Hasta siempre
José Pérez Navarro de Jaén
“Te marchaste dejándonos un gran vacío”
Querido hermano: Te fuiste inesperadamente dejando un gran vacío en tu familia. Nos dejaste un vacío enorme en todos nosotros, pero tu recuerdo vivirá por siempre en nuestro corazón. Jamás olvidaremos todos los buenos momentos que nos hiciste pasar con tu buen humor. Esperamos que nos dejes un hueco a tu lado para volver a estar contigo. Supiste que te ibas, pero, aun así, seguías con tu sonrisa y tus bromas, no querías vernos sufrir con tu ida. Aguantaste hasta el final como un campeón.
“Te marchaste dejándonos un gran vacío”
Querido hermano: Te fuiste inesperadamente dejando un gran vacío en tu familia. Nos dejaste un vacío enorme en todos nosotros, pero tu recuerdo vivirá por siempre en nuestro corazón. Jamás olvidaremos todos los buenos momentos que nos hiciste pasar con tu buen humor. Esperamos que nos dejes un hueco a tu lado para volver a estar contigo. Supiste que te ibas, pero, aun así, seguías con tu sonrisa y tus bromas, no querías vernos sufrir con tu ida. Aguantaste hasta el final como un campeón.
Fuiste el mejor hermano de los catorce, porque tú destacabas por tu simpatía, tu alegría, tu generosidad y todo lo cariñoso que pudiste ser. Cuando nos veías aparecer en el hospital, nos recibías con una alegría inmensa. Estuvimos hasta el último momento contigo. Disfrutaste de todos tus hermanos y padres en tus últimos días. Nunca olvidaremos tus palabras unas horas antes de morir. Decías: “¿Dónde están mis señoras?”. O sea, tus hermanas, ya que nos llamabas así cariñosamente. Y a José Luis le dijiste que cuidara de tu hermana la pequeña. Decías: “Cuida de mi María del Mar, que es mi tesoro”. Decirte que te hemos pintado tu habitación y ya no es lo mismo. Cuando vamos a casa se nota el vacío que has dejado, pero tu recuerdo vivirá por siempre entre nosotros. El “Coco” va siempre a tu habitación y se queda en la puerta a ver si te ve venir. Él no sabe que que tú nunca más vas a volver a entrar por esa puerta. Pero él te espera ladrando y triste. Siempre con tu moto para arriba y para abajo haciendo mandados a mamá y siempre con tu sonrisa. Te echamos mucho de menos hermano. ¡Ojalá pudiéramos retroceder el tiempo y cambiar algunas cosas! Tu familia que te quiere y no te olvida.
Por María del Mar Pérez.
José Lomas Mayas de Noalejo
“Fue tan humilde como los pescadores de Galilea”
La semana pasada murió el sacerdote José Lomas Maya, natural de Noalejo, pero muy ligado a los pueblos de la Sierra Sur por apostolado. Su muerte se siente en muchos rincones de la Diócesis de Jaén. Muchos feligreses y amigos de Alcalá la Real lamentan profundamente su pérdida, porque anduvo entre caminantes del Señor en sus primeros años del sacerdocio y en las primeras vivencias de su misión eclesiástica. Con frecuencia hay instituciones que imprimen carácter y el título de la hidalguía (el don) le viene, en seguida, a la boca de los miembros de su colectivo. Menos mal que la abreviatura del domine simplemente como fórmula de comunicación y respeto se globalizó y las misivas alcanzaron tanto al villano como al privilegiado. Hubo un momento en el que se rompió el hielo, y para algunos hacer desaparecer del lenguaje el título de don o reverendo significaba que se había caído el universo. Me viene esto a cuento al referirme al sacerdote José Lomas, cuando acudió a ejercer su sacerdocio por los pueblos de las tierras del Sur, eran momentos fundamentales en los que se intentaba hacer realidad la puesta al día del Concilio Vaticano II y todavía se mantenía, en muchas personas, el prurito clerical de los últimos aletazos de la antigua abadía, ahora integrada en la Diócesis de Jaén. Corrían nuevos tiempos que la cercanía y la afabilidad eran valores de la sociedad que anteriormente no se les consideraba esenciales. Por eso, si nos referimos a este sacerdote y amigo en este contexto, no podemos olvidar que no solo se bajó del trono de su cargo eclesial sino que siempre se puso a disposición de las preocupaciones de los más sencillos (la fe del carbonero de los aldeanos, los inquietudes de la juventud y la formación de muchos matrimonios jóvenes). En palabras de María: “Magnificat, anima mea Dominum./Et exultavit spiritus meus: in Deo salutari meo./ Quia respexit humilitatem ancillae suae:/ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes”.
