Hasta siempre

aurelio garcía martínez de Beas de Segura
“Hermano, estarás en nosotros para siempre”

Querido hermano: Te recordamos cuando sólo una clara y limpia sonrisa habitaba en tu corazón. Eras aquel niño de carácter alegre y de corazón sincero. Observabas la vida con asombro, compartiendo aquellos instantes mágicos que sólo la niñez ofrece.

    17 oct 2010 / 09:47 H.

    Nos has mostrado tu apariencia, pero nosotros siempre recordaremos tu esencia, porque cuando el tiempo pase, probablemente, no recordaremos las palabras que pronunciamos pero sí sentiremos tu compañía, tu presencia y todo aquello que nos transmitiste. Te fuiste sin avisar, pero aún habitas en nosotros, las palabras de afecto que siempre nos ofreciste, la sonrisa que tu mirada siempre nos regaló, aun en los momentos de desconsuelo, aun cuando te encontrabas en el borde del precipicio. Definitivamente sí, estarás en nosotros para siempre.
    Cuántas veces recorriste ese camino sólo, subiendo la empinada calle Sevilla hacia las olivas que te vieron por última vez. Pero, la tarde del miércoles pasado (por el 6 de octubre), la hiciste acompañado de todas las personas que te querían, arropado por los sentimientos que había dentro de cada uno de los que contigo avanzábamos en este tu último viaje. Sentimientos que yo ni siquiera ahora puedo describir, pero que aún están conmigo. Y  estoy seguro de que, allá donde estés, ahora tienes asignado un lugar privilegiado porque nunca hiciste daño a nadie. Por eso tus padres y hermanos estamos tranquilos, sabiendo que en el cielo tienes tu lugar.
    Por tus hermanos, que nunca te olvidarán.

    Francisco bejarano Zafra de Arjonilla
    “A mi padre, con todo el cariño”

