Hasta siempre

Dolores Molina Fernández: “No es tan fácil”
No es fácil traducir nuestros sentimientos en palabras, porque no existen las suficientes ni su significado es tan amplio como para que puedan abarcarlos. Hay muchos matices, gestos, sensaciones que ya nunca van a volver a repetirse, como hay besos, abrazos y compromisos que ya se han quedado huérfanos de destinatarios.

    23 ago 2009 / 10:22 H.

    Tantas futuras vivencias se han quedado en el camino, tantos proyectos se han vaciado de contenido, tantas alegrías se han venido abajo. No es fácil convivir en los mismos espacios que antes nos eran comunes, llenos de sonidos y aromas, y ahora tan faltos de referencias, plenos de silencios y neutros de emociones. Ahora sí que nos va a costar soñar sin contar contigo, sabiendo que ya no te vamos a ver esperándonos en la cancela de casa, asomada en el ventanal, con tu eterna sonrisa y tus cálidas despedidas con vocación de corto plazo. 
    Somos como somos y lo que somos porque, con tu forma de hacer y de ser, nos has sumergido en un mundo de permanentes compromisos, de hacer sin decir, de decir sin dañar. Así eras tú, como esa dovela central que, pasando desapercibida, casi invisible, dabas sentido, estabilidad y fuerza al arco de nuestra familia. Supiste aceptar tu dolor sin pedir nada a cambio, sin trasladar tu llanto ni reflejar tu amargura a tus próximos. Al contrario, cuando tu dolor era creciente, disminuía tu afán de presencia: por no provocar ningún tipo de cambio en nuestras vidas, preferiste asumir tu dolencia en silencio, dándonos sin pretenderlo una lección de grandeza ante la adversidad.
    Tu sonrisa, tu alegría y tu sabiduría es lo que más echaremos en falta. Tantos nos aferrábamos a ellas, tanto las necesitábamos en periodos de zozobra, que tu ausencia tan reciente y desgarradora nos hace temer al futuro, al que siempre nos enseñaste a mirar de frente, sin complejos. Cauterizar esta herida tan profunda necesitará mucho tiempo, muchas lágrimas, muchos requiebros. Pero porque somos lo que de ti aprendimos, sabemos que vamos a seguir luchando en nuestros ambientes, siendo avalistas de nuestros compromisos, manteniéndonos coherentes con nuestras visiones, tal y como tú nos enseñaste a lo largo de tu vida.
    Somos los albaceas de tu patrimonio de afectos y esa responsabilidad tenemos que trasladarla a nuestros hijos. Porque al sentirnos una sombra de tu luz, una pequeña parte de tu grandeza, un instante de tu eternidad, sabemos que tu legado es tan amplio y rico que no tenemos instrumentos para cuantificarlo.
    Mamá, nuestros labios aún se encuentran cálidos de besos en tu mejilla, nuestras dedos todavía sienten tu piel, tu olor aún se entremezcla en nuestros sentidos, tu voz reverbera entre nuestros pensamientos. Pero cuando todo se vaya diluyendo, alejando y distanciando, se mantendrán intactos tus valores, tus creencias, tus compromisos, porque habrán formado parte indisoluble de nuestras trayectorias vitales. En silencio, como tú hacías, desde la humildad del que cree que darse al prójimo sin limitaciones es crecer infinitamente. Siendo conscientes de nuestras imperfecciones, intentaremos constantemente emular tu grandeza.
    Ahora, mamá, descansa de tanto dolor. Y alégrate de haber contribuido activamente a construir una familia unida, feliz, tan orgullosa de su madre. Mamá, de forma silenciosa, humilde y alegre has hecho un magnífico trabajo. Te debemos la vida, y nuestra vida la debemos utilizar en mantener tu legado. Es nuestro compromiso, es lo que tú nos enseñaste.
    Desde el cielo, no dejes de velar por nosotros, sigue sonriéndonos. Busca una cancela, porque necesitamos que desde ella, con tu rosario y tus oraciones a Fray Leopoldo y Santa Ángela de la Cruz, sigas protegiendo e inspirando nuestras vidas.
    Por tu hija Dolores Hervás

