Hasta siempre

Francisco Vílchez Jiménez y Pilar Garrido Medina de Jaén
Supieron inculcarles a sus hijos la humildad

Se cumplen ahora siete años de la muerte del matrimonio Vílchez–Garrido —siete de la muerte de Pilar Garrido Medina y seis de la de su marido, Francisco Vílchez Jiménez—. Quisiera, desde estas líneas, hacerles un pequeño recordatorio en homenaje a sus vidas, tan difíciles, debido, sobre todo, a las adversidades de la época, pero, a su vez, tan felices.

    16 ene 2011 / 11:05 H.

    Y es que disfrutaban de esas pequeñas satisfacciones que, en ocasiones, ofrece la vida, como eran sus hijos, esa familia tan numerosa, (nueve hijos y tres hijas) como unida, que, cómo no, da testimonio de que, a pesar de las dificultades y las no pocas penurias que también les brindaba esa época, supieron educar y sacar adelante con humildad y con el esfuerzo y de tesón de ambos a sus doce hijos, de los que, gracias a Dios, todos viven. Es por esto y por mucho más, que le dedico esta pequeña carta de recordatorio a sus vidas, que sirvieron como ejemplo para marcar el camino de sus hijos en la humildad, la honradez y la bondad. Vuestros seres queridos no os olvidan. Descansen en paz.

    Sus hijos, Antonio, Francisco, Juan, Gregorio, Mateo, Joaquín, Luis, Rafael, Andrés, Asunción, Pilar y Juana Vílchez Garrido
     de Jaén


    Ismael Consuegra Garzón de La Carolina
    “Un angelito carolinense ha subido al cielo”

    Nunca imaginamos que podríamos estar escribiendo estas palabras en homenaje a nuestro querido hijo Ismael Consuegra Garzón, que en paz descanse. Una cardiopatía congénita y la voluntad de Dios, hizo que él ya no esté físicamente entre nosotros. Ni tan siquiera le dio tiempo a cumplir un año, ya que, fatídicamente, falleció en una fría sala de hospital a falta, solamente, de cuatro días para llegar al que sería su primer aniversario.
    Y es que Ismael era muy alegre. A todas las personas les sonreía e, incluso, si decían de llevárselo a darle un paseo no extrañaba a nadie. Era la alegría de la casa y por eso, desde que falleció, en todos los momentos de cada jornada nos viene a la mente su recuerdo y ello nos ha motivado a confirmar que tenemos un ángel en el cielo porque estaba destinado a ser ángel y, con resignación, lo tenemos que asumir poco a poco. En estas fechas tan entrañables es prácticamente imposible que a los miembros que conformamos esta familia no se nos caiga alguna que otra lágrima, aunque somos conscientes de que la vida sigue y tenemos que aferrarnos a ella. Porque Ismael se encontraba bien de salud, hasta que llegó esa maldita operación que lo elevó al cielo para siempre.
    Incluso su hermano Antonio, a pesar de tener cinco años de edad, sufrió lo indecible con este suceso porque estaba muy ilusionado con su hermano menor. No sabíamos cómo contarle lo que le había sucedido a su hermano. Incluso tuvimos que ocultarle la verdad porque no sabíamos cómo contarle el trágico suceso.
    Y gracias también a Dios, después tuvimos la suerte de engendrar a un nuevo hijo: Javier, que, aunque no borra el sentimiento hacia Ismael, sí que lo atenúa y disfraza un poco. Ellos dos son, actualmente, los que nos ayudan, en cierta forma, a seguir luchando y trabajando en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Además, Ismael era muy alegre. Nunca le ponía mala cara a nadie y siempre transmitía felicidad. Fue una persona querida por todos. Todo era bondad y alegría. Se fue de esta vida sin darle tiempo a decir ni siquiera adiós. Ahora estamos seguros de que descansa en paz en el Reino de los Cielos porque amaba a Dios por encima de todas las cosas. Por eso, aunque estés ausente, siempre estarás junto a nosotros. Este homenaje va para ti, nuestro ángel.

