Hasta siempre

MANUEL RODRÍGUEZ ORTEGA de Jaén
Bueno, humilde, trabajador y con carácter

A mi querido abuelo. Hombre bueno, humilde, trabajador, eso sí, con carácter, pero tan cariñoso que nada te podremos reprochar, “papa”.
Fuiste un buen esposo, el mejor, que junto con tu querida mujer, Isabel, has sabido llevar y superar tantos años juntos las adversidades de la vida.

    12 may 2013 / 09:48 H.

    Tus hijos, nietos, biznietos y todos los que te queremos recordaremos siempre tu elegancia, sencillez y genio en tus canciones y refranillos que tanto nos hacían reír y que no vamos a olvidar.
    Te has ido un día soleado de primavera de los que a ti te gustaban. Pasearás por el campo, por el cielo, por nuestros corazones.
    “Papa”, has sido entrañable abuelo, el mejor “capullo” de la primavera. Te queremos, “bailaor”.
    Por tus 18 nietos y 25 biznietos.

    Manuel Jara Labella de Jaén
    Veinte años contigo, papá. Aquí estamos de nuevo

    Hola, papá, otro año más que pasa y aquí estamos de nuevo. Pero algo ha cambiado, ya te diré más adelante. Supongo que estarás bien siguiendo todos los acontecimientos que están ocurriendo por aquí. Ya te dije la última vez que tienes ya 5 nietos con la última incorporación de la pequeña Cristina, que es como tu Pilar, un rabo ardiendo. Mario ya sabe que te gustaba el número 12 y ¿sabes lo que hace? Te tira un beso al cielo, que, supongo, te llegará cálido y te alegrará cada vez que sale el número aquí, en casa. Yo, por mi parte, sabes que estoy bien porque te tengo conmigo, te hablo y te cuento cómo van las cosas. Gracias a ti, académicamente, he ido luchando por mantenerme donde estoy. Pero, ¿sabes lo que más alegría me da, papá? Cada vez que pasa más tiempo, me encuentro a gente que yo desconozco hablándome de ti y, realmente, son esos momentos en los que la realidad supera la ficción. Fíjate cómo será que yo me conformo con llegar a ser el 50% de lo que me cuentan de ti. En fin, que estoy muy orgulloso. Querrás saber algo de tu Barça, al que estarás siguiendo con devoción. Pues llevamos 5 años tremendos, papá. Como siempre, en dura competencia con los de siempre. Me gustaría estar como tú, encima del palco del Camp Nou, aunque fuera una vez, viendo un partido contigo y compartiendo confidencias como hacíamos cuando estabas aquí. También te tengo que decir que mis alumnos, insensatos ellos, me han elegido padrino de la primera promoción de Grado en Enfermería, algo impensable hace poco porque nos equipara con el resto de los profesionales. Espero que ese día estés conmigo, como estuviste la última vez.
    No te enfades, pero hemos puesto en marcha un movimiento social para que tu Jaén lleve tu nombre en una calle. Sé que la humildad era una de tus tantas virtudes, pero, papá, esto no lo puedo dejar pasar. Cada día que pasa encuentro a gente que me anima porque te querían, te respetaban, les devolviste a algunos la ilusión por estudiar, a otros le proporcionaste esa humanidad y dignidad que tanta falta nos hace hoy en día. Otros descubrieron el deporte como vehiculizador de sus anhelos y sus proyectos y se reconocen mejores personas gracias a ti.
    El día 8 de marzo, como bien sabrás, empezamos una campaña de recogida de firmas que va estupenda y que esperemos culminar con éxito. Fíjate qué curiosidad que hablando con la persona responsable, Juan Cuevas, recordaba que, allá por los años 70, le diste clase. También te hemos escrito una especie de biografía, modesta, pero real. Espero que te haya gustado. No me gustaría dejar sin nombrar a nadie, pero gente a la que tu adorabas también está participando: Juan Torres, Gaspar Molina, Manolo Arroquia, Isa Delgado, tu Ginés, tu amigo Vica te escribió pidiendo la calle, todas tus hermanas y familia, todos nosotros, ¡tu cole al completo ha firmado! Hasta un muchacho de Huelva al que le diste clase nos ha mandado unas fotos antiguas en las que nos dice cómo marcaste su vida, entre otros. Son muchos testimonios y no quiero olvidar a nadie. Gracias a todos. Tenemos mucha ilusión, papá, y espero que lo comprendas. Referentes en valores humanos, humildad, entrega a los demás, bondad, trabajo y esfuerzo de superación quedan pocos, y tú lo eres. Hasta un poco antes de partir, esa tarde, estuviste arbitrando un partido con tus chavales, cuando te sentías molesto, pero querías terminar la faena, como los buenos toreros.
    Mamá está bien. Fíjate, papá, está cerca de los 70 y tiene la misma vitalidad que tú recordabas. Sigue ayudándole, porque es genial y única. Ahora entiendo esos largos viajes en moto para verla.
    Bueno, me despido de ti. Espero que hayas disfrutado con estas modestas líneas que te dedicamos. Te quiero, papá. Hasta pronto. Por Jesús Alberto Jara.