    Tomás Mesa Jiménez
    ¡Hola, yayo Tomás! Qué pronto ha pasado un año y, por segunda vez, con todo mi cariño, voy a escribirte otra carta, ya que no puedo hacerlo de otra manera, para, así, poder contarte cómo estoy de mayor. Desde hace unos meses, ya voy encontrando las palabras apropiadas, pero otras, a veces, me cuesta, aunque sí que las comprendo. También, y aunque me da vergüenza decírtelo, todavía duermo con un chupe puesto en la boca y otro en la mano. Mira, un poco tiempo antes de que dieran las vacaciones en la guarde, un día fueron a recogerme papá, el yayo Joaquín, el tito David y la tita Begoña. Me dio mucha alegría verlos a todos juntos, pero sólo fue por unos minutos, ya que, pronto, me estaban dando besos de despedida, y yo les decía repetidas veces: “¡Vámonos, vámonos, vámonos!”, pero no me salía la otra palabra que yo quería decir, aunque, de pronto, la encontré: “¡Vámonos juntos!”. No fue así, por ello casi lloré, pues yo, por mi edad, estas cosas complicadas todavía nos las entiendo. 
    Bueno, mira yayo Tomás, tú ya sabes que nací el día de la Virgen del Pilar, pues tú, en aquella mañana, estabas a mi lado. Dentro de pocos días, ya voy a entrar en el Colegio Maristas, pues pronto cumpliré 3 años y tendré que aprender a mostrar los tres deditos para cuando me pregunten: “¿Cuántos años tienes? Aunque esto sé que tú lo sabes porque me ves todos los días desde el cielo. Yo, sin embargo, aquí no puedo decir lo mismo, ya que sólo te veo cuando voy a casa de la yaya Rosa y me enseña fotos tuyas, sobre todo, una en la que estás junto a mí el día que me bautizaron. Yo la cojo con las manos y le doy muchos besos. Bueno, pronto se acaba el verano, que a mí me gusta bastante, pues estoy mucho en la piscina que mamá ha montado en la terraza de mi casa o cuando me lleva a la playa. También voy al mar con papá, la yaya Rosa, los titos y el primo.
    Te voy a contar otra cosa: los sábados de las semanas que estoy en la casa del yayo Joaquín y de la yaya Menchu, el yayo me lleva, por la mañana, en el autobús a la Catedral y lo paso muy bien. Allí lo dejo sin monedas, ya que por la raja de la velitas se las echo a todos los santos. ¿Sabes una cosa? Ya me he vestido tres años de nazareno, siempre el Domingo de Ramos, para salir con la Virgen de la Estrella que, por cierto, es muy guapa, muy guapa. Muchas veces, me dice el yayo Joaquín, cuando me monto en el coche que se ha comprado parecido a un pollito, y le digo que me ponga la música de “chindachi”, que es la de tambores y trompetas, y me dice: “¡Viva la Virgen de la Estrella!”. Y yo, para hacerle rabiar: le respondo: “¡la Esperansa!”, que es la que le gusta a papá y, además, el año pasado, hasta me vistió de costalero del Amor, pero a mí de verdad, de verdad, yayo Tomás, a mí la que más me gusta es la Estrella, aunque la “Esperansa” también en guapa. Otras veces me dice el yayo, ¡Viva el Real Jaén!, y yo repito ¡Viva el Real Jaén!, el Barcelona no, yayo, el Barcelona no.
    ¡Ya se me olvidaba decírtelo! Este año ha hecho la Primera Comunión el primo Daniel, que iba muy guapo, y jugué mucho y también comí bastante, pues, como tú sabes, yo tengo buena boca, aunque reconozco que algunas cosas no las quiero, y eso que ni siquiera las he probado. También quiero contarte que juego mucho a la pelota, en el pasillo de la casa del yayo Joaquín, y ya he aprendido a dar buenos pepinazos y le meto golazos. La yaya Menchu me ha enseñado a unir los trozos de muchos puzzles que tengo y ya los sé hacer yo solo. Otra cosa que me gusta mucho son los coches, las grúas, los tractores y los aviones, pues tengo un montón y los pongo en fila o me los meto en la cama cuando voy a dormir la siesta. Muchas veces, también me quedo bastante rato en silencio, oyendo las canciones grabadas de la tita Susana, que canta canciones muy bonitas. Bueno, yayo Tomás, me dicen que tengo que terminar, ya te contaré en otra carta cómo me va en el cole nuevo de la tita Lina. Allí también va el primo Daniel, y te diré los amiguitos que me he echado. Sí te voy a decir una cosa más: yo quiero ser un niño aplicado y, en este primer año, aprender muchas cosas. Un beso muy fuerte yayo Tomás y otro a la Virgen de la Estrella, que estará a tu lado.

