Hasta siempre

Antonia Torres Moreno de Ibros
Siempre se caracterizó por ser una gran señora

Hemos tenido la desgracia de perder a una gran señora. Antonia Torres Moreno fue una buena hija, buena hermana, buena madre, fiel compañera de un hombre bueno, buena sobrina, buena tía, buena vecina y buena amiga entre tantas cualidades.

    04 abr 2010 / 10:06 H.

    Todo lo que emanaba de ella era bueno. Supo vivir como se fue de puntillas, para no hacer ruido, para no molestar. Siempre, con toda la sencillez de las personas verdaderamente importantes.
    Antonia Torres Moreno supo transmitir a sus hijos ese espíritu de generosidad sin medida. Ese saber estar que no se aprende ni en academias ni en universidades. Simplemente, se lleva al nacer como un verdadero astro con luz propia que iluminaba a todo aquel que tenía la suerte de estar a su lado. Nos has dejado un listón de buen hacer y muy difícil de poder superarlo para nosotros: tus hijos, nietos y todos los que hemos tenido la suerte de conocerte, que, además, te lloramos desconsoladamente.
    Estamos huérfanos de tu cariño, no sólo los tuyos, sino, también, los ajenos, a los que considerabas tuyos. Antonia Torres Moreno, fuiste una mujer incansable en las múltiples actividades que has realizado.
    Sabemos respetar tus creencias religiosas. Por eso, tu querida Virgen de los Remedios te ha tenido que abrir de par en par las puertas del cielo sin pedirte documento de identidad alguno. Siempre te llevaremos en nuestros corazones.
    Por tu sobrino Juan Moreno Palomares.

    Rafael Afán de Ribera y Benito Padilla Bailón de Alcalá la Real
    Dos nombres que recogen la esencia alcalaína
    Hay dos barrios alcalaínos que ofrecen una similitud en su paisaje y sus gentes. Son los zonas de San Juan y de La Tejuela. El primero parece como si se cobijara en las faldas rocosas de La Mota y acariciara las cuevas rocosas del Arrabal. El segundo se “resguarda” en el templo de Consolación y bebe del agua fresca de los manantiales del cerro de los Llanos. Ambos se contraponen y se complementan. Uno fue un mundo de campesinos, labriegos y jornaleros del campo, y otro atrajo a los viajeros, artesanos de oficios varios, y comerciantes. En el primero vivió Benito Padilla y, en el segundo, Rafael Afán de Ribera. Paisaje y hombre se integran en la medialuna del valle del Llanillo.
    RAFAEL AFÁN DE RIBERA
    Rafael Afán es el antagonista de Benito Padilla. Era un hombre inquieto, que engendra el alma alcalaína, con lo que significa la palabra exento de libertad en los alcalaínos. Frente al albañil, como hombre artesano, era polifacético, emprendedor, de familia numerosa y artística a la que Rafael abría los cauces de la libertad para su desarrollo profesional. Caballero se erguía en su casa de la calle Rosa y, desde su atalaya de las antiguas atarazanas de Alcalá la Real, contemplaba la ciudad a sus pies y disfrutaba de sus esfuerzos por embellecer aquel rincón, mientras que preparaba la jubilación que se le venía encima.
    Sin embargo, la impaciente muerte le cortó disfrutar las tardes de cielos crepusculares alcalaínos, y quebró repentinamente el iris de los ojos de su esposa e hijos. La ruta de Granada quedó muda al no pisarla su vehículo tras su óbito innecesario, pero fatídico. Ya no te daré más bromas, como cuando venías a colaborar con tu hija en el asesoramiento comercial, al barrio de la Huerta de Capuchinos. Siempre recordaré que me ofrecías enseñarme esa imagen que te había cautivado. Cuando acudía, antes de tu muerte, por el Juego Pelota, siempre te encontraba conversando. Si subía a la Crus de Mari Rosa y del Ecce-Homo, no me faltaban tu amabilidad, tu hospitalidad y tu buen humor que impregnaban un alma buena con un corazón grande.
    BENITO PADILLA BAILÓN
    Benito fue el prototipo del paciente alcalaíno, que controlaba todos los momentos de su vida. Marcaba las horas al saber compartir y fijar los límites de cada actividad. Tenía su momento para los amigos y el paseo por los caminos de Vinuesa o el Parque de los Álamos, su rato para sus vecinos y el recuerdo nostálgico de sus antecesores. Ofrecía una sonrisa oronda para la adversidad, a la que conoció cuando se vio despedido de aquella cooperativa que consideraban fingidamente una empresa de todos. Se asomaba a las fiestas tradicionales de los brazos de su esposa y bebía el caldo justo de Alcalá con una catadura perfecta. Sus manos te enroscaban con su grosor para darte muestras de su efusión amistosa. No olvidaba una oración a su manera al Cristo de su barrio. Se reía con los chascarrillos de los albañiles, las ocurrencias de sus vecinas y los tropezones de los cabezones.
    Benito fue un hombre normal, un albañil de los antiguos suelos enyesados, del cáñamo de los tejados y de los primeros momentos a la apertura especialista del mundo de la construcción. Sintió como ninguno y melló su espíritu la muerte de su esposa, le estaba esperando y se fue con ella. En la calle, resuenan todavía sus recias pisadas en el atardecer cuando subía por la calle Abad Palomino.

