Hasta siempre

Antonio gonzález frías de Alcalá
Maestro de la cantería

Cuando subo a la Mota palpo la presencia de muchas personas. No me acontece lo que muchos visitantes perciben superficialmente, pues se remontan a su lejano pasado y, más aún, encubierto en la actual interpretación del mundo de frontera. Parece como si aquel recinto fuera todo un único monumento levantado por unos musulmanes del medievo español. Contemplo tantas manos que han pulido su piel amarillenta y la han hecho cada vez más esbelta y coqueta.

    11 dic 2011 / 11:34 H.

    Desde las últimas restauraciones de tus murallas hasta el primer levantamiento de la puerta de acceso a tu alcázar, se nota la huella y presencia en las marcas de tus piedras de los alarifes musulmanes, del cincel de los mudéjares, de los cristianos de la época de la conquista, de los Raxis, de los Sardos, de  Ginés Martínez de Aranda, de los Bolívar, de los Tudela, de Mateo Primo, de los obreros esclavizados en la dominación francesa, de los Granados, de  la Escuela Taller… Y, sin darme cuenta, me he saltado una figura esencial en el siglo XX: Antonio González Frías, el maestro por excelencia de la cantería de una época dura donde reconstruir costaba lágrimas en medio de la penuria que asolaba nuestra tierra.
    En sus manos se reconstruyó una parte esencial que define el monumento: la Alcazaba. Lo fue en el segundo tercio del pasado siglo con una modélica cuadrilla de artesanos de la albañilería y cantería convirtiendo aquella torre, desangelada y derruida por los efectos del terremotos de los años cincuenta y sesenta, en un paraje de corte sanguinetesco imitando a la sobriedad de la arquitectura militar, hicieron de ingenieros, arquitectos y maestros de obras al antiguo corte de cantería. Forjaron accesos a la torre de la Vela, a la del Homenaje y a la Mocha. Convirtieron en mirador la Torre Mocha y dejaron un patio de armas para cobijo del disfrute de los festivales de agosto. El propio Antonio intervino, años después, con la llegada de la democracia, en el chapitel de la torre de campanas de la Iglesia Mayor de la Mota. Su huella era ineludible. De sus manos salieron las piedras mejor talladas, los perpiaños mejor conseguidos y las impostas de mejor apoyo.
    Cuando vinieron los años del mayor apogeo de la restauración de monumentos alcalaínos, Antonio ya había alcanzado la jubilación, pero su inteligencia y experiencia se necesitaban para transmitirlas a los demás, a las nuevas generaciones y así se hizo con su maestría honoraria en la Escuela Taller de Restauración de Alcalá la Real. Sus consejos en el taller de cantería fueron el mejor vademécum para los futuros canteros y sus ideas más brillantes supieron plasmarse en el renovado castillo de la Mota, la Fuente del Rey, la Casa Pineda y muchos otros edificios que necesitaron de su asesoría. Y es que su maestría se había forjado con la intuición del cantero de nacimiento, con la maestría del aprendizaje no reglado de su padre y con la experiencia de muchos años acumulados en la restauración de edificios públicos alcalaínos y de otros lugares: las obras de regiones devastadas (Consolación, Palacio, Cuartel de la Guardia Civil, Ayuntamiento...) y en muchas casas particulares, como la del antiguo Exconvento de Capuchinos, antigua propiedad de la familia Abril.
    Y, como buen cantero, conocía también el oficio de la extracción de la piedra de las canteras, como recordamos aquella que explotó en la aldea de Santa Ana. Y no solo tenía oficio, también era un hombre ilustrado por las ideas de su tío Salvador Frías, al que siempre elogiaba por su tesón como buen herrero y lector de los libros importados de París.
    La huella de Antonio la dejó en sus hijos, alguno escaló con oficio reglado el arte de la arquitectura, otro rondó por la publicación defensa del patrimonio, todos fueron amantes de su tierra… y su mejor huella son sus nietos, quienes me comentan cuando vienen a Alcalá, que siempre se fijan en la Mota y dicen “el castillo de mi abuelo”. 
    Por Francisco Martín.

