Hasta siempre
Alfonso Fernández Consuegra de La Carolina
“Estoy muy orgulloso de mi padre”
En este mes de enero se cumplen cinco años del fatal desenlace de tu vida en un maldito accidente de tráfico que nunca debió suceder. Pero la vida es así de dura y, en bastantes ocasiones, acaba con la alegría y el futuro de personas tan valiosas como tú para la sociedad en general. Mi mente todavía no ha asimilado tu ausencia porque éramos tal para cual, tomando las mejores decisiones, las que creíamos más convenientes tanto para nosotros como para el resto de la familia.
“Estoy muy orgulloso de mi padre”
En este mes de enero se cumplen cinco años del fatal desenlace de tu vida en un maldito accidente de tráfico que nunca debió suceder. Pero la vida es así de dura y, en bastantes ocasiones, acaba con la alegría y el futuro de personas tan valiosas como tú para la sociedad en general. Mi mente todavía no ha asimilado tu ausencia porque éramos tal para cual, tomando las mejores decisiones, las que creíamos más convenientes tanto para nosotros como para el resto de la familia.
Ahora más que nunca queda patente aquello de “¡qué rápido pasa el tiempo!”. Y es que, a pesar del valor que le echamos a la vida, con objeto de honrar tu memoria, es imposible no pensar en ti en el día a día cotidiano. La vida y el compromiso de Alfonso Fernández siempre estuvieron volcados hacia su familia. Era una persona muy querida por todos y un apasionado de amor con ella.
Prácticamente de la nada, y con solo algunos conocimientos básicos adquiridos en la escuela nocturna a la que fue tras finalizar la tarea laboral de cada jornada, logró hacerse maestro de obras. Poco a poco, y a base de sacrificio constante, supo ganarse el cariño y la confianza de toda la gente que le confió algún trabajo de albañilería, en un principio, y, después, al adquirir alguno de los pisos edificados en varios bloques de viviendas en “su” La Carolina natal. Servicial como nadie, legal y honrado en todos los aspectos de la vida, Alfonso fue una persona entrañable y muy querida en la capital de las Nuevas Poblaciones. Su entrega al trabajo durante más de cuarenta años de trayectoria profesional así lo avala. Y es que en él todo era bondad y alegría, siempre dentro de un ambiente muy discreto y, a veces, lleno de ciertos temores personales que nunca exteriorizó y que guardó para él.
Tuve el honor de compartir con él los mejores momentos de mi juventud. Se convirtió en obligado consejero de mis decisiones y fue mucho más que “amor de hijo” lo que sentí por él. Sabedor de mi pasión y mi devoción por imágenes tan populares y jiennenses como El Abuelo o La Morenita, muy frecuentemente, sacaba tiempo de donde fuese para llevarme al Santuario de Andújar o a la Catedral de Jaén y, así, contentarme, sintiéndose a la vez feliz de poder agradecer personalmente, tanto a Dios como a la Virgen, el haberle concedido a su matrimonio con Josefa la suerte de poder contar en la vida con la ayuda de sus dos hijos, Silverio y Adriana.
Y es que Alfonso siempre aplicó, a rajatabla, el dicho “de bien nacido es ser agradecido”. No puedo decirte adiós, Alfonso, porque siempre se recordará tu sonrisa ante las vicisitudes, tu forma de afrontar los problemas sin un mal gesto, el esmero que tenías a la hora de organizar comidas familiares o jornadas de convivencia en el campo, junto a un par de matrimonios amigos, mientras los pequeños jugábamos al balón. Si hoy soy lo que soy es gracias a ti. Te fuiste de esta vida sin ni siquiera tener tiempo para decir adiós. Un maldito accidente de tráfico dejó roto el corazón de toda tu familia. Pero sigo sintiéndome muy orgulloso de ti porque, casi sin darte cuenta, dejaste sembrada en tu casa y en tus dos hijos la semilla necesaria para afrontar la vida con la seguridad, la felicidad y la amabilidad con la que tú la afrontaste siempre. Ahora, estoy seguro de que descansas en paz en el reino de los cielos porque Dios es justo. Por eso, aunque estés ausente, siempre estarás entre nosotros. En definitiva, estoy muy orgulloso de mi padre, don Alfonso Fernández Consuegra.
Por Silverio Fernández.
