Hasta siempre

Luis Gómez Leal de Sorihuela del Guadalimar
“Honestidad, trabajo, responsabilidad y calidad humana”

Conocí a Luis en 1963, entonces destinado como veterinario en la Jefatura Provincial de Ganadería; por razones laborales, hube de tener contacto con cuantos compañeros trabajaban en ella, pero Luis tenía un carácter más abierto y cordial que se hizo patente en el nacimiento en Jaén de mis primeras hijas, al interesarse por el estado de salud e incidencias en los alumbramientos como prioridades de la conversación. Él, a quien le encantaban los niños, rápidamente pasaba a contarte los hijos que tenía y que llegaron a ser siete, dos de ellas gemelas, pormenorizando los más mínimos detalles.

    06 dic 2009 / 11:11 H.

    Seis años más tarde, comencé una nueva etapa en Jaén, donde coincidí con todos los veterinarios de la mencionada Jefatura y fuimos alcanzando, con el paso del tiempo, nuestras edades de jubilación. Puedo asegurar que configuramos una gran familia, suma de las individuales de cada uno de nosotros, conocimos a nuestras esposas, supimos de nuestros hijos, y fueron y continúan siendo frecuentes los contactos familiares en los momentos de alegría y tristeza que siempre existen. Hoy es uno de los tristes, porque hace más de un mes fallecía nuestro querido Luis, poseedor de tantos valores y virtudes que no soy capaz de destacar.
    Nació en Sorihuela del Guadalimar, en diciembre de 1924, y cursó sus estudios de veterinaria en las facultades de Madrid y Córdoba. Contrajo matrimonio con Matilde Romero; tuvieron siete hijos y formaron una familia modélica a lo largo de los 56 años de su vida en común y que siempre disfrutaron juntos, porque si bien los últimos de su vida estuvieron nublados por el alzhéimer, no por ello, dejaría de percibir el cariño que todos le profesaron. No puedo dejar de recordar una anécdota que presencié: Como quiera que tenía una alta predisposición a coger fuertes catarros que le obligaban a guardar cama, en uno de ellos fui a verle a su casa. Estaba acostado y tan tapado que sólo se le veían los ojos y la frente y a su lado Matilde leyéndole Diario JAEN. Le hice el comentario de “a mí no me leen el periódico si estoy enfermo”. No me contestó, pero cuando se repuso y se lo recordé con cierto grado de jocosidad, me respondió: “Tú lo que tienes es envidia, sana, pero envidia”.
    Este trato y sentimiento de cariño fueron máximos durante su larga enfermedad por parte de toda su familia, cuando, quizás no pudiera valorar la dulzura y adoración que le deparaba y que era la respuesta al mayor de los amores que tuvo a lo largo de su vida: su familia, que formó y desarrolló en valores y sentimientos de los que él fue ejemplo: honestidad, trabajo, responsabilidad y calidad humana fueron modelo y paradigma de la educación que transmitió a sus hijos, su hombría y comprensión para encarar algún momento difícil aferrándose a sus firmes creencias cristianas.
    Fue un amante del campo, de la naturaleza. Por formación profesional de la ganadería y de su entorno. Procuraba el acercamiento personal a cuantos trabajaban en las explotaciones, para conocer sus nombres, su situación familiar y lo recordaba todo con su gran memoria. Era un mago de la entrevista y por todo ello, fue destacado a Vilches ante la aparición de un foco de peste porcina africana, un municipio con múltiples problemas derivados de la gran concentración de granjas y de la superpoblación de esta especie. Luis estuvo durante mes y medio con los ganaderos, conviviendo y actuando más como psicólogo que como veterinario, trató de elevar su frustrado estado de ánimo, les estimulaba en el exacto cumplimiento del protocolo sanitario. Fue valorada su ejemplar acción y se le nombró Comendador de la Orden Civil del Mérito Agrícola. Formó parte de la junta de gobierno del Colegio de Veterinarios de Jaén y merced a su siempre buen hacer, está en posesión de la Medalla de Oro de este. Tenía grandes conocimientos agrícolas y, especialmente, sobre olivar, al que, como buen jiennense, honraba y cultivaba. Las tijeras de podar y una pequeña azadilla formaban parte de su equipaje de fin de semana que en su R12 familiar y acompañado de sus hijos tenía como destino Sorihuela. Su pueblo era su tercer amor, al que conocía perfectamente y a sus vecinos a quienes siempre alababa, y ¡cómo no! la veneración que siempre tuvo por Santa Águeda, su patrona a la que se encomendaba. Fuiste siempre un hombre bueno y leal, tan leal como tu apellido.
    Manuel Díaz-Meco Álvarez
    Veterinario del Cuerpo Nacional
    Ex-Presidente del Colegio Provincial de Veterinarios de Jaén