    José Delgado y Josefa Moreno de Villargordo
    Carta al cielo

    Desde aquel maldito 18 de noviembre, tus ojos han hecho que el cielo se vuelva más azul y blanco, porque, desde aquel día, encontramos a nuestro ángel, nuestra estrella… Eras tú, las más bonita… Nuestra abuela.
    388 días después seguimos sin saber por qué tuviste que dejarnos aquí solos. Seguimos sin entender qué hicimos mal, seguimos sin explicarnos por qué tú y no otro…
    Hoy, 388 días más tarde, seguimos llorando tu marcha. No conseguimos superarlo, créenos que lo intentamos, pero no encontramos motivos para sacar una sonrisa como la que sacábamos cuando estábamos a tu lado.
    Nosotros sabemos que estas aquí con nosotros, que cada lágrima que derramamos es como una espina que se te clava en tu corazón, pero es que a nosotros nos mata de dolor saber que esta pesadilla no termina, que no estás aquí con nosotros y que jamás volverás.
    Quizás hoy los recuerdos vengan más a la cabeza. Fue un jueves cuando nos dejaste, a estas horas, nosotros estábamos ahí, callados, con la mirada perdida. Se nos había marchado media vida nuestra. No sabíamos que dentro de unas horas íbamos a afrontar el palo más duro de nuestra vida, tener que verte allí, dormida, tan bonita como siempre. Era tan difícil de creer que jamás despertarías que no nos queríamos marchar de allí, pero tuvieron que hacerlo, tuvieron que sacarnos a la fuerza, chillando… Ahí fue cuando no pudimos más, cuando salió todo lo que llevábamos dentro, pero, quizás, no tendríamos que haberlo hecho, pero queríamos despedirnos de ti, queríamos verte por última vez, recordar para siempre tu cara, tu belleza…
    Queremos que sepas que hiciste un buen trabajo aquí abajo. Tenemos a tus tres niñas protegiéndonos y cuidándonos, y que, gracias a ellas, estamos nosotros aquí, tus ocho nietos y tu bisnieto. Sabemos de sobra que cada día nos mandas fuerzas. Por eso nos volvemos más fuertes, excepto los 18… Tu fuerza y la nuestra es poca para afrontar estos días, para nosotros no has muerto, ni lo harás nunca, porque una persona no muere hasta que cae en el olvido y tú sabes que nunca te olvidaremos.
    ¿Sabes? Hay veces en las que nos ponemos mal al pensar en que tu marcha está relacionada con alguien que nos falta desde hace 5 años y 9 meses. Desde ahí sabemos que tú no eras la misma, nadie lo es desde aquel 11 de marzo. Se fue el amor de tu vida. Se fue nuestro abuelo. De fue nuestro segundo padre. Quizás solo fue para cuidarte a ti y para abrirte el camino allí arriba.
    Él fue el que de pequeños nos acunaba en sus brazos mientras tú, abuela, nos hacías la comida. Él fue el que nos ayudó a dar nuestros primeros pasos, a levantarnos cuando nos caíamos. El que nos cogía de la mano y nos llevaba al paseo; el que, aunque era de aspecto serio, sabía cuándo darnos uno de sus calurosos abrazos y hacernos sonreír. No pienses, abuelo, que no nos acordamos de ti, te seguimos queriendo igual que antes o, incluso, más, mucho más.
    Sois las dos estrellas más bonitas y las que más brillan cada noche. Acabamos esta carta al cielo haciendo saber lo agradecidos que estamos a vosotros, nuestros abuelos, por vuestra presencia en nuestra vida y, sobre todo, por habernos dado esta familia tan maravillosa.
    Os queremos, abuelos, os queremos mucho.
    Por vuestros nietos.

