoco a vivir temor, tus ojos están cerrados, pero siempre los recordaré abiertos y con brillo en mi corazón”. Descansa en paz.
Por Fernando Jiménez Ramírez.
Manuel Bueno Núñez de Martos
“Sigues presente”
Querido amigo Manolo: Desde el día 3 de mayo de 2013 en que nos dejaste, no dejamos de recordar el largo recorrido de nuestra amistad. Recordamos los comienzos de tu ejercicio profesional. Estaban llenos de ilusión y afán de superación.
Recordamos, también, tu asistencia a los numerosos cursos en los que tú no solo aprendías, sino que también enseñabas, tu brillante Doctorado en Medicina, tu labor, como no podía ser de otra forma, al frente de la sección científica de nuestro colegio y todo el tiempo y el trabajo dedicados a nuestra profesión.
Recordamos con mucha tristeza el día 9 de abril de 2006, en Écija. Ese día en la familiar reunión de verano de nuestro colegio, a la que acudiste, como siempre, con tus “nenes” —así llamabas cariñosamente a tus siempre presentes y queridos hijos— y, de forma clara, nos comunicaste el diagnóstico, el futuro tratamiento y el seguro desenlace de tu proceso. Desde esta fecha, compartimos tu lucha en soledad por seguir adelante apartado de tu profesión y de tus hábitos de vida.
Siempre supiste que nunca te faltó el apoyo de tus compañeros y amigos. Has sido un gran profesional, pues, aun retirado, seguías estudiando sobre tu gran obsesión, el síndrome de ATM, y somos muchos los que hemos acudido a ti para poder seguir adelante en nuestros complicados tratamientos. Te fuiste, pero siempre estarás con nosotros como gran profesional, excelente compañero y queridísimo amigo. En el Colegio de Dentistas de Jaén, sigues presente. Por el Ilustre Colegio de Dentistas de Jaén.
Casilda vera Bejarano de Arjonilla
Mi querida Casilda
Mi querida Casilda. Empiezo así, refiriéndome a la amiga que ya no está con nosotras, porque es a ti a quien principalmente quiero decirte algunas cosas, recordando los muchos ratos buenos que pasamos juntas, como solíamos hacer cada día, menos el fatídico día 12 que solo pudimos hablar por teléfono, acostumbrada, como te tenía, a que cada día, a la hora que me era posible, iba a verte, a estar contigo…, al “control” e “inspección”, como me decías cariñosamente… Y es que, habiendo hecho tú de madre y de hermana mayor con nosotras, tu enfermedad, esa enfermedad que “olvida” y retornaba a la infancia y juventud, hizo que esos papeles se cambiaran, y tuve yo que ser la hermana mayor…
Casilda, te has ido según tus deseos, en silencio, sin sufrir… Y ayudándonos a quienes teníamos que decidir por ti, a que “te fueras” desde tu casa, recibiendo las mejores atenciones y cuidados, sin complicar situaciones ni decisiones… Pero, eso sí, te has ido demasiado pronto e inesperadamente y justo un día en el que yo no estaba en Jaén, aunque hablamos por teléfono dos veces y nos despedimos hasta el día siguiente, día que ya no vistes, dos horas antes de tu “partida” y con la frágil frase, que apenas te salía pronunciar, de ¡vale! cuando te dije mañana te veo, estaré contigo y comeremos juntas.
Dejas un reguero de acciones y vivencias importantes, acciones que han repercutido en mejorar y alegrar muchas vidas de las personas que estábamos cerca de ti, que compartimos tus mejores y peores momentos y de las que, desde la distancia física, se beneficiaron, sin duda, de tanta generosidad, entrega, solidaridad y compromiso. Gracias Casilda, gracias.
Aunque tú sabías que no me pesaba, me “echaste encima”, queriendo y sin querer, la responsabilidad de que, en tus cada vez mayores “ausencias”, administrara tu vida y tus cuidos. Y yo lo hice gustosa. Tú te lo merecías o, mejor, esa amistad inmejorable que teníamos y porque conté aquí con el apoyo de Rosi y M. Cruz y con la gran suerte de encontrar a personas que te atendían 24 horas del día con cariño, con mucho cariño y cercanía, con Maribel y Estrella. No, no has estado sola a pesar de que tú a veces lo verbalizaras así, llamando y buscando los últimos meses a tu madre, a tu hermano Pepe.
Gracias, Casilda, porque, pese a las circunstancias y dificultades de tu enfermedad, fuiste, como siempre, educada, considerada y alegre, muy alegre y eso aliviaba cualquier otra situación “mala” que podíamos sentir quienes estuviéramos cerca de ti cada día.
Te has ido y no pudimos hacer ese otro viaje que querías. No fue posible, pero, bueno, hicimos muchísimos, los disfrutamos e, incluso, realizamos uno precioso a países árabes, que lo pasaste de ¡fábula!, a pesar de que ya empezaba en ti a hacer mella el alzhéimer.