    Por Francisco Marín.


    José Castillo Aranda de Andújar
    Puso en marcha un taller de aeromodelismo

    Hace poco falleció José Castillo Aranda, un buen amigo mío de siempre, con el que mantenía un estrecho contacto. Aunque su familia procedía de Andújar, con tan sólo 18 años, él se vino a Linares para estudiar en lo que por entonces se conocía como capataz de minas.
    Cuando se enteró que Metalurgia Santa Ana —actual Santana Motor— entró en funcionamiento, José Castillo Aranda solicitó un empleo, algo que, finalmente, obtuvo y en el que desempeñó su labor hasta que se jubiló.
    Es una actividad que compaginó con el departamento social, a través del que mantenía un contacto muy cercano con los trabajadores de la factoría. En esa misma época, también participó como monitor en los campamentos de niños que organizaba la Falange Española.
    Pero una de las actividades por las que más se le conoció fue por la creación de un taller de aeromodelismo que puso en marcha, impulsó durante bastantes años y que, también, supuso un aliciente importante para la juventud de la época, que apenas contaba con otros entretenimientos en la ciudad.
    Finalmente, las instalaciones cerraron por falta de subvenciones, por lo que José Castillo no se sintió valorado. En su opinión, la escuela tenía mucho más valor que el que se le daba en la ciudad. Aun así, en su hogar mantuvo un pequeño taller para los amigos y las personas que conocía. Hace un año, José Castillo recibió un sentido homenaje a su trayectoria y buen hacer en la ciudad minera.
    En la imagen, José Castillo Aranda se encuentra con uno de sus alumnos, premiado en una competición realizada del ámbito nacional.
    Por Alfonso Bravo.

    Elena Sampedro de Linares
    Buena, humilde y cariñosa
    El 18 de marzo
    de este año 2010
    Día triste de un amigo
    ¡Dios se llevó a su mujer!

    Mujer buena y cariñosa,
    mujer humilde y sencilla
    mujer que fue extraordinaria
    ¡puede que una “maravilla”!

    Era despierta y alegre,
    inteligente, estudiosa,
    trabajadora, incansable
    ¡debe estar muy orgullosa!

    Todo era muy normal
    junto a mi amigo Mateo
    a su alrededor “giraba”
    ¡felicidad y progreso!

    Pero la vida es “ingrata”.
    La enfermedad no respeta
    el Parkinson la “atenaza”
    ¡y ya nunca más la suelta!

    He estado cerca de ellos
    con mi afecto y mi respeto
    pero Dios es el que manda
    ¡y es él quien la fecha ha puesto!

    Mi admiración a Mateo
    que con “mimo” cuida de ella
    nada se ha podido hacer
    ¡se le ha acabado la cuenta!

    Dios le ha dado un “privilegio”
    pues le tiene reservado
    un “rinconcito” en el cielo
    ¡y estará siempre a su lado!

    Por tu bondad y cariño
    por tus virtudes “innatas”
    eres de las “elegidas”
    ¡y por Dios, “seleccionada”!

    Seguirás siendo feliz
    ahora, ya, en la “eternidad”
    porque te lo has “merecido”
    ¡y con Dios siempre estarás!

    Para Mateo no has muerto.
    Su corazón está herido,
    todo lo sacrificó
    ¡porque te lo has merecido!

    Una persona se muere
    si al olvido la “mandamos”
    para nosotros no has muerto.
    ¡Porque nunca te olvidamos!

    Que Dios te tenga en la “gloria”
    y que acoja en su “seno”
    porque vas al “paraíso”
    ¡en el reino de los cielos!

    Anoche miraba el “cielo”
    y vi pasar una “estrella”
    era “pequeña y brillante”
    ¡verla merece la pena!

    Simulaba una “carroza”
    con adornos de oro y plata
    la llevan “caballos blancos”
    ¡que los “ángeles guiaban”!

    En silencio yo advertí
    una “alma” blanca, ¡muy blanca!
    Era de la buena Elena
    ¡que al cielo se la llevaban!

