Hasta siempre
Clara Expósito Aranda de Jaén
“Nos transmitiste todos los valores”
Parece increíble que haya pasado un año ya desde cuando, rotos por el dolor, destrozados por haber convivido con una terrible enfermedad y sintiendo un vacío tan grande por tu ausencia, todo nos parecía oscuridad. Ahora, con la serenidad que da el transcurso de todo este tiempo que ha ido cerrando esas heridas, queremos dedicarte unas palabras. A ti, que toda tu vida la dedicaste a los demás.
“Nos transmitiste todos los valores”
Parece increíble que haya pasado un año ya desde cuando, rotos por el dolor, destrozados por haber convivido con una terrible enfermedad y sintiendo un vacío tan grande por tu ausencia, todo nos parecía oscuridad. Ahora, con la serenidad que da el transcurso de todo este tiempo que ha ido cerrando esas heridas, queremos dedicarte unas palabras. A ti, que toda tu vida la dedicaste a los demás.
Que, con tu ejemplo, nos transmitiste todos los valores: lealtad, amistad, valentía, superación, honradez, amor al trabajo, humildad y, sobre todo, generosidad, ya que, como reza en tu epitafio, “viviste para dar amor”. Amor con mayúsculas, a tu familia por encima de todo, pero también a los demás, a cualquiera que lo necesitara, a todas las cosas que hacías por pequeñas que fuesen y que las engrandecía todo el cariño que ponías en ellas. Hay pocas personas de las que se puede decir que nunca han hablado mal de nadie. Si oías algo negativo de una persona, le restabas importancia y conseguías darle la vuelta para ver lo positivo, porque tu corazón no conoció la maldad, ni tan siquiera la malicia. Como ocurría con las mujeres de antes, siempre te mantuviste en un discreto segundo plano, trabajando mucho para ayudar a tu marido, primero, y a tus hijos, después. Con tu inteligencia, habilidad y tus sabios consejos, contribuiste al éxito de esta empresa.
Aunque todos te añoramos —tu marido, hijos, hermanos y, sobre todo, tus nietos, a los que adorabas y que con tanto esmero has cuidado desde pequeños—, nos queda el regalo de haber tenido a nuestro lado a una de esas personas que hacen mejor a quienes la rodean. Ahora queremos pensar que eres una estrella que nos iluminas con tu luz y esperamos que nuestros corazones sean capaces de reflejar todo lo bueno que del tuyo recibimos.
Con todo el cariño, tu familia
De Jaén
Juan Andrés Orellana Molina de La Carolina
Emprendedor comprometido
Acaba de cumplirse un año desde que Andrés Orellana nos dejó, pero, todavía, la sociedad carolinense no lo ha asimilado. Ahora, más que nunca, queda patente aquello de ¡qué rápido pasa el tiempo! Y es que Andrés Orellana fue un verdadero emprendedor, como así lo ponen de manifiesto sus diversos negocios hosteleros enclavados junto a la autovía Madrid-Cádiz, a su paso por el término municipal de La Carolina y en la pedanía de Navas de Tolosa, los que cuidan y regentan, con el mismo cariño que tú pusiste en ellos, tus cuatro hijos. También fuiste ganadero de reses bravas e, incluso, apoderaste a un torero de Linares, que dio buenas tardes de gloria a los aficionados taurinos. Tampoco puedo olvidarme de ese popularmente llamado “Toro Pepe”, bravo y fiero como el que más, pero muy dócil en tu mano e, incluso, ante la presencia de personas desconocidas para él en la finca contigua al complejo turístico. Recuerdo que, más de una vez, formó parte de divertidas tertulias celebradas en los amplios salones de tus restaurantes y cómo, tras calmarle un poco su bravura, mayores y pequeños nos hicimos fotos con ese “cariñoso” toro que no aparentaba el peligro que podía tener en cualquier momento.
