Hasta siempre

José Pastor Caro de Linares
“Uno de los grandes de la fotografía informativa”

Pastor nos ha dejado deprisa, un poco de puntillas, sin ruido. Vivió 91 años con intensidad, con pasión y a su aire. Siempre me pareció que disfrutaba de un coeficiente de libertad personal que solo está al alcance de gente especial. Ha quedado pendiente la entrega de su vieja Rollei, que él quería dejar en la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), como testimonio de su trabajo. Lo fuimos dejando para dar solemnidad al acto y se nos ha pasado el tiempo.

    06 mar 2011 / 10:28 H.

    Me tranquiliza que le dimos nuestro premio en vida, y que nos honró exponiendo su obra monumental en nuestra sede y con los Reyes como protagonistas. El Rey lo pasaba bien con Pepe, se contaban sus cosas de fotógrafos. Pepe era respetuoso pero cómplice de Don Juan Carlos. Y recuerdo un día que la Reina me preguntó: “¿Pero es Pastor? ¿Sigue trabajando?”.
    Pastor es mucho en el periodismo español. Hace un año, comíamos en nuestra casa, con otros socios veteranos, y Pastor y Mendo rivalizaron recordando la cobertura de la Guerra de Ifni, en los 50, cuando Carlos empezaba en el periodismo y Pepe acumulaba un par de vidas: la de aviador de la República, formado en Rusia, donde vio mucho y sacó conclusiones y la de fotógrafo de “Arriba”, donde siguió viendo y sacando conclusiones.
    Pastor fue fotógrafo con los grandes reporteros y entrevistadores de su época, con Ruano, con Pedro Rodríguez, con García Serrano, con Aguinaga...
    Pastor iba a su aire, disciplinado y socarrón, con reserva de sus propias opiniones, pero sin ocultarlas. Retrató a Franco, algunas fotos son un poema, una crónica en sí mismas, a Cela y a Dalí, en plena función. Retrató el día y la noche, casi todo lo que se ponía por delante que podía ser interesante.
    Repasar el catálogo de su exposición en la APM es como repasar la historia de España en los últimos 70 años. No hace mucho le contaba a José María Lorente que había subido a Navacerrada en moto, a los 90, o sus ratos con los monjes del Paular. A Pastor le gustaba la naturaleza y la libertad y se protegía del mundo con su máquina de fotos, que actuaba como escudo y prolongación de su mirada.
    Con Pastor se nos va uno de los grandes, uno de los últimos testigos de un periodismo esforzado y más auténtico que el actual. Gracias, Pepe, por tu vida y por tu cariño; te conocí tarde, pero ha sido un privilegio. Se nos han quedado muchas historias por compartir. Recientemente, me dijo: “Presidente, tú trabajas mucho, yo te leo y te sigo”. Me dio la impresión de que, desde la distancia de la experiencia, me estaba diciendo algo que no llegaba a entender. Ya me explicarás cuando nos volvamos a encontrar.
    (Texto extraído de la página web de la Asociación de la Prensa de Madrid)
    Por Fernando González Urbaneja, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid.



    Antonio Alba López de Alcalá la Real
    Un hombre lleno de ilusión y comprometido