    A las estrellas del cielo
    Dios las tiene “bautizadas”
    Elena puso a una de ellas
    ¡que es de las más destacadas!

    Reflexionando pensé
    que lo había merecido
    Dios siempre premia a los buenos
    ¡y el cielo te ha “concedido”!

    Descansa en paz y tranquila
    nosotros aquí quedamos
    siempre te recordaremos
    ¡y “orgullosos” de ti estamos!

    Aunque no te conocí
    con afecto te admiraba.
    Mateo, tu buen marido
    ¡casi todo me contaba!

    Mateo te quiso mucho
    y mucho más te “mimaba”
    “renunció” a todo por ti
    ¡y él era quien te cuidaba!
    Analizaba tus gestos
    tu “sonrisa” le animaba
    cualquier “detalle” escogía
    ¡pensando que “mejorabas”!

    En su cabeza “profunda”
    todo lo tiene “grabado”
    y aunque tú no le acompañes
    ¡siempre en ti estará pensando!

    Ella estaba convencida
    que en el cielo la esperaban
    sabía bien el camino
    ¡pero nunca dijo nada!

    Una “flor” en tu descanso
    se “marchita” fácilmente
    una oración por tu alma
    ¡es recuerdo permanente!

    Estarás en sus recuerdos
    pensando que el tiempo ha pasado
    aquellos que “hablan de ti!
    ¡y que nunca él ha olvidado!

    Me enseñaron desde niño
    mi padre se encargó de esto
    por la noche al acostarme
    ¡rezar algún Padrenuestro!

    Ahora agregaré uno más
    para Elena que se ha ido.
    Creo que ya “rezo” diez
    ¡también tú lo has merecido!

    Un “trono” te está esperando
    lo ganaste en la Tierra
    y es en el Reino de Dios
    ¡por haber sido tan buena!

    Se ha ido sin decir nada
    el alma “dulce” de Elena
    como el de ella, había pocas
    ¡ahora ya, una menos queda!

    En la tierra estamos “tristes”
    pero en el cielo hoy hay “fiesta”
    porque será recibida
    ¡una gran mujer, Elena!


    Por Anatolio Pérez González.


    Martín Valcárcel García de Lopera
    Un hombre que lo dio todo por su pueblo

    Fue un maestro que amaba profundamente su profesión, aunque sólo pudo ejercerla durante un tiempo, ya que, después de la Guerra Civil, ordenado por Franco, un expediente de depuración política, —era de izquierda republicana—, le impidió volver a dar clase.
    En Lopera, detectó el problema de espacio y de la masificación del alumnado en la escuela unitaria, por lo que se propuso un gran reto: conseguir un nuevo edificio escolar. Dos hechos fueron determinantes para que lo consiguiera. Ambos fueron antes de la contienda. El primero, su nombramiento como alcalde y, el segundo, un viaje a Madrid para gestionar los Grupos Escolares. Como el Ayuntamiento no tenía dinero para ponerlos en marcha, se montó en un tren hacia la capital para ver si conseguía alguna ayuda.
    En el trayecto, charló con un hombre, al que le contó sus inquietudes. El desconocido asentía con la cabeza y le aconsejó que fuese al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y que, allí, preguntase por el señor García de Leániz, hombre que atendería sus peticiones.
    Así, al llegar a la estación de tren, tomó un taxi hacia el Ministerio. Allí, pidió audiencia con el subsecretario del organismo, García de Leániz. Tras una larga espera, al entrar al despacho, comprobó que el hombre al que buscaba era su compañero de viaje.
    Así nació una amistad entre García de Leániz y Valcárcel, que sirvió para salvar el Pósito de Lopera. Además, concedió, el 16 de junio de 1929, el deseado préstamo de 200.000 pesetas al municipio para levantar los Grupos Escolares.
    El objetivo de Martín Valcárcel era mejorar Lopera. Puso en marcha la Fiesta del Árbol. En el acto, se pronunció un pregón y, también, se cantó.
    También fundó Martín Valcárcel la Mutualidad Escolar. Después, fue destinado a Huelva, donde estuvo otros cuatro años. Allí, fundó la Asociación de Amigos del Niño, cuya finalidad era establecer comedores y roperos y amparar a vagabundos y abandonados, a los que proporcionaba instrucción, ropa y comida.
    Una vez jubilado, se instaló en Lopera, donde pasó el resto de su vida. Su memoria está muy presente entre los loperanos, que le profesan un gran afecto. De hecho, en el municipio hay una calle lleva su nombre, al igual que la Asociación de Madres y Padres del Colegio Miguel de Cervantes.
    Por José  Luis Pantoja.