Hasta siempre

Amalia Lopezosa de  Chilluévar
“A mi amiga Amalia”

Una desgracia enorme te ha apartado de nuestro lado, dejándonos a todos un hueco que no es posible rellenar. Fuiste la mejor esposa, mejor madre, mejor amiga. Trato de enlazar palabras que con lágrimas salen de mi alma; palabras que acompañan esta tristeza por una ausencia que no esperaba y que con rabia me niego a aceptar.

    13 dic 2009 / 11:04 H.

    Era difícil enfadarse contigo, pero ahora, yéndote, lo has conseguido; y aún así seguirás sonriendo, lo sé, siempre serás así…
    No se muere cuando el corazón deja de latir; se muere cuando en los recuerdos se deja de existir, y eso nunca pasará para tantas personas que te conocíamos. Porque tu eras así. . . Siempre vivirás aquí.
    Tantos recuerdos dejas que en nuestras vidas quedan; vivencias compartidas que ahora duelen por no poder repetirlas.
    Queremos agradecerte ese regalo que nos has dejado: dos gotas de agua igual a ti, tu sonrisa y dulzura reflejadas en sus caras.
    Siempre estarás en nuestros corazones, llenándolos de paz y tranquilidad como solías hacer... Porque tú eras así...
    Este año no podré felicitarte las navidades como era costumbre entre nosotras, pero desde aquí...
    Feliz Navidad Amalia...
    Agradeceré a la vida haberme dejado ser tu amiga.
    María de los Ángeles  Bautista

    Antonio Lozano Romero de Alcalá la Real
    Hace unos años, quedé con él, Antonio Lozano,  y su padre en su casa para escribir un artículo sobre los refranes y dichos de la comarca alcalaína. Era para una revista de barrio y cofrade, que nos ha identificado hasta ahora a una generación alcalaína por las vivencias compartidas. Sabía que había acertado en la elección para recabar información con él y, por ello, no me defraudó: era uno de los pocos alcalaínos que estaban enraizados con su tierra, de los pocos hombres del campo que quedaban pegados al sabor del terruño. Descendiente de familia pegujarera, que, por estos lares, se denomina “pujarera”, había aprendido los secretos de cultivar la madre tierra con cariño y la veteranía de la tradición familiar. Esto lo complementaba con el dominio en el recurso autárquico que suelen predominar en las familias campesinas: conocedor de todos los recursos la matanza y gastronomía del cerdo entre otros animales familiares.
    Sus ascendientes habían logrado trabajar las tierras alcalaínas, las suyas y las arrendadas, con nobleza y el porte de los auténticos amantes del campo: eran maestros del cultivo del cereal y olivar, los dos grandes productos agrícolas de la comarca alcalaína junto con la vid sin olvidar la hortaliza de secano. Y, Antonio había heredado de ellos el rico refranero que surte el calendario laboral del mundo de la diosa Ceres. Antonio había heredado en sus genes naturales la idiosincrasia, la cultura y la técnica de los antiguos labradores, además tenía el porte de sabio agricultor de su padre Pepe y la talla de la amable generosidad de su madre María.
        Te miraba como te suelen mirar los hombres del campo, sin rodeos ni vericuetos, diciendo la verdad en la cara y dejándose de pamplinas. Cumplía con la palabra dada, y se entregaba a las más nobles causas. Fue una de aquellas personas, a las que le debemos mucho en uno de los momentos más difíciles de la intrahistoria de la ciudad de Alcalá la Real, en el tránsito de un pueblo sediento a una ciudad  que ya no le faltó este líquido esencial. Además te manifestaba sus profundos sentimientos con el abrazo o el fuerte apretón de manos que quería imprimir huella de sincera amistad en las relaciones humanas; era un hombre sin fingimiento alguno, dadivoso como el que más. El costal de su Cristo no se le hizo duro ni en los momentos de mayor apuro y que le jugaron la primera mala pasada. Transmitía pasión auténtica en sus vítores  y era compañero de la carga pasajera que algunos les parece eterna. En su hogar, supo transmitir este amor sencillo, humilde, silencioso y de creencias  auténticas a sus familiares ( esposa e hijos que siempre son muy buenos colaboradores de sus vivencias). Tenía un nuevo un  aparcero de lujo, su hermano Pepe, al que tanto quería y  con el que compartía inquietudes, trabajo y  más que sentido de familia. Lo había heredado de padres y abuelos, de los que mi familia ha sido testigo.
    Cuando acudíamos, anualmente,  a su casa, para entregarle  la revista anual de la cofradía, nos recibía siempre con afabilidad y los brazos abiertos y nos invitaba con lo sus productos, era un caballero sin títulos ni  distingos, cabal como el que más. Tuvo un carácter optimista, nunca se  desanimaba  y afrontaba el futuro con la sabiduría de quien sabe contemplar y trabajar placenteramente con la naturaleza.
    Esta mañana acudí al rincón sanjuanero, contemplando el lazo negro de la bandera albinegra, me acordé de Antonio, me diste el mismo abrazo de siempre y tu ronca voz resonó en el templo con autenticidad y sin florituras. Eras sencillo, pero lleno del espíritu y alma sabia del  verdadero pueblo. Sin contaminaciones, de lo que abunda poco. 
    Por Francisco Martín.
    Alcalá la Real