    Por tus padres Antonio Consuegra y Pepi Garzón y tus hermanos Antonio y Javier
    La Carolina



    Millán Ruiz Sánchez de Puente de Génave
    “La vida marcada por el campo y la ciudad”

    Este año ha faltado a la cita navideña el puenteño Millán Ruiz Sánchez. En los días previos a Nochebuena, su vida se cerró para siempre. Perteneció al clan de una generación criada en el campo y abocada, con el tiempo, a trasladarse a la ciudad. Le conocí al filo de una barra del bar “El Pintor”, con Cándido, uno de sus hijos, junto a Vicenta y María Elena. Ese día invitar al abuelo a un vino para su hijo supo a mucho, aunque el valor de un chato fuera poco. Fueron pocos minutos, pero suficientes para ver el reflejo del aldeano nacido tras el primer cuarto del siglo pasado. El cortijo de La Cornicabra se convirtió en el lugar donde creció, en las proximidades de la aldea de El Tamaral, dentro del término municipal de Puente de Génave. Un sabio del campo, un agricultor de profesión, que le llevó a ser encargado de una finca. Junto a Elena, su esposa, ya fallecida, gestaron una vida que les llevaría de regreso con el tiempo. No tuvo reparos Millán en abandonar el pueblo, para convertirse en un emigrante camino de Francia. Recuerdos y anécdotas, vividas junto a familiares y amigos, entre ellos, Aurelio o Daniel. En el bar “El Pintor”, bromas no faltaban con Sebastiana e Iván, un refugio de su vida social, que hizo de este local. Para Millán, buscar espárragos por Paules fue una afición. Con su huerto, abasteció a la familia de tomates o lechugas. Los toros y el fútbol se cruzaron también en las últimas décadas, no se decantaba por ningún favorito, pero, en el fondo, creo que le tiraba el blaugrana de su hijo Cándido. No tuvo automóvil, las mulas fueron lo más ligero para trasladarse. Y en esos años dorados, en la recolección de la aceituna, como tuviera un mechero, cualquier mata o vareta de olivar, era pasto de las llamas. Un guiño para la historia de un gran Millán.
    Por Francisco Juan Torres Higueras Puente de Génave






    Juan Cobo Porras de Lopera
    Fue una persona que se hizo querer

    En el primer aniversario del fallecimiento de Juan Cobo Porras su recuerdo sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera. Fue el tercero de una familia compuesta por cinco hermanos (Bonifacio, Francisco, Juan, Ana María —que falleció— y Ana María). Sus padres fueron Juan Cobo Morales y Juana Porras Corpas. La infancia de Juan Cobo trascurrió en la popular calle San Roque, donde sus padres tenían la casa familiar. La Guerra Civil la pasó con su familia en la capital jiennense, en una casa de la calle Martínez Molina.
    Una vez acabada la contienda militar, de vuelta a Lopera, comenzó a trabajar, cuando sólo tenía diez años, en la panadería que montó su abuelo Bonifacio Cobo en la calle Pi y Margall. Allí aprendió el oficio y en ella estuvo trabajando hasta que se unió con otros panaderos loperanos y fundaron la Cooperativa Panificadora “Virgen del Triunfo”, lugar en el que se jubiló. En el año 1964 se casó en primeras nupcias con Rosa Hoyo Morales, matrimonio de cuya unión nacieron cinco hijos (Juana María, Juan Francisco, José, Rosa María —que falleció— y Rosa María).
    Tras el fallecimiento de su esposa, contrajo matrimonio por segunda vez en 1985 con Manuela Gutiérrez Gracia. Dentro de sus aficiones le encantaba viajar por todo el territorio nacional y le gustaba, sobre todo, dar su paseo diario por el campo en la época en la que se recogen los espárragos. Una de las zonas por la que sentía predilección era la antigua carretera Madrid-Cádiz. También era aficionado a jugar al ajedrez y fue un gran seguidor del Torneo de Linares. En la época de la recolección de la aceituna, después de repartir el pan y descansar un rato, siempre que podía, iba a ver cómo iba el desarrollo de la recogida de la aceituna en sus olivos en los pagos del “Horcajuelo” y “Los Palmares”. Le gustaba pasar buenos ratos con sus amigos Diego Parras, Benito García Marín, Juanín Porras y Juan Manchado. 
    Era hombre que se desvivía por su familia y también tenía gran devoción por los cinco nietos que llegó a conocer (Juan María, Antonio, Pedro, Juan Francisco y José María) con los que les gustaba pasar buenos ratos, ya que lo querían mucho. Lo recuerdan como un abuelo muy bueno. Además, se preocupó de darles a sus hijos un futuro mejor, en unos tiempos difíciles, sin disponer de otros medios, nada más  que su trabajo. Fue un hombre muy trabajador, formal, servicial y mantenía un trato exquisito con sus “parroquianas”, como él cariñosamente las llamaba. Recordaba con gran cariño el homenaje que le rindieron las mujeres de la calle San Cristóbal cuando se jubiló. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