Concepción Mármol Trigo de Andújar
“Nací pobre y así quiero morir”
El pasado 27 de diciembre se cumplieron 50 años de su fallecimiento. Concepción Mármol Trigo —Concha Mármol— había nacido, en la Andújar de 1874, en el seno de una familia humilde, según nos dice Francisco Fuentes en el libro “La Salle 25 años de Historia”, del cual tomamos algunos datos. Entró a trabajar como costurera con doña Agustina Pérez de Vargas y Pérez de Vargas, marquesa de Santa Rita y condesa de Gracia Real. Pronto se ganó la confianza de doña Agustina, que la convirtió en su ama de llaves y persona de su confianza. De hecho, al morir en 1933, le dejó una inmensa fortuna. Se casó con Antonio Vallejo Garrote, que murió asesinado junto a la iglesia de San Miguel al comienzo de la Guerra Civil. El matrimonio no tuvo hijos y doña Concha, una vez terminada la guerra, se dedicará de lleno a la Virgen de la Cabeza y a favorecer a instituciones y a personas necesitadas.
En la casa palacio de la condesa de Gracia Real adquirió junto a ella una vasta cultura y, así, dirigió la revista “Mirando al Santuario” desde 1922 hasta 1935. También se implicó en los actos del VII Centenario de la Aparición, en 1927. Costeó con su hermana uno de los misterios del Rosario Monumental del Santuario de la Virgen de la Cabeza. La Cofradía Matriz la nombró “Camarera perpetua” por su entrega y devoción mariana.
Realizó multitud de donaciones a iglesias de Andújar, entre ellas, al Santuario de la Virgen de la Cabeza. Destaca el actual templete procesional de la casa Angulo de Lucena (1957) y la reconstrucción de la jaula procesional, obra de rejería del siglo XVI (1960). Para la iglesia de San Miguel donó el retablo mayor, obra de Palma Burgos, y, para la iglesia de San Bartolomé, la escultura de Cristo atado a la Columna. Fue aficionada a la pintura y a la literatura. Copió obras de los principales maestros, en especial, de Murillo, y escribió novelas y cuentos.
Al morir doña Concha, toda su herencia pasó a integrar el capital fundacional del futuro Patronato de la Inmaculada Concepción, que dio origen al Centro Educativo Inmaculada, cuya docencia imparten los Hermanos de la Doctrina Cristiana de San Juan Bautista de La Salle. Precisamente, en este año, celebra su 50 aniversario. En sus estatutos fundacionales se establecía que la enseñanza sería gratuita y los alumnos debían reunir la condición de “pobres”. Se establecía un régimen de becas, reservándose un 10% para estudios eclesiásticos. Todo esto lo justificaba doña Concha Mármol al decir: “El Señor en su Providencia Divina, me concedió bienes abundantes, que quiero emplear en esta fundación. Para los niños, lo mejor. Yo nací pobre y así quiero morir”.
Por Juan Vicente Córcoles.
María Bailón Bailón de Granada
Han pasado cinco años, pero no te olvidamos
A mi querida hermana María Bailón Bailón, religiosa Carmelita de la Caridad en el colegio de Jaén, en el quinto aniversario de su muerte. Te fuiste el 4 de enero del año 2008.
Mari, te fuiste de este mundo sin decirme adiós y, con tu marcha, dejaste un vacío muy grande en mi corazón.
Hay muchas personas de tu querido colegio que te recuerdan con mucho cariño. Siento tu nostalgia, te echo de menos. Si tú supieras cuánto. Cada día que pasa me acuerdo más de ti. El tiempo pasa, pero, para mí, tu recuerdo es el mismo. No te olvido.
Parece que fue ayer cuando me dijiste que te ibas a San Fernando. “Volveré pronto”, me decías para que yo no me preocupara, y ya no volviste más. Los profesores de tu querido colegio te recuerdan con mucho cariño, entre ellos, Yolanda y José Antonio, pero también los demás.
Es duro vivir sin ti, sin tu presencia. Para mí, parece que fue ayer y ya hace 5 años. En este tiempo no ha pasado ni un solo día en el que no me acuerde de ti. Todavía eras joven, pero el Señor quiso que te fueras con Él, a su lado. Disfruta del Dios Todopoderoso. Algún día estaremos todos juntos y ya no nos separaremos. Mientras llega, Mari, desde el cielo, vela por tu hermana que tanto te quiere. Siempre estás presente en su corazón y en su pensamiento. Te quiero, Mari, no olvides eso. Hasta siempre.
Por María del Carmen Bailón Bailón.
