Hasta siempre

ANTONIO HUERTAS TELLO de Fuensanta
“Era muy hogareño y le encantaba leer”

El pasado mes de agosto se nos fue otro amigo, Antonio Huertas. Nacido en Fuensanta de Martos, pronto se trasladó a Alcalá la Real para estudiar en la Safa y trabajar en el campo en aquellos años difíciles en donde ya se veían los brotes verdes del cambio social y económico de la dictadura del general. Como tanta gente de aquella época, estuvo en el seminario de Baeza y Jaén, donde se hizo bachiller para ir a la Universidad de Granada a estudiar y licenciarse en Derecho.

    16 oct 2011 / 10:42 H.

    Al final de la década de los setenta, llegó a Andújar como técnico de recaudación municipal, puesto que afianzó el alcalde Juan Conde. Siendo munícipe Pedro Calero, le hizo asesor jurídico y persona de confianza del gabinete de Alcaldía. Con José Antonio Arcos, fue técnico en Servicios Municipales. Para Pedro Calero, Antonio Huertas era “un ratón de biblioteca, muy meticuloso en su trabajo, un buen documentalista, sabía más de lo que aparentaba, una buena persona y un buen profesional, un ejemplo para todos por su entrega y empeño”.
    Antonio Huertas se casó con María Dolores Sánchez. El matrimonio tuvo dos hijos, María Dolores y Antonio Jesús. La familia coincide en que Antonio era muy hogareño, ya que su afición preferida era la lectura. Era un magnífico lector de prensa diaria, de tres a cuatro periódicos al día. Sus libros preferidos eran los de historia, biografías y derecho. Amante también de la música clásica. Doy fe de que tenía una gran preocupación por los avatares de la política, sobre todo local. Por su carácter social, se implicó en la directiva del Betis Iliturgitano, y por su carácter festivo se vinculó a la peña “Rincón del Arte” para vivir la romería de cerca, una fiesta que amaba.
    Por Juan Vicente Córcoles.

    Francisco Cobo Alcalá  de Lopera
    Un hombre de gran corazón y sentimientos

    El paso de los años no ha impedido que siga muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera el recuerdo vivo de Francisco Cobo Alcalá, a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace algunos años. Francisco Cobo fue el mayor de una familia de tres hijos, Francisco, Amparo y Carmen.
    Sus padres fueron Juan Cobo Santiago y Ana Alcalá Teruel. Cuando volvió de realizar el servicio militar, conoció al amor de su vida y después  siete años de noviazgo se casó, en el año 1957, con Francisca García Girón, la mujer de su vida. Fruto de esta unión nacieron 2 hijos, Juan y Ana María. La infancia de Francisco transcurrió en el domicilio familiar de la popular calle del Pilar. Su juventud la pasó trabajando en los olivares de su familia y, tras contraer matrimonio, montó una tienda de comestibles en la calle Jesús. Años después, se presentó a una plaza de policía local en el Ayuntamiento de Lopera. La consiguió y desempeñó el puesto hasta su jubilación en el año 1990. Le gustaba disfrutar de sus ratos libres. Además de dedicárselos a su familia, también disfrutaba con sus estacas de olivos en el pago del “Arroyo el estanco” o los que tenía en “Vílchez”. Todos los días le gustaba visitar a sus dos hermanas, Amparo y Carmen, a las que quería con gran locura.
    Le encantaba la televisión y, a diario, nunca faltaba a su cita con la serie de Curro Jiménez o el Equipo A. Le gustaba hacerle los mandados a su mujer con su inconfundible Nissan Patrol blanco.
    Fue un gran aficionado a los toros y, siempre que su trabajo se lo permitía, no se perdía ninguna tarde taurina. Su imagen echado sobre la vara de varear con su cigarro en la boca en los descansos de la recogida de la aceituna siempre será recordada por los que tuvimos el honor de trabajar con él durante las campaña agrícola en los pagos de la Canaleja junto a su cuñado Rafael Peinado “el cañetero”. Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia y también tenía gran devoción por sus cuatro nietos (Paco, Rocío, Carmen y Juan José) con los que le gustaba pasar buenos ratos y lo querían mucho, pues era un abuelo muy simpático y, a diario, los llevaba a la guardería y al colegio. Fue un hombre muy formal y legal, y todos los que lo llegaron a conocer sabían que tenía un gran corazón y era muy generoso. Era amigo de sus amigos, de los que presumía de tener muchos y muy buenos. Le encantaba departir con ellos todas las tardes en los asientos de la Verja. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.
    Por José Luis Pantoja.