    Querido papá: Con la llegada del otoño, desfalleció tu voz entre nosotros, al igual que lo hacen las verdes flores de la primavera. Quiso Dios arrebatarte de entre mis brazos, llevándose mi mejor regalo un día antes de que cumpliese 22 años.
    Miraba al cielo y suplicaba que mi mejor y único regalo sería tenerte presente ese día, pero nadie escuchó mis plegarias y te fuiste, sin un adiós, sin una despedida. Pasaste de la vida a la muerte en tan sólo una hora. A pesar de tu fortaleza, de tu coraje, de tu valor, tu corazón estaba cansado y decidió dejar de latir.
    Contigo se fueron nuestras vidas, nuestras ilusiones, ¡te lo llevaste todo! ¿Cómo puede ser esto? Todos nos quedamos atónitos y sin respuesta alguna. De eso hace ya un año, un año en el que el día a día se hace cada vez más difícil para todos nosotros si no estás cerca. Un año en el que ha pasado de todo. ¡Tenemos tantas cosas que contarte!
    En primer lugar, felicitarte. Tienes un nieto con tus mismos ojos, con tu mismo nombre y con el de su padre. ¡Es tan bonico! Seguro que estés donde estés, lo estarás viendo. Y, en segundo lugar, agradecerte. Darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros, todo lo que nos has enseñado, que no es poco, y por ser el mejor de los maestros, la mejor persona. Eso sí, a veces, tu genio decía lo contrario, pero los que de verdad te conocen sabían de tu gran corazón.
    Un corazón que no te cogía en el pecho, un corazón que todo lo daba, un corazón que prefería prescindir de algo y dárselo a quien de verdad lo necesita, ¡infinidad de cosas buenas más! Porque quien diga lo contrario, sabemos que en realidad no te conoce, por muy cercano a ti que sea.
    Las injusticias se pagan, y nuestro mayor consuelo es ese. ¿Qué más decir? ¡Todo es poco para lo mucho que te mereces! Sólo decirte que no te preocupes por mamá. Te echa mucho de menos, pero nosotros cuidamos de ella. Tiene sus más y sus menos como todos, ya la conoces, pero la cuidamos muy bien.
    Y que, por mucho tiempo que pase, ninguno de nosotros podremos evitar derramar un puñado de lágrimas al abrir el armario y ver tu ropa ahí colgada, como si de una pesadilla de la que quisiéramos despertar se tratase. Bueno, va siendo hora de despedirnos, de un hasta pronto, hasta que nos volvamos a encontrar, pero, por último, decirte que siento no haberte dado todos los besos que te merecías, no haberte dicho todos los “te quiero, papá” que sentía, y no haberte contado todas las cosas que quería.
    Te nos fuiste, se nos fue un gran hombre y, tras tu marcha, nos dejaste huérfanos, huérfanos de tener a nuestro lado a una gran persona que daría lo que fuese por cada uno de nosotros. Me quedo con el recuerdo de nuestros veranos de vacaciones tú, mamá y yo. Y me quedo también sabiendo que yo soy tu niña chica, ¡la niña de tus ojos!, ¡gracias por todo, papá!, ¡te quiero!
    Por Isabel María Bejarano Casado, madre y hermanos.
    Me cuentan, querido Antonio, que nos dejaste cogido a un teléfono, pidiendo que alguien te echase un capote para salvarte del último suspiro. No hubo suerte y ese toro negro de afilados pitones en forma de mortales guadañas, te llevó por delante donde Dios tiene reservado un lugar destinado a los hombres buenos.
    Haciendo de mis recuerdos y ramillete de emociones, yo no he olvidado que nos conocimos en el ámbito comercial. Fue a mediados de 1984, tú siendo director-propietario de la firma de automoción Cadasa, distribuidora provincial de la marca “Mercedes”, y yo, gerente de Diario JAEN. Cada uno buscábamos el mejor rendimiento a este primer encuentro. Tú, promocionar un nuevo modelo de tu marca, y, yo, aumentar el capítulo publicitario de mi empresa. Cadasa y JAEN estaban ubicadas casi muro con muro. Brillante la exposición del vehículo que todo torero ha deseado mostrar como cédula de identidad, y, en nuestra nave, una fila de linotipias daban cortejo a la dueña y señora de los talleres del periódico, la ya cansada “Marinoni”, aquella vieja rotoplana que comenzó a tirar los ejemplares de aquel JAEN, que nació el 1 de abril de 1941 y que el 16 de mayo de 1984 dejó de respirar para siempre.
    Antonio, querido Antonio, como la memoria es el vehículo que nos conduce directamente a los recuerdos, que son los que perduran, de aquellas gestiones comerciales pasamos a una entrañable y sincera amistad. ¿El motivo? Nuestra afinidad al mundo de los toros. Tú, un aficionado que te llevó incluso a la práctica del toreo en el campo y a vestir de corto en festivales. Yo seguí caminando imperturbable en mi labor de informador taurino. Tertulias, charlas, conferencias, andanzas por esas plazas de Dios e, incluso, hasta llegar a ser espectador y cronista de tu penúltimo paseíllo. Fue en Martos, el 1 de mayo de 1985 —el último te lo tenías reservado para ti, el pasado y ya triste lunes día 11—. En aquel festival en Martos alternaste con José Fuentes, Palomo Linares, Sacromonte, Chicote II, tú mismo y el mullidor de aquel festejo a beneficio del Hogar San Martín de Porres, Manuel Navarro, ex dominico y que, en su juventud, quiso ser torero. Este dio la espantá y os dejó el eral para que lo lidiaseis los demás. En ti aprecié cierto temple, lo que me confirmaba que siempre habías sentido predilección por el toreo bueno, ese que ofrecía tu admirado José María Manzanares, al que te unía una gran amistad, y más aún, con su hermano Pedro. 
    Sin interrumpir nuestros contactos con nuestra afición a la fiesta, fundamos, en enero de 1991, la tertulia “Los Amigos del Toro-Los Doce”, que lo componíamos seis matrimonios. Curro Martínez Sabina-Mari Carmen Garvín, Juan Tirado Moya-Maribel García, Joaquín Sánchez Martínez-Juana Quirós, Luis de la Rosa Galán-Ana Molina, tú y María José Álamos, y yo con mi inseparable Fina Abellán. Nos reuníamos un jueves cada mes, gracias a la entrañable amistad que nos unía a Carlos el de Montemar y, allí, nos daban las nueve, la diez, las once, las doce… y con el reloj parado, se nos hacían las tantas hablando de toros. Inolvidable aquella época, ¿verdad?
    Pero los tiempos los marca el destino y a ti, Antonio Palomo, te los empezó a marcar hace años con enfermedades que supiste superar “cargando la suerte”, que se dice cuando el toreo se hace de verdad. Esa verdad te llegó y tú, sin volverle la cara a la realidad y con muchas razones para seguir en este mundo, al final le has dado paso a un futuro al que nadie puede evitar. Te has ido, sí, pero aquí quedamos un puñado de amigos difícil de contabilizar, a los que nos has partido el alma. Adiós amigo, tu recuerdo permanecerá para siempre en mi corazón.
    Por Alfredo Margarito.

