Hasta siempre

Manuela Rentero de la Torre de Jaén
“Para una madre especial”

Cuando paso frente a tu ventana, me parece ver la luz encendida, pues todavía no me acostumbro a tu ausencia. Parece que no te has ido, que aún estás entre nosotros. Te has marchado tan deprisa que a ninguno de nosotros nos ha dado tiempo de decirte lo mucho que te queremos. Nos hemos quedado con ese mal sabor de boca que deja el tren al partir, con la angustia de no verte más, con un sentimiento de importancia porque queríamos egoístamente seguir teniéndote a nuestro lado para besarte, para abrazarte, para seguir cuidando de ti, porque estabas delicada, un poco delicada. Ya no querías dormir sola, ya no querías estar sola. “¿Quién se queda esta noche?”, preguntabas.

    01 abr 2012 / 09:49 H.

    Toda una vida luchando, trabajando para sacar adelante a tus hijos. Una vida de sacrificio y de sufrimiento, más llena de penas que de alegrías, con duras pruebas que has tenido que superar, demostrando esa fuerza que te caracterizaba. Nunca te quejabas, siempre sumisa.
    Has sabido llevar tu cruz hasta el final de tu camino. Seguro que Dios te premiará y tendrá para ti un lugar privilegiado en el cielo. Un lugar donde siempre brilla el sol, donde siempre es primavera, una alfombra de hierba verde donde podrás caminar sin necesidad de usar tu bastón, porque ya no te dolerán las piernas ni las tendrás hinchadas. Un lugar donde las flores sean de todos los colores para que las puedas contemplar sin tus gafas, pues ya no te harán falta. Entre nubes blancas de algodón, donde ya no tengas ahogo ni fatiga, ni tengas que tomar tantas pastillas. Pues ya estás en el paraíso con el abuelito y con tus hijos, todos sanos y fuertes con el alma viva y con Dios.
    Nosotros nos quedamos con tu ausencia y con una lección aprendida. Siempre unidos en los buenos y en los malos momentos, con tu recuerdo siempre vivo y con la certeza de que sigues cuidando de todos desde el infinito. Gracias por tu amor.
    De parte de todos, te queremos.
    Por tu nieta Rita, en el nombre de toda la familia.

    Abdón López Ramírez de Alcalá la Real
    Generoso con los demás y un optimista vital

    Aprecio siempre a los artesanos en sus diversas modalidades. Al espartero, por su cenachos del campo; al talabartero, por las labores de las albardas de los mulos; a los hojalateros, por los cantarillos de aceite, pero tengo una especial inclinación por el mundo de la albañilería. Han sido los albañiles unos obreros que han dado pasos gigantescos a lo largo del siglo XX. Muchos se quedaron de aprendices o, simplemente, de oficiales. Pero había el que alcanzaba el grado de maestro, realizaba un currículo que lo convertía en gran empresario y promotor de grandes urbanizaciones, y algunos se transformaban en grandes e imprescindibles maestros del mundo de la restauración arquitectónica.
    Este es el caso de Abdón López Ramírez. Continuó la saga de muchos familiares suyos, porque le nacieron los dientes entre palustres y niveles, cuando en Alcalá solo se hacían reconstrucciones de las casas de muros de mampuesto de barro y de techos de cielo de cañizo. Luego, aprendió, con el boom de los años cincuenta y sesenta, los momentos en los que el andamio de madera se sustituyó por las bandejas de hierro y por las escuadras de tubo. Abdón, además, fue, siempre y al principio de su currículo de maestro, un entusiasta del mundo cooperativista, en el que se soñaron sueños que no llegaron a hacerse realidad, porque es muy bello que la “unión hace la fuerza”, pero a eso hay que añadir los elementos de investigación, gestión y administración eficientes para que la obra sea rentable. Fueron esos años de cooperativismo, cuando Abdón los vivió muy intensos, pues estuvo muy cercano aquel movimiento que sacudía la conciencia de los hombres para llevarlos a un cristianismo de convencimiento en los Cursillos de Santa María de los Apóstoles de la carretera de Los Villares, a donde acudieron muchos obreros alcalaínos.
    En esos años, se le despertó su conciencia por los excluidos y no olvidó su oficio dando pasos en el mundo de la construcción como promotor. En algunas urbanizaciones menores, dejó la huella de un estilo que predominó por los años setenta y ochenta. Pero lo que dejó una secuela imborrable en muchos vecinos de Alcalá fue su dedicación a la labor de Cáritas y al mundo de las personas con algún grado de minusvalía, labor en la que aportó su granito de arena en la creación de instituciones como el Patronato de Asuntos Sociales y su dedicación voluntaria. Siempre acudía a la cita, siempre estaba dispuesto, con su persona y su vehículo para cualquier actividad. Abdón fue una persona muy afable, generosa con los demás, optimista vital, que se comprometió con muchos movimientos de los años sesenta y en la promoción de Alcalá la Real. Daba aliento y mostraba su experiencia como un álbum del que podías sacar ejemplo a la hora de actuar. Siempre se le recordará cuando acudía a la cita sanjuanera todos los primeros domingos del mes de septiembre.
    Por Francisco Martín Rosales.