Otra de las facetas más conocidas de Andrés Orellana fue su amor hacia su pueblo natal, La Carolina. En este contexto cabe destacar que organizó varios festivales taurinos benéficos. Corrió él con todos los gastos, para donar el dinero que se sacara de las taquillas para la compra de una ambulancia dotada de UVI móvil para esta ciudad. Cómo sería de grande su relación amorosa con la capital de las Nuevas Poblaciones, que una de sus últimas voluntades transmitidas a sus hijos fue que donaran el terreno necesario de alguna de sus fincas particulares para que se construyese un hospital en su Carolina del alma. Y como prueba de ello, ahí están los quince mil metros cuadrados donados por su viuda e hijos a la Junta de Andalucía en su día, y ahora al Ayuntamiento, para que se lleve a cabo tal cometido. Como reza el dicho popular: “Genio y figura hasta la sepultura”.
Cualquier cosa que se le pedía a Andrés para el beneficio de la sociedad carolinense contaba con su beneplácito, fuese lo que fuese. También fue un hombre apasionado de su familia, a la que dedicaba menos tiempo del que fuese preciso si era para participar en alguna acción generosa o benéfica con su ciudad natal. A Orellana le gustaba lo que hacía porque, además de estar constantemente creando empleo en este municipio de la zona norte de Jaén, siempre estaba cerca de los suyos, es decir, de su esposa Agustina, de sus hijas Pilar, Paqui y Elena, y de su hijo Vicente, buen exponente, junto a sus yernos, de la actividad ganadera actual. Además, fue reconocido con varios galardones, entre los que destaca el Premio Nacional de Turismo, concedido por el Gobierno central hace bastantes años. Porque Andrés Orellana trataba a sus clientes como a cualquier amigo, es decir, con la generosidad, cariño y bondad que en él eran costumbre porque era servicial como nadie, legal y honrado en todos los aspectos de la vida. Ahora, estoy seguro de que descansas en paz en el Reino de los Cielos porque Dios es justo.
Por tu amigo Siverio Fernández
De La Carolina
Miguel Calvo Morillo de Martos
A los amigos de mi padre
Ha sido tan reconfortante, para mí y mi familia, recibir tantas muestras de cariño, que me he sentido en la obligación de escribir estas líneas para agradecer vuestros sinceros homenajes en forma escrita, tal y como él hubiera hecho, ya que agradecido era un rato.
Algunos de vosotros, los que fuisteis sus amigos, relatáis sus vivencias como poeta, presentador de actos, pregonero, cronista y amigo, y al leeros en este periódico que tanto le aportó, no podíamos más que asentir con la cabeza por el acierto de lo que contáis. Por eso, desde mi humilde experiencia, os quisiera dar este otro punto de vista de la parte del Miguel más familiar.
El día de su entierro me preguntó un allegado: “¿Y ahora quién nos hará los poemillas?”, aquellos con los que nos hacía llorar de emoción al final de nuestras íntimas celebraciones y reuniones, los mismos que se sacaba de la manga en un momento y escribía en una servilleta. “¿Quién seguirá sus pasos?”, me preguntó otro. ¿Sus pasos? Nadie, porque el talento que él tenía sumado a su incansable afán por el trabajo, no se hereda. Serán sus escritos los que se conserven, pero su forma de leer poesía, de declamar, eso, era excepcional. Lo suyo era pura vocación de poeta. Y eso se tiene o no se tiene.
En mi época de estudios, fue de gran ayuda, y una envida para mis compañeras, tener en casa una enciclopedia andante; de Historia, de Matemáticas, de Literatura, de Música, de meteorología. ¡Sabía de todo! Una vez, le pregunté por qué no viajaba a las grandes ciudades del mundo, pues a mí me encanta, y me contestó que para qué, que no necesitaba ir para saber de esos sitios. ¡Qué cierto era! Había leído tanto de todo y de cualquier cosa, que realmente te hablaba como si hubiera estado allí. Eso sí, de lo que más sabía era de su pueblo. A mis hermanos y a mí nos resultaba increíble, que cualquier noticia de la televisión, según él, mucho antes había acontecido en Martos. Al parecernos exagerado, mi padre se iba a su despacho-archivo-biblioteca, y venía con toda la documentación necesaria por si cabía alguna duda. Además, era un manitas, aparte de encuadernarse sus manuscritos, hacia juguetes autómatas a sus nietos, se fabricaba muebles, reutilizaba todo, sabía de jardinería, fontanería, electrónica. ¡Y no es pasión de hija!