    CARMEN DE LA TORRE ORTIZ de Jaén
    “Te echamos mucho de menos, abuelita”

    Abuelita, “así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte”.  (L. Vinci) Contigo, abuelita, seguimos contigo,/ contigo y tus bien soportados dolores/ aliviados en tus sueños de agonía;/ contigo y tu contagiosa alegría,/ forjadora de arco iris de colores.
    Contigo y tus ansias de vivir los días,/ contigo en la lluvia amasada de menguas,/ atenuadas con afanes y prestezas…/ la siempre solícita y tenaz abuelita,/ templadora de rencillas y armonías.
    Nueve meses privados de tu presencia,/ nos sentimos desamparados de ti,/ largo y penoso embarazo sin fin, que alienta los recuerdos y las vivencias/ sobre el germen de tu longeva existencia.
    Podrías ya disfrutar de nueve vástagos:/ Ismael  y Cristina, Elías y Fernando,/ Elena y Rafael, Ana e Ignacio, / y Adán, último bisnieto adorado…/ pero el Creador te llamó a su lado.
    Contigo, abuelita, seguimos contigo,/ en tu cumpleaños, santo y Nochevieja,/ y tomarás las uvas en las estrellas, / pero siempre con nosotros, en la tierra,/ en este suelo, do no habita el olvido./
    A todos te dedicaste con afán,/ como bella violeta mecida por la brisa,/ sagaz, dulce, valiente y discreta…/ contigo, siempre contigo, abuelita,/ ahora y siempre, en el cielo y en la tierra.
    Sonarán voces en tus  celestiales/ oídos; son las voces de tu familia/ que claman hasta el ancho firmamento/ pregonando tu nombre con místico acento, ¡abuelita, te queremos, abuelita!
    Por Mercedes Moreno Berrios.

    Contigo y con tus ganas de vivir/ disfrutando a tu numerosa familia…/ otros dos bisnietos. Ignacio y Adán./
    Hace nueve meses que nos dejaste/ y todos vivimos un mal embarazo/ ya podrías disfrutar de nueve vástagos…/ nos faltan tus risas, tus consejos y tus quejas…/
    Ya no tengo con quién compartir/ los dolores de las piernas, ni las prótesis/ ni intercambiar las viejas recetas de cocina./ Echamos de menos tu cálida voz al teléfono y/ Y los fines de semana nos sentimos desorientados/ sin poder ir a visitarte/ Te echamos de menos, abuelita.

    Por tus nietos.

    SOR  JOSEFA SISTO PEREIRA de Arines (Santiago de Compostela)
    “Dio ejemplo de quien se siente amada por Dios”

    Nuestra hermana nace en Arines, un pueblecito cerca de Santiago de Compostela. Fue el día 3 de enero de 1911.
    A lo largo de los cien años que el Señor le regaló de existencia, se podía percibir en ella que se estaba ante un alma privilegiada. Dios no solo había puesto sobre su frente el sello de consagrada, sino que le pidió vivir muy unida al misterio de su Dios.
    Cuando contaba tan solo 17 años, entró a formar parte de las Hijas de Santa María Soledad, como Sierva de María,  en la casa de Santiago, iniciando su postulantado en Madrid, en 1928. Dos años más tarde, fue destinada a Andalucía, en concreto, a la comunidad de Almería. Esta ciudad será testigo de su fe firme y de la grandeza de su amor fiel. Junto a otras 18 hermanas, vivieron la dolorosa persecución religiosa en la España de 1936. En este clima de tensión, nuestra hermana dio pruebas de una fe heroica. Pronunció sus votos clandestinamente en una casa particular de Almería. Recordaba los tiempos de los primeros cristianos. La celebración fue oficiada por dos sacerdotes y sor Elisea —que también pronunciaba sus votos— y la señora de la casa que se quedó en la puerta para vigilar. Por la tarde, su sí quedaría sellado nuevamente: prisión, interrogatorios, maltratos, etcétera. Tenía solo 25 años.
    Sor Josefa acogió todo lo venido de la mano de Dios Padre Providente. Él bendijo abundantemente su fidelidad y la llevó a una profunda vida de intimidad con Él, siendo para cuantos le rodeaban testigo de esperanza, concediéndole una sabiduría que la llevó a ser apóstol dentro y fuera de la comunidad, puesto que, en  ocasiones, acudían personas, tanto entendidas como sencillas, a escuchar sus palabras y buenos consejos.
    Tras la posguerra, ante la escasez que se vivía en todos los sentidos, ella no escatimó nunca sacrificio alguno para que nada les faltase ni a la comunidad ni a los pobres que acudían a las puertas del convento. Cuando ya no pudo dedicarse a estos oficios, aún con 90 años, era frecuente verla de rodillas durante la oración, rosario y demás actos piadosos. Testigos de esta entrega esmerada y abnegada fueron las ciudades de Santa Cruz y La Laguna, Tenerife. Se podría decir de ella que nunca perdía el sentido de lo sagrado y, sobre todo, de su identidad de consagrada. Sus grandes amores eran los Sagrados Corazones de Jesús y María, en quienes tenía puesta su confianza, que nunca fue defraudada.
    ¡Se nos ha ido una santa al cielo!  Y Jaén ha tenido el privilegio de auparla a Dios. Difícilmente nuestra comunidad olvidará su paso por esta casa y su gratitud por cualquier servicio que se le hiciera aunque insignificante ¡Bendito sea Dios por la larga vida de esta Sierva de María! Aún en su fase final, ha seguido dándonos ejemplo de quien se siente amada y es feliz con su Señor. Él, que fue protagonista de su vida, la habrá recompensado con el gozo de su amor eterno.
    Por la Comunidad Siervas de María.