    Joaquín Ávalos García de Jaén
    Supo ganarse la amistad de todos

    Hace tres meses, nos dejaba para siembre Joaquín Ávalos, un magnífico enfermero todoterreno del Hospital San Agustín de Linares, una bellísima persona, atento, amable, buen compañero y amigo de sus amigos. Joaquín era un esposo y padre ejemplar. Para él, su familia era lo primero en la vida.
    Cuando me enteré por casualidad de su fallecimiento, me quedé muy afectado porque trabajé con él y lo apreciaba y estimaba mucho. Aunque conocía lo de su grave enfermedad, yo confiaba en que, con su fortaleza física, su personalidad animosa y, al ser un hombre joven, la superaría, pero, como ocurre siempre, se van los mejores.
    Yo conocí a Joaquín en el año 93, cuando los responsables de la clínica Cerlín, ubicada en el antiguo Hospital de los Marqueses, nos mandaron 15 días al Hospital Universitario de Alicante para hacer un curso de TAC. Allí conocí por primera vez los valores humanos que tenía y cómo, por su buen carácter y personalidad, supo ganarse, desde el primer día, la amistad y simpatía de nuestros profesores y de todos los compañeros del servicio de Rayos.
    Su capacidad de aprendizaje y de trabajo no tenía límite, jamás lo vi protestar por nada, a pesar de tener una grave lesión en una rodilla producida jugando al fútbol. Aguantaba al pie del cañón desde las ocho de la mañana que entrábamos a las clases hasta las diez de la noche que salíamos. Cuando empezamos a trabajar en el TAC, ya en Linares, qué buen equipo formamos con los radiólogos, a los que llamábamos cariñosamente capitanes, Manolo González, que en paz descanse, Antonio Bedmar, nuestra queridas Ana Calle, tú y yo. Recuerdo cómo te gastábamos bromas sobre tu Atlético de Madrid, cuando perdía, sin que jamás te enfadaras con nosotros. Y cómo nos dabas ánimos y buenos consejos cuando, por alguna causa, nos veías decaídos. El cariño y buen trato que les dabas a los enfermos que acudían al escáner, jamás te vi protestar cuando en domingos, festivos o por la noche, si estabas de guardia, subías a realizar algún TAC de urgencias. Destacaban el tesón y las buenas maneras que tenías con los alumnos del ciclo superior de radiodiagnóstico que teníamos asignados para enseñarles con cariño las técnicas y el manejo del aparato, algo que hacías de buen grado y mejor que yo, aunque yo era el tutor de prácticas de ellos. Recuerdo también cómo en nuestra estancia en Alicante supiste ganarte también la amistad de la peña formada por Manolo el dueño del Pub Vivaldi, de Amancio el del restaurante, de José el del estanco y de los camareros del Hotel Leuka, donde nos hospedamos. De todos ellos terminaste siendo amigo, y es que Joaquín, aparte de ser una buena persona, eras todo un señor y un caballero. Por ello, después de recordar aquellos tiempos en este pequeño homenaje, solo me queda decirte, tras darle mi más sentido pésame a Mari Carmen, tu esposa, y a tus maravillosos hijo e hijas,  descansa en paz amigo mío y hasta siempre.
    Por Manolo Esturillo.