    Gabino paco gómez
    de Villanueva del Arzobispo
    “Disfrutaba de su familia y trabajo”

    El pasado día 4 de octubre falleció el villanovense Gabino Paco Gómez a los 79 años. Era una persona muy conocida y no sólo en el municipio de Villanueva del Arzobispo, sino en las comarcas de Las Villas, La Loma, El Condado y toda la Sierra de Segura, ya que poseía un negocio de venta de productos Fitosanitarios desde los años 70 del siglo pasado.
    Gabino Paco Gómez deja viuda a Felipa López, así como a tres hijos, María, Juan y Lourdes. Además, tenía seis nietos. Gabino Paco era el mayor de seis hermanos, pues ahora quedan detrás de él Cecilio, María, Cándida, Juan José y Juan.
    Era una persona a la que le gustaba disfrutar de su trabajo, de su familia y, además, entre sus aficiones, destacaba su gran amor por la naturaleza, la sierra y el campo en general.
    A Gabino Paco, pese a estar ya disfrutando de su merecida jubilación, era raro no verlo casi a diario en el negocio, que, ahora, regentan su hijo Juan y su yerno Eusebio. Siempre estaba dispuesto a hacer esos pequeños favores y recados que una empresa como esta requiere a diario: gestiones de cobros, trámites bancarios, etcétera. De esta manera, echaba una mano al negocio. Resultaba extraño encontrarte con Gabino Paco, mientras su Peugeot 406, y que no te dijera adiós o te saludara. Es más, cuando te acercabas a la nave donde está la empresa, en el Polígono de la Venta Juan Francisco, la conversación siempre la tenías garantizada. Hay que destacar que el día de su entierro, en la misa celebrada en la parroquia de San Andrés, la gente no cogía en el templo, ya que fueron muchas las personas venidas de varios puntos de la provincia. Esto era así porque todos quisieron acompañar a la familia en este momento tan delicado y, por supuesto, darle un último adiós a Gabino Paco.
    El empresario comenzó en la década de los años 70 su actividad en la venta de Agroquímicos. En esa época compaginaba la tarea con la de los piensos para la ganadería. Sin embargo, con el paso de los años, se decantó, finalmente, por consolidarse en el sector de la agricultura. Del mismo modo, cuando crecieron, se fueron incorporando al negocio su hijo Juan Paco, así como su yerno Eusebio Flores. Ambos son, actualmente, los responsables directos del buen funcionamiento del negocio. Fue siempre una persona muy preocupada por el sector de la agricultura y no cesaba en su empeño de buscar soluciones al agricultor que se dirigía a su empresa con algún problema. Para eso, estaba siempre, al igual que lo hace, en la actualidad, su hijo, Juan Paco, ingeniero técnico agrícola.
    La misa de funeral se celebrará, en la parroquia de San Andrés Apóstol de Villanueva del Arzobispo, el próximo martes día 19 de octubre, a partir de las 7 de la tarde. Por Juan José Fernández.