Lo único con lo que no consiguió conectar fue con las nuevas tecnologías. Este siglo, el mundo virtual, y sus prisas no iban con él, porque más que artista era artesano de la palabra.
Coincidiréis en que tenía un gran sentido del humor, le encantaba disfrazarse, cantar, contar chistes, aunque, en sus últimos años, la sordera, (a veces selectiva que tenía), y sus achaques le hicieran ser algo más gruñón. No obstante, a mí me gustaba pensar que esas peculiaridades le acercaban más a la genialidad de Beethoven o de Goya.
Nada le causaría mayor satisfacción que ver cómo sus amigos le rememoran, cómo su obra mantiene el valor o adquiere nueva dimensiones, entre los que aman la cultura. Gracias a todos por recordarlo con cariño. A nosotros nos ha dejado tantos momentos que será difícil borrarlo de nuestra memoria.
Por tu hija Raquel Calvo Chamorro
De Martos
Encarnación Valderrama López de Jaén
“Has sido una auténtica madre”
Ha pasado un año desde que nos dijiste adiós, pero, con el paso del tiempo, cada día te tenemos más presente en nuestras vidas, abuela. Porque hay casos en los que el tiempo no puede conseguir el olvido y este es el tuyo. Por eso, siempre estarás con nosotros, allí donde nos juntemos, allí estarás, desde un balconcito en el cielo, pero con nosotros. Porque, abuela, tú no eres ni pasado ni futuro, porque el pasado se va y el futuro siempre ha de llegar, para nosotros eres presente, por eso te decimos: “No te olvidamos, te recordamos y te queremos”.
Es difícil expresar en unas líneas lo que siente nuestro corazón, pero si tenemos que recordarte por algo es porque has sido una persona que has estado siempre pendiente de todos, has sido una auténtica madre y una gran abuela. Siempre has hecho las cosas de corazón y con la mejor de tus sonrisas preocupándote de los demás antes que de ti misma. En definitiva, has sido una buena persona que, sobre todo, nos has enseñado a que nosotros también seamos mejores personas y por eso es por lo luchamos día a día. Pero si una cualidad destaca de entre todas, es que has hecho familia y eso no es nada fácil, porque una cosa es “ser familia” y otra “hacer familia”, y nuestra familia va más allá del ser. Gracias a ti, nosotros nos sentimos unidos.
Tú has sido el eje y el pilar de la familia la que, sin importarte el trabajo que ello conllevaba, conseguiste que nos juntásemos todos los sábados y domingos del año en tu casa, en “casa de la abuela”, y este es el gran legado que nos has dejado.
Así que, ahora que estás en el cielo, te queremos pedir que nos sigas cuidando como lo has hecho durante toda tu vida y que allá donde nosotros estemos nos acompañes como nuestro ángel de la guarda.
Abuela, no dejo de recordar los muchos fines de semana que me he quedado a dormir en tu casa con los titos. Los viernes santos que hemos subido la “calle Parrilla” para ver la procesión de Nuestro Padre Jesús y esas navidades en las que cantábamos todos villancicos dirigidos por el abuelo Manolo, del que también me acuerdo mucho, y cómo no de esas mañanas del Día de Reyes con juguetes y regalos para todos. Por estos tantos y tan buenos momentos que hemos pasado siempre con tu mejor sonrisa sólo puedo decirte: “Abuela, te quiero”.
Por todo esto y gracias a lo que nos has enseñado sólo podemos decirte un rotundo gracias a la vez que prometerte que siempre te recordaremos de la manera en la que a ti te gustaba, estando todos juntos, como la gran familia que somos.
Por tu nieto Pedro J. Cuadros De Jáen
Aurora ramírez Martínez de Jaén
A nuestra querida amiga
Hace algo más de dos semanas que regresamos de ese viaje que tú tenías tanta ilusión, de la Argentina. Y no te puedes imaginar cuánto te echamos de menos y la pena que nos dio de irnos sin ti, pues ya estabas malita.
Ahora, como después de cada viaje, nos juntamos para intercambiar fotos y ver el vídeo, que generalmente hago yo, y que luego tú enseñabas a todas tus compañeras y compañeros (por el que nos conocían a todo el grupo). En esta ocasión, todo será diferente sin ti, sin tus comentarios, sin tus risas y sin tus nuevas propuestas para preparar una siguiente escapada.