Siempre con la sonrisa en los labios, siempre con el consejo adecuado para quitar la tristeza al sufriente, siempre con la oración sencilla, el mensaje directo y la obra salvadora del buen cristiano para animar a los de su alrededor en la lucha diaria. No era hombre de insigne oratoria, ni escritor famoso, ni leguleyo, pero era tan humilde y cercano como los pescadores de Galilea elegidos como discípulos de Jesús. Sencillo divulgador de la bienaventuranzas entre los hombres humildes de la nueva Palestina andaluza. La huella quedó impresa en las familias sencillas con las que compartía la religiosidad de la romería o el calor de sus hogares. En palabras de Pedro Frailes, hacía suyas estas afirmaciones: “Lo religioso nunca es ajeno a lo humano. Es más, lo religioso, cuando no es humano, se pervierte. Un sentimiento religioso que aborrezca lo humano no puede construir persona; una razón religiosa que mancille la experiencia humana la hace irrelevante. El pan y el vino, lo corporal y lo espiritual, están en el fondo y en la forma de toda experiencia vital y religiosa. El pan y el vino, por ser humano y religioso, nos llenan a las experiencias fundamentales de la vida: compartir, poder disfrutar, poder amar, en definitiva, poder vivir”. Sabemos que José Lomas, años después, estuvo en otros arciprestazgos y divulgó la buena nueva ocupando cargos importantes como vicario; también estuvo como capellán en el mundo de las cofradías y, finalmente, como párroco en la parroquia de San Bartolomé. Pero, sabíamos que, siempre que acudíamos a Pepe Lomas, que era como sencillamente lo llamábamos, nos tendía puentes y se comportaba con la misma sonrisa de un hombre de Noalejo, de un paisano de las sierras Mágina y Sur. Por Francisco Martín.
JosÉ GonzÁlez Colmenero de Jaén
Se fue el último de la saga
Después de Blas, Miguel y Ramón, se ha ido Pepe “Perendola”, el último de la saga, que, según los entendidos del Jaén antiguo, no era la verdadera (y sí la que provenía de otra familia de hortelanos del barrio jiennense de La Alcantarilla), pero sin ningún género de duda, tengo que certificar que, a lo largo de sus vidas, mi familia ha dejado el pabellón muy alto, pues “cascaban hasta por los codos” y siempre con gracejo especial y humor insuperables.- Esta herencia especial, me comentaba mi prima María del Carmen, es una responsabilidad que estamos obligados a continuar la segunda generación de la saga de los perendolas.
Mi padre, el último, nos ha dejado. Hoy, cuando han transcurrido algunas horas de su fallecimiento, siento una sensación extraña y triste, pero agradable a la vez, porque estoy lleno de recuerdos y numerosas anécdotas que, al ser hijo único, he vivido con gran intensidad a lo largo de mi vida, no todas agradables, porque era una persona muy especial y autodidacta en su manera de entender la vida, eso sí, muy generoso, honrado, cumplidor, amigo de sus amigos, gran trabajador y amante de su profesión. Me queda una pena especial relacionada con su afición preferida que —aparte del cante flamenco— era el fútbol, y al ser un gran barcelonista, no ha podido disfrutar estos últimos años del mejor Barça de la historia, ya que padecía la dichosa enfermedad de alzhéimer y le hacía estar ausente de todo lo que le rodeaba. Quiero destacar también la labor impagable de Chari, mi mujer, llena de sacrificio y amor, y la de mi madre, a pesar de sus limitaciones físicas y su edad y, por supuesto, mi agradecimiento a las asistentes de la Ley de Dependencia, por su trabajo abnegado y profesional. Papá, descansa en paz, y desde donde estés, estoy seguro de que todos, empezando por mamá, tus nietos, bisnietos, familiares y amigos, te tendrán siempre presente en el recuerdo, y jamás te olvidarán. Por Tomás González Nicás. Tu hijo.
Antonio Aranda Zafra de La Bobadilla
“Fuiste una persona cariñosa y servicial”
Para un hijo es muy difícil escribir estas líneas dedicadas a un padre que ya no está entre nosotros, pero se me hacen más fáciles porque no son de despedida, sino de agradecimiento. Agradecimiento por haber sido un padre ejemplar, bueno, cariñoso y comprensivo, que siempre nos apoyó en nuestras decisiones, animándonos en los momentos malos y felicitándonos ante nuestros aciertos. Gracias papá.
Agradecimiento también por enseñarnos que la amistad debe ser noble, sincera y desinteresada, como ha sido la tuya con todos los que te han rodeado. Las puertas de tu casa siempre han estado abiertas, la mesa puesta y tú dedicado a toda persona que lo ha necesitado, sin mirar clase social ni ideas políticas.
¿Cuántos papeles has arreglado? ¿Cuántos favores has hecho? ¿Cuántos problemas has solucionado? Pues yo tengo la respuesta: Muchos.
Tú lo sabes y la gente de bien te lo ha sabido agradecer, porque tú lo dabas todo a cambio de nada.