    Eulogio Sánchez Martínez de Jaén
    “Entregó su cariño e hizo de su casa la de todos”

    Escribir de un padre es como hacerlo de uno mismo. Es tarea difícil. Y reflejar, en este breve texto, el sentimiento tan profundo que supone su pérdida se hace imposible. Por eso, voy a tratar de ensalzar su figura, de subrayar sus valores, de decir, simplemente, quién era mi padre.
    Eulogio Sánchez Martínez era un hombre noble, con un valor principal, la amistad. No sé cuántos amigos atesoró en su vida, pero ni qué decir tiene que son multitud. Aquellos que lean estas líneas podrán asegurarlo, sin duda. Eulogio tenía una impronta de la que pocos gozan, esa que le hacía destacar allí donde estaba, que le hacía diferente; Eulogio era de los que se hacía oír. Mi padre era de esas personas que no necesitaba mucho, con poco se conformó, porque todo lo entregó.
    Entregó su cariño hacia los suyos permanentemente, hizo de su casa la de todos, el lugar de reunión familiar donde allí paraban; esa especie de posada a la que todos acudían porque sabían que, allí, siempre había un hogar.
    Eulogio fue un trabajador incansable, emprendedor, de los de antes, de aquellos para los que no había horas, de esos que crearon un destacado círculo en su profesión, su Policía Local, que gozaban de algo especial, que se forjaron para llevar sus valores por bandera y entregarlos sin mirar atrás, sin pedir nada a cambio. Una generación cortada con otra tijera, con unos ideales sólidos, de esos que sabían apartar la broza para abrirse su camino a toda costa, con un halo permanente de libertad y de disposición propia que marcó toda su vida.
    Mi padre sabía situarse a toda costa. Fue siempre un ave libre, con un sentido profundo de autonomía, de decisión particular. Eso nos lo enseñó y, también, nos lo entregó.
    Hemos podido ver con la entereza que has llevado esos dardos que, en tus últimos años, te lanzó la vida. Esos que te iban aminorando en lo físico, que te iban ralentizando, pero que supiste bandear hasta el final con todo tu coraje, ese al que antes nos hemos referido, plantando cara a la adversidad y no mostrando a los tuyos el peso que el dolor te estaba haciendo llevar. Muchas pequeñas vicisitudes que, en conjunto, pesaban demasiado, pero te vimos apretar los puños y seguir hacia adelante. En silencio. Puro ejemplo de la vida.
    Nos quedamos aquí, en tu hogar, en tu Pozuela, echándote mucho de menos, sabiendo que, allá donde estés, estarás disfrutando de volver a hacer amigos e, igualmente, te estarán disfrutando los que te esperaban y es seguro que te habrán recibido con alegría. Tus padres, tu hermano, tu familia, tu cuñado Manolo, tus amigos, todos los que se marcharon antes y que, sin duda, te estarán devolviendo todo el cariño y la entrega que les regalaste en tu vida.
    Y ahora, nos vas a permitir a tus hijos y a tu mujer, Pilar, decir en tu nombre, como si tú mismo fueras el que pronuncia estas palabras. Para los que te conocieron:
    “Os doy gracias de corazón a todos y a todas los que habéis formado parte de mi vida por vuestra amistad. Por siempre”.
    Por Juan Carlos Sánchez Rodríguez.