    Con Antonio Alba compartí, durante mi infancia, colegio en las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, buenos ratos en sus diversos establecimientos comerciales y algunas tertulias cuando gustaba de acudir a visitar a sus compañeros de hostelería en sus horas de asueto. También fue un hombre de transición, que militó en las Juventudes Socialistas en los primeros años de la llegada de la democracia.
    Siempre lo vi como un hombre inquieto, lleno de ilusión y comprometido con lo que hoy día se denomina la excelencia de ofrecer un servicio al público de Alcalá la Real. Tampoco podré olvidar su pasado en la emigración, como muchos alcalaínos que iniciaron la diáspora en los años setenta del siglo pasado.
    Por otro lado, siempre alabé sus buenos augurios y el buen desarrollo del que gozó en cada uno de los establecimientos que regentaba o compartía con otros compañeros hosteleros.
    Pero Antonio jugó un gran papel en nuestra ciudad. Después de lo que se ha escrito hasta ahora sobre su persona, no me gustaría que se pasaran por alto unos momentos que fueron esenciales y fundamentales para la intrahistoria del pueblo de Alcalá la Real. Me refiero al último trienio de los años ochenta del siglo pasado, cuando Alcalá, sumergida en un gran subdesarrollo en el terreno de los servicios, se veía muchas veces paralizada porque no tenía el agua continua en las casas. Fueron momentos en los que el pueblo compartió con sus autoridades esa intuición especial que significa echarse hacia adelante para abrir las puertas del futuro. Y, en esta intuición, Antonio se puso a la cabeza de un grupo de alcalaínos que encabezaron la Comisión del Agua con el fin de que se hiciera realidad una reivindicación histórica de la gente de Alcalá la Real.
    Recuerdo gratamente muchos momentos en los que compartimos vivencias y frustraciones, esfuerzos y trabajos. Pretendíamos alcanzar los mismos objetivos, pero los procedimientos eran diferentes en algunos momentos, aunque, al final, nos compenetramos todos. Y recuerdo esas palabras de Oscar Wilde, que nos unían a todos —Corporación, pueblo de Alcalá, mundo laboral y empresarial—: “El hombre puede creer lo imposible; pero nunca lo improbable”. Y, en esa lucha que se intuía en el ambiente, Antonio y otros compañeros dejaron sus trabajos, sus empresas, su familia y abandonaron sus hogares para entregarlo todo a favor de una causa justa.
    Lo imposible fue la meta que todos nos habíamos propuesto y todos rememorábamos, en los años posteriores, que había valido la pena tanto esfuerzo y aquella tensión desbaratada de la noche de la salida del encierro en los salones del Ayuntamiento. En las efemérides, se homenajean hechos históricos nacionales y me parece muy bien que el recuerdo del pasado sirva de enseñanza del presente.
    Pero en la historia local, la gran olvidada y la de las conquistas del entorno inmediato, por lo menos, para mi humilde persona, siempre quedará un rincón para reconocer en ti todas las horas que compartimos con inquietudes saciadas, todas las ilusiones que colmamos al conseguir un servicio que no ha fallado desde los años ochenta hasta la actualidad.
    Cuando paseo por el antiguo solar de la Nueva Orujera y me asomo por las ventanas del restaurante abandonado, parece que te estoy viendo y converso contigo, y me vienen estas palabras del escritor irlandés: “Todo el mundo es capaz de simpatizar con las penalidades de un amigo, pero jamás para simpatizar con los éxitos de un amigo se requiere una delicadísima naturaleza”.
    Por Francisco Martín.

    Antonio Díaz Jódar de Baños de la Encina
    “Nunca tuvo un mal gesto con los que lo rodeaban”

    Se nos ha ido cuando creíamos que su recuperación era un hecho y, tras una batalla larga y dura... Pero la guerra de esta vida produce estos efectos insalvables. Había vuelto a sonreír, su Cannon volvía a devorar, ya no carretes de negativos, sino bites, megabites y gigas de memoria, almacenando y dando testimonio gráfico de cuanto le rodeaba.
    Siempre afable, siempre sonriente, aunque reconociese que su afán por grabarlo todo en su máquina, a veces, resultase indiscreto. Nunca un mal gesto y siempre dispuesto a acudir a cuantos actos y sucesos que han ocurrido en Jaén en los últimos años y, en especial, en los ambientes jurídicos y militares.
    Nos deja todo un archivo de historia fotográfica de los últimos años de Jaén, de los actos de la Guardia Civil y de nuestro Colegio de Abogados y los ámbitos de la justicia jiennense. Su testimonio. Será necesario recurrir a él cuando queramos recordar los tiempos pasados. Siempre estaba ahí Díaz.
    A quien de su familia disponga de ese riquísimo archivo, le animamos a que resuma una selección de sus testimonios más significativos y le ofrecemos la sala de exposiciones del Colegio de Abogados para exponer a Jaén el ingente trabajo realizado por Antonio, a lo largo de su vida, en el mundo de la fotografía.
    Desde el recuerdo más cariñoso, desde la nostalgia al sentir su ausencia, desde el abrazo a su familia, a la que tanto quiso y tanto le quiere, el Colegio de Abogados le rinde el homenaje de este recuerdo afectuoso.
    (Texto extraído del número 24 de la revista Bajo Estrados).
    Por Agustín Quílez, vocal segundo de la junta de gobierno.






    Bernardo Martínez Alcalá de Lopera
    “Fue muy querido y respetado en el pueblo”