No quiero olvidar a esa compañera que has tenido por esposa: Mi madre. Tu “Pepi”, como cariñosamente tú la llamabas, que ha estado siempre a tu lado para lo bueno y para lo malo, con ese humor y esa sonrisa que la caracteriza, que se entregó en cuerpo y alma a ti hasta el último día de tu vida, porque tú te lo has merecido porque también fuiste un buen esposo.
Por mamá no te preocupes. Como en su día nos encargaste a mis hermanos y a mí, la cuidaremos y la protegeremos igual que te protegimos a ti de esos malnacidos, cobardes y carroñeros que esperaron tus últimos días de vida, para que no pudieras defenderte y robarte lo que era tuyo, y cuando digo mal nacidos digo bien porque, en su día, también estuviste ahí para ayudarles a ellos y dice el refrán que “es de bien nacidos, ser agradecidos”.
Hay dos palabras que nunca te dije y no quisiera terminar sin decirte: “Perdón”, y sé que lo has hecho, que me has perdonado por las discrepancias que hayamos podido tener.
Y otra palabra que cuesta poco escribir, pero que nos cuesta mucho decir como es: “Te quiero”, porque tú de sobra lo has hecho con todos nosotros y espero que, desde donde estés, veles por todos nosotros.
Mamá, mis hermanos, tus nietos, biznietos, hijos políticos, hermanas… en fin, toda tu familia y amigos te echamos de menos. Verdad es que no esperábamos que te fueras tan pronto, pero me queda la satisfacción de saber que te fuiste sin sufrir y de haberme despedido de ti con esa sonrisa que te ha caracterizado siempre y tu frase: “Adiós, guapo”. Que Dios te tenga a su lado.
Por Antonio Aranda “Toñi”.
Tu hijo.
Francisco Rafael Mariscal Montilla de Jaén
“Aún no nos hacemos el cuerpo de no tenerte aquí”
Querido Francisco Rafael, el otro día me enteré de tu nombre correcto. Creo que más de uno de tus compañeros de trabajo tampoco lo sabía. Que más da, Paco. Si te digo la verdad, no nos sentimos con ganas, apenas si tenemos fuerzas para escribirte algo, porque aún no nos hacemos el cuerpo de no tenerte por aquí, entrando por la puerta de tu casa número 1, o saludando a tus compañeros de Gestión, o tomándote tu té con miel, o bebiendo agua de tu botella de cristal porque de las de plástico no querías. O hablando de las cosas que te gustaban, de la espiritualidad, de la meditación, de los alimentos alcalinos y de los acidulantes, de la alimentación sana, en definitiva. O aguantando a más de uno y a más de dos con bromas, o tolerando los cambios de despacho, esos que tantos quebraderos de cabeza te trajeron y que compartías con los demás. Para eso estamos, Paco, para compartir cosas contigo, las positivas y las negativas.
Pero nos quedamos con las positivas, porque, según contabas y según la física cuántica, una gota de agua no tiene la misma forma si se mira con pensamiento negativo o positivo. Eso es lo que tú quieres, porque así fuiste hasta el último momento. Y así te recordaremos por siempre.
Aún hoy reza la frase “Bienvenido” en el teléfono de tu mesa, aún hoy descansa bajo tu monitor la estampa de San Antonio de Padua, el mismo que cuidará de ti, de tu mujer e hijo. Dejas una familia maravillosa y sabemos que desde el lugar donde estés, no dejarás de protegerla y enviarle esa energía positiva de la que tanto hablabas, energía que tú también, estamos seguros, has debido de notar, y que te hemos transmitido todos tus compañeros, desde el momento que sabíamos que estabas luchando para quedarte con nosotros.
Te has ido tan pronto que no nos ha dado tiempo a despedirnos. Sirva esta misiva como un hasta luego de todos tus compañeros de Recaudación. En todos nuestros corazones ha quedado parte de ti y de tus consejos, que todos los que hemos hablado contigo recordamos. Te echaremos de menos, Paco.
Por Quique Alcalá, María Capilla León, Inmaculada Bautista y demás compañeros del Servicio de Recaudación de la Diputación Provincial de Jaén.
Antonio Manuel García Gordillo de Jaén
“Siempre serás mi niño”
Hola, mi niño, porque para mí siempre serás mi niño, aunque tenías 33 años cuando me dejaste. Quiero que sepas que no hay día que no me acuerde de ti. No hablabas mucho, pero siempre que lo hacías nos daban las doce. Mi niño: ¿Te acuerdas cuando te ibas a los árboles con Agustín? Yo te llamaba con el silbato y acudías de momento.
Yo me acuerdo muchísimo de esos felices y preciosos momentos que pasaba contigo.
A tu hermana le comenté que te iba a hacer este escrito y le pareció una buena idea.
Quiero que sepas que tu hijo esta guapísimo, tanto como lo eras tú.
Hijo mío, allí donde estés te mando un beso enorme y recuerda que siempre te quise, te sigo queriendo y te querré toda la vida.
Por Teresa Gordillo Arce.
Tu madre.