Hasta siempre
Agustín sánchez Montoro de Jaén
“Siempre pensó en sus mayores y en su familia”
Agustín Sánchez Montoro nació en Jaén, en el antiguo barrio del Arrabalejo, el 8 de octubre 1936. Era el menor de dos hermanos. Desgraciadamente, se quedó huérfano de madre con tan solo dos años y pasó su infancia y su adolescencia junto a su abuela, su tía y su padre, que era panadero (el abuelo Laureano). Eran tiempos muy difíciles y, por ello, empezó a trabajar muy joven. Mi padre nos contaba que, con sus primeros ahorros, se compró una buena bicicleta. Era tan magnífica que, después, la vendió a un ciclista, que llegó a participar en la “Ruta el Olivo”.
“Siempre pensó en sus mayores y en su familia”
Agustín Sánchez Montoro nació en Jaén, en el antiguo barrio del Arrabalejo, el 8 de octubre 1936. Era el menor de dos hermanos. Desgraciadamente, se quedó huérfano de madre con tan solo dos años y pasó su infancia y su adolescencia junto a su abuela, su tía y su padre, que era panadero (el abuelo Laureano). Eran tiempos muy difíciles y, por ello, empezó a trabajar muy joven. Mi padre nos contaba que, con sus primeros ahorros, se compró una buena bicicleta. Era tan magnífica que, después, la vendió a un ciclista, que llegó a participar en la “Ruta el Olivo”.
Se casó con 27 años y trabajó de mamporlista. Nosotros, sus hijos, recordamos que echaba muchas horas y, los domingos, en la época de la aceituna, trabajaba en el campo en la recolección. Era la única manera que tenía para sacarnos adelante. Tuvo ocho hijos: cinco niñas y tres niños.
La afición que tenía por el ciclismo se la contagió a sus hijos, que la mantienen viva. Tres de ellos participaron en carreras de ciclismo, en las categorías de alevines, cadetes y juveniles. Antonio, el mayor de ellos, llegó a participar en equipos de ámbito nacional, en pruebas nacionales e internacionales.
Nuestro padre los acompañaba tanto en las carreras, como en las tertulias que, cada tarde, se formaban en la calle Millán de Priego, en la conocida tienda “Deportes Líndez”. Fue un hombre que siempre pensó en sus mayores: en su padre y su tía y, cómo no, en su familia (su mujer y sus hijos). Era muy “cabezota”, cariñoso y risueño. Le encantaba contar sus historias de cuando era joven. Las relataba siempre que estábamos reunidos en familia. Como padre y como abuelo puedo destacar que era el mejor, al menos para nosotros. Siempre nos ofreció a cada uno lo que necesitábamos y, a pesar de que es complicado, al tener tantos hijos, a todos nos quería por igual. Te queremos, papá.
Por tu hija Mari Luz Sánchez y tu familia
Jaén
Manuel Jara Labella de Jaén
“Dieciocho años sin ti”
Para ti y para mí siempre serán doce más la mitad de doce, los años que hace que te fuiste; ese número que tantas alegrías te dio y que me haces recordar a diario. Seguramente no te gustaría que utilizara un medio de comunicación público para escribirte, pero me veo en la obligación de hacerlo, especialmente después de estos últimos 16 meses, en los que hemos tenido alegrías y tantas pérdidas. En ambas situaciones sé que has estado conmigo y te lo agradezco.
Sé que donde estás, desde hace poco, te encuentras mejor acompañado con dos ángeles más como tú: Manolo y Carmen (tus consuegros), con los cuales estarás compartiendo todo lo que nos está ocurriendo por aquí. Vuestros nietos os recuerdan, sobre todo a ti, al que no llegaron a conocer, aunque yo me encargué de que sepan quién eras. Sobre todo Jesús (un poco tuyo y un poco mío) cuando me pregunta que si fumabas, y me dice, todas las noches que rezamos por ti, que no fume.
Cada día que pasa me asombra más, que aunque Jesús Jara me llamo, la gente tenga ese brillo especial cuando digo de quién soy hijo y lo que se te admiraba, lo que hace que me sienta aún más orgulloso. Pero, ante todo, mi mayor alegría es que me digan cuánto me parezco a ti; porque, aunque a las personas hay que adularlas o corregirlas en vida, yo no tuve tiempo de agradecerte todo lo que hiciste por mí, cuando parecía todo perdido. Todo lo que soy, lo que tengo, cómo lo transmito te lo debo a ti.