    José Viñals Correa de Argentina, afincado en Jaén
    “Larga vida a Viñals”

    En Jaén, donde nací y resido, en 1982, conocí a José Viñals. Él procedía de Madrid y había sido fichado por Leocadio Marín, presidente de la Diputación Provincial, para trabajar en lo que no por mucho tiempo fue el Instituto de Cultura y Deportes. El primer cometido del Instituto fue el homenaje a Zabaleta que yo coordiné, lo que hizo que se intensificaran mis relaciones con aquel argentino de perilla afilada y voz melódica aunque de estruendosa risa; con facilidad para pasar de la más delicada complacencia a la más acerada crítica; retórico en sus enfados, cordialísimo en el trato; dotado de capacidad crítica para intuir con prontitud la diferencia entre el trigo y la paja, pero con talante humano para distinguir el genio del ingenio, admirar el talento y despreciar la mediocridad envidiosa y criticona. Recuerdo, en un viaje compartido de Jaén a Quesada, cómo disfrutaba e interiorizaba los colores del campo y cómo vibraba cuando, siguiendo su propia ocurrencia, dispuso a viejos quesadeños que tomaban el sol en la plaza del Museo, sorprendido por su propia confesión de que nunca habían entrado al Museo ni vistos los cuadros de Zabaleta, aunque parecían salidos de alguno de ellos. Descolgó cuadros del Museo y colocó a cada uno de aquellos hombres un cuadro entre sus manos, ordenándoles que los colocaran en alto, así los fotografió para incluirlos en la portada del libro que, diseñado con un gusto extraordinario, se publicó en 1984 como “Zabaleta. Homenaje”. En uno de sus últimos textos de Viñals, aparecido en el catálogo “101 Zabaleta”, editado a finales de 2008, recordaba su compromiso personal con aquel evento cultural como una reparación a “un grande de la pintura del siglo XX” ya que Rafael Zabaleta, en vida, “no pudo disfrutar de una publicación a la altura de su jerarquía pictórica”.
    A lo largo de la década de los años 80 tomé muchos cafés con Viñals —en su caso, casi siempre los cambió por una copa de buen coñac—, me maravillaba lo rápido que se hacía con los entresijos de la cultura o contracultura jiennense y con qué avidez ampliaba su red de relaciones personales en esta ciudad.  Cuando hablaba mezclaba la pasión con el escepticismo: recordaba con entusiasmo su militancia en el partido comunista argentino en la década de 1970; en los 80 se afilió al PSOE aunque acabó marchándose a Octubre Socialista, liderado por Alfonso Fernández Malo… Siempre se consideró vanguardista y de izquierdas. Le delataba el alma de creador y se ufanaba de sentir, pensar y vivir en poeta. De sus publicaciones tengo como preferidas “Entrevista con el pájaro” y “Miel de abeja”, que en aquellos tiempos él tenía en muy alta estima y a las que dedicamos buenos ratos a comentarlas. Le encantaba hablar de poetas y le sorprendió mi interés por el poeta portugués Fernando Pessoa: ahí encontró un filón para compartir afición… Como escritor, Pepe Viñals me pareció siempre singular e imaginativo, dueño de una gran fuerza expresiva; irreverente e iconoclasta; intimista y lírico; fecundo en la búsqueda de  imágenes oníricas y directo en la comunicación de emociones; rotundo tanto en sus gustos como en sus fobias; respetuoso con los poetas románticos como Novalis o Hölderlin; admirador de los provocadores como Verlaine; cómplice de los modernos, Rimbaud y Baudelaire; siempre dispuesto a hacer tertulia con los de generaciones más jóvenes como Juan Manuel Molina Damiani o Guillermo Fernández Rojano.
    A finales de los años 8O, empecé a percibirlo en la lejanía. Dejó su trabajo en la Diputación. Intensificó su producción poética y su red de relaciones con otros autores. Siguió muy pendiente de su familia y de afrontar problemas complejos. Adoraba a Martha, su compañera. Se trasladó a vivir a Torredonjimeno, luego a Málaga. Sé que se sintió muy honrado por el homenaje que un grupo de amigos, entre ellos Miguel Viribay, le dispensó en el marco del Centro Andaluz de las Letras. Con 79 años, eligió para morir un jueves del pasado noviembre en la ciudad marítima que le acogió esos últimos años. Su partida ha venido a coincidir con la de Miguel Ayala, un singular pintor y jiennense que merece nuestro recuerdo y consideración.
    José Viñals tuvo conciencia de pobre y se sintió más cerca de los vencidos de la historia que de los vencedores: “En el tiempo lejano de la pobreza, en el tiempo cercano de la miseria, en las vísperas del silencio, junto al río negro, sonríe la cabecita del ruiseñor viendo que nosotros sonreímos apenados al cielo opaco de la aldea”. No admitía la consideración de extranjero en España. El único orden que reconocía y acataba era el de la poesía: “Soy un poeta solitario y nada dado a ilusiones. Jamás me interesó ser una gloria de la literatura: la poesía es otra cosa”.   Larga vida a José Viñals.            
    Por Gabriel Ureña Porteo
    Jaén