    Diego Frías Mora de Beas de Segura
    Al ilustre letrado, adiós a mi maestro, a mi amigo

    Adiós a mi maestro, compañero y gran amigo. El sobrevivir a un ser querido es muy triste, máxime cuando deja un vacío enorme sin que podamos sustituirlo por nadie. Ello no es una satisfacción, solo será para los que se aman a sí mismos, pues, al morir un amigo dilectísimo, y tú, Diego, lo eras, resulta mayor nuestra soledad.
    Me congratulo de que hayas sido mi maestro, ilustre maestro y gran compañero, aunque mi edad es muy superior a la tuya, porque, por circunstancias de la vida, no pude licenciarme en Derecho en mis años jóvenes y lo he hecho cuando ya moramos el horizonte de la gran verdad. En ti he tenido el ejemplo vivo de tus condiciones morales, profesionales y una ética digna de todo elogio. Siempre respetuoso y amable, no solo en la sala con el tribunal y los compañeros, sino con lo que hemos estado aprendiendo de ti, es decir, subordinados a tu gran saber. Podías haber sacado pecho por tus conocimientos, sin embargo, tu humildad la llevabas al extremo de que, en más de una ocasión, aun sin estar este compañero junto a ti, que te he acompañado en muchas ocasiones para aprender, tú manifestabas que estabas aprendiendo mucho de mí, cosa que no ha sido cierto.
    Tú has sido un referente en la vida de Jaén por tu prestigio profesional y valores humanos. El día 16, en la iglesia de San Roque de Jaén, con motivo de tu funeral, fue una manifestación de todos los estamentos sociales. Decía Pablo Picasso: “El que se reserva un elogio se queda con algo ajeno”, pues bien, si tuviese que escribir todos tus méritos, necesitaría mucho más espacio.
    Nos dejas una herencia extraordinaria: tu esposa Amelia y tus hijos, Diego y Cristóbal Joaquín. Si ellos tuvieran que pagar Impuesto de Sucesiones por tu gran nivel profesional, prestigio, etcétera, la cuantía sería incalculable. Tus padres, que están destrozados, nos han dado ejemplo de entereza.
    Descansa, mi gran amigo y maestro, entre los bienaventurados, hasta que yo también sea viajero sin vuelta a la otra orilla de la “Gran Verdad”. Espero que me sigas ayudando.
    Por Juan Antonio Perea Fernández, abogado.

    Pedro María Ramos López de Andújar
    Siempre serás la luz que alumbra nuestra antorcha