    antonio palomo garcía
    de Jaén
    Recuerdos y emociones imborrables

    Querido papá: Con la llegada del otoño, desfalleció tu voz entre nosotros, al igual que lo hacen las verdes flores de la primavera. Quiso Dios arrebatarte de entre mis brazos, llevándose mi mejor regalo un día antes de que cumpliese 22 años.
    Miraba al cielo y suplicaba que mi mejor y único regalo sería tenerte presente ese día, pero nadie escuchó mis plegarias y te fuiste, sin un adiós, sin una despedida. Pasaste de la vida a la muerte en tan sólo una hora. A pesar de tu fortaleza, de tu coraje, de tu valor, tu corazón estaba cansado y decidió dejar de latir.
    Contigo se fueron nuestras vidas, nuestras ilusiones, ¡te lo llevaste todo! ¿Cómo puede ser esto? Todos nos quedamos atónitos y sin respuesta alguna. De eso hace ya un año, un año en el que el día a día se hace cada vez más difícil para todos nosotros si no estás cerca. Un año en el que ha pasado de todo. ¡Tenemos tantas cosas que contarte!
    En primer lugar, felicitarte. Tienes un nieto con tus mismos ojos, con tu mismo nombre y con el de su padre. ¡Es tan bonico! Seguro que estés donde estés, lo estarás viendo. Y, en segundo lugar, agradecerte. Darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros, todo lo que nos has enseñado, que no es poco, y por ser el mejor de los maestros, la mejor persona. Eso sí, a veces, tu genio decía lo contrario, pero los que de verdad te conocen sabían de tu gran corazón.
    Un corazón que no te cogía en el pecho, un corazón que todo lo daba, un corazón que prefería prescindir de algo y dárselo a quien de verdad lo necesita, ¡infinidad de cosas buenas más! Porque quien diga lo contrario, sabemos que en realidad no te conoce, por muy cercano a ti que sea.
    Las injusticias se pagan, y nuestro mayor consuelo es ese. ¿Qué más decir? ¡Todo es poco para lo mucho que te mereces! Sólo decirte que no te preocupes por mamá. Te echa mucho de menos, pero nosotros cuidamos de ella. Tiene sus más y sus menos como todos, ya la conoces, pero la cuidamos muy bien.
    Y que, por mucho tiempo que pase, ninguno de nosotros podremos evitar derramar un puñado de lágrimas al abrir el armario y ver tu ropa ahí colgada, como si de una pesadilla de la que quisiéramos despertar se tratase. Bueno, va siendo hora de despedirnos, de un hasta pronto, hasta que nos volvamos a encontrar, pero, por último, decirte que siento no haberte dado todos los besos que te merecías, no haberte dicho todos los “te quiero, papá” que sentía, y no haberte contado todas las cosas que quería.
    Te nos fuiste, se nos fue un gran hombre y, tras tu marcha, nos dejaste huérfanos, huérfanos de tener a nuestro lado a una gran persona que daría lo que fuese por cada uno de nosotros. Me quedo con el recuerdo de nuestros veranos de vacaciones tú, mamá y yo. Y me quedo también sabiendo que yo soy tu niña chica, ¡la niña de tus ojos!, ¡gracias por todo, papá!, ¡te quiero!
    Por Isabel María Bejarano Casado, madre y hermanos.
    Me cuentan, querido Antonio, que nos dejaste cogido a un teléfono, pidiendo que alguien te echase un capote para salvarte del último suspiro. No hubo suerte y ese toro negro de afilados pitones en forma de mortales guadañas, te llevó por delante donde Dios tiene reservado un lugar destinado a los hombres buenos.