Eres mi espejo en cuanto a valores y virtudes; supongo que también en defectos. Es tanta la gente que me habla de ti que no podría nombrarlos a todos, pero, últimamente, me ha emocionado el testimonio de gente como Ginés, Isa Delgado y Manolo Ortega, compañeros y discípulos tuyos; que, a pesar del rápido transcurrir del tiempo, te siguen teniendo presente como el primer día; como ejemplo de entrega a los demás, de sacrificio, con tus ganas de anteponer las necesidades de los otros antes que las tuyas; en resumen, de toda una vida de servicio a la comunidad (27 años en colegio Santo Domingo y 19 en el instituto de Enseñanza Secundaria Virgen del Carmen).
Como bien sabes, sigo tus pasos en la docencia a un nivel algo más discreto (sobre todo por los pocos años que llevo), pero el reconocimiento que hice de ti, delante de todos mis alumnos de la XXX promoción de enfermeros en la Universidad de Jaén, con tu buen amigo Manolo Anguita presente, fue lo más bonito que, como homenaje a mi mentor, a ti papá, me ha podido pasar en la vida. En ese momento te sentí presente como si estuvieras en la primera fila, con tu nuera Elisa (mi guía), y con mamá (tu Susi, la que tanto ha luchado porque todos tus hijos hayamos tenido de todo y más, de los que nos ha hecho falta).
Un beso muy grande papá y que sigas a nuestro lado y al de tus nietos, que pronto serán cinco.
Por Jesús Alberto Jara Arias
Jaén
Dolores Carrasco Montoro de Jaén
“Tu energía y tu luz nos acompañarán”
Sentimientos: Cuando queremos hablar de un ser querido que ya no está entre nosotros en su forma física, no encontramos las palabras necesarias para describirlo. Aunque han transcurrido cuatro meses y medio desde que no estás entre nosotros, todavía nos cuesta aceptar tu pérdida. Pero el tiempo nos indica que su marcha es una realidad a la que debemos hacer frente de la mejor manera posible. Creemos que lo mejor es recordarte, mamá, como realmente eras y lo que significaste y sigues significando en nuestras vidas. Te recordamos como una mujer llena de energía, infatigable y con una gran ilusión en todo lo que te proponías hacer. Tu ser estaba impregnado de dones para relacionarte con la gente. Ayudabas a todos los que te necesitaban de forma desinteresada y sin pedir nada a cambio. Dabas amor y también lo recibías. Hacías amistades allí donde fueses, ya que, por tu carácter tan agradable y abierto era muy sencillo, era una cualidad innata en ti.
Recordamos tu espontaneidad, tu sencillez, la gracia y el salero con los que afrontabas los problemas de tu vida. Transmitías alegría y optimismo a todos los que estábamos a tu alrededor. Gracias a ti, aprendimos valores muy importantes que perdurarán en nosotros para siempre.
Nuestra madre fue modista de profesión desde que tenía nueve años. Empezó a coser en el taller de Soledad y se convirtió en una profesional de la costura. Con dieciocho años realizó el vestido de novia para sus hermanas. Eran ocho hermanos de los que vivieron cinco y la menor estaba afectada de una minusvalía psíquica, que la hacía totalmente dependiente. Por ello, al morir sus padres muy jóvenes, Juana y Joaquín —por los que sentía un gran amor—, los hermanos tuvieron que hacerse cargo del cuidado de Josefina. Con ella, nuestra madre “saboreó la paz”, a través de la sensación de plenitud en su existencia.
Tuvo la suerte de conocer a un buen hombre, Francisco, que aceptó compartir su vida con la responsabilidad de entrega y de dedicación que tenía Dolores hacia su hermana Josefina. Así, formó su familia y tuvieron cuatro hijos. Dolores continuó con su profesión de modista, por eso, sus hijos la recordamos siempre entre sus “trapos”, sus tijeras, su dedal, su mandil y el sonido del pedaleo de la máquina de coser que la acompañó toda la vida.
Mamá, queremos darte las gracias por tu intuición, tu humildad, tu energía en forma de amor. Siempre has actuado según tu conciencia. Has sido una buena hermana, buena amiga, buena esposa, buena abuela, buena madre y te damos las gracias por ello. Fuiste muy feliz con tu esposo, al que siempre estuviste muy unida y compenetrada, rodeados ambos del calor de vuestros hijos y nietos, por los que sentís una especial devoción. Estarás siempre en nuestro corazón y te recordaremos todos los días. Tu energía y tu luz nos acompañarán siempre.
Por tus hijos Joaquín, Inés, Loli y Paco Prieto Carrasco y tus nietos.