    Lisardo Torres Torres de Sobreira (Ourense)
    Excelso maestro, psicólogo perspicaz

    A don Lisardo Torres Torres tuve la suerte de conocerle en primero de Magisterio, allá por el curso 1970-71. Fue mi profesor de Psicología General y Evolutiva y, en verdad, quedé impactado por su docencia y personalidad… A mis dieciséis años, fue todo un descubrimiento constatar que alguien nos sabía explicar, maravillosamente bien, una asignatura que servía —nada más y nada menos— para “conocerte a ti mismo” y, también, a los demás. ¡Algo sumamente importante, a esa edad (y a cualquier otra…)!
    Él fue el responsable de que yo quedase prendado de la Psicología e hiciese mi segunda carrera universitaria por la UNED en un plan que empezaba directamente en primero —hasta quinto de carrera— sin tener que cursar los tres primeros años de comunes de Filosofía y Letras.
    Entre las variadas anécdotas que recuerdo, escojo una. Cuando una tarde se fue la luz eléctrica y estábamos dando clase con él (en primero B de Magisterio), siguió impartiendo su docencia como si tal cosa, ilustrando de anécdotas su explicación, de manera que todos quedamos callados sin que se produjese un ruido o cualquier otra cosa rara… ¡Con lo fácil que hubiese sido —a esa edad— que cualquier follonero (de los que siempre se encuentran en cualquier grupo humano) hubiese saltado con alguna gracia o “boutade” para provocar la carcajada y burla general y que lo hubiese dejado en evidencia! Pero, ya digo: Con su gran maestría y tantos años de experiencia supo afrontar la situación como el gran profesional que era.
    Por aquel entonces tenía diferentes empleos, pues, además de trabajar en la Safa de Úbeda, era director de un colegio de Primaria en Baeza que tenía dos sedes —no sé si era el Antonio Machado—. Y nos invitó un día para que lo visitásemos. ¡Quedamos, lógicamente, encantados, por su maestría y simpatía!
    Bastante tiempo después, supe de sus primeros estudios en Comillas y de su truncada vocación religiosa, pero, también, de que echó todas sus fuerzas —físicas y mentales— en el proyecto de las Escuelas de la Sagrada Familia, según cuenta el Padre Bermudo (S. J.) en el libro “SAFA, medio siglo de educación popular en Andalucía”, que tan amablemente nos está resumiendo —en parte— José María Berzosa.
    Leyéndolo me enteré de múltiples detalles de su currículum profesional y safista, por ejemplo, que la Escuela de Magisterio pensó en él, como competente maestro, para psicólogo de la institución, enviándolo a estudiar Psicología a la Universidad Pontificia de Salamanca. Ayudó a don Manuel García Tejada a hacer las pruebas de selección entre los centros de la institución. Fue, durante muchos años, uno de los escogidos jóvenes profesores, venidos del norte de España, que constituyeron el claustro de la Escuela de Magisterio. Hacía pruebas psicotécnicas dirigidas por él y se aplicaban a los alumnos de 12 o 13 años para poder ingresar en la Escuela de Magisterio. Me enteré de que la EGB contó, en aquellos años, con maestros de reconocido prestigio como él, que fue jefe de estudios en la Escuela de Magisterio mientras yo cursaba mi carrera de maestro en la Safa de Úbeda y de que, como veterano de esta institución, dio cursillos de actualización profesional para el tercer curso de prácticas del plan 69 de la carrera de Magisterio —y para otros maestros de Úbeda o municipios vecinos—, con gran solvencia y desparpajo, juntamente con otros inspectores y antiguos profesores de alto prestigio.
    ¡Quienes mejor lo conocieron —y sintieron su temprana pérdida— fueron su esposa, Asunción, y sus cuatro hijos, Pilar, Asunción, Adolfo y Jorge! Ese deje gallego, en su forma de hablar y de ser nunca llegó a írsele del todo, a pesar de los muchos años que vivió en Andalucía…
    Me enteré de su prematura muerte, por culpa de una gripe que se le complicó, cuando ya estaba yo trabajando de maestro en Tolox o Marbella (Málaga). Sentí mucha pena no poder agradecerle, en persona, la fértil semilla que había plantado en mi mente y en mi voluntad para tratar de ser como él: un excelso maestro, henchido de una perspicaz psicología, que sabía atraerse a todo tipo de alumnado, fuese cual fuese su edad…
    Artículo e imagen publicados en el libro “SAFA, medio siglo de educación popular en Andalucía”.
    Por Fernando Sánchez Resa.