    Haciendo de mis recuerdos y ramillete de emociones, yo no he olvidado que nos conocimos en el ámbito comercial. Fue a mediados de 1984, tú siendo director-propietario de la firma de automoción Cadasa, distribuidora provincial de la marca “Mercedes”, y yo, gerente de Diario JAEN. Cada uno buscábamos el mejor rendimiento a este primer encuentro. Tú, promocionar un nuevo modelo de tu marca, y, yo, aumentar el capítulo publicitario de mi empresa. Cadasa y JAEN estaban ubicadas casi muro con muro. Brillante la exposición del vehículo que todo torero ha deseado mostrar como cédula de identidad, y, en nuestra nave, una fila de linotipias daban cortejo a la dueña y señora de los talleres del periódico, la ya cansada “Marinoni”, aquella vieja rotoplana que comenzó a tirar los ejemplares de aquel JAEN, que nació el 1 de abril de 1941 y que el 16 de mayo de 1984 dejó de respirar para siempre.
    Antonio, querido Antonio, como la memoria es el vehículo que nos conduce directamente a los recuerdos, que son los que perduran, de aquellas gestiones comerciales pasamos a una entrañable y sincera amistad. ¿El motivo? Nuestra afinidad al mundo de los toros. Tú, un aficionado que te llevó incluso a la práctica del toreo en el campo y a vestir de corto en festivales. Yo seguí caminando imperturbable en mi labor de informador taurino. Tertulias, charlas, conferencias, andanzas por esas plazas de Dios e, incluso, hasta llegar a ser espectador y cronista de tu penúltimo paseíllo. Fue en Martos, el 1 de mayo de 1985 —el último te lo tenías reservado para ti, el pasado y ya triste lunes día 11—. En aquel festival en Martos alternaste con José Fuentes, Palomo Linares, Sacromonte, Chicote II, tú mismo y el mullidor de aquel festejo a beneficio del Hogar San Martín de Porres, Manuel Navarro, ex dominico y que, en su juventud, quiso ser torero. Este dio la espantá y os dejó el eral para que lo lidiaseis los demás. En ti aprecié cierto temple, lo que me confirmaba que siempre habías sentido predilección por el toreo bueno, ese que ofrecía tu admirado José María Manzanares, al que te unía una gran amistad, y más aún, con su hermano Pedro. 
    Sin interrumpir nuestros contactos con nuestra afición a la fiesta, fundamos, en enero de 1991, la tertulia “Los Amigos del Toro-Los Doce”, que lo componíamos seis matrimonios. Curro Martínez Sabina-Mari Carmen Garvín, Juan Tirado Moya-Maribel García, Joaquín Sánchez Martínez-Juana Quirós, Luis de la Rosa Galán-Ana Molina, tú y María José Álamos, y yo con mi inseparable Fina Abellán. Nos reuníamos un jueves cada mes, gracias a la entrañable amistad que nos unía a Carlos el de Montemar y, allí, nos daban las nueve, la diez, las once, las doce… y con el reloj parado, se nos hacían las tantas hablando de toros. Inolvidable aquella época, ¿verdad?
    Pero los tiempos los marca el destino y a ti, Antonio Palomo, te los empezó a marcar hace años con enfermedades que supiste superar “cargando la suerte”, que se dice cuando el toreo se hace de verdad. Esa verdad te llegó y tú, sin volverle la cara a la realidad y con muchas razones para seguir en este mundo, al final le has dado paso a un futuro al que nadie puede evitar. Te has ido, sí, pero aquí quedamos un puñado de amigos difícil de contabilizar, a los que nos has partido el alma. Adiós amigo, tu recuerdo permanecerá para siempre en mi corazón.
    Por Alfredo Margarito.