    El próximo día 23 de marzo se cumplirá el tercer aniversario de la muerte del loperano Bernardo Martínez Alcalá, y no pasa ni un solo día sin que sea recordado por sus familiares y amigos, pues, ante todo, era una buena persona. Se caracterizaba por tener un carácter trabajador y emprendedor y, además, se desvivía por el bienestar de su familia. Bernardo Martínez Alcalá fue el más pequeño de dos hermanos (Manuel y él mismo) y sus padres fueron Manuel Martínez Rojas y Ana Alcalá López. Los tres años que duró la Guerra Civil española los pasó con su familia en la Imora de Jaén. En 1956, se casó con la mujer de su vida, Josefa Hidalgo Clemente, y fruto de su matrimonio nacieron seis hijos: Ana, Manuel, Paqui, Luis, Mati y Mari Jose.
    Después de realizar los estudios primarios en el Colegio Francisco Giner de los Ríos, la familia Martínez Alcalá se trasladó a vivir al cortijo de Vilches, donde Bernardo comenzó a trabajar en las tareas del campo. Posteriormente, también se ganó el sueldo como mulero en el cortijo de los Morrones, que era propiedad de Antonio Navarro. Después de casarse, empezó a trabajar, esta vez, llevando los olivos de Miguel Casado Antelo “El Barberito” y, también, en el año 1967, inició su actividad como hostelero en el bar del Cine Colón de verano, de los hermanos Elisa y Julián Alcalá. Dos años más tarde. abrió el famoso bar del Hogar Juvenil, un lugar por el que pasó, prácticamente, todo el pueblo de Lopera, ya que tenía acceso al campo de fútbol. De allí, se hicieron famosos los flamenquines y los caracoles, que, a diario, Bernardo se desplazaba en su moto hasta el Mercado de Abastos de Andújar para comprarlos con el único objetivo de fueran frescos. Además, su esposa Josefa los preparaba como nadie. Durante algunos años, también regentó el bar del Hogar del Pensionista, establecimiento en el que se jubiló.
    Una vez jubilado, Bernardo Martínez Alcalá no se quedó quieto y se dedicó a llevar y a cuidar sus olivos en los Pagos de Monteviejo, la Canaleja, Caminillo Alto, Cucarrete y la Viña Morente. Entre sus aficiones, le gustaban mucho los toros, la caza de perdiz con reclamo, dedicarle tiempo a los animales que tenía en su corral —gallinas, conejos, pájaros de todas clases, etcétera— y, sobre todo, acudir a diario a su huerto, ubicado en la calle Sor Ángela de la Cruz, donde cultivaba patatas, lechugas, coliflor que luego las repartía entre su familia y amigos.
    Le apasionaba ir todos los domingos a misa y, después, charlar con sus amigos mientras tomaban el vino. Entre ellos, estaban el cura Martín Santiago Fernández, el médico Manuel González, Rafalito Muñoz, Eufrasio Barberán, Pascual Coca y muchos más.
    Fue devoto y hermano de la Hermandad de San Isidro Labrador y fiel de la Morenita, por lo que, siempre que podía, le hacía una visita al Santuario de Sierra Morena.
    Fue un gran colaborador del cronista oficial en la recuperación de la historia y las tradiciones de Lopera. No tenía nada suyo. Todo lo compartía y les enseñó a sus hijos el tratar a todas las personas con el mismo respeto. Conoció en vida a nueve nietos —Bernardo, Mari Beni, Nicolás, Ana Belén, María José, Pedro José, María Ángeles, Luis y Mario—  y dos biznietos —Kiara y Ariadna—  con los que le gustaba jugar y pasar buenos ratos. Fue un hombre muy querido y respetado en el pueblo, amigo de sus amigos. Sus restos reposan, como él quería, en su querida Lopera. Su persona siempre estará presente como un grato recuerdo en los corazones de los suyos.
    Por José Luis Pantoja.

    Domingo Cuevas Mata de Jaén
    “El gran profesor, un profesor de la vida”

    En nuestra vida siempre vamos conociendo a personas; con unas, mantenemos un contacto, tal vez, intenso en un momento dado por circunstancias laborales, por coincidir aficiones, por necesidades comunes o distintos motivos personales o sociales. Pero siempre ocurre, especialmente cuando las personas hemos celebrado numerosos cumpleaños, que conocemos personas que se convierten en un referente, en una pequeña luz que brilla entre tanta oscuridad, que son un ejemplo a seguir en muchos momentos de la vida. Esto ocurre con Domingo Cuevas Mata y, digo bien, “ocurre”; pues, hace algún tiempo, Domingo tuvo que poner rumbo a la eternidad —el 18 de septiembre de 2009— con prácticamente solo medio siglo de paso por este mundo. Pero aquellas personas a las que Dios nos dio la suerte de conocerlo no queremos que se olvide tu paso por la Tierra. Así, aquellos que creemos que la persona es algo más que cuerpo físico, sabemos que tu alma anda entre nosotros, ya que eres referente y ayuda para decidir en momentos dados.
    El pasado mes de enero, en tu último lugar de trabajo —el colegio Ruiz Jiménez de Jaén— se pudo llevar a cabo una ilusión que tú querías haberla visto hecha realidad: el aprovechamiento de un terreno del colegio para la realización de un jardín didáctico. Lugar donde se dirijan los niños para aprender los procesos naturales de las plantas desde el respeto y el cariño. Pues esas dos cualidades son las que tú pones en práctica en todo lo que haces. Así, no hubo ninguna duda y a toda la comunidad educativa del “Ruiz Jiménez” le pareció bien que el espacio se denomine Jardín Didáctico “Profesor Domingo Cuevas Mata”. Desde el cielo, pues para personas como tú no puede existir otro lugar, nos miras con sonrisa cariñosa y conciliadora ante las situaciones de esta vida. Así, desde la Tierra, queremos recordarte cada día como el gran profesor, un profesor de la vida.

    Por Manuel Carrillo Quirós, profesor del CEIP Ruiz Jiménez y amigo de la familia Cuevas Mata.