Jaén
Alfredo Benavente Lendínez de Cazorla
“Supo infundir su pasión por los paisajes cazorleños”
Se ha ido con la misma prudencia y educación con la que vivió. El profesor Alfredo Benavente Lendínez, cazorleño de adopción y con calle propia en el municipio que tanto amó. Que no todo el mundo puede decir que una calle de Cazorla lleva su nombre. Merecido reconocimiento a una dilatada vida entusiasta de la fotografía, el mundo de la radio y la enseñanza en el instituto de este municipio.
Supo infundir su pasión por la fotografía y los paisajes a sus tres hijos varones: Alfredo, Juan y Manuel. Herederos todos de parte de su sensibilidad. Pero, sobre todo, Alfredo, que encaminó sus pasos profesionales hacia el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, donde ha sabido desarrollar su importante y científica labor en torno al mundo de la botánica. Como también sus grandes dotes de observador le han hecho uno de los más expertos conocedores del clima de este entorno. Juan ligó su pasión por la naturaleza hacia otras lides; policía local de profesión, está también al frente de una empresa de multiaventura en el Parque. Y Manuel se dejó llevar por su otra afición, la de la electrónica.
Alfredo dijo adiós la mañana de 11 de abril de 2011. La callada muerte vino a visitarle de improviso. Sin ruido, sin dolor… Sencillamente, se dejó llevar mientras estaba en brazos de Morfeo. Sin despedidas, pero sí con un multitudinario adiós de quienes no olvidan al viejo profesor, que en los últimos días de su vida seguía realizando sus habituales paseos hasta la hora de comer, parando, de cuando en cuando, para que su cansado cuerpo recuperase fuerzas.
En la marcha postrera deja un gran vacío entre sus familiares y amigos, y en ese callejón de Chimé donde residía con su esposa no volverán a sonar los viejos discos de vinilo con sonidos y preferencias de sus épocas doradas que a veces solía escuchar con deleite.
Cazorla, agradecida, dice hasta la vista a su viejo profesor.
Sus seres queridos destacan algunos apuntes de su dilatada vida. Alfredo nació el 9 junio de 1924 en Lumbrales, Salamanca. Era hijo de Alfredo y Caridad, el segundo de cuatro hermanos.
Por motivos de salud (una enfermedad de pulmón), trasladaron a su padre (jefe de Telégrafos) a Cádiz, en 1933. Allí permaneció tres años. En esta ciudad cursó los primeros años de bachiller. Los mismos motivos de salud le llevaron a Jódar, donde a la familia les sorprende el golpe militar y la Guerra Civil. En 1937 se traslada a Peal de Becerro, donde vive con su familia hasta 1939.
En el periodo de estancia en Cádiz, le regalaron su primera cámara fotográfica, una Kodak de la época que hizo crecer su interés y entusiasmo por el arte de la fotografía. Desde Peal la familia viaja a Jaén, donde vive un año en la capital, hasta que en enero de 1940 su padre es destinado a Cazorla, ya que la oficina de telégrafos local no contaba con un operario jefe y le recomendaron, por su delicada salud, un lugar de sierra. Este se convertiría en su destino definitivo. Instalada ya la familia en Cazorla, Alfredo contaba con 16 años y conoció a Eduardo Henares y Luis Cano, grandes aficionados a la fotografía, con los que se introduce en este arte. Invirtió muchas horas aprendiendo de los consejos de estos dos grandes fotógrafos, esta amista perduró muchos años. Ingresó, junto a sus hermanos, en el Seminario de Toledo, donde cursó estudios de Latín y Griego. Estuvo en esta institución dos años y compartió el tiempo de estudio con el de ayudante de un sacerdote aficionado a la fotografía del que también obtuvo conocimientos. Su afición por este arte copaba ya gran parte de su tiempo. Tanto era su entusiasmo que, cuando trasladaron al sacerdote fotógrafo, se dio de baja en el Seminario y puso fin a su vocación sacerdotal.
Vuelve a Jaén, concretamente a Linares, donde cursa dos años más de bachiller. En este tiempo montó un laboratorio en las cámaras de la residencia donde vivía. Paralelamente, realiza un curso de radio técnico por correspondencia. En el 1945 marchó al servicio militar. Allí le llegó la noticia de la muerte de su padre, en enero. Su madre fijó su residencia en La Iruela, de donde ya no se moverá. Tras la mili, se estableció un año en Madrid como montador de aparatos de radio. Sin embargo, no le gustaba el trasiego de la capital y volvió a Cazorla, en 1948, para seguir con su trabajo de técnico de radio. Instaló su taller en los pisos superiores del edificio de la sindical. En junio de este año, montó Radio Cazorla, emisora que funcionará muchos años y llegó a oírse en Holanda. Montando aparatos de radio, pasa nueve años. Tras su primera ubicación, pasa posteriormente a la esquina de La Corredera (donde estaba César “el barbero”) y, definitivamente, en la tienda junto al hotel (hoy de recuerdos y fotografía Sanantonio), asociado con los hermanos Ramos.