    Por José Luis Pantoja
    Lopera



    Luis Gea Cobo de Linares
    Un excelente compañero y un gran profesional en cuantos caminos emprendió

    Hace unos días, nos dejó nuestro buen compañero y amigo Luis Gea Cobo, que nació en Linares el 18 de noviembre de 1922. Luis ejerció de ingeniero técnico industrial en las especialidades de Electricidad y Mecánica y, tal era su conocimiento, que muchos de nosotros lo conocimos como profesor en la Escuela de Peritos Industriales de Linares en la especialidad de Electricidad General y, posteriormente, en la Escuela de Peritos Industriales de Jaén como profesor de Laboratorio de Medidas Eléctricas. Así, como enseñante permanecerá en nuestro recuerdo.
    Profesionalmente, ingresó por oposición en el Cuerpo de Ayudantes Industriales del Ministerio de Industria en 1950, inicialmente fue destinado en Segovia, posteriormente en Baleares y en 1954, por concurso de traslado, fue a la Delegación de Industria de Jaén, donde prestó sus servicios hasta su jubilación en el año 1987.
    Era un hombre de profundas creencias religiosas, colaborador en numerosas revistas religioso-culturales e instituciones. Fue presidente del Centro Juvenil de Acción Católica de Linares y de la Asociación de Padres y Alumnos del Colegio Carmelitas de Jaén. Ejerció de secretario del Patronato Virgen de la Capilla, promovió actividades universitarias del Instituto de Estudios Giennenses y era miembro de la comisión que redactó los estatutos del patronato para constituir el Colegio Universitario Santo Reino de Jaén y todo porque su actitud positiva en todo momento le hacía estar dispuesto a colaborar allí donde le necesitaban sacando tiempo de donde no había. Su profesionalidad y saber hacer le hicieron ser nombrado presidente de la delegación en Jaén del Ilustre Colegio de Peritos e Ingenieros Técnicos Industriales de Sevilla (1970-1975), consejero del Instituto de Estudios Giennenses (1971) y, posteriormente, presidente de la sección de Ciencias, vicepresidente y presidente de la Diputación Provincial de Jaén, miembro vocal del patronato económico-docente del Colegio Universitario de Jaén (1982-1983), así como consejero de la Caja de Ahorros de Granada.
    Su trayectoria le llevó a tener numerosas distinciones como socio de mérito de la Asociación Nacional de Peritos e Ingenieros Técnicos e Industriales (1980), la encomienda de la Orden al Mérito Civil por Su Majestad el Rey Juan Carlos I, reconocimiento a su labor de creación de la Asociación de Padres y Alumnos de Colegios Universitarios (1983), presidente de honor del Colegio Santo Reino (1984), distinción por la Universidad de Jaén (1996) y consejero de honor del Instituto de Estudios Giennenses (1999).
    Adiós amigo y compañero Luis, ya no disfrutaremos más de tu semblante sereno y de la paz que siempre llevabas y dejabas.
                   Manuel Calero y tus compañeros y amigos del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales de Jaén