    Miguel Ayala de Jaén
    “Ayala con corbata”

    En el cuadro de profesores de la orla que conservan las espléndidas maestras y maestros que están en tiempo de jubilación, figura la fotografía de un joven encorbatado que en apariencia nada tiene que ver con el artista que comenzaba a escandalizar a la sociedad conservadora con la fantasía de sus cuadros. Ayala utilizaba el lenguaje plástico para demostrar que la realidad puede cambiarse porque no es de nadie, que no es de esa pijotería que la considera únicamente suya. El pintor nunca limitó sus expresiones y la corbata de la fotografía tampoco significa que tuviera el timbre de voz de los herederos de la hidalguía medieval. Al contrario, quienes le seguiremos queriendo sabemos que era un hombre sin corbata, un polemista griego con más rasgos árabes que fenicios, incapaz de invertir un minuto para ser ese tipo de listo que parece de moda.
    Ayala tenía los defectos que le aceptábamos, pero no era listo porque nunca fue pillo, granuja ni trepador, sino que ejercía como don Quijote: para que Sancho gobernase la ínsula prometida. Hubo gente que le reclamaba más racional, o sea, un burócrata. Pero su portentosa imaginación sólo admitía influencias de la fidelidad ideológica y de la ingenuidad sentimental que residía en su alma: mantenía esa racionalidad, hoy tan fugitiva, definida por el compromiso consigo mismo. En la pintura inventaba espacios mágicos que en la conversación cotidiana trasladaba a los conceptos de identidad con los que combatía unos ataques de nihilismo disimulados con la sonrisa.
    Por delante, la de indiscutible jaenero con la recomendación de Tolstoi: si quieres ser universal, escribe de tu aldea. La de la Magdalena, la más firme y profunda, quizás porque ese barrio simboliza la cultura mestiza que concluye en la igualdad y la tolerancia, la convivencia laica que el innovador Ayala practicaba con la de las tres grandes religiones. Su manera de ver el presente era la de Cervantes, la de retroceder al pasado para proyectar el porvenir, la de olvidarse de los libros de caballería para leer la modernidad, la de retomar la filosofía derrotada por las inquisiciones para que compartiéramos todos aquella honestidad. Una pedagogía de tintes krausistas que recordarán por la cercanía personal quienes completan la orla en la que aparece con corbata. Le gustaba transmitir conocimientos tanto como conversar sin imponer fronteras a la polémica, o experimentar los nuevos instrumentos tecnológicos relacionados con la imagen. Puede que en algunos fuera pionero en Jaén y quizás sea seguro con aquella película documental en la que coparticipamos con Carmen Peñalver, repartiendo por igual mucha ilusión y casi ningún medio. En cualquiera de sus acepciones, la ilusión le daba fuerza y vida, le alimentaba la fantasía y la creatividad o le servía para combatir desesperanzas. La que continuará vigente de nuestra última conversación: que Fausto Olivares dé nombre a una calle de esta ciudad ideal que seguiremos queriendo juntos. 
    Por Juan José Fernández Trevijano
    Jaén


    Salvador Nieto Peña de Granada afincado en Jaén
    “El vacío que dejaste en nuestros corazones y en nuestras vidas es díficil de cubrir”