    David Sánchez Ramírez de Jaén
    “Me duele ver la discreción de tu marcha”

    Desgraciadamente, no por esperada tu falta dejó de ser menos dolorosa. Quiero dedicarte estas breves palabras, que no alcancé a pronunciar el día de tu entierro en la parroquia, cuando así lo ofreció el sacerdote. Por miedo a derrumbarme o a traspasar ese dolor y llanto mal contenido que me embarga, miedo a alabarte ante tus seres queridos, a hacerles más dura tu pérdida cuando son ellos los que más te añorarán y echarán en falta. Vosotros mejor que nadie sois conocedores de sus valores, los que más le quieren y los que, al igual que tú, siguen reconfortándonos con su presencia y compañía.
    Tal vez no sea yo la persona más adecuada para escribir o pronunciar estas líneas de homenaje y recordatorio a mi amigo David. Tal vez debería dejar este honor a sus hermanos, mujer o hijo, porque hablar algo de él es todo un honor.
    Los que hemos tenido el placer de conocerlo y tratarlo desde pequeño solamente podemos tener palabras de elogio hacia él. Amigo de sus amigos, padre y marido excepcional, hermano insustituible, soñador, alegre, extrovertido cuando la situación lo requería o discreto como él solo sabía. Un amigo como tú que no pedía nada a cambio y que siempre ofrecía lo mejor de sí:  ¡Su amistad!
    Me duele tremendamente ver la discreción de tu marcha, el sentir que las personas que realmente aportan lo mejor de sí mismas en esta vida nos dejan como tú, con una prestancia y gallardía inusual y un saber estar encomiable.  Cómo echaré en falta esas conversaciones intrascendentes en el “Kiosco”. ¡Seguro que no arreglábamos este mundo!, pero, al menos, nos servían para desconectar de la rutina diaria y estar más cerca el uno del otro.
    En esos duros momentos, también recordaba a tu madre o padre, que, al igual que tú, siempre supieron tener una palabra agradable para con los demás, un saber estar y educación elogiables hoy día, en definitiva, una falta y hueco en el tiempo difícil de llenar en este mundo pleno de hipocresía y falsedad. Me queda el consuelo de ver a tu hijo David, al que también has sabido inculcar tus valores, porque de aquí todos nos marcharemos mas tarde o temprano, pero albergando la esperanza e ilusión de hacerlo con la misma dignidad que tú  y sabiendo que seguiremos conversando allá donde estás. Descansa en paz.
    Por tu amigo “Rayo”, José María García Rayo.


    Francisco Romero García “kiko”de Pegalajar
    “Generoso y servicial, siempre ofreció su vida a los demás”

    A los 16 años, Francisco Romero García, conocido como Kiko, tuvo un accidente de bici y se quedó parapléjico. Fue un duro golpe para él y, en un principio, la decepción le hizo llegar a negarse a la vida. Fue a la Isla de Pedrosa, en Santander, a un centro de enfermos de huesos y, allí, entre los amigos, volvió a retomar el deseo de vivir y, además, aprendió el oficio de relojería, en el que llegó a ser un experto. 
    Le conocí en 1968. Tenía unas cualidades muy especiales. Reunía muchos valores. Es raro encontrar a alguien que reúna tantas cualidades en una sola persona. Era un hombre honrado, leal, constante, servicial a todas las personas sin distinciones, muy inteligente, emprendedor y acogedor. Valoraba la vida y todo lo que la naturaleza le pudiese ofrecer. Se casó con una colaboradora de la fraternidad y tuvieron dos hijos, a los que les ha trasmitido sus valores.
    Fue una persona que aceptaba las situaciones que se le presentasen por duras que fuesen. Tenía mucha facilidad para asimilar los contratiempos y buscar soluciones. De hecho, si hubiese querido, podría haber sido un gran ingeniero. Le gustaba inventar cosas.
    Fue el inventor del primer andador para discapacitados. Lo preparó para él y se plegaba.  Después lo patentaron y se extendió. También se puede atribuir el haber creado los primeros adaptadores para coches. Él quería conducir, se compró un seiscientos y logró adaptar los mandos. Después, se lo hizo a alguno de los compañeros. Con el paso del tiempo, evolucionó y también llegó a más lugares.
    En 1970, los responsables nacionales de Fraternidad Cristiana de Enfermos y Minusválidos (Frater) nos visitaron para implantar una Delegación en Jaén. Quedó como primer presidente, Kiko y como primer consiliario, Bernabé Ortega, sacerdote.
    Era una época en la que los discapacitados no tenían una vida normalizada como ahora. Es más, tenían un carné en el que ponía la palabra “subnormal”. Parecía que no estaba bien visto que saliesen de sus casas y participasen en la vida social o en la educación. Las familias buscaban una institución donde poder dejarlos. Kiko corrió la voz sobre el proyecto y los discapacitados se fueron agrupando. Así surgió el primer colectivo de este tipo en la provincia.
    Trabajamos para que estas personas tuvieran una visualización en la sociedad y también por la sensibilización. Nuestras prioridades eran la educación y el acceso a un puesto de trabajo. Así comenzó todo. En los bajos del antiguo Obispado, nos cedieron unos locales, en donde se instaló la primera escuela, unos talleres de máquinas de tricotar y el centro social donde acudían a reuniones, formación y ensayos del conjunto de música. Hubo una explosión y deseo de formación y cultura. Hubo que contagiar esa mentalización a sus familiares, que no comprendían a dónde iban sus hijos. Para la formación, primero se encargaban unos seminaristas, pero después solicitamos la colaboración de Educación, que nos asignó un maestro.  También comenzamos a pedir ayuda a las instituciones, pero estas no conocían los problemas reales del discapacitado físico. Comenzamos unas semanas de mentalización. Se trabajó la persona, la familia y la sociedad.  Los que obtuvieron los primeros certificados de estudios primarios fueron colocados como celadores o telefonistas en la Seguridad Social.
    Cuando tuvimos una sede, ofrecíamos información, ayudábamos a solicitar las pensiones y todo lo que hiciese falta. Organizábamos actividades de ocio y colonias de verano, que hoy se mantienen. Kiko era incansable. Todo desembocó en la creación de la primera Federación Provincial de Disminuidos Físicos. En 1990, aproximadamente, en Frater hubo una explosión que desembocó en varias asociaciones para los disminuidos físicos, entre las que surgió la Asociación de Atención Social Siloé.
    Hemos pasado unos años preciosos.  En la residencia Siloé era las manos de los que no podían comer por sí mismos. Realizaba el mantenimiento de las sillas de ruedas, sacaba a la gente a fumar. Le gustaban muchísimo las salidas al campo, el aire libre. Fue miembro de la junta directiva de la Asociación Siloé hasta su fallecimiento.
    Siempre tenía mil ideas. Valiente, entregado a los demás y luchador. Sin duda, era un ejemplo de vida.
    Por Sor Rosalía, hija de la caridad y compañera de Kiko.