    juan de dios jiménez zafra
    de Valdepeñas
    Honesto y con un gran corazón

    El pasado 20 de julio, nos dejaba para siempre un gran hombre, Juan de Dios Jiménez Zafra. Le faltaba tan sólo un mes para cumplir los 87 años. Los valores de la familia, la amistad, la honradez y la fidelidad los defendió durante toda su vida y supo mostrarlos, por lo que su familia, sus amigos y la sociedad valdepeñera perdían a un gran hombre.
    Conocía a Juan de Dios de toda mi vida, pero no había tenido un trato cercano con él hasta que se jubiló y se afilió al centro de día de mayores, mi lugar de trabajo. Mis primeras entrevistas con él fueron cordiales y, desde entonces, comencé a conocer a un hombre fiel, cabal, amigo de sus amigos. Juan de Dios Jiménez Zafra fue miembro de la junta de gobierno en varias ocasiones.
    Durante el tiempo de mandato establecido, nunca faltó a una cita. Juan de Dios Jiménez Zafra siempre estuvo del lado de la razón y expuso sus puntos de vista desde la experiencia que le había dado la vida. Puedo asegurar que, en todas las ocasiones, pensó en el bienestar de los demás. Es más, se preocupó para que los objetivos del centro de mayores fueran conseguidos espléndidamente y colaborando para que sus compañeros jubilados disfrutaran al máximo de las instalaciones, de sus actividades que se organizaban, y de los servicios que la administración pone a su alcance.
    Fue una persona muy respetuosa con todos. Se caracterizó por ser un hombre que se ganaba la amistad día a día con su comportamiento y su forma de ser. En mi caso concreto, a pesar de la diferencia de edad, me demostró que era mi amigo en muchas ocasiones. Siempre estuvo a mi lado y me mostró su afecto y apoyo en lo profesional y en lo familiar.
    De su vida se podrían contar tantísimas cosas. Juan de Dios estuvo casado con Araceli Párraga Escabias hasta que, en mayo del año 1986, falleció de una cruel enfermedad. Lo dejó viudo a la edad de sesenta y tres años con sus hijos Mari Lola, Clemencia y Juan de Dios, a los que adoraba. También la perdieron sus ocho nietos y cinco biznietos.
    Uno de los rasgos principales de su personalidad es que Juan de Dios era un hombre de familia. ¡Cuánto les quería! Vivió para y por ellos.
    Este último año, estaba afectado por una enfermedad bronquial. El mes de marzo, y para celebrar el día de su santo, consiguió reunir a todos sus seres queridos, ya que, por motivos laborales, varios de ellos residen fuera de Valdepeñas. Por suerte, Dios quiso que estuvieran juntos por última vez para despedirse en una comida familiar muy distendida.
    Juan de Dios y sus descendientes han sido un ejemplo a seguir. Al fallecimiento de Araceli se hicieron cargo del cuidado de su tía María de la Cabeza, que era tía carnal de Araceli y que contaba con una avanzada edad. Ella no tenía descendencia y la cuidaron con mucho mimo hasta el final de sus días.
    En su vida laboral, fue un hombre del campo, entendido en su profesión. Fue muchos años encargado de una hacienda importante de labor de Valdepeñas. A pesar de su jubilación, continuó siendo el principal asesor de la familia, a la que prestó sus servicios durante muchos años. Esta tenía plena confianza en él y es por lo que, hasta el final de sus días, no perdió su relación con esa familia que él apreciaba mucho y ellos le correspondían. Un hombre cabal al que el Señor ha llamado a su lado, pero que deja, en los corazones de todos los que tuvimos la gran suerte de conocerlo y compartir con él buenos momentos, un rastro que jamás se borrará.
    Descansa en Paz Juan de Dios, tu familia y amigos no te olvidaremos, así te lo demostraron el día de tu sepelio. La iglesia y la plaza se quedaron pequeñas para albergar a todas las personas que acudieron a darte su último adiós.
    Por Juan Antonio Cabrera.