    Ha pasado más de un año y, como animales de costumbres que somos, hemos aprendido a canalizar el dolor y a seguir para adelante. Pero, en nuestro fuero interno —y creo que no me equivoco si generalizo para recoger con mis palabras a todos aquellos que lo conocimos y nos congratulamos de haber sido sus compañeros y amigos— el vacío tras la pérdida de Salvador Nieto Peña sigue latente. De Salvador hemos hablado mucho, lo hemos homenajeado, lo hemos recordado y lo seguimos haciendo, a pesar de que nuestro ferviente deseo es que Dios lo haya acogido en su seno y que ya descanse en paz.
    El pasado 27 de septiembre, y cuando Asaja-Jaén, la organización a la que dedicó gran parte de su vida, celebró su Asamblea General Ordinaria, la gran familia que es esta asociación dedicó un cálido y emotivo homenaje a Salvador Nieto Peña. Fue en la Aldea de Mogón (Villacarrillo), en la Casa Rural Fuente del Roble, el lugar elegido también para la asamblea general. Los actos comenzaron con una solemne eucaristía en la ermita contigua a la casa rural, arropada por las montañas del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas y consagrada a la Virgen de Nuestra Señora del Aguascebas. La misa la ofició el padre Santos Tamargo Egea, que es el sacerdote destinado en el Complejo Hospitalario de Jaén. En ella estuvieron presentes los miembros de Asaja, así como los familiares de Salvador Nieto: Su mujer, Rosario (Taíto) Espinilla; sus hijos, Salvador y Javier; su padre, Francisco Nieto; sus hermanos, Francico e Isabel Nieto.
    Después, ya en el salón principal de la casa rural, se proyectó un audiovisual en el que se recordó con imágenes la trayectoria de Salvador en la provincia de Jaén. Más tarde, el presidente de la organización agraria, Nicolás Vico Roa, entregó a la mujer de Salvador una placa grabada en nombre de la asociación y de los compañeros. Fueron momentos duros, emotivos, con los que se quiso recordar a una persona a la que será muy difícil olvidar debido a la importante huella que dejó en nuestra organización.
    Su gran batalla fue la defensa de los agricultores por encima de todo. Durante quince años, este granadino defendió como nadie, con fe ciega, los intereses del mundo agrario jiennense.
    Salvador Nieto nació en Granada en 1959. Estudió Derecho en su ciudad natal y trabajó en las escuelas agrarias de Almería. Casado con Rosario Espinilla, tuvo dos hijos: Salvador y Javier. Tras su paso por el poniente andaluz, llegó hasta el corazón de Jaén, Cazorla, para fomentar actividades formativas y juveniles de aire libre y medio ambiente en el Parque Natural. En los noventa, la Asociación de Jóvenes Agricultores y Ganaderos vio la necesidad de contratar a un asesor jurídico y él fue el elegido. Durante quince años realizó su trabajo con diligencia. Muchos momentos de intenso compromiso para el agricultor jiennense, pero también de grandes conversaciones y de recuerdos.
    La última foto que tenemos de Salvador data del último domingo de septiembre de 2008. Se la hicimos en Santa Elena, el día en el que se celebraba la Asamblea General Ordinaria de Asaja. Nuestro compañero posó junto a su segunda gran familia para dejarnos una de sus mejores sonrisas un día antes de decirle adiós a la vida de una forma tan cruel como inesperada. Para muchos será la última imagen que tengamos de él. Para otros, muchos otros, ninguna imagen hará falta. Siempre lo recordaremos, porque lo llevamos en el corazón.
    Por Luis Carlos Valero,
    portavoz de la organización agraria Asaja-Jaén
    Jaén


    Sergio Ortega Arjona de Alcalá la Real
    “Adiós a un gran amante de la música y la fiesta”
    Hace justo una semana se dejó la vida en el asfalto de la aciaga N-432, cerca del cruce de Castillo de Locubín, otro joven alcalaíno. Era Sergio Ortega Arjona. Con sólo veintiséis años, un choque entre vehículos truncó su trayectoria vital. Nacido en una familia humilde, aún lo recuerdo, cuando era un niño, mientras jugaba en la parte más alta de la calle Real con su hermano Juanito. El padre, Antonio Ortega, conocido cariñosamente por todos como “Cojo Rayo”—también difunto—, era un gran aficionado a la caza, los pájaros y la naturaleza.
         Ese pequeño creció. Los años pasaron y la familia se trasladó a la calle Llana. Llegaron años de trabajo en los que vivió en Murcia, Ibiza, La Coruña y Granada. Fue en ese periplo vital en el que descubrió la música, su gran pasión junto con la fiesta. En las pistas de baile descubrió su vocación y acabó por convertirse en un pinchadiscos, DJ como se dice ahora, que recorrió distintos puntos de Andalucía. Su nombre artístico era DJ Sergio Arjona. Dominaba diversos estilos, entre ellos el “house”. En este colectivo musical tenía algunos de sus mejores amigos.
         Esta era su profesión y a ella están dedicadas bastantes de las fotografías que él mismo colgó en internet y en las que aparece con los cascos mientras pinchaba las canciones. También, la diversión y la camaradería son protagonistas de numerosas instantáneas.
         Su carácter jovial e ingenioso lo convertían en una persona muy sociable. Quienes lo conocían bien sólo tienen buenas palabras de él y destacan, a la vez, su carácter independiente. De hecho, vivía por su cuenta en un piso. Sus momentos, mejores o peores, los compartía con su novia, Sara.
         El lunes, su funeral se convirtió en una manifestación de duelo y pesar a la que asistieron decenas de personas, entre ellas bastante jóvenes, para arropar a la familia en unos momentos tan difíciles e inesperados. La afluencia demostraba que, pese a su rauda y callada desaparición, la música de Sergio Ortega Arjona continuará durante mucho tiempo en los corazones de quienes lo trataron y entre los cientos de jóvenes a los que hacía disfrutar con marchosa música, cada fin de semana, en las alegres fiestas. 
    Por Juan Rafael Hinojosa.