    JOSé LUIS CARABIAS ROBLES de Alcalá
    “Buen sacerdote, buena persona”

    Tuve la suerte de poder besar tus manos sacerdotales ungidas unos días antes de morir. Aquel encuentro se convirtió en nuestra despedida en esta vida. Tu cuerpo lacerado por la enfermedad se había quedado muy delgado y casi irreconocible y me emocionó profundamente verte así.
     En aquellos momentos recordé que fuiste tú quien me dio mi primera comunión recién llegado a Andújar, mis años de monaguillo junto a ti, ayudándote en el altar en las parroquias de San Miguel y San Bartolomé. Tu ascendencia alcalaína te hizo comprender a las familias como la mía, que, en los años cincuenta, llegaron a la comarca iliturgitana procedentes de Alcalá y sus aldeas.
    Aún recuerdo que cuando te referías a la Virgen de las Mercedes se te iluminaba la cara con aquella devoción que llevabas en el alma y que te inculcaron tus buenos padres, Julio y Paquita. Siempre decías que ibas a morir joven y, sin embargo, has disfrutado de la vida mucho más de lo que tú habías calculado.
     Aún recuerdo tu emoción, que siempre intentabas disimular, el día de mi ordenación en la Catedral de Jaén mientras colocabas la estola presbiteral sobre mis hombros.
    Tu ministerio sacerdotal comenzó en Bailén junto a Francisco Cavallé. Los dos revolucionasteis La Encarnación construyendo la nueva parroquia de San José obrero, ampliando el cementerio, haciendo las viviendas sociales de todo un barrio nuevo, que, gracias a la labor de la Iglesia, dio casa a mucha gente humilde y sin recursos.
    Después de tantos años de coadjutor, te estrenaste de párroco en San Bartolomé, con la que volcaste tu corazón sacerdotal en la que siempre sería “tu parroquia”. Enumerar lo que hiciste allí sería imposible, pues reformaste y adecentaste el templo con diligencia y entrega generosa. Todo esto acompañado de tu labor como profesor en Arjona, donde dabas Religión a los muchachos de la Formación Profesional.
    Hace dos años sufriste el zarpazo de la muerte de tu hermano Paco, al que enterramos a los pies de la Virgen de las Mercedes, en la Catedral Alcalaína de Consolación.
    La enfermedad comenzó a no darte tregua y tu cuerpo se iba deteriorando. Junto a ti tus hermanas Rosa, Maruja y Loly que, con Julio, eran tus cirineos y compañía, fieles hasta el final.
    Te enterramos en domingo, día de la resurrección de Cristo, paradójicamente tú que habías celebrado las exequias de tantos feligreses, no te celebraron en tu presencia la Eucaristía. Yo todos los días, cuando la celebro, no puedo dejar de recordarte ante el buen Dios que conoce cada interior y cada corazón más allá de las apariencias. Querido párroco y amigo, descansa en paz, buen sacerdote y buena persona, don José Luis.
    Por Alberto Jaime Martínez Pulido.