    José Manuel Cubero García de Melilla
    Un buen cofrade de La Borriquilla

    Cuando, hace ya cerca de treinta años, llegué a la Hermandad de la Borriquilla, me presentaron a todos los que en ese momento estaban allí. Al llegar a un joven, me llamó la atención su nombre. Me dijeron: “Este es José Manuel Cubero García, que, a pesar de su juventud, lleva ya muchos años aquí, pues viene de la OJE”. A mí lo primero que se me vino a la cabeza era que llevaba mi apellido “Cubero” y, desde entonces, una corriente de simpatía, cariño y amistad hubo entre nosotros.
    La verdad es que escribir de alguien que nos ha dejado tan joven es triste y realmente difícil, pues, como bien he dicho, a lo largo de estas tres décadas, son innumerables las anécdotas y vivencias que hemos tenido juntos en la cofradía.
    Pero, como el espacio es limitado, solamente me voy a detener en dos o tres. La primera es cuando conseguimos que se realizara la Virgen de la Paz, esa Virgen a la que te faltó tiempo para donarle esa rama de olivo dorada que lleva en su mano derecha, al igual que tampoco dudaste en poner el nombre de Inmaculada de la Paz a tu hija cuando, hace dieciocho años, vino al mundo.
    Por cierto, hay que ser puñetero y dar lugar a tener que enterrarte el mismo día que cumplías 45 años. ¡Hasta en eso eras especial!
    Y cómo olvidar, José Manuel, el día de tu boda con Puri. Ese día ha quedado para los anales de la historia de la hermandad. Toda la cofradía estaba en tu boda gastándote todo tipo de bromas y chanzas debido a tu recalcitrante soltería. Creíamos todos que ya no te ibas a casar. En verdad, qué bien sabes tú, desde allá arriba, lo bien que nos lo pasamos todos y cómo aguantasteis, tanto tú como Puri, todo tipo de bromas y cánticos que os dedicamos esa noche.
    Y a la cofradía la llevabas en la sangre, siempre en la misma, nada de cambiarse a otra. Así desde que desfilabas con la OJE en aquellos tiempos pretéritos de nuestra cofradía. Siempre has sido fiel a tus ideales y defendías a capa y espada los mismos, y los inicios de nuestra hermandad en esta organización juvenil. Sé que hubo una cosa que no te gustó. Fue cuando cambiamos la imagen del Señor —ese Cristo de Jacinto Higueras que, ahora, se sentirá muy solo en el convento de las Dominicas, pues ya no recibirá tus visitas, porque, para ti, seguía siendo el Cristo de la cofradía— por ese otro Cristo sevillano, que bendijo la hermandad allá por el año 2002, y que no llegó a hacerte “tilín”.
    Como digo, siempre fuiste un arraigado a tus costumbres y a tus ideas. Tanto era así que cuando estábamos en el cementerio, la lluviosa tarde del domingo 28 de abril, el grupo de familiares y amigos de la hermandad dándote cristiana sepultura me venían a la mente los ecos del partido que, por la mañana, se había disputado en el vecino estadio, entre el Melilla y el Real Jaén. Y es que, aunque tú no eras muy futbolero, siempre que venía el Melilla, te gustaba ir a verlo. Nos decías que era el equipo de tu tierra. No en vano, naciste allí por motivos del trabajo de tu padre. Y una sonrisa me vino al pensar que tu equipo te había rendido pleitesía al ganar a mi Real Jaén del alma, por lo que supongo que te habrás marchado feliz de ver cómo, una vez más, perdíamos contra tu equipo, el Melilla... Y la cara que se nos quedaba a todos ateridos de frío y sorpresa.
    En fin, José Manuel, nos has dejado bastante hechos polvo, a tu familia en especial. Tu hija no para de acordarse de ti y sé que cuando lleguen los cultos en la cofradía y la procesión se le hará muy cuesta arriba, como a nosotros, no verte por allí intentando ayudar y a todos diciéndote: “Cubero, quítate de ahí”. Y verte en el cancel de la iglesia  fumar esos cigarrillos que tanto nos hemos fumado juntos con Juan Cantero y Alberto Sánchez. ¡Maldito tabaco! Se ha llevado a tantos amigos, pero, en fin, como decía, ya estás con ellos, ya podéis sacar esa procesión celestial a lomos de ese borriquillo divino con ese Cristo que tanto querías, ya estás con todos tus amigos de la cofradía, los antiguos Antoñete, Gil Ramírez, Juan García Carmona, Rafaela y los últimos —Rosa, Juan Cantero, Alberto Sánchez, y Teolindo, al que siempre fuiste tan fiel—. Los demás, como te digo, nos quedamos aquí pensando en todos vosotros y solamente nos queda rezar a ese Cristo de la Salud entrando en Jerusalén y a esa Virgen de la Paz por todos vosotros. Sabed que jamás os olvidaremos, pues habéis sido historia viva de la hermandad. Me despido de ti recordando que siempre me serviste lealmente cuando fui hermano mayor. Por tu amigo, Francisco Sierra Cubero.