    A mi amigo Javier Vena
    Querido Javier:
    El pasado sábado, día 15 de agosto, me comunicaron que habías fallecido de una grave enfermedad pulmonar. En tan sólo cinco semanas, te has ido para siempre de nuestro lado. Enfermaste sin ninguna noticia previa al respecto (ni siquiera pude asistir a tu entierro) y tu desaparición supone para mí un duro golpe. Naturalmente, me uno al dolor de Raquel, de vuestros hijos y también de tu hermano Rafael, compañero de curso y gran amigo.
    Desgraciadamente, para mí no ha habido sorpresa, ya que tu adicción al tabaco nos ha ocasionado en tantos años de amistad, reiterados consejos y choques, que tú, tozudo, haciendo honor a tu segundo apellido (Sáenz de Cabezón), no tuviste en cuenta. O te ha faltado voluntad para dejar este hábito absurdo.
    No dudes de que voy a añorar tantos buenos ratos de charla futbolera, con tu hermano Rafa, tu cuñado José Luis y, sobre todo, contigo, compartiendo nuestra común afición por el Barça. Recuerda los días gloriosos de tantas temporadas que venías a mi casa a ver los triunfos, especialmente los de este año del triplete. O mis temores a la hora de la declaración de la renta, que tú, excelente profesional, resolvías con paciencia y eficacia. Durante tantos años de amistad franca, fuiste mi fantástico asesor del alma ante mi caótico orden para los papeleos.
    Me queda un resentimiento amargo contra el tabaco, acentuado en una reciente consulta con un paciente joven, empedernido fumador, hijo de un fallecido por cáncer de pulmón, también adicto al tabaco, y tras informarle de su delicada situación y posibilidades quirúrgicas, en presencia de su hijo, le pregunté a este si fumaba. Me respondió que sí. Le pregunté entonces si ante este panorama, pensaba seguir fumando: ¡Se encogió de hombros! Reflexionemos todos sobre el particular, por favor.
    Javi, amigo entrañable, descansa en paz.
    Por Eduardo Lucas

    Elena cano cano de Alcalá la Real
    Una vida dedicada a los más necesitados

    Sus padres le pusieron el nombre de Elena Cano Cano, pero, cuando decidió entregar su vida a Dios, se llamó “Sor María del Sagrario”, una monja perteneciente a la congregación religiosa de las Siervas del Evangelio. La muerte se la llevó con 94 años, hace poco más de un año. En Alcalá, todavía se recuerda su carácter alegre, su preocupación por ayudar a los más desfavorecidos y la resolución que siempre demostró a la hora de enfrentar los problemas de la vida. Siempre estuvo muy dedicada a cuidar a su padre. No fue hasta la década de los cuarenta cuando decidió entregar su vida a Jesús. Su anuncio no sorprendió ni a sus familiares ni a sus amigos, ya que siempre mostró su fe con orgullo. Incluso, cuando era pequeña, jugaba con sus compañeras a besar unas tijeras como si fueran un crucifijo.
    Aunque su vida se caracterizó por la entrega a los demás, Sor María del Sagrario siempre hizo gala de contar con un carácter alegre, cualidad que la acompañó hasta el final de sus días. Ejemplo de esto es cómo disfrutaba al relatar algún chiste. En Madrid, concretamente, en el barrio de Valdevivar, una zona chabolista, realizó una labor benéfica, ya que buscó, junto a sus compañeras, comida para sus habitantes y trabajó en la gestión de una escuela, además de poner inyecciones a los enfermos. Su trabajo llegó al corazón de esas personas, que le hicieron un homenaje. Su esfuerzo también fue reconocido por sus vecinos alcalaínos, cuando la ciudad le otorgó, en febrero de 2004, el Escudo de Oro.  Entonces, Sor María del Sagrario pudo sentir el cariño que despertó en su pueblo y, por primera vez en muchos años, volvió a pisar la tierra que la vio nacer y a la que estuvo ligada más de un tercio de su vida.