    Pedro ha sido una persona que siempre ha vivido para y por el deporte. Su vida siempre ha estado vinculada a algún proyecto deportivo. En los últimos 20 años, el proyecto que nos unió fue el atletismo.
      Cuando nos hagamos a la idea de que físicamente no está entre nosotros, se nos va a hacer raro no verlo por la pista. Ahí, inconfundible, con su gorra para protegerse tanto del frío como del calor. Uno de sus sitios favoritos era junto al cajetín de pértiga, siempre provisto de multitud de conos, de combas y, cómo no, rodeado de pértigas.
    Creo que la mejor forma de que siempre esté con nosotros es recordándolo. Recordando y reviviendo anécdotas.
    Más de dos mil atletas han pasado por la Escuela de Atletismo que él tanto amaba. A todos, a cada uno de nosotros, nos ha enseñado cosas que en la vida olvidaremos y, cómo no, no creo que jamás lo olvidaremos a él. A lo largo de estos años, ha pasado por todas las disciplinas atléticas, pero todos sabemos que con la que más ha disfrutado y a la que más horas ha dedicado ha sido a su querida pértiga. Es más, fue reconocido como uno de los mejores entrenadores de esta disciplina en categorías menores.
    Y, cómo no, recordar Andu-Sport 2011, el Museo del Deporte de Andújar, su “macroproyecto”. Lo que él pensaba que iba a ser algo medianamente grande, se convirtió en muy grande. Las incansables horas de búsqueda de gente para que expusieran sus recuerdos deportivos, fotos y trofeos. Los buenos compañeros que consiguió “El grupo Olimpo”, como ellos mismos se denominaron. Los días de frío que han pasado allí, en el Palacio de los Niños de Don Gome, para montar esta verdadera maravilla que montaron. Muchísimas han sido las visitas que han recibido y tengo por seguro que muchísimas las “enhorabuenas” que han recibido por parte de todos los que hemos disfrutado viendo recuerdos. Con sus compañeros del grupo Olimpo ya estaba embarcado en otro proyecto: el museo virtual. Ahí se ha visto reflejado todo el trabajo y todos los amigos de los que siempre se ha rodeado esta bellísima persona, este gran maestro como ha sido Pedro María Ramos López.
    En la última Gala del Deporte, a nuestro club le dieron el “Premio al Mejor Equipo Local” por nuestra trayectoria deportiva a lo largo de estos últimos veinte años. Cuando me lo comunicaron, se lo dije a Pedro y le dije que quien se merecía recoger ese premio era él. Nos has dejado un gran reto, seguir otros veinte años luchando por este nuestro club. Todos tendremos viva tu imagen y estarás presente en todas nuestras competiciones. Dios se ha llevado a una excelente persona. Ahí arriba, en el cielo, seguro que está subido en lo más alto del pódium, velando por nosotros y por su club. Pedro, siempre serás la Luz que alumbra nuestra Antorcha. Un abrazo.
    Por el Club de Atletismo Antorcha de Andújar.

    Dolores navarro almagro de Jaén
    “Mamá, he cumplido lo que te prometí”

    Hola mamá. Qué rápido te has ido al cielo, sin ruido alguno, con paz, como tú querías. El consuelo que nos queda es que hemos disfrutado de ti, tanto los hijos, como las nueras, yerno, nietos y biznietos. Mamá, como te llamaba, mi vida ya no será igual sin ti por muchas cosas buenas que me pasen, porque siempre me faltarás tú. La ausencia tuya. Nunca cicatrizará la herida en mi corazón. Mamá, no sabía que eras tan querida por la familia, los amigos, el barrio, etcétera, pero, cuando vi tantas personas en el tanatorio, comprendí lo querida que eras.
    Nunca, mamá, nunca olvidaré el último día que te llevé a mi chalet, que tanto te gustaba. Mi suegra Lola te preguntó: “¿Cómo estás?”. Le respondiste: “Rosario, me voy a morir”. Me eché a llorar; por dentro no lo quería ver porque has pasado tanto en la vida. Te quedaste sin padres siendo una niña muy pequeña. Mamá, he cumplido lo que te prometí, que te irías al cielo sin ver a tu Vicente echarse una copa a la boca. Pues, estés donde estés, que es el cielo porque tú no les has hecho daño a nadie y el Señor tiene un gran sitio para ti y para papá, veréis cumplida mi promesa.
    Mamá, hemos hecho lo que tú dijiste: sacar a papá del nicho e incinerarlo contigo. Mamá, ahora pienso lo que me decías tantas veces: “Cuida de  ‘la Asu’, de ‘la Charo’ y de ‘la Lourdes”.
    Mamá, estoy orgulloso de ti.  Nos lo has dado todo en vida.
    Has visto casados a tus nietos. Me acuerdo que le diste a tu nieta Charo, ocho meses antes de casarse, su buen regalo. “Por si me muero antes y no me da tiempo”, dijiste.
    Por tu hijo, Vicente Alcázar Navarro.