    LUiS ALDEHUELA GÓMEZ de Andújar
    “Un maestro, un pintor, un artista”

    Se nos ha ido un Hijo Ilustre y un gran pintor de nuestra ciudad, Andújar. Deja una calle con su nombre y una serie de obras en escultura, como Jesús y ángel en la Oración en el Huerto de la Divina Pastora, San Antonio de Padua en San Bartolomé, y al Jabalí “Solitario” en el Coscojar de la Sierra de Andújar. En pintura, un bautismo de Jesús y un Resucitado en San Bartolomé, las Campanas del Santuario, un mural en Santa María, una Sor Lucía Yáñez en las MM Trinitarias; en el Santuario, una Última Cena y una Ascensión de la Virgen; una Virgen de la Cabeza en el Ayuntamiento, y un sinfín de obras —retratos, bodegones y paisajes— en particulares.
    Luis Aldehuela, tras su años de formación, fijó su residencia y estudio en Andújar y de este lugar salieron miles de obras que han universalizado el paisaje de la Sierra de Andújar y Sierra Morena, así como a la Montería, esa forma de actividad cinegética que se remonta a tiempos de Alfonso X El Sabio.
    Luis Aldehuela fue siempre un pintor figurativo. Compaginó el realismo y el naturalismo con gran maestría. En 1960, formó parte de la Comisión Ayuntamiento-Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza para todo lo relacionado con lo artístico de la celebración del Año Jubilar y Recoronación de la Morenita. Diseñó la bandera conmemorativa de la efeméride.
    En la villa de Madrid, la sala Cano, en el Paseo del Prado, salieron centenares de obras de Luis Aldehuela, obras que sirvieron para decorar las casas de la sociedad de aquellos años. Exposiciones que se repartieron por el amplio territorio del solar hispano. Estos viajes sirvieron para que Aldehuela captase y pintase paisajes de otros entornos naturales. Magnífico dibujante, cartelista, ha dejado varios carteles de la Romería, de San Eufrasio y de la Adoración Nocturna.
    Meticuloso y cuidadoso con todo lo suyo, ha dejado una magnífica biblioteca de arte, costumbres y viajes, así como una amplia documentación epistolar, guardando maquetas y proyectos del taller de escenografía de su padre, Manuel Aldehuela. Se nos fue Luis Aldehuela, el maestro, el pintor, el artista. Nos quedan su recuerdo y su obra.

    Por la Asociación Amigos del Patrimonio de Andújar.