Durante estos años vivió en La Iruela y trabajó en Cazorla, lo que hizo del antiguo camino empedrado que comunica a los dos pueblos su recorrido cotidiano. Llegó a recorrerlo en numerosos días cuatro veces, excelente método para evitar el sobrepeso del que tanto se habla hoy en día. Dentro de su trabajo formó una sociedad comercial con Valentín Gallardo, funcionario de Patrimonio Forestal encargado de las líneas telefónicas entre las casetas forestales. Tenía como objetivo, esta sociedad, la venta de aparatos de radio a los numerosos cortijos y casetas que poblaban la sierra. Aparatos a los que les adaptaba una fuente de alimentación a base de pilas de teléfonos de gran capacidad, con lo cual hacía posible que, en los lugares recónditos de la Sierra donde no existía la corriente eléctrica, se pudiera escuchar las emisoras más potentes de la época. En este tiempo adquirió un buen conocimiento de la sierra y de sus paisajes, que plasmó en muchas de sus fotografías.
En septiembre de 1953, contrajo matrimonio con Rosario Navarro Díaz y situó su residencia en Cazorla. Cuatro años después, en 1957, tomó plaza de profesor de Electricidad, en el recién inaugurado Instituto de Bachiller, donde impartió clase durante 32 años. En este tiempo desarrolló su faceta de fotógrafo y logró sus mejores imágenes, culminando con el Primer Premio Nacional de Castillos de España, en 1962. Fueron numerosas las colaboraciones con el anuario y los concursos de carácter local que le otorgaron el primer premio. También aportó sus fotografías a la primera guía de las Sierras de Cazorla y Segura, “El Coto Nacional de Cazorla” de Rueda Casinello.
Al dejar de funcionar Radio Cazorla en AM, a mediados de los años 60, con parte de sus aparatos monta una emisora en la sacristía de la iglesia de San Francisco, para radiar las novenas del Cristo del Consuelo.
En el Instituto de Cazorla puso en marcha un laboratorio fotográfico, y compaginaba sus clases con las de fotografía. Tras jubilarse, continuó varios años con sus clases de fotografía, ya de forma altruista. Solo la incapacidad de la edad terminó con su actividad fotográfica. De él nos quedan su legado de imágenes de Cazorla y su sierra a través del tiempo.
Por María José Bayona y su familia
Cazorla
Pedro Pérez Castellano de Jaén
Carta a mi querido primo
No voy a empezar diciendo lo buen padre, esposo e hijo que has sido, voy a empezar diciendo “la putada que nos has hecho con tu marcha” y la alegría con la que te habrán recibido todos los que te esperaban. ¡Qué revolución habrás formado! Me imagino a tus padres y, sobre todo, a tu hermano. Ojalá hubiera podido ver sus caras cuando te vieron llegar. Ahora estarás contándole todo lo que ellos se perdieron con su marcha, les contarás los nietos y los sobrinos tan maravillosos que tienen y cómo está todo por aquí abajo. Con tu hermano tendrás para rato contándole cómo está la política. En fin, primo, los que estamos aquí nos conformaremos con tu recuerdo que es grande, tu bondad y tu ternura que era infinita y el grandísimo corazón que repartiste con tanta gente a la que querías y a los que diste apoyo, compresión, cariño y muchísimos momentos llenos de risas. ¿Cómo tenías para tantos cuando tu también sufrías? Repartías y repartías, pero nunca pensabas en ti. Qué generoso fuiste y qué buena gente.
Bueno, Pedro, ya sabes cuál era el mejor día del año, aquel en el que toda la familia nos juntábamos. Ahora tu ausencia será infinita y, aunque ese día tú ya no estés, haremos lo posible, junto con el resto de la familia, para que tu mujer, Ana, tus hijos, los míos y nuestra antitriona, la tita Blasa, pasemos ese rato juntos y yo recordaré cómo todos los años bromeabas diciendo quién sería el heredero del cuadro de la Santa Cena del salón, aunque esta vez, querido amigo, me la has jugado y, al final, el cuadro me lo has colgado a mí. No sabes cuánto te quiero. Gracias por todo y gracias por esa familia maravillosa que son tu mujer Ana, tu hija Ana y tus hijos Nono y Kiko que se quedan con nosotros. Besos de tu prima.
Por Mayte Pérez Madrid
Jaén