    Martín Jiménez Cobo de Mancha Real
    “El Hijo Predilecto que todo pueblo quisiera tener”

    Se cumple el primer año desde que se fue para siempre Martín Jiménez Cobo un gran querido y estimado vecino de Mancha Real. Don Martín, como se le llamaba, era un sacerdote que fue bien acogido en todos los lugares a donde iba, y que tras una larga enfermedad, nos dejaba para siempre cuando 2008 decía adiós. Fallecía a los 80 años. El pueblo entero se volcó en su despedida y, de manera especial, en el entierro que se celebró en una lluviosa mañana. El Hijo Predilecto del municipio, único título concedido hasta ahora en vida a una persona, se marchaba en un adiós acompañado de todos los honores tanto religiosos como seglares. Un mancharrealeño, que además, fue cronista oficial de Larva, y conocido en el municipio por su labor pastoral como sacerdote, por sus trabajos y publicaciones como historiador y reconocido investigador. Siempre buscando en los archivos históricos, profundizando en nuevos conocimientos y saberes, don Martín fue un personaje referente en la comarca de Mágina.
    Nació en 1928 y durante toda su vida no ha parado esa gran proliferación de hacer y construir en beneficio de la sociedad. Destaca en la trayectoria vital de don Martín la incesante tarea investigadora que le llevó a numerosos reconocimientos. Ejerció como colaborador en diversos medios, entre los que se encuentra Diario JAEN; con publicaciones completas, artículos, libros, bastantes de ellas relacionadas muy directamente con su pueblo, la villa de Mancha Real. Igualmente, fue  cronista oficial de la población de Larva, elegido por su Ayuntamiento en 1991, y fue también distinguido por el Ayuntamiento de Mancha Real con el nombramiento de Hijo Predilecto de esta villa en el año 1994. Martín Jiménez fue un sacerdote que alcanzó el grado de catedrático de latín y profesor de Griego en diferentes puestos de la comunidad andaluza. Finalizó su carrera como docente en el instituto Sierra Mágina de Mancha Real. Como sacerdote asistió a la población de Jódar, como coadjutor, y, después, como párroco estuvo en Larva, LaHiguera y la parroquia de El Salvador de Baeza. Martín Jiménez fue también un investigador y un escritor brillante. Infatigable “buscador”, en los caminos de la historia.
    Fue colaborador del Boletín del Instituto de Estudios Gienenses, de la revista “Espacio, tiempo y forma” de la Uned, de la publicación del Obispado “Iglesia de Jaén” y en otras más publicaciones. También es autor de publicaciones como “Mancha Real, historia y tradición”, “Nuevos escritos sobre Mancha Real”, “Documentos de la fundación de Mancha Real”, “Repartimiento y fundación de La Mancha”, “Obispos y arquitectos de la Iglesia de Mancha Real”, “Sierra y Campiña”, “Por los campos de Larva” o “Jaén romano”, entre otros. Su labor no cesó a lo largo de toda su vida. Escribió un trabajo titulado “Inscripciones romanas de Martos”, otra obra que le merece el reconocimiento por su eficaz trayectoria, completada, entre muchos más datos y detalles por el hecho concreto de haber participado en congresos en torno a diferentes e interesantes cuestiones históricas en España, Francia, Italia y Méjico.
    Por Ernesto Angulo
    Mancha Real