Casilda, estás y sigues con nosotras. Te has ido, como decía antes, sin hacer un ruido, sin darte cuenta, como anhelabas, pues eras tan vital que solo con hablar de que superabas “cierta edad” —no te gustaba decirla— y que por ley de vida, te “irías” antes que las que éramos más jóvenes. Te ponías mala… Querías vivir y vivir, eras la propia vitalidad.
Te echaremos de menos siempre, nos faltarás en nuestras vidas, acontecimientos, planificaciones, en el cada día, pues eras, como se sabe, más que una buena amiga, una entrañable persona que se sumó al proyecto de vida de un grupito reducido.
Gracias, Casilda, por todo, por haber formado parte de mi vida desde aquel día de mayo de 1964 en el que llegué a tu casa con tu sobrina M. Antonia, entonces estudiantes, y te pedí una plancha para peinarme el pelo largo que entonces lucía y la gracia que te hizo. Gracias por compartir el devenir de muchos, muchísimos días, meses y años, pero, sobre todo, por “acompañarnos” en ese compromiso tan intenso que tú tenías, y yo sigo en él, para con las personas con discapacidad intelectual, que se llama Aprompsi.
Hasta siempre. “Ana Mari”.
Por Ana María Quílez García.
Juan de Dios Sánchez Moreno de Jaén
“Eterno papa Juan”
Aunque simplemente soy nieto político y, seguramente, no la persona más apropiada para ello, me gustaría dedicar estas simples líneas a Juan de Dios Sánchez Moreno, “Papa Juan” para la familia, “Chaqueta” para los jiennenses. A ti que, con 83 años de edad, tu cuerpo débil y cansado se paró con más de 7 años sufriendo de esa puñetera enfermedad de cuyo nombre no me quiero acordar, que aniquila y devora las facultades mentales y físicas de cuanta persona se cruza por su camino. Hoy no la quiero ni tan siquiera pronunciar. Te va quitando todo aquello cuanto realmente posee una persona, que no es más que su memoria, sus recuerdos, sus vivencias... Estos días he pensado a menudo en esa primera sensación, angustia o, incluso, miedo que debiste sentir ese primer día que, paseando por el Gran Eje, en unos de tus tantos paseos, te costara reconocer el camino de vuelta a casa sin saber muy bien por qué.
La intensidad de lo vivido se mide por el número de veces que deseamos recordar esos momentos y volver, así, a disfrutar de ellos. Y si a ti te arrebataron, entre otras, esa capacidad de apelar a la memoria, te aseguro que a tu familia no, porque para ella perdura esa persona que conocí, amable, servicial, que a todo se prestaba, que, una vez jubilado de la fábrica de cerveza “El Alcázar“, con su motillo, hacía los “cuatro” recados al negocio familiar; que, en esos largos veranos en Pozuela, disfrutaba con su familia alrededor, aquel que, incansable, recogía y barría una y otra vez las hojas del parral con su eterno puro en la boca. Esa persona que siempre estaba para lo que necesitaras y, en mi caso particular, puedo asegurar que así fue.
Pero cuando crees que esa enfermedad te lo ha arrebatado todo, ahí surge lo realmente más preciado en esta vida, la familia. Sí, la familia con mayúscula, aquella que de manera ejemplar te ha cuidado estos últimos años porque quiero imaginar que, al igual que hacías con tus hortalizas en Pozuela, has recogido el cariño que has ido sembrando a lo largo de tu vida. Y esa recolecta te la han traído tus seres más queridos en forma de esmerados cuidados y tiernas atenciones estos últimos años que estuviste condenado en una cama. Imagino que, estés donde estés, sentirás satisfacción, a la vez que agradecimiento, a todos ellos, hijos, hermanas, sobrinos, nietos, demás familiares y, cómo no, a tu fiel acompañante, “Mama Ana”, a la que, de manera inagotable, has encontrado siempre a tu vera, a costa de su propia salud, y que, con cariño y ternura, ha pulido cada atención hasta el más mínimo detalle pensando siempre en tu bienestar.
Y perdona si caigo un poco en la melancolía, pero, en estos momentos tan difíciles que nos toca vivir, en una sociedad que pone día a día a prueba los valores que entendemos que debemos defender, hoy más que nunca, resarzo el incuestionable e incalculable valor de la familia. Que esta crisis económica no se traduzca en crisis de valores, porque sobre estos nos tendremos que apoyar para que la recuperación, cuando diga de venir, sea sólida y duradera en el tiempo. Valores como integridad, honestidad y generosidad y, cómo no, sentido de familia son los que tú mejor que nadie, personificabas. Hoy los vemos reflejados en tus hijos, y, en especial para mí, siempre con permiso del resto, en tu hijo Pepe, que continúa con la estirpe de los “chaquetas”. Hoy “Papa Juan” te imagino, allí donde estés, con la chaqueta quitada, con la camisa remangada, con un tercio fresquito en la mano, siempre “Alcázar”, por supuesto, y mordisqueando un buen puro, con un ligero temblor en tus manos y entendiendo que ahora te toca a ti, desde allí, guiar y cuidar a los tuyos, a tu familia, a tu Ana.
Por José A. Viedma.