Carmen Calleja de Pablo de Sevilla
La mujer que llegó, vio y convenció
Tengo por costumbre no echar la vista atrás, solo lo justo, pero cuando leí que había muerto Carmen Calleja pensé que algo tenía que decir. No por mí, sino por ella. Nada más llegar a Jaén, tierra acostumbrada a diputados cuneros —dirigentes que antes de aterrizar casi no saben dónde está en el mapa—, dejó claro que ella no era de esa clase. Revolucionó el Gobierno Civil, una institución gris y desconocida, abriendo puertas y ventanas, tanto en el sentido físico y literal posible de la expresión como en el figurado. No es por desmerecer a sus antecesores, ni a sucesores, pero ella era un vendaval como persona y esa fuerza la supo trasladar a quienes la rodeaban en el trabajo. Lo he dicho otras veces, y no me cansaré de repetirlo: puso a los funcionarios a trabajar como nunca antes habían trabajado. Incansable como era, tenía una hoja de ruta diaria que asustaba. Se pateó la provincia, con una curiosidad y unas ganas increíbles. Con las periodistas, en femenino, quiso tener un trato cercano y diferenciado. Discriminación positiva en toda regla, en una época en la que aquello no era normal. Nos invitó al Gobierno Civil a todas las plumillas del momento un buen día y descubrimos a una gobernadora que se ofrecía para todo, con una disposición que fue siempre total, más de lo esperado a veces.
Como mujer en un mundo de hombres supo manejarse, aunque yo creo que los jiennenses no supimos entenderla. Ni aprovecharnos de su potencial, me temo.
Lo confieso. Tenemos poca memoria y mucha prisa. Pero a veces hay que detenerse en seco y prestar atención solo a lo importante. Hoy lo dejo todo para recordar a una política que hizo grande esa palabra, por encima de siglas de partido o ideologías. Ella comentó que en Jaén es donde había sido más feliz. Me lo creo.
Ahora dicen que van a hacerle un homenaje. Desde donde esté le dará la risa.
Por Juana González Cerezo.
DOLORES CUADROS LÓPEZ de Beas de Segura
“Tengo muy vivo el recuerdo de su carácter”
El pasado 29 de diciembre de 2012 nos dejó “la abuelita”. La verdad es que no sé cómo empezar, ya que se me vienen a la memoria un montón de cosas. Mi abuelita nació, el 15 de enero del 1912, en Beas de Segura. Hija de Antonio y de Lorenza y la tercera de entre nueve hermanos. Muy pronto la quitaron de la escuela, ya que falleció su padre y tenía que ayudar en las labores de la casa, así como cuidar a sus hermanos.
Se casó con mi abuelo Lorenzo, carpintero de profesión, y tuvieron cuatro hijos —Antonio, Lorenzo, José Pablo y Lorenza—, bueno, cinco, pues mi tío Agustín es el primero de los hermanos y ella lo cuidó, ya que su madre biológica falleció al poco tiempo de nacer él. Toda la vida ha estado dedicada a la familia y a cuidar a hijos, nietos y biznietos.
Persona muy cristiana, a menudo, me mandaba llevarle algún obsequio al convento de las monjas carmelitas. También hemos asistido innumerables veces a misa, tanto a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, como en las carmelitas. Numerosas son la veces que hemos rezado el rosario con ella.
Su casa era la de todos y todas. Con frecuencia íbamos a comer gachamiga o “patatas rizás” con huevo. Cuando nuestros padres salían a dar una vuelta o se iban de viaje, nos quedábamos en su casa a dormir. También en la feria o en San Marcos ella se ocupaba de todos nosotros. Era rara la mañana que no nos hacía tortitas fritas para desayunar.
En verano, cuando subíamos al cortijo, con frecuencia nos hacía churros con chocolate y roscos fritos.
Nos contaba cosas del pueblo, de San Marcos, como la riada, los canales, las olivas, el cortijo… Era una enciclopedia en vida.
Tengo muy vivo el recuerdo de su carácter dulce y amable y de su trato bondadoso, que despertó en nosotros el profundo cariño y aprecio que siempre le tuvimos. Destacó por sus grandes cualidades humanas y por la bondad de su corazón.
Ahora, y tras haberse agotado físicamente, pues iba a cumplir 101 años, que no son pocos, nos ha dejado. Estará descansando junto a sus padres, hermanos y resto de familia, allí en el cielo.
Abuelita, gracias por todo lo que has hecho por nosotros. Siempre estarás en nuestros corazones. Allí, desde el cielo, ayúdanos a que seamos, al menos, como la mitad que tú.
Tu nieto José Pablo, en nombre de toda la familia, te agradece que nos hayas dejado disfrutar de ti durante todo este tiempo. Un beso muy grande. Descanse en paz.
Por José Pablo Ramírez Gordejuela.