    José Palacios Molina: un confitero y artesano artístico entregado por completo a su familia
    En la casa de José Palacios Molina siempre olía a azúcar, chocolate, vainilla y al resto de los componentes necesarios para hacer un pastel. Fue confitero de profesión, un gran maestro que llevó el nombre de su tierra, Úbeda, por todos los rincones de España. En realidad, él nació en Barcelona, pero sus padres conocieron la vida en la ciudad renacentista y, como tantas familias, emigró al Norte de España en busca de un futuro mejor. Sin embargo, en el caso de José Palacios, regresó cuando era, todavía, un bebé. Su vida estuvo marcada por los aromas dulces. En Úbeda, el obrador-confitería “Palacios” es toda una tradición. Son pocos los ubetenses y visitantes que han paseado por el centro de la ciudad sin hacer una visita obligada a la pastelería. Sus manos se movían con destreza entre las harinas y demás ingredientes. Lo suyo tenía mucho de arte, pero lo mejoró con la formación. A lo largo de su vida, realizó muchos cursos con el objetivo de poder ofrecer cada día algo mejor, entre ellos, “Pastelería salada”, “Masas decorativas”, “Especialidades de chocolate y sus aplicaciones” y “Chocolates, figuras y bombones”.
    Su labor en el obrador la compaginó con exposiciones, concursos y docencia. Así, fue profesor de pastelería en el centro de Formación Profesional Ocupacional de Linares (2004-2007) e, incluso, puso en marcha su propia escuela: el Centro de Formación de Pastelería José Palacios. Además, se implicó hasta el fondo en el movimiento asociativo. Fue miembro fundador y presidente de la Asociación de Confiteros Artesanos de la Provincia de Jaén, del grupo pastelero interprovincial “Sabor y tradición”. Estuvo presente en la fundación de la Federación Andaluza de Empresarios de Pastelería y formó parte de la Asociación Nacional de la Confitería Artesana.
    Su entrega a la profesión se vio compensada con varios reconocimientos, entre ellos, su nombre entró a formar parte, en 1994, del Récord Guiness por la realización del pastel más largo del mundo. También, en 1990, se alzó con el primer Premio y Medalla de Oro del Certamen Nacional por el trabajo realizado en azúcar y glasa real denominado “La creación”.  Un año antes, ganó en Sevilla el premio regional por el trabajo realizado en chocolate “Catedral de Jaén”. Estos tres son sólo algunos de las galardones que obtuvo a lo largo de su corta vida. Se marchó con 51 años.
    Sin embargo, José Palacios Molina supo compaginar el amor que profesó a la confitería con su otra pasión: la familia. Como no podía ser de otra manera, Jesús conoció a su mujer, Juani, entre pasteles y azúcares. Cuando ella tenía trece años, entró a trabajar en “La Milagrosa”, la confitería de su familia. Y es que José provenía de una larga saga de confiteros.
    Siendo unos niños, “se pusieron novios”, como recuerda Juani, y, siete años después, sellaron su amor con su enlace matrimonial. Tuvieron dos hijos. Fueron una familia unida. El carácter “fuguilla” de Juani se compenetraba a la perfección con la tranquilidad de Jesús. Si demostró un gran talento como confitero, fue aún más importante su calidad humana. Era bueno y muy cariñoso. Siempre estaba dispuesto a ayudar. Sólo le quedaron dos cosas por hacer: llevar a su hija al altar y ver publicado un libro escrito entre doce pasteleros en España, él entre ellos.
    El consuelo de su familia se centra en que Jesús se encuentra en un lugar mejor, junto a Dios. Como dijo su sobrina Carmen: “Se lo ha llevado el Señor para que le haga los pasteles en el cielo”. Nunca te olvidaremos.
    Por tu familia

    juan martínez martínez de Beas de Segura
    “Un singular carpintero, romano y cofrade”

    La muerte, cuando no avisa, deja un compás de impronta hacia el pasado. Juan Martínez Martínez, “Juan el Carpintero”, después de su fulminante adiós, nos lleva al recuerdo, ese lugar donde nos encontramos para contar el ayer de la niñez o la juventud.  
    Juan Martínez —el vecino de la calle Los Tobazos, hermanada con La Villa—, tenía una carpintería en la que los niños del barrio nos metíamos a ver sus trabajos, a coger serrín para cuando llovía o, simplemente, en busca de una imagen pícara de los almanaques, que antaño eran tan típicos en los negocios.
    De escribir un libro con la historia laboral de Beas de Segura, un capítulo estaría dedicado a Juan Martínez Martínez. Tendríamos que recoger que no tenía coche, pero las motos las dominaba como el que más. Estrenó unas pocas, durante su vida, seguro que alguna queda en su vivienda.  Recados, viajes y hasta los transportes de los encargos que llegaban a la carpintería eran llevados en el transportín motero.
    Increíble, pero cierto: la mesita, el tablero, la puerta, todo bien atado, era ubicado en el domicilio una vez que la moto era aparcada en la puerta. Hasta su esposa Felisa se convertía en su fiel acompañante. Juan nos deja muchas imágenes, como aquella en la que aparecía vestido de “romano” a las puertas del antiguo edificio de la Falange. Alto, espigado, recto, con un bigote y mirada al frente, se metía en el personaje. Con el paso del tiempo, fue otro de los protagonistas en la constitución de la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte, donde algunas de sus hijas continuaron. Era un enamorado de su Real Madrid. Nosotros hemos disfrutado de haberlo conocido. Francisco Juan Torres Higueras.