Nos costó seguir adelante con el viaje, pero no teníamos más remedio, así que preocupadas por cómo te habías quedado, te llamamos varias veces y tú no cogías el teléfono. Hasta que llamamos a Carmen y nos dijo que habías fallecido. ¡Qué golpe¡ Ese día, que estábamos en Calafate, todo cambió. Sabíamos que estabas mal, pero creíamos, o queríamos creer, que te ibas a reponer para una temporadita. Fue muy fuerte recibir allá, tan lejos, la triste noticia, por lo que inmediatamente, Rosa y yo llamamos a tu hijo, ese hijo ejemplar que estuvo en todo momento junto a ti, todo un ejemplo para la juventud, pues él, un hombre joven con grandes responsabilidades, tan ocupado, lo dejó todo para estar con su madre. Claro que tenía el apoyo de su compañera, Olga, una mujer también joven, madre y con responsabilidades, que te quería mucho.
Recuerdo cuando te conocí, fue a finales de 1966, ¡éramos muy jovencitas! Ibas con frecuencia a Cáritas Diocesana a ver a tu hermano Esteban, y no se me olvida su expresión, cuando tú salías de su despacho, a veces contrariado (porque tú siempre fuiste rebelde y muy independiente) pero siempre, feliz. Porque, pese a todo, eras la “niña de sus ojos”. Ambas hemos comentado esos recuerdos, por eso, y más cosas, nunca me extrañaron tus diversas y difíciles situaciones, tu querer vivir a tope y tu fuerza y valentía para afrontar las múltiples adversidades que te deparó la vida, y todas (al menos las que yo conocí, empezando por tu tempranísima separación, siendo un bebé Alejandro) las superabas. Claro, tenías apoyos, grandes apoyos y ayuda con tu familia, y siempre, tu hermano Esteban.
En estos últimos años hemos convivido mucho, sobre todo, desde que nos integramos en el mismo grupo de personas para viajar. Has sido una magnífica amiga, una mejor compañera de viaje. Eras la más animosa del grupo y la más generosa. Últimamente, te resentías en los viajes largos. Tu salud ya no estaba para alegrías. Sin embargo, tú querías seguir los ritmos de las demás. ¡El caso era seguir viviendo a tope, aunque no te conviniera! ¡Y no dijéramos nada! Que te enfadabas. Al final hacías lo que te daba la gana, era como si supieras (que creo que lo sabías), que te ibas a ir más pronto que tarde. ¡Tenías prisa por “vivir”¡
Te has ido dejando alguna ilusión sin cumplir y algún viaje que otro, por eso te vamos a echar de menos siempre que viajemos y ahora que vamos a presentar la asociación que constituimos un grupo de mujeres, y que tú eras la socia número 8. Y es que parece mentira que sólo haga un mes que te has ido para siempre. Por eso, si nuestros viajes no serán lo mismo, tampoco los “Jiennenses del Año”, porque aunque tú no fueses ni la responsable, ni la organizadora, sí que eras la hermana de Esteban y la madre de Alejandro, y todo lo que dependía de ellos, era como si fuera o dependiera de ti. Así que se te echará mucho de menos y creo que será así para incluso quienes asisten normalmente y puedan, aunque lo dudo, no haberte conocido. Por supuesto que no será igual que cuando faltó Esteban. Sin embargo, en el ambiente se tendrá que notar que faltas tú. !Ya se verá muy pronto!
Antes de terminar quiero reflejar en este escrito el extraordinario y ejemplar comportamiento de tus compañeras, compañeros, amigas y amigos que, en los días de tu hospitalización, que fue más de un mes, te acompañaron, te animaron, te llevaban cosas. Todo para que estuvieses bien y nunca, nunca sola. Ha sido una demostración de cariño y amistad que jamás olvidaremos, así que en tu nombre, gracias a todas y todos.
No te olvidaremos, pues a una mujer “pequeña” de estatura y tan grande de corazón, será difícil, muy difícil olvidar, que fuiste una gran persona, una mujer luchadora, comprometida, amiga de sus amigas y amigos. Una mujer leal y muy generosa... Una buena mujer que en paz descanses.
Por tu amiga